El precio de la semilla
El desarrollo de la industria del cannabis narcótico ha hecho que el elemento fundamental que la sustenta, la semilla, se convierta en un caso extraordinario por la variabilidad de su precio. La misma semilla puede ser regalada, o puede ser vendida por unos pocos céntimos, por unos pocos euros o por bastantes euros más, hasta llegar al extremo de costar una fortuna.
La importancia de las semillas para la humanidad es prácticamente imposible de exagerar. De ellas no sólo depende el abastecimiento de las especies vegetales que fundamentan nuestra alimentación, sino también de multitud de materiales que utilizamos de manera cotidiana, como la madera, el papel y las fibras textiles, y de fármacos esenciales para la medicina. Además, el ser humano ha utilizado tradicionalmente las plantas como elemento decorativo y como inspiración para el arte; la relación entre las culturas humanas y las plantas es tan considerable que una rama de la ciencia, la etnobotánica, se dedica exclusivamente a ello.
La dependencia de las semillas por parte de la humanidad es el motivo de que el acceso a ellas haya sido libre y gratuito, o muy económico, a lo largo de la historia. Y así continúa siendo en líneas generales. Sin embargo, la comercialización de la semilla de cannabis narcótico ha ido por otros derroteros.
La oferta holandesa
Aunque los primeros casos de producción y comercialización de semilla híbrida se produjeron en el norte de California durante la década de 1970, fue en Holanda donde tuvo lugar el gran cambio de paradigma tras la llegada de la semilla norteamericana. En Estados Unidos, la férrea prohibición de la venta de semillas a nivel nacional, aún vigente en la actualidad a pesar de las reformas internas a nivel estatal que están teniendo lugar desde hace tiempo, impidió que el negocio de las semillas se desarrollara dentro de sus fronteras, pero poco tardó en prosperar esta actividad al tocar tierra en el fértil y tolerante suelo holandés.
La proverbial aptitud holandesa para el comercio marcó los designios de la semilla de cannabis narcótico, y en pocos años, los catálogos de semillas de empresas como The Seed Bank of Holland se llenaron de variedades con precios nunca vistos en el campo de la agricultura. Este nuevo valor fue el resultado de la colaboración entre diversos refugiados de la guerra contra las drogas que procedían de Australia y Estados Unidos, principalmente, en colaboración con entusiastas locales de los Países Bajos.
El precio más habitual por semilla en el catálogo de The Seed Bank de 1987 era equivalente a diez euros actuales; algunas variedades eran más baratas (hasta tres euros por unidad), y muchas otras costaban lo que hoy serían entre doce y veinte euros. Si comparamos estos precios con los actuales, veremos que el marco de referencia ya había sido establecido por aquél entonces y que, sorprendentemente, los valores medios de mercado siguen siendo los mismos después de todos estos años.
Por arriba
Aunque la gama de precios de la semilla de cannabis narcótico lleve décadas asentada, el desarrollo reciente de la industria cannábica ha dado lugar a situaciones únicas y casos extremos. Las semillas más caras de las que se tiene noticia, por ejemplo, fueron subastadas a través de internet a principios de 2012.
Tras la aparición de Alien Genetics en la escena internacional, empleando únicamente su presencia en un foro electrónico, se generó en poco tiempo una percepción de valor extraordinaria de las semillas de este productor. El anuncio de una subasta para lanzar una nueva variedad de Alien Genetics, llamada Starfighter, en una tirada única de cinco paquetes de quince semillas causó sensación, y el último paquete acabó alcanzando un precio cercano a 4.900 dólares estadounidenses; unos 300 euros por semilla. El lote completo fue adjudicado por 24.000 dólares aproximadamente, y ninguno de los paquetes se vendió por menos de 4.000. Poco después de la subasta, el responsable de Alien Genetics desapareció del foro, poniendo fin a la breve historia de esta casa de semillas.
Por abajo
Mientras tanto, en España, la producción masiva de semillas feminizadas de variedades 100% comerciales ha ocasionado un fenómeno tan singular a nivel local como los que se produjeron anteriormente, con las sucesivas fiebres de la semilla feminizada y la semilla autofloreciente.
La caída de los precios y la expansión de la venta a granel se ha traducido en una generalización de los cultivos comerciales a base de semillas feminizadas, en vez de esquejes. El éxito de estos jardines de interior con docenas de lámparas y cientos de plantas de semilla se debe a la uniformidad de las variedades utilizadas, que permite juntar todo el producto sin que las diferencias resulten demasiado estridentes. No obstante, el precio que se paga por ello es un techo de calidad muy bajo, ya que la homogeneidad y la producción de estas variedades se han logrado a costa de los rasgos distintivos tras décadas de selecciones con fines comerciales. El resultado es una devaluación tanto de la semilla como del producto final pero, como se produce en cantidades industriales, las abultadas cuentas parecen cuadrar.
En la oferta de semillas, ahora hay precios para todos. La cultura industrial domina el panorama de manera aplastante, pero los buscadores tienen más opciones que nunca a su disposición gracias a las posibilidades que brindan la tecnología y el comercio global. En manos de los cultivadores está fomentar una cultura deshumanizada que esclaviza al productor para generar una huella de carbono de dimensiones monstruosas, o favorecer la restauración de un orden natural en el que las personas recuperen su dignidad y puedan aspirar a que la vida tenga sentido.