El nacimiento de la OMS y su influencia en la adopción del Convenio de 1961
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OMS y Cannabis medicinal: Viaje en una esquizofrenia institucional
Al salir de la 2ª Guerra Mundial, la comunidad internacional se comprometió a establecer un diálogo permanente para garantizar cuatro elementos considerados universales y necesarios para evitar más atrocidades: la paz, el desarrollo, los derechos humanos y la seguridad. Se formaliza la Organización de Naciones Unidas (ONU) para armonizar la cooperación de los países en todos los ámbitos vinculados a estos cuatro ejes. Pero, pese a que la salud sea un elemento crucial de los derechos humanos y una condición al desarrollo, es uno de los temas (ya objeto de importantes disensos antes de la guerra) al que le cuesta hacerse valer. La Organización Mundial de la Salud (OMS) nace en 1948 guardando cierta distancia con la ONU, aunque siendo oficialmente su “rama salud”. Pero todo el derecho internacional relativo a las drogas, que es sobre todo un tema de salud, queda fuera de la OMS. En los treinta primeros años del siglo XX, se habían creado una decena de tratados, convenios, acuerdos y otras normas internacionales relativas al opio, la cocaína, el cannabis y otras entonces llamadas “drogas peligrosas”. En los años 50, conscientes de la complejidad de un derecho internacional sobre drogas compuesto por tantos textos distintos, y como parte del rollo armonizador de la joven ONU, los países acuerdan compilar estos numerosos tratados en un nuevo Convenio Internacional sobre Drogas. La OMS ya estaba en funciones desde su sede de Ginebra nacida, pero no fue encargada de esta modernización del derecho internacional de drogas. A cambio, su implicación fue confinada a un papel de asesoramiento externo del nuevo sistema que los gobiernos de los años 50 estaban diseñando. No obstante, la OMS jugó un papel decisivo en la inclusión (indebida) de la planta de Cannabis sativa y de sus derivados a los niveles más altos de restricción y control obligatorio, bajo aquel nuevo Convenio Internacional por nacer, llegando incluso hasta a descartar sus conocidos usos terapéuticos. Fue la OMS, a través de su Comité de Expertos sobre Drogas, quien comunicó en 1952 a los diplomáticos encargados de redactar el nuevo Convenio Internacional, que el "Haxix" o "Cáñamo índico" contaba entre las sustancias más peligrosas conocidas y que sus preparaciones "ya no tienen razón para ser empleadas en medicina”. Fue el mismo Comité de la OMS quien, un año después, se felicitó que “algunos países ya habían empezado a tomar medidas a nivel nacional para suprimir las preparaciones de cannabis, dando seguimiento a la recomendación” del año anterior. Y fue la OMS otra vez quien llamó a los gobiernos del mundo a “redoblar los esfuerzos para abolir el empleo de la Cannabis para fines terapéuticos" en 1954.
Cannabis como antibiótico: la oportunidad perdida
A dos años de la adopción del Convenio, en 1959, el borrador ya incluía Cannabis en su Lista de drogas más peligrosas y sin usos medicinales. Pero algunos países miembros de la ONU seguían favorables al uso del Cannabis en medicina pese a las insistentes recomendaciones de la OMS. Entre estos países contaban naturalmente casi todos los que tienen, hasta hoy, una tradición vinculada al Cannabis que cruza generaciones y fronteras. Algunos trajeron entonces los resultados de nuevas investigaciones apuntando a un potencial de uso de la “resina de Cannabis” como antibiótico (o antimicrobiano), y en particular contra el estafilococo áureo y las bacterias grampositivas.
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ONUDD y JIFE durante las décadas antidrogas
En 1988 se adoptó el tercer y último Convenio sobre drogas siguiendo vigente hoy en día. Patrocinado por Ronald Reagan, este nuevo Convenio internacional abrió la puerta a un ciclo de décadas-antidrogas en el que seguimos encerrados: en 1988 se iniciaba la “década internacional contra las drogas” que acabó en 1998 con la “UNGASS” y su hoja de ruta para llegar a un “mundo libre de drogas” antes del 2008 – un plan fracasado, prorrogado en 2009 para 10 años más y… en marzo 2019, hace unos meses, que fue prolongado para otra década (esta vez de forma desapercibida) hasta el 2029. Esta serie de “décadas antidrogas” marcó la clara consolidación del papel de la JIFE (Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, una oficina creada para monitorear y supervisar el respeto y la implementación por los países de los 3 Convenios) y se creó otro elefante: la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD). Además de volver a alejar la OMS del tema, la ONUDD marcó una claro giro ideológico con la gestión de las políticas de drogas, diluyéndose en una agencia encargada del “delito” y de la lucha contra la criminalidad, lo que encierra la temática “drogas” en un marco mental que dificulta la invocación de elementos relativos a la salud o a los derechos humanos. Mientras tanto la JIFE, pese a la doble cara del sistema expresada en el preámbulo del Convenio del 61, se ha enfocado casi íntegramente en los lados de “lucha contra las drogas” y la “adicción”, omitiendo el aspecto de disponibilidad y accesibilidad para los usos médicos, hasta ignorandolo y combatiéndolo en el caso del Cannabis y de lo cannabinoides. Pero es claro que ni es el mandato de la JIFE expresarse sobre el potencial medicinal de cualquiera droga, ni es legítimo defender solo una mitad de los Convenios. Tuvimos que esperar hasta 2016 para que un presidente de la JIFE reconozca que “hacer frente a las discrepancias entre las necesidades de estupefacientes y sustancias sicotrópicas para fines médicos y científicos y su disponibilidad es una de las obligaciones de los gobiernos en virtud de los tratados de fiscalización internacional de drogas.” Y de explicarnos que “en 1961 la comunidad internacional se comprometió a adoptar medidas adecuadas para garantizar la disponibilidad de estupefacientes para el alivio del dolor y el sufrimiento, pero las partes en la Convención de 1961 reconocieron también el problema de la adicción a los estupefacientes. Ambos principios se enunciaron en el preámbulo de la Convención Única. Esa responsabilidad doble es el centro del debate actual entre los Estados Miembros acerca de los logros y las perspectivas futuras del sistema internacional de fiscalización de drogas.” Este análisis fue muy acertado. Y además de poner en evidencia a los gobiernos – que están lejos de respetar esta obligación de asegurar un uso médico de las drogas, y no solo para el Cannabis – tal análisis apunta a la brecha entre salud y seguridad, cuya mejor representación es la preponderancia abrumadora de la JIFE y la ONUDD sobre la OMS.OMS durante las décadas antidrogas
Mientras en Viena, Austria, ONUDD y JIFE consolidaban su control ideológico de las políticas de drogas a escala global, el Comité de Expertos desde su nueva postura científicamente reforzada, plantó cara a su manera a algunas incoherencias de los Convenios. Por ejemplo, ya que se les pedía recomendar la fiscalización de las drogas más peligrosas y con menos usos en medicina, les vino naturalmente a la idea “tabaco y alcohol”. En 1995 y 1998 99, quisieron estudiar nicotina, para posiblemente recomendar su inclusión en las Listas de los Convenios. En 2012 hicieron lo mismo con el alcohol. Entre 1989 y 2012, el Comité estudió hasta siete veces el THC, esta vez con el fin de obtener una baja de su nivel de fiscalización – visto como una forma útil y fácil de permitir avanzar la investigación sobre cannabinoides. Estos procesos no fueron llevados a cabo, pero demuestran una conciencia de la absurdidad del sistema de los Convenios, así como de la necesidad por parte de la OMS de volver a poner razón y datos científicos en la mesa. Y, entre 2016 y 2019, el Comité de Expertos de la OMS empezó un proceso revolucionario: el de evaluar el Cannabis y todos sus componentes para modernizar sus niveles de fiscalización en los Convenios.Revisión del cannabis: la dificultad para arrancar
El proceso que corresponde al mandato general de la OMS en el sistema internacional de fiscalización de drogas se llama Revisión. Corresponde en concreto a una recopilación de datos sobre una droga y evaluación de estos datos, y permite garantizar una colocación de las drogas en una Lista de fiscalización u otra en base a consideraciones de salud pública, y según los estándares científicos más altos. La revisión tiene como objetivo asesorar, desde la perspectiva de la ciencia, la toma de decisiones de los gobiernos. Dado que el Cannabis fue incluído en la Lista IV del Convenio de 1961 sin Revisión, y que ningún otro órgano ha hecho similar asesoramiento a escala mundial en la historia, iba a tocar tarde o temprano a la OMS emprender una Revisión del Cannabis. Además, la duda en cuanto a la peligrosidad real de la planta existían, sobre todo tras las numerosas revisiones del THC, que habían mostraron su inocuidad y unos daños de salud muy razonables respecto a las otras drogas fiscalizadas. Pero la decisión tardó en llegar. Los mismos Expertos del Comité no pararon de pedir una Revisión del Cannabis durante los primeros años del siglo XXI. En 2009, fue la Comisión de Estupefacientes de la ONU quien lo pidió. Para hacerse una idea: si las políticas internacionales de drogas fueran un país y los Convenios sus leyes, la ONUDD sería el gobierno, la JIFE la Justicia, y la Comisión de Estupefacientes sería el Parlamento. En 2014, por poco creíble que sea, fue la JIFE quien invitó la OMS a que “de conformidad con el mandato que le fue encomendado en el Convenio de 1961, evalúe la posible utilidad medicinal del cannabis y el alcance de los riesgos para la salud humana que este comporta”. Y por fin en 2016, República Checa pidió oralmente la Revisión del Cannabis en la Asamblea de la OMS, seguida unos meses después por una carta a la entonces Directora-General de la Organización, la hongkonesa Margaret Chan, firmada por un centenar de científicos y expertos de todo el mundo. Tantos llamamientos solo podían ser vistos como un incentivo a la Revisión. Varias veces, la OMS incluyó el tema Cannabis al orden del día de las reuniones del Comité de Expertos. Pero nunca bajo la mención “Revisión”, siempre como una “update” de fin de reunión, el nivel más bajo de debate, que no conduce a ningun asesoramiento ni recomendación, y sin implicaciones políticas. Peor aún, el contenido de estas “updates” fue objeto de numerosas críticas por parte de la sociedad civil. Si fue en 2016 cuando la OMS finalmente decidió arrancar el proceso de Revisión del cannabis, los Expertos sólo empezaron a estudiar el caso en noviembre de 2017. Convocado para discutir varias drogas, el Comité también empezó la Revisión del Cannabis por una evaluación preliminar del CBD, un primer paso. Rápidamente, los Expertos llegaron a las conclusiones de que el CBD es una sustancia particularmente segura con aplicaciones terapéuticas prometedoras y que “la información actual […] no justifica la clasificación de la sustancia”. En junio 2018, por fin, el Comité de Expertos por primera vez en la historia discutió de Cannabis en base a un corpus de datos científicos (y no a un informe de una policía notoriamente racista). Después del CBD, los Expertos arrancaron con el examen preliminar del Cannabis, la “resina”, los extractos de Cannabis, tinturas, el ∆9-THC y los isómeros del THC (es decir otros fitocannabinoides como el ∆8-THC). Los 4 días de reunión del Comité comenzó el lunes 4 de junio, con una tarde entera de testimonios de médicos, pacientes e investigadores venidos de todos los rincones del mundo. Un consenso era palpable entre los participantes: el Comité tenía el deber de volver a poner orden en el lío histórico de la prohibición del Cannabis y de su exclusión de la farmacopea a nivel mundial. No obstante surgieron dudas en cuanto a la imparcialidad de algunas personas implicadas en el proceso, y críticas sobre la documentación científica recopilada por la OMS. Se pudieron someter las quejas de más de 100 ONGs a los Expertos, que las tomaron en cuenta al preparar la última reunión del Comité, en noviembre 2018. La que iba a ser dedicada a emitir recomendaciones concretas para los gobiernos. Entre la reunión de junio y la de noviembre, el Comité recibió un último empujón por parte del CARICOM – la comunidad de países caribeños. En su informe, la comisión sobre cannabis del CARICOM reconoció que el “estatus del cannabis en la arena international” constituía barreras importantes al acceso como medicamento, así como a la investigación, y llamaba de manera unánime a la OMS a actualizar el nivel de fiscalización de la planta.Las recomendaciones finales: un momento histórico
Por fin, en febrero 2019, se hicieron públicas las recomendaciones finales del Comité de Expertos tras su Revisión del Cannabis y de sus componentes. Más ambiciosas de lo que todos los observadores podían esperar, las recomendaciones son también mejores que lo que dejaban esperar. Dicen así: “Cannabis y sustancias relacionadas con el cannabis: – Cannabis y resina de cannabis- Eliminarlos de la Lista IV de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961. – Dronabinol (delta-9-tetrahidrocannabinol)
- Añadirlo a la Lista I de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961.
- Eliminarlo de la Lista II del Convenio sobre Sustancias Sicotrópicas de 1971, con sujeción a la adopción por el Comité de la recomendación de añadir el dronabinol y sus estereoisómeros (delta-9-tetrahidrocannabinol) a la Lista I de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961. – Tetrahidrocannabinol (isómeros de delta-9-tetrahidrocannabinol)
- Añadirlo a la Lista I de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961, con sujeción a la adopción por el Comité de la recomendación de añadir el dronabinol y sus estereoisómeros (delta-9-tetrahidrocannabinol) a la Lista I de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961.
- Eliminarlo de la Lista I del Convenio sobre Sustancias Sicotrópicas de 1971, con sujeción a la adopción por el Comité de la recomendación de añadir el tetrahidrocannabinol a la Lista I de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961. – Extractos y tinturas
- Eliminarlos de la Lista I de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961. – Preparados de cannabidiol
- Dar curso a la recomendación de la 40.ª reunión del Comité de Expertos en Farmacodependencia, que los preparados que se consideren cannabidiol puro no se incluyan en las listas de los tratados internacionales de fiscalización de drogas. A efectuar mediante la adición de una nota al pie, a la Lista I de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961, en la que se indique lo siguiente: «Los preparados que contengan predominantemente cannabidiol y no más de un 0,2% de delta-9-tetrahidrocannabinol no están sujetos a fiscalización internacional». – Preparados obtenidos mediante síntesis química, o como preparados de cannabis que se formulen como preparados farmacéuticos, con uno o más ingredientes, de modo que el delta-9-tetrahidrocannabinol (dronabinol) que contengan no se pueda wextraer por medios fácilmente accesibles o con un rendimiento que pueda representar un riesgo para la salud pública.
- Añadirlos a la Lista III de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961.” Aquellas recomendaciones, en concreto, representan una propuesta de enmienda de las Listas de los Convenios. Si la OMS puede y es la única entidad capaz de hacer esta propuesta, no la puede implementar sin una validación por voto en la Comisión de Estupefacientes. Aunque los países tienen teóricamente una obligación moral a aceptar la suma objetiva de los conocimientos científicos que les somete la OMS, el voto politizado de los gobiernos sigue siendo un etapa que toda recomendación tiene que superar. Y todas las recomendaciones de la OMS están pensadas, también, para ser aceptables por todos los países. Está en juego la relevancia de la OMS en el mundillo de las políticas internacionales de drogas.
- El potencial medicinal del Cannabis y de los cannabinoides queda reconocido, es una corrección implícita del dictamen de los años 50 (“El Comité concluyó que el cannabis y la resina de cannabis no cumplen los criterios de inclusión en la Lista IV de Convención Única”);
- El paisaje del derecho internacional relativo al Cannabis queda enormemente simplificado y clarificado, muchas zonas grises y absurdidades desaparecerían con el voto de las recomendaciones;
- Se colocan a todos los tipos de productos y sustancias del Cannabis al mismo nivel de fiscalización, en la Lista 1 – muy restrictiva, pero un nivel menos que la Lista IV. La armonización permite no solo simplificar, sino no favorece a formulaciones herbales o a preparados de cannabinoides: igualiza. El Cannabis y el THC quedan en la misma Lista, sobre el modelo de la hoja de coca + cocaína, y del opio + morfina, ambos situados en la misma Lista. Además, los Expertos dejan una puerta abierta a futuras nuevas Revisiones del Cannabis, entre otras declarando que “el cannabis no se asocia con el mismo nivel de riesgo para la salud que la mayoría de las sustancias incluidas en la Lista I”. Se puede presumir que si declararon esto y aún lo colocaron en la Lista I, era para anticipar las reticencias de los gobiernos en el momento del voto: bajar el Cannabis un nivel, si. Dos niveles, no.
- Se autorizan los países a elegir ciertas formulaciones de Cannabis y/o cannabinoides, y a aplicarles el régimen de fiscalización menos restrictivo del Convenio de 1961 (la Lista III). Esto permite respetar la soberanía de los países, aplicando el criterio de flexibilidad que tanto les gusta. Aquí, la flexibilidad se aplica en la selección de los preparados, o las formas que podrán tener un nivel de control más bajo, incluyendo la posibilidad de venta en herboristerías, o sin prescripción médica. La definición dada (“mediante síntesis química o como preparados de cannabis que se formulen como preparados farmacéuticos con uno o más ingredientes de modo que el THC que contengan no se pueda extraer por medios fácilmente accesibles o con un rendimiento que pueda representar un riesgo para la salud pública”) se puede entender de forma estrecha como refiriéndose únicamente a preparados como el Sativex®, pero también puede ser entendida como incluyendo preparados herbarios y productos fitoterapéuticos;
- Los países están alentados – pero no obligados – a proveer un acceso diversificado a medicinas cannábicas. Esta “no-obligation” es central en las recomendaciones del Comité. También están presentes en los mismos Convenios, quienes consideran de todas maneras que los países firmantes pueden “adoptar medidas de fiscalización más estrictas o rigurosas que las previstas en este Convenio”. Asimismo, si los Expertos recomiendan bajar la fiscalización sobre los medicamentos a base de Cannabis y cannabinoides, no se atacan a la fiscalización del cultivo de la planta, que sigue sin cambiar;
- Un elemento importante, que hará referencia en el futuro: los Expertos se negaron a establecer una distinción entre cannabinoides producidos por síntesis en laboratorio y los extraídos de la planta (fitocannabinoides). Mientras la Unión Europea maniobra para pasar en sus reglamentaciones tal distinción (haciendo legales los productos de CBD sintético, e ilegales los naturales), los Expertos de la OMS declaran claramente que “Los efectos terapéuticos y adversos del Δ9 -THC sintético son indistinguibles de los del Δ9 -THC extraído de la planta de cannabis.” Declarando esto, bloquean la posibilidad de que se introduzca tal diferenciación a nivel del Convenio, ya que la indistinguibilidad impediría la posibilidad de poder reconocer cannabinoides sintéticos y naturales, y entonces la imposibilidad de aplicar la medida.
Con estos elementos en mente, se puede apreciar lo que de verdad significan estas recomendaciones:
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Soft Secrets