Mamá Cultiva Paraguay: madres ilegales en la tierra de la marihuana

Exitable
17 Aug 2019

Hace casi tres años las madres paraguayas se reunieron para fundar Mamá Cultiva. Asesoradas por sus pares chilenas las paraguayas plantearon su lucha en los mismos términos: autocultivo y productos de calidad para sus hijos. Aunque Paraguay es el principal productor de cannabis de América del Sur, las madres no pueden acceder a productos de calidad a precio razonable. Por eso, como en todo el continente, lo hacen ellas mismas.


Entrevista con Mamá Cultiva de Paraguay

Durante la Marcha Mundial de la Marihuana en Asunción entregaron mil plantines de cannabis a los participantes. El objetivo fue visibilizar que esa planta es la única que le ofrece salud a tantísimas personas. Muchas de ellas menores de edad con epilepsia pero también otras enfermedades. El acto concitó el interés de los medios de comunicación. Lo que pasó luego fue que les llegó una citación de fiscalía por la violación a la ley anti drogas. A pesar que algunos medios habían publicado que la fiscalía solicitaría prisión para madres y activistas, la justicia desestimó procesarlos. Soft Secrets conversó con Cynthia Farina, impulsora de Mamá Cultiva Paraguay.

—¿Cómo empezó con la aventura de Mamá Cultiva Paraguay?

—Nosotros en 2015 nos enteramos como familia de que podía haber una alternativa con el cannabis y empezamos a investigar con mi esposo. Y tratar de investigar con otras familias y con gente en el ámbito. Hasta que en el 2016 pudimos llegar a Paulina (Bobadilla). Le pedimos asesoramiento, apoyo y ahí empezó todo. Los medios de comunicación locales se enteraron que usaba cannabis y empezó la difusión. Con eso las familias se fueron agrupando y empezamos la discusión. El 28 de abril de 2017 se lanzó Mamá Cultiva Paraguay con los protocolos de cooperación de Mamá Cultiva y Fundación Daya.

—No ha sido fácil abrir la personería jurídica. ¿No?

—Estamos en trámites con la personería jurídica de Mamá Cultiva Paraguay. Es un poco complicado en Paraguay. Ya tuvimos dos rechazos para abrir la personería, ahora estamos en el tercer intento. Hay muchos prejuicios, intereses por detrás para trancar todo esto. Cuesta bastante.

—¿Qué problema tiene su hija?

—Tengo una nena de 8 años que se llama Verónica, tiene epilepsia refractaria desde los seis meses que tiene crisis convulsivas muy severas. Y de muy larga duración que seguía teniendo con toda la medicación, terapias y seguimiento médico de especialistas. Eran crisis largas de hasta una hora que le llevaban a paros cardio respiratorios. Tuvimos demasiadas internaciones, todas pro crisis convulsivas y también fuimos a parar a terapia intensiva por paros cardio respiratorios de las propias convulsiones que eran muy largas. Cuando a ella se le aplicó la vacuna de los seis meses hizo fiebre y eso fue como el desencadenante. Y a partir de ahí empezaron las crisis. [caption id="attachment_7401" align="alignnone" width="780"] Las plantas que se llevaron quienes fueron a la Marcha de la Marihauna 2019 en Asunción[/caption]

—¿Cómo ha sido su evolución?

—Excelente. Cuando iniciamos esto en 2016, el primero de abril, inmediatamente se notaron los cambios la primera vez que accedimos a un gotero. Empezó a sonreír, a conectar con la mirada y a comer. Esas fueron las primeras cosas que pasaron con los días del uso del aceite. Lentamente fueron disminuyendo las crisis, no llegamos al 100% pero estamos en ese camino. Hace casi más de un año y medio que no visitamos la emergencia, ni estamos en terapia intensiva ni nos internamos. Para nosotros es un respiro. Tenemos una mejor calidad de vida. Este año está en la escuela, está socializando con otros niños. Procurando aprender a leer. Sus crisis son mínimas. Ahora son de segundos, antes eran de más de una hora de duración. Fueron muchos cambios, avances cognitivos, avances motrices, ella también tenía debilidad en los miembros de tantos anticonvulsivos que tomaba, estaba todo el tiempo dopada. No podía concentrarse, no podía jugar, caminar, correr, porque estaba toda temblorosa. Que eso fue cambiando gracias a Dios.

—¿Actividades que ahora hace y antes no?

—Sí, juega, garabatea, pinta, corre, interactúa con sus hermanitos. Son cosas que antes no podía hacer porque estaba totalmente dopada. Como una “zombie” por así decirlo.

—¿Qué sintió en el momento que empezó a tener más contacto con las familias y madres en su misma situación?

