Microestigmas ¿Cómo combatirlos?

Elizabeth Erhardt
28 Feb 2022

A nivel individual, el estigma se puede sentir, internalizar o ambos. El estigma sentido resulta de la conciencia de que una identidad está culturalmente devaluada y puede resultar en un comportamiento anticipatorio para evitar interacciones negativas (Herek et al. 2009; Herek 2007).


Entre los consumidores de cannabis, las estrategias de ocultación para evadir el estigma incluyen sustituir el hábito de usar comestibles, gotas para los ojos, encender incienso, cambiarse de ropa después de fumar, consumir chicles o lavarse los dientes después de fumar y mantenerse alerta sobre quién más podría estar mirando (Giombi et al. 2018; Lau et al. 2015; Bottorf et al. 2013). Además, algunos usuarios se abstienen de comentar sobre temas relacionados con el cannabis cuando surgen en conversaciones cotidianas (Satterlund et al. 2015).

Todo esto se hace para evitar sospechas de que uno es un consumidor de cannabis. Si bien no son irrazonables, estas medidas de precaución pueden ser estresantes para uno mismo y para las relaciones íntimas. Las personas usuarias de cannabis experimentan estrés al considerar cómo divulgar su uso de cannabis.

El estigma sentido puede conducir a un estigma representado cuando un individuo está motivado para demostrar públicamente que no es parte de un grupo estigmatizado. La investigación de Corrigan et al. (2006) propone un modelo similar utilizando el lenguaje de los estereotipos en lugar del estigma. Llaman conciencia de estereotipo de estigma social en el sentido de que las personas saben que existen actitudes negativas hacia algunas identidades dentro de la sociedad. 

Después de darse cuenta de estas evaluaciones negativas, un individuo puede comenzar a respaldar tales creencias a través del acuerdo de estereotipos. Si esto ocurre y el individuo se aplica estereotipos culturales devaluados, puede disminuir la autoestima y la autoeficacia (Corrigan et al. 2006). Esto también se conoce como estigma internalizado y se produce cuando las personas llegan a creer en los mensajes culturales negativos que rodean una identidad estigmatizada (Livingston y Boyd 2010). Todo esto da como resultado un prejuicio autodirigido por parte de las personas estigmatizadas, ya que internalizan la evaluación negativa de su identidad por parte de la sociedad (Herek et al. 2009).

Corrigan et al. (2006) señalan que no todas las personas que son conscientes de los estigmas culturales o los aprueban interiorizarán dichos estigmas, y esta resistencia protege su autoestima y autoeficacia. Existe investigación sobre las amenazas de estereotipos relacionadas con el cannabis, que ocurren cuando las personas creen que pueden ser estereotipadas por otros creando una presión que hace que la persona ajuste su apariencia y/o comportamiento. De hecho, el estereotipo del “fumeta” exagera cualidades como la irresponsabilidad, la pereza y la falta de experiencia.

Nuestro sentido del yo está formado en parte por aquellos a quienes consideramos emocionalmente importantes. Interiorizamos las expectativas y opiniones de los demás, creando “un coro de voces que dan forma a nuestras conversaciones internas sobre quiénes somos, qué debemos sentir y cómo debemos actuar” (Karp 2006: 126). Las personas estigmatizadas pueden responder con ira, aislamiento autoimpuesto o intentos de ocultar su identidad, todo lo cual está asociado con resultados negativos para la salud mental (Ahern et al. 2006).

¿Cómo se pueden resistir o combatir las fuerzas estigmatizantes? 

Desde un punto de vista psicológico, el autoestigma puede reducirse mediante una de dos estrategias generales (Mittal et al. 2012). La primera estrategia es modificar las creencias y actitudes estigmatizantes de un individuo a través de prácticas como la reestructuración cognitiva y la psicoeducación. La segunda estrategia, que está ganando popularidad entre los expertos en estigma, es la aceptación consciente. Este último enfoque no desafía las fuerzas estigmatizantes o el pensamiento estereotípico, sino que tiene como objetivo hacer que el individuo se sienta más cómodo con su yo actual. La aceptación consciente puede mejorar la autoestima general, el empoderamiento y el comportamiento de búsqueda de ayuda de una persona (Mittal et al. 2012). Básicamente, otros juzgarán a una persona por consumir cannabis, pero dado que es poco lo que esa persona puede hacer para cambiar las percepciones de los demás, es mejor que esa persona no pierda el tiempo preocupándose por ello.

Sin embargo, la estrategia de reducción del estigma más efectiva puede ser cambiar las creencias y actitudes de la sociedad (Herek et al. 2009). Los cambios en las políticas de drogas pueden ayudar a cambiar los marcos culturales que rodean al cannabis al detener los mensajes institucionales destinados a presentar a los usuarios como moralmente deficientes, criminales o psicológicamente enfermos (Hathaway et al. 2011). Dichos cambios estructurales se pueden lograr a través de reformas legales, pero también a través de la educación de los líderes institucionales y abordando públicamente las consecuencias de la criminalización del cannabis (Bottorf et al. 2013).

Las personas empoderadas pueden convertirse en representantes públicos de su estigma (Lloyd 2013; Goffman 1963), una situación ahora evidente con celebridades que comparten sus historias sobre el uso de cannabis medicinal o cannabis por placer. No obstante, parece haber una mayor necesidad de representaciones públicas que reflejen la diversidad dentro de la comunidad cannábica en lugar de los conocidos hombres blancos de traje. 

De manera similar, Newhart y Dolphin (2019) proponen tres formas en que se pueden erosionar los estigmas del cannabis. El primero es la identificación pública de los consumidores de cannabis para que su diversidad sea visible para los demás. Una comunidad cannábica visible desafiaría el aplastamiento de los estereotipos de “fumetas” que asumen que todos los usuarios tienen cualidades negativas similares. De hecho, los consumidores de cannabis son un grupo heterogéneo con un grado significativo de diversidad (Loflin y Earleywine 2014; Osborne y Fogel 2008). La sociedad puede descubrir, por ejemplo, que los estudiantes de alto rendimiento, como los estudiantes de posgrado y los profesores universitarios, consumen cannabis con regularidad (Garner 2016). Esta identificación pública también revelará cómo los usuarios de cannabis se pueden encontrar dentro de la red social de todos, que es la segunda estrategia propuesta por Newhart y Dolphin (2019). Los no usuarios pueden enterarse de que tienen amigos, familiares y asociados respetados que consumen cannabis.

Finalmente, los estereotipos pueden desafiarse identificando la fuente o el perpetrador. Señalar cómo el gobierno, los medios y otros crean y refuerzan estos conceptos erróneos disipa la naturalidad del estereotipo. En otras palabras, estas devaluaciones y caracterizaciones son construcciones sociales, no verdades duras respaldadas por evidencia objetiva. De hecho, los participantes en varios estudios pensaron que gran parte del estigma que rodea al consumo de cannabis es el resultado de la ignorancia social o la desinformación deliberada (Satterlund et al. 2015; Hathaway et al. 2011). No obstante, aunque cuestionar las fuentes engañosas de información sobre el cannabis es una buena práctica, los espacios que facilitan el contacto entre el público y los estigmatizados pueden cambiar las actitudes negativas, basándose en el principio de que con la familiaridad viene la empatía (Lloyd 2013; Herek 2007). Como tal, la creación de espacios regulados para uso social no solo puede ser útil para los consumidores individuales de cannabis, sino que estos espacios también pueden ayudar a normalizar el cannabis dentro de la sociedad en general.

John Charles Chasteen concluye que ha sido una sustancia asociada con los extraños en todas las sociedades. Hasta la última parte del siglo XX, el cannabis era “consumido por los pobres, los marginados, los enfermos crónicos, los que tenían inclinaciones artísticas, filosóficas y espirituales, los buscadores del sentido de la vida y los inconformistas sociales y religiosos de varias rayas” (Chasteen 2016: 137). El estado de desviación del cannabis puede ser universal, ya que los grupos asociados con la planta se colocan tradicionalmente al margen de la sociedad respetable.

Incluso después de que se legalice el cannabis, el trauma resultante de la prohibición seguirá existiendo, al igual que las arraigadas ideologías contra el cannabis.

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Elizabeth Erhardt