CO2 en minicultivos
El CO2 o dióxido de carbono, es un gas incoloro e inodoro que forma parte de la atmósfera y resulta esencial para que las plantas puedan llevar a cabo la fotosíntesis. Los cultivadores de interior han descubierto que se puede acelerar el crecimiento de las plantas “abonándolas” con CO2. Los sistemas más avanzados de generación de dióxido de carbono resultan muy efectivos, pero también son caros y poco prácticos para pequeños cultivos. En este artículo vamos a explorar cómo fabricar un generador de CO2 de manera sencilla y económica con productos domésticos.
En los primeros tiempos de la aparición de vida en la Tierra, la actividad volcánica era muy abundante, la temperatura era más alta y la cantidad de CO2 presente en la atmósfera era mucho mayor que la que hay actualmente. Las plantas estaban adaptadas a vivir con más dióxido de carbono y no han perdido esa capacidad.
Hasta el inicio de la Revolución Industrial hace 200 años, la concentración normal de dióxido de carbono en el aire era de unas 250 ppm (partes por millón) pero la acción del hombre quemando carbón y otros combustibles fósiles ha hecho que aumente hasta las actuales 400 ppm. Las plantas son capaces de soportar concentraciones de hasta 1500 ppm de CO2 sin problemas, aunque la mayoría de los cultivadores prefiere mantenerse en el rango de 1000 a 1200 ppm.
Además de un mayor crecimiento, una concentración alta de CO2 marca otra importante ventaja para el cultivo: la temperatura óptima para las plantas se eleva desde 22-25ºC hasta 27-29ºC, lo que reduce considerablemente las necesidades de refrigeración y abarata el coste eléctrico de mantener en funcionamiento un acondicionador de aire. El CO2 pesa más que el aire y, en ausencia de viento, tiende a caer al suelo, por eso es recomendable colocar la salida de CO2 justo encima de las puntas de las plantas para que el gas caiga sobre ellas como una ducha.
Cada vez más cultivadores utilizan CO2 en sus cuartos de cultivo para acelerar el crecimiento y lidiar mejor con las altas temperaturas, pero aún hay muchos que no lo hacen por lo caro que resulta comprar el equipo, pero olvidan que hay muchos sistemas para aumentar la concentración de CO2 en el cuarto de cultivo, ya que este gas se genera en numerosos procesos químicos y orgánicos.
Lo más sencillo es comprar el CO2 directamente en una botella de presión (como las que usan en los bares para el grifo de cerveza) y liberarlo sobre las plantas. Funciona bien, pero es caro, se necesita un controlador que mide la concentración el aire y abre y cierra la botella cuando es necesario. Otra opción es fabricar el CO2 con un quemador de gas natural, butano o propano, pero también se requiere el controlador y, además, resulta más peligroso pues hay que mantener una llama encendida dentro del cuarto de cultivo.
Entre el controlador que mide la concentración en el aire y el quemador o la botella de gas el coste puede alcanzar o superar los mil euros, demasiado para los pequeños cultivadores. Otras formas más baratas se basan en sistemas químicos caseros como la mezcla de bicarbonato y vinagre, o biológicos como la fermentación de materia orgánica con levaduras o con hongos. Estos sistemas producen cantidades no muy altas de CO2 que suelen resultar insuficientes para las necesidades de un cuarto de cultivo grande, pero que son muy adecuadas para pequeños armarios de cultivo con la ventaja añadida de que no requieren un controlador, pues la concentración no alcanza nunca niveles peligrosos o excesivos para las plantas. Los sistemas caseros de fabricación de CO2 se basan en tres sistemas:
Levadura y azúcar
Uno de los sistemas caseros más prácticos y efectivos es fermentar agua azucarada con levadura. Es el proceso que se usa para hacer el vino o la cerveza, por el que la levadura trasforma el azúcar en alcohol y libera al aire como residuo dióxido de carbono. El sistema no puede ser más sencillo, basta con disolver unos 200 gramos de azúcar en un litro de agua y añadir una cucharada de levadura de panadería fresca o deshidratada.
