William Lantelme Filho: grower pionero, profe y activista en el exilio

30 Jun 2020

Hace 28 años que cultiva marihuana. Fue el organizador de la Marcha de la Marihuana en Brasil hasta que quedó solo frente a la policía. Ganó una pelea en la suprema corte de Justicia. Fundó el primer y más grande foro de internet de su país, una revista cannábica, abrió su tienda de cultivo.


El cultivador que esperó la primera flor cinco años

Ha participado de cuantas copas haya en América. William no se rinde fácil. Ahora es profesor cannábico en su propia high school que dirige desde Uruguay. Dice que el cannabis medicinal es una trampa y que criminaliza a los cultivadores.

Una amiga del colegio robó un poco de marihuana a sus padres y la llevó a la secundaria. William no recuerda si tenía 12 o 13 años. Pero sí recuerda haberle dicho: “Hey, dame eso” y llevarse la materia verdosa a casa de sus padres en Río de Janeiro. Encontró las semillas. Las tiró en la tierra y crecieron. Cuidaba a la planta mientras sus padres no tenían ni idea cuál era esa especie de hojas largas y puntiagudas.

La planta no florecía porque las luces del living estaban siempre prendidas. Por entonces William no lo sabía. Porque nadie sabía nada de cultivo de marihuana en una ciudad latinoamericana. Salvo rarísimas excepciones. A principios de la década de los noventa los amigos de colegio de William Lantelme fumaban. Como cada vez más chicos empezaban a hacer. Pero él no. Con 16 años fumó por primera vez y no sentía nada. Pensaba que era una “cosa psicológica, tipo un placebo o algo así”, se ríe ahora. “Desde ahí fumé para siempre”, recuerda. Tenía un amigo cuyos padres eran hippies y fumaban.

Eran alemanes que trabajaban en Río. “Nosotros fumábamos en su casa porque era un lugar tranquilo y seguro para hacerlo”, recuerda más de 25 años después. En aquel entonces, —y ahora también— para fumar marihuana en un espacio público en Brasil hay que tener todas las alertas encendidas. Este amigo le llenaba las orejas a William con que en Holanda se podía plantar porque era legal. Que había invernaderos, cultivos con lámparas y hasta revistas de marihuana. “No había información en esa época para cultivar. Llegaba marihuana del nordeste de Brasil. Le decían Cabrobó”, como una de las localidades que se dedica al cultivo en una zona bautizada como el polígono de la marihuana.

“Era un cogollo lleno de semillas. Pero no era un prensado de Paraguay. En esa ápoca todavía llegaba marihuana del Nordeste de Brasil y de ahí sacaba un montón de semillas e intentaba plantarlas. Pero nunca funcionaba”, dice William. La información escaseaba tanto que un cultivador nato como William, que hoy tiene cosechas que pocos pueden contar en América Latina, ha sido jurado de copas cannábicas en todo el continente y muchos etcéteras, no podía completar el cultivo por más que se esforzaba. Todo empezó a cambiar cuando en un local de revistas usadas encontró una revista High Times. A la que se suscribió. Pero la revista no llegaba de Estados Unidos y pasaba el tiempo y no llegaba.

En esa época, finales de los noventa, viajó de vacaciones a visitar a su amigo de Alemania. Y comenzaron el paseo por los growshop. Nunca había visto lámparas, abonos, parafernalia de hidroponía y hasta semillas. “En 1997 en Alemania todavía se podían comprar semillas. Pero no compré”. Tampoco las compró en el viaje que completó en Ámsterdam. Donde visitó museos, tiendas y bancos de semillas. Al volver Brasil habían llegado los números de la High Times que empezó a recibir todos los meses en la puerta de su casa.

Y además unos meses después otro alemán de visita en Brasil llevó de regalo unas semillas y una lámpara de sodio de 400 w. “Fue la primera vez que cultivé en interior y funcionó porque ya sabía”, dice ahora. Era 1998 y había empezado a cultivar en 1992 con las plantas que no floraban. Estuvo cinco años para tener su primera flor. Pero en estos 28 años aprendió bastante. William es uno de los cultivadores latinoamericanos más experientes desde todo punto de vista. Uno que asegura hacer cinco cosechas al año. O atender a los más de 800 alumnos de una plataforma de educación a distancia cannábica que dirige, la Growroom High School. En 2000 decidió ir a estudiar diseño en Alemania. Y soñaba con vivir solo para cultivar. La oportunidad de ir a Europa era la de cultivar. Y así lo hizo: “Cuando llegué comencé a cultivar”.

Leyendo una revista especializada en Alemania se enteró de la Copa HighLife que organiza Soft Secrets. En el tren camino a Utrecht viajó recortando las tarjetas personales que imprimió para la ocasión. “Llegué a la feria y vi ese mundo... Más de 100 empresas, bancos de semillas, abonos, era una locura. Fumé tanto, tanto, ahí. Volví seguro que había mucha gente interesada”, explica desde la Ciudad Vieja de Montevideo.

Trabajaba de diseñador en una agencia y William se dio cuenta que tenía que comenzar su proyecto personal. Y pensó en hacer un foro. Lo ayudaron algunos colegas en Alemania. Entonces, en 2002 no había información sobre cultivo de marihuana en lengua portuguesa. Y, a decir verdad, muy poca en castellano. Buceando en internet, —la internet de hoy no tiene comparación con entonces—, encontró el foro overgrow.com, su puerta de entrada al mundo del cultivo. Ahí los usuarios subían fotos de plantas. Fueron las primeras fotografías de cannabis que circulaban libres para quien pudiera acceder a ellas. Imaginen la revolución.

En los foros, los cannabicultores del mundo se unían para consultar y compartir información anónimamente por primera vez. Algo muy importante para esa época (y también para ahora). “Tengo que hacer un foro en portugués”, pensó el grower brasilero. Y lo hizo. El primer mes se registraron 200 usuarios compartiendo tutoriales y fotos de sus plantas. Se llama hasta el día de hoy growroom.net. Fue y es un éxito. Con el tiempo las discusiones en el foro empezaron a “politizarse”. Por eso decidieron organizar la Marcha da Maconha era 2002. La primera fue en Río. Y al año siguiente se prohibieron en todo el país por órdenes de distintos jueces estatales. Recién en 2011, después de una movida legal, ocho ministros del Supremo Tribunal Federal de Brasil fallaron a favor de los fumetas: tenían derecho a expresión y reunión.

“Ganamos. Hasta hoy las marchas están autorizadas. No se prohíben más. Y el debate se abrió mucho”, reconoce William que además fundó junto a amigos Sem Semente, la primera revista cannábica del Brasil. La apertura no fue fácil. La primera copa de cannabis que organizaron en 2012 estuvo bien. Pero la segunda fue más jodida. Un periodista escribió una nota sin hablar con los organizadores y la policía comenzó a buscarlos. William fue a hablar con la policía que lo buscaba. Y se vio solo soportando el peso de las miradas policiales.

“Muchos amigos huyeron. Después que pasó eso no quise organizar más eso. Es ponerme en riesgo por las personas que se van cuando el problema pasa a serio”, se lamenta. William es uno de los activistas brasileros más longevos. Ahora dejó la lucha cannábica más tradicional para dedicarse a educar a la gente en cultivo. También es una forma de activismo. A través de las redes sociales “llegan personas haciendo consultas de cultivo. Pero es humanamente imposible responderle a todos. Entonces me fijé en la enseñanza a distancia y me pregunté por qué no hacer un curso en línea para cultivo y ayudar a toda esta gente”. En junio de 2018 hizo el primero y entraron 60 personas.

“Una señal que eso funcionaba”, dice. Hoy tiene ocho grupos, con más de 800 alumnos. Eso es la Growroom High School. Sus alumnos son brasileros. Pero ya está pensando en hacer los cursos en otras lenguas. Después del golpe de estado contra la presidenta brasilera Dilma Rousseff, William sabía que venía Jair Bolsonaro. Cuando veía la manipulación mediática, los ejércitos de bots por Whatsapp y las redes sociales manipuladas por los comandos digitales del ahora presidente, William empezó a pensar en salir de Brasil. Ya le gustaba la idea de Uruguay. “A esa altura yo ya sabía que quería ir a Uruguay. Deseaba hacer un cultivo discreto acá y aprovechar”. Y como con el foro, como la marcha de la marihuana en Río, como la tienda, como la revista que fundó, como esperar cinco años para la primera flor: lo hizo. Cerró la tienda y se fue a Uruguay por tierra con un amigo y sus dos perros. Ahora cultiva tranquilo. Da clases y piensa sus proyectos bajo el ritmo lento de Montevideo. Quién sabe qué hará William en cinco años o en 28 años más. Seguro que estará fumando un buen cogollo.

Lantelme: “planto lo que tenga”
“Hay mucha gente que pone veneno en las plantas cuando tiene una araña roja por ejemplo. Mucha gente quiere tener un cultivo con abono de marca X, con la lámpara LED de última generación, con no sé qué más, el medidor de pH y EC. En ese sentido no soy exigente, soy muy básico. Es más importante hacer el cultivo que hablar con un montón de palaras raras y complicadas”, dice casi enojado. “Claro que sé que las genéticas que son muy importantes y que hay buenos clones. Pero no le chupo las bolas a los que tienen clones buenos para tener clones buenos. Yo planto lo que tenga o lo que alguien con buena onda me regale. Pero hago mi cultivo simple. Prefiero hacer mi selección aquí, aprovechar lo que la naturaleza puede proporcionar”, explica con satisfacción.

El “cannabis medicinal es la prohibición 2.0”
“Hasta 2013, 2014 peleábamos por la planta y luego llegó toda la esta cosa del cannabis medicinal. Nosotros ya sabíamos que la planta era medicinal no tenían que decirnos eso a nosotros. Pero en 2013 comenzó ese tema con documentales en EE.UU. y en muchos países. Desde ese momento la movida de cannabis se repartió. Algunos pararon de luchar por la planta y comenzaron, no sé por qué a luchar por la cannabis medicinal. Les parecerá menos legítimo luchar por el uso general de la cannabis. Yo siempre luché por la planta y sus usos”, explica William.

En aquel tiempo la marihuana quedó encerrada en nuevos intereses. El movimiento “se dividió y con esa división llegaron muchas empresas interesadas al negocio de cannabis medicinal. Hoy en Brasil se puede importar cannabis medicinal pero no se puede cultivar cannabis medicinal en el país. Eso es una gran tontería”, señala el cannabicultor.

“¿Cannabis medicinal para quién? Si legalizamos el acceso de la planta para todos vamos a tener el acceso al cannabis medicinal también. Y vamos a parar de matar tanta gente. Muere mucha más gente por la guerra contra las drogas que los pacientes que precisan de cannabis medicinal. Son gente de clase media blancos, rubios, personas que viven en una buena situación y que pueden pagar el cannabis medicinal caro, son privilegiados. Lo que me enoja es el poder del cannabis medicinal que para mí es una industria poderosa. Para mí el discurso del cannabis medicinal es una trampa para el movimiento. Cuando hablamos de cannabis medicinal hablamos de entregar la planta a la industria farmacéutica mientras la gente en general no sabe qué es esa planta. Abrimos las puertas para que ellos lo hagan en un laboratorio con tales medidas de seguridad y bajo determinadas reglas. Reglas que muchas veces los cultivadores pequeños no van a poder cumplir. De esa manera legalizan sus negocios y nos criminalizan a nosotros. Para mí, lo del cannabis medicinal es la prohibición 2.0”, opina el grower brasilero.