Oidio: el mal blanco que nos trae de cabeza

Exitable
22 Jul 2011

En el primer número de Soft Secrets de este año, los comentarios que acompañaban una de las fotografías incluidas en la sección de los lectores sorprendían al cultivador en cuestión. La noticia de que el buen resultado que nuestro querido lector creía haber conseguido, del cual se sentía orgulloso, no era otra cosa que una planta completamente infectada de oidio, esto lo llevó a ponerse en contacto con la redacción.


Tras confirmar el diagnóstico y abrir los ojos a la cruda realidad que ni el mismo lector ni otros cultivadores amigos suyos habían sido capaces de observar hasta ese momento, la actitud positiva de este buen aficionado se tradujo en una petición: que publicásemos un artículo sobre este tema por los peligros que puede tener el consumo de cannabis infectado de oídio para aquellos que no son conscientes del problema.

Y es que son incontables los casos en que el oídio pasa completamente desapercibido para los propios cultivadores y el resto de su entorno, incluyendo situaciones en las cuales la gravedad de la infestación es muy alta; casos en los que el hongo se extiende por toda la planta, haciendo que el follaje que rodea los cogollos aparezca cubierto de la típica capa polvorienta de color blanquecino que identifica la enfermedad. Probablemente, esta aparente falta de capacidad para detectar la presencia de oídio tenga bastante que ver con que los peligros de fumar cannabis con oídio siguen siendo inciertos para la mayoría de usuarios.

Riesgos para la salud

Como en tantos otros asuntos, aún están por llevarse a cabo estudios científicos sobre los riesgos de inhalar cannabis contaminado. Por un lado, no es fácil encontrar referencias de consumidores afectados tras fumar cannabis infectado de oídio, pero esto no significa que no estén dándose problemas de salud. En muchos casos, los consumidores ni siquiera advierten que están inhalando oídio, por lo que tampoco podrían relacionar con este hongo cualquier problema de salud que les sobreviniera.

Parece aceptado que la ingestión de productos vegetales procedentes de plantas contaminadas de oídio no reviste demasiada peligrosidad, ya que el hongo no suele afectar directamente al fruto. Sin embargo, los riesgos de que este fitopatógeno se introduzca en el organismo por vía respiratoria son evidentes, distintas entidades norteamericanas se han hecho eco de ello.

La Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. afirma que el oídio es una amenaza para la salud, ya que produce sustancias alérgenas, irritantes y potencialmente tóxicas. En las personas asmáticas o que sufren otros tipos de problemas en las vías respiratorias, una pequeña cantidad de esporas de oídio puede provocar episodios similares al asma debido a la irritación que causan en los pulmones.

Cualquier persona cuyo sistema inmunitario esté debilitado o presente deficiencias es más susceptible de sufrir alergias al inhalar materia vegetal contaminada de oídio, pudiendo desarrollarse infecciones graves. Según advierte el Centro de Recursos sobre Enfermedades Fúngicas -organización no gubernamental estadounidense-, estas infecciones pueden llegar a poner en peligro la vida de los enfermos. No obstante, las personas que no tienen alergias también pueden verse afectadas si la concentración de esporas es lo bastante alta.

Conocer al enemigo

El oídio es el nombre genérico que recibe tanto la enfermedad de las plantas como los hongos que la producen. Una de las características de esta afección es que existen gran cantidad de hongos oídio (por ejemplo, múltiples especies de Erysiphales y Sphaerotheca), y que cada especie ataca a plantas específicas.

Hay que distinguir claramente el oídio del mildiu. Mientras que el primero está causado por distintas especies de hongos que se asientan en plantas de flor, como el rosal o el cannabis, el mildiu ataca las plantas de uso agrícola, como la patata, la cebolla, el tomate o la vid, y está causado por organismos de la familia Peronosporaceae similares a los hongos. A diferencia del oídio, que presenta las identificativas manchas polvorientas de color blancuzco en el haz (parte superior) de las hojas, el mildiu sólo produce manchas en esta parte de las hojas, desarrollando sus esporas en el envés (parte inferior).

A día de hoy, el gran quebradero de cabeza para muchos cultivadores de cannabis es el oídio, no el mildiu; sobre todo, en zonas con climas suaves o subtropicales, como los que se dan en la vertiente mediterránea. Según recogen los autores McPartland, Clarke y Watson en su obra Hemp diseases and pests, los hongos que causan el oídio en las plantas de cannabis son dos: Sphaerotheca macularis y Leveillula taurica. Estas especies se diferencian en la forma que se desarrollan sus conidióforos, es decir las estructuras microscópicas que producen los conidios o esporas sobre las hojas. Mientras que los conidióforos del hongo Sphaerotheca crecen en la superficie de la hoja, los del hongo Leveillula emergen a través de los estomas.

Las condiciones que favorecen el desarrollo del oídio son: temperaturas suaves, baja intensidad de luz, cambios de humedad y abundancia de nitrógeno. La falta de circulación de aire también agrava la situación. Con estos datos, es fácil deducir que el oídio puede darse todo el año en cultivos de interior, mientras que la primavera y el otoño son las estaciones en que se encuentra más activo al aire libre. En su hábitat natural, los hongos causantes del oídio se mantienen en estado latente durante el invierno, empiezan a infectar las plantas jóvenes a principios de primavera.

En los últimos años, la presencia de oídio ha ido extendiéndose cada vez más por la península ibérica, produciendo grandes pérdidas debido a un desconocimiento generalizado a la hora de combatirlo. Debido a esto, se han perdido muchas selecciones valiosas de plantas especialmente sensibles, mantenidas como plantas madre durante años, hasta que la dispersión del oídio puso en evidencia su debilidad latente.