—Que tenía que hacer algo, que no podía omitir el auxilio a esas familias. Y de ahí la necesidad de agruparnos para ayudar a más familias que lo están necesitando. Empezábamos a tener ese alivio, esa calidad de vida, poder dormir. No dormíamos porque teníamos que estar cuidándole constantemente a ella. Porque las crisis le daban en cualquier momento y corría el riesgo de ahogarse durante el sueño. Eran momentos muy difíciles para nosotros. A partir del cannabis fuimos mejorando eso y la calidad de vida, el alivio que sentíamos queríamos transmitirlo a otras familias.

—¿Esa vigilia permanente que hacían para prevenir problemas mayores, durante cuánto tiempo fue?

—Siete a ocho años. Los primeros años hasta 2015, 2016, era estar con el Jesús en la boca, porque ella tenía una crisis sin previo aviso y teníamos que salir corriendo a la calle a pedir auxilio con ella en brazos a buscar algún vecino, algún taxi, alguien que nos socorra y que le llevemos corriendo al hospital. Cuando iniciaba las crisis convulsivas ya no paraba. Entonces teníamos que agarrar lo que teníamos a mano, alzarla y salir corriendo. Eso terminó después del cannabis. Tenemos otra estabilidad ahora.

—¿Qué pensaba del cannabis antes de usarlo?

—Yo era una ignorante más por decirlo de alguna forma. Los padres de nuestro entorno tienen ese miedo y ese prejuicio. Al escuchar marihuana lo asocian con un vago, un drogadicto. Nunca prejuicio, nunca desprecio a la otra persona, pero sí un cierto recelo por usar ese tipo de productos hasta que supe de esto y empecé a investigar muchísimo. Soy analista de sistemas, entonces estoy muy vinculada a las computadoras. Fue una investigación muy profunda que hicimos con mi esposo y caímos en cuanto que no es así como la gente lo pinta. Que es una droga mala, que es la puerta de entrada a otras drogas y ese tipo de cosas. Es una planta y es una planta que alivia. Y en el caso de mi hija nos salvó la vida. Nosotros como organización defendemos y promovemos el uso responsable del cannabis porque sabemos que sí funciona, que sí alivia y que no le tienen que tener miedo a la planta.

—Eres analista de sistemas… ¿su trabajo se vio afectado?

—Totalmente. A partir que empezamos el camino de la epilepsia dejé todo mi trabajo y me dediqué exclusivamente a mi hijo. El único sostén de la casa es mi esposo. El también es técnico en informática, desarrollador de sistemas. Y tenemos el mismo rubro, solo que él trabaja como funcionario público.

—¿Cuántas personas, familias, madres están cercanas a MCP?

—Asociadas 250 familias. Las directamente involucradas a la asociación, las personas que consultaron, se acercaron e iniciaron su camino para hacerlos solos, es una cantidad alta que no podría decirte. Estamos asesorando acompañando a gente que se acerca a los talleres… Muchos se retiran porque saben prepararlos por ellos mismo.

—¿Trabajan con redes de cultivadores, como es el acceso?

—Nosotros tenemos redes de cultivadores solidarios que nos apoyan, donando generalmente flores. Por lo general aceites preparados por ellos. Pero nosotros preferimos las flores y a partir de ahí nosotros mismos prepararnos la medicina.

—¿Cuánto consume de aceite tu hija en un mes?

—En mililitros, 10 a 15. Por día son cinco gotas tres veces al día, cada ocho horas.

—¿Para todo ese volumen de plantas se precisan en un mes?

—Para esa cantidad es poca la cantidad, son como 50, 100 gramos de flores nos manejamos con dos tipos de aceite.

—¿Cómo vivís la contradicción en Py de ser el principal productor de marihuana y tener tantos problemas para el acceso al cannabis?

—Es muy difícil porque el prejuicio está demasiado arraigado y el desconocimiento. Según la ley somos criminales, entonces nos cuesta muchísimo conseguir materiales, flores, semillas, porque no podemos traer de afuera y lo que tenemos de acá viene del tráfico y no sabemos en qué condiciones son preparados o si tienen algún tóxico. No podemos confiar en eso. También tenemos los problemas del rubro médico que rechazan totalmente el uso del cannabis. Le dicen a los pacientes que el cannabis de Paraguay no sirve para medicina. Entonces hay todo un círculo vicioso con el que estamos luchando constantemente y nuestra salida es la información, bregar la información por todos los medios posibles, siempre fuimos recibidos en todos los medios de comunicación. Incluso en el 2017 el diario Última Hora nos galardonó como organización del año por la lucha que hacemos como

—¿Cuál es la situación legal del cannabis medicinal en Paraguay?

—El 27 de diciembre de 2017 se aprobó la ley. En junio se salió el reglamento que favorece a los laboratorios. Permite la investigación y da la licencia para 5 laboratorios. No está contemplado el autocultivo ni el cultivo solidario. La ley 6007, en el artículo 2 inciso C, garantiza el acceso gratuito al cannabis que el estado va a proveer a todo aquel que se inscriba el programa en el registro nacional. Pero eso no se cumple. Tampoco hay ninguna política pública de investigación en laboratorios nacionales.

E
Exitable