Corren más de 100km para llevar marihuana

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11 Feb 2013

Se aprovechan de su infame condición de pobreza y abandono. Los rarámuris tienen una habilidad nata para correr. Además soportan agresivas condiciones climáticas y en sus rituales se entrenan para fortalecer su talento. Si son capturados por la policía fronteriza, los indígenas ‘burreados’ pueden ser condenados a penas de entre 13 meses y 40 años de prisión, dependiendo sus antecedentes.


Zósimo Camacho, periodista y etnógrafo de los Rarámuri, dice haber visitado en varias oportunidades las aldeas de esta comunidad indígena, e identificar que sufren una “infame condición de pobreza y abandono del Estado”. “Existe una presión sobre comunidades pobres y aisladas para que entren a la economía ilegal. Por sus condiciones de desigualdad y desempleo se pueden encontrar cautivados por estas ofertas”.

Por esto serían la víctima perfecta para los narcotraficantes, quienes sobre todo se interesan por su innata cualidad de atletas. “Siempre se han caracterizado por que en sus rituales tienen un juego con una pelota que lanzan hacia acantilados y la idea es que la encuentren rápido. Pueden durar días corriendo en busca de la pelota. Esto mide su fuerza para correr en terrenos agrestes y soportar condiciones climáticas complejas”, dice Camacho.

Pero cuando parten hacia Estados Unidos evitan desgastarse en carreras, y en cambio sortean los senderos del desierto con caminatas pausadas. La primera noche duran al menos ocho horas andando, hasta el amanecer. Cuando hay luz se encuentran con un ambiente árido y un arenal indomable. Por eso de día descansan. Para hacerlo el guía les pide que escondan los costales de marihuana a unos cien o quinientos metros de distancia, por seguridad en caso de ser interceptados. En seguida buscan cuevas para resguardarse del sol o la lluvia. Comen, descansan y se preparan para continuar el trayecto al anochecer.

Hacia las seis de la tarde, aún con algo de luz, recogen sus mochilas y siguen caminando. El viaje puede durar dos o tres noches. El guía logra comunicarse con sus contactos del lado estadounidense cuando se acercan al punto indicado. Entonces se sitúan a la orilla de una carretera, aguardan la llegada de un coche, usualmente una camioneta que el guía conoce con anticipación, y en ella esconden los bultos de marihuana. Las cinco mochilas reúnen cien kilos de hierba. La operación fue cumplida. Es hora de que los jóvenes indígenas regresen a México como salieron de allí: a pie.

“Una vez que los chamacos regresan al pueblo donde fueron reclutados, van en busca de su paga y se encuentran con una sorpresa: no les entregan el total que les prometieron. Les dan 1.200 o 1.300 dólares. Cuando los tarahumaras exigen el resto, los reclutadores dicen que les descontaron la ropa y que no alcanzó el dinero, y que con el próximo viaje recuperarán lo que les quedan debiendo. Es una forma de engancharlos para que sigan”, dice el abogado Ken del Valle.


*Fuente: LaMarihuana.com
*Editado por Miky Pérez

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