Plantas susceptibles

En efecto, cuando nos encontramos en una zona de alta incidencia de oídio, el factor más determinante a la hora de sufrir los azotes de esta enfermedad en nuestros jardines quizá sea la predisposición de cada individuo o planta de semilla. Las comarcas donde el oídio campa a sus anchas funcionan a modo de campos de pruebas, allí se mide la resistencia de los distintos individuos y variedades a ser infectados. Hay plantas prácticamente inmunes, y plantas que se infectan de inmediato. Resulta curioso observar cómo, en una misma bandeja de clones variados, las plantas más resistentes se desarrollan sin ningún tipo de problema, mientras la enfermedad va extendiéndose en los esquejes de las plantas sensibles.

Tras un tratamiento de choque con fungicidas suaves, el hongo vuelve a reproducirse en cuestión de días si no ponemos en marcha una estrategia preventiva.

A raíz de ello, hay cultivadores en zonas de especial incidencia de la enfermedad que se han resignado a mantener únicamente aquellas plantas que ofrezcan una resistencia elevada. Desechan de sus jardines vegetativos cualquier individuo nuevo que se muestre sensible a la infección. Una limitación dura de sobrellevar, ya que implica descartar selecciones de plantas muy deseables y que, según el caso, han tardado años en conseguirse.

Muchas de estas genéticas de cannabis sensibles al oídio provienen de Norteamérica, hasta el punto de que no habría sido descabellado titular este artículo algo así como "El mal blanco que vino de América". Los cultivadores de Estados Unidos, con los californianos a la cabeza, están acostumbrados a lidiar con el oídio. La creciente popularización e introducción de sus variedades en años recientes puede haber jugado un papel crucial en la dispersión de la enfermedad por todo el territorio español. En base a la experiencia, las plantas americanas más sensibles al oídio suelen ser híbridos con cierta presencia de rasgos Sativa (Diesel, Haze, Skunk). El extremo opuesto lo ocupan las tradicionales y emblemáticas variedades lndica (afganas sobre todo), pues pueden hacer gala de una gran inmunidad.

Prevención, prevención y prevención

La vida es demasiado corta para renunciar a cultivar plantas que nos gustan, así que lo primero es definir una buena estrategia para hacer frente al oídio. Da igual que nuestros jardines se encuentren en la zona con mayor concentración de esporas de toda la península; si somos capaces de adoptar buenas prácticas de cultivo y aplicar regularmente productos que eviten la aparición de la enfermedad, podremos cultivar y mantener cualquier planta por sensible que sea.

Aunque haya que saber afrontar situaciones comprometidas con tratamientos de choque, la prevención es la base fundamental de nuestra estrategia. Esto incluye tanto las prácticas de cultivo encaminadas a impedir el asentamiento de las esporas en nuestras plantas, como la aplicación de sustancias y/o microorganismos que prevengan el desarrollo de la enfermedad.

Las plantas más pequeñas pueden sufrir un fuerte estrés si se bañan con agua oxigenada al 3%, por lo que hay que diluir el producto según el uso que vayamos a darle.

Las primeras han de encaminarse a evitar las zonas de sombra, girando las plantas y manteniendo una densidad baja de plantación. Aprovechar la fuerte exposición solar en exterior y utilizar una potencia lumínica adecuada en interior son determinantes, al igual que favorecer una buena circulación de aire, para lo cual pueden realizarse podas selectivas del exceso de follaje. Evitar la sequía y las concentraciones elevadas de nutrientes también contribuye a reducir la incidencia de la enfermedad.

El propóleo es uno de los grandes aliados naturales en la prevención del oídio, puede pulverizarse sólo o combinado con extracto o decocciones de cola de caballo si se desea, aunque el propóleo por sí mismo es más que suficiente como protector de la planta frente a un amplio espectro de enfermedades de origen fúngico o bacteriano. Lo mismo puede decirse respecto a la eficacia preventiva de compuestos como Oidioprot, basado en aminoácidos y microorganismos. El jabón potásico también funciona, incluso en soluciones bastante diluidas, así como el aceite de neem. Lo que cuenta es la regularidad: ser capaces de mantener cierta frecuencia de aplicación desde que se inicia el ciclo de cultivo. Una vez que la producción floral está lanzada y aparece la resina, lo más recomendable es no rociar nada que no sea agua, así que la suerte estará echada.

Muestra típica de oídio en cannabis. 

Los pequeños conatos de oidio que no hayamos prevenido pueden eliminarse con agua oxigenada (peróxido de hidrógeno) al 3%, aplicándola selectivamente sobre las zonas afectadas. Si queremos rociar toda la planta, habrá que diluir el agua oxigenada para no correr el riesgo de quemarla. La naturaleza superficial de los hongos S. macularis y L. taurica hacen que una simple solución de bicarbonato sódico o potásico sea suficiente para tratar la infección. A continuación, pondremos en marcha el calendario de aplicaciones preventivas. En el caso del propóleo, una rociada cada 5-7 días hará que todo vaya como la seda.

También existe la posibilidad de aplicar compuestos químicos específicos, entre los que destaca el penconazol al 10%, tanto para erradicar infecciones, como para evitar problemas durante la floración. Una o dos aplicaciones al principio de la floración (entre finales de julio y primeros de agosto para la cosecha de temporada) darán aún más garantías si cabe. Sin embargo, sólo deberíamos recurrir al armamento pesado en último extremo. Si cultivamos bien, resulta improbable que las cosas lleguen a ese punto.

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