La reacción empieza poco a poco y se va acelerando, pasa por una fase muy activa en la que se produce mucho CO2 y acaba con unos días de producción baja mientras las levaduras acaban de consumir el azúcar restante. Dura entre 8 y 10 días dependiendo de la temperatura y acaba cuando se termina el azúcar o cuando la concentración de alcohol mata las levaduras, lo que sucede normalmente cuando se alcanzan 14-15º.
Gelatina de CO2
Este sistema se basa en el anterior, pero con una curiosa diferencia, inventada por los acuaristas que utilizan el CO2 para alimentar las plantas de sus acuarios y que buscaban un sistema que durase más tiempo. La única diferencia es que se añade gelatina al agua con azúcar y se deja solidificar en la nevera antes de añadir la levadura. El azúcar contenido en la gelatina no está disponible todo a la vez para la levadura, se lo va comiendo poco a poco y la duración de la fermentación se alarga hasta tres semanas en las que la producción de CO2 se mantiene bastante constante.
Se pueden ir añadiendo nuevas botellas con gelatina progresivamente para mantener un suministro constante de CO2 durante todo el cultivo. Algunos cultivadores optan directamente por utilizar recipientes más grandes como garrafas de agua de ocho litros o pequeños bidones. Es muy importante no llenarlos hasta arriba para dejar espacio para la espuma que se forma durante la fermentación y que no se derrame.
La receta
Elementos necesarios: -Una botella de 1,5 o 2 litros -Un dosificador de suero. Se compra en la farmacia y consta de un tubo de silicona con un cuentagotas y una válvula para abrir o cerrar el paso. Lo usaremos para fabricar un dispositivo que nos permitirá comprobar la producción de CO2 y llevar el gas desde la cámara de fermentación hasta el cuarto de cultivo. -Dos sobres de postre de gelatina (que ya lleva azúcar y gelatina mezclados) o 150-200 gramos de azúcar y una lámina de gelatina. Yo he usado el postre de gelatina porque lleva un colorante rojo que hace que se vea mejor en las fotos, pero sale más barato usar azúcar y láminas de gelatina.
Además, nos permite aumentar o reducir la cantidad de gelatina para que quede más o menos dura y ralentizar o acelerar respectivamente la velocidad de la fermentación. -Levadura de panadería: puede comprarse fresca o deshidratada. La dosis base es una cucharadita por botella, pero se pueden añadir más o menos según se desee una fermentación más rápida o más lenta.
Calienta el agua y cuando hierva disuelve en ella el azúcar y la gelatina. Espera a que se enfríe un poco (pero no mucho) e introduce la mezcla en la botella. Deja que se enfríe del todo en la nevera hasta que se solidifique. Es recomendable solidificarla algo inclinada para que luego la levadura actúe con mayor rapidez. Disuelve una cucharada de levadura en un vaso de agua templada y añádeselo a la botella.
Para adecuar el dosificador de suero corta un trozo del tubo de unos 30 centímetros y conéctalo al tapón de la botella donde habrás hecho un pequeño agujero. Con un poco de pegamento sella el tubo al tapón y conecta el otro extremo al gotero. Llena el gotero de agua metiendo un extremo del tubo en un vaso de agua y aspirando por el otro extremo. Luego fija el gotero a la botella con una brida tal y como se aprecia en la fotografía. Cuando la fermentación comienza el CO2 sale por el tubo, pasa por el gotero donde podemos apreciarlo en forma de burbujas y luego sigue por el tubo hasta la copa de las plantas.
Vinagre y bicarbonato
Este sistema es puramente químico y no depende de un ser vivo como con la levadura. Cuando se juntan el vinagre y el bicarbonato sódico se produce una reacción instantánea que libera CO2. La dificultad principal es cómo diseñar un sistema casero para que la producción de gas sea continua y no suceda toda de golpe.
Lo mejor es llenar un recipiente con bicarbonato y hacer que el vinagre vaya cayendo sobre el bicarbonato gota a gota, pues cada gota provocará una reacción parcial y producirá un poco de dióxido de carbono. No es un mal sistema para producir CO2 instantáneamente pero no es fácil lograr una producción continuada a lo largo del tiempo.
Vinagre y cáscaras de huevo
La reacción es similar a la que sucede entre el bicarbonato y el vinagre, pero más lenta. La cascara de huevo se compone de carbonato cálcico (CaCO3) que reacciona con el ácido del vinagre formando CO2. La principal ventaja de usar cáscaras de huevo en lugar de bicarbonato es que la reacción sucede poco a poco. Hay que poner en un recipiente las cáscaras y llenarlo con vinagre. Cuanto más trituremos las cáscaras de huevo más rápida sucederá la reacción.
Si somos aficionados a los huevos, ¡qué mejor forma de aprovechar las cáscaras que usarlas para que nuestras plantas engorden los cogollos! Adaptando un dosificador de suero a la botella igual que en el caso de la gelatina podremos observar las burbujas de CO2 conforme se van produciendo. Se pueden ir añadiendo nuevas cascaras de huevo a la botella conforme se vayan consumiendo para ir reactivando la reacción. Cada cierto tiempo, cuando se vea que el vinagre ya no reacciona con las cáscaras, se tira todo y se prepara una nueva mezcla.
Calcula cuánto CO2 te hace falta
La concentración de CO2 normal en la atmósfera es de 400ppm y para elevarla hasta 1000 ppm, que es el nivel óptimo para lograr el mayor crecimiento sin que las plantas se estresen excesivamente, hay que añadir 600 ppm, o lo que es lo mismo el 0,0006% del volumen del cuarto de cultivo (0,6 litros de CO2 por m3). Pero como las plantas lo van consumiendo y la extracción lo saca del cuarto de cultivo habrá que ir añadiéndolo varias veces, mientras las luces están encendidas (cada dos horas, por ejemplo).
Por tanto, para calcular cuánto CO2 es necesario al día, debemos multiplicar la cantidad por seis si usamos un sistema que sólo funciona durante el día cuando las lámparas están encendidas o por doce con los sistemas de producción ininterrumpida. En un armario de cultivo de un metro cúbico la cantidad total de CO2 que se añade en el día debe ser de 3,6 litros (0,6 x 1 m3 x 6 veces al día). Cada litro de CO2 pesa aproximadamente dos gramos por lo que 3,6 litros son algo más de 7 gramos diarios.
¿Cuánto CO2 se produce en la fermentación?
La fermentación de un litro de agua con entre 150 y 200 gramos de azúcar disueltos en ella produce unos 20-25 litros de CO2 (40-50 gramos) a lo largo de 8-10 días, o de unos 20 días en el caso de gelatina azucarada. Redondeando, cada litro de agua azucarada en fermentación produce dos litros de CO2 diarios y si es gelatina azucarada en torno a un litro. El problema es que solo la mitad de este CO2 se produce por el día, cuando hace falta, la otra mitad se emite por la noche y se desaprovecha.
Por tanto, para un armario de un metro cúbico necesitamos siete litros de gelatina en fermentación para producir los 7 gramos (3,6 litros) necesarios durante el día Una buena forma de saber cuánto CO2 se ha producido en un sistema de fermentación o de mezcla de vinagre con bicarbonato o cáscaras de huevo es pesar la mezcla y comparar el resultado con lo que pesaba el primer día. La diferencia son los gramos de CO2 producidos hasta entonces.
CO2Boost, la alternativa más sencilla
No todo el mundo quiere hacer de químico ni introducir un bidón en fermentación junto a sus plantas. Hay muchos cultivadores que prefieren dedicar su tiempo libre a otras cosas y quieren una alternativa a los sistemas caseros de producción de CO2, pero sin tener que recurrir a los carísimos sistemas con quemadores y reguladores. Para ellos la solución ideal se llama CO2Boost.
Este sistema está compuesto por un cubo de plástico que contienen una mezcla de nutrientes orgánicos, de los que se van alimentando unas especies seleccionadas de hongos que han sido previamente inoculadas en el sustrato y que como subproducto de su respiración desprenden CO2. En la tapa del CO2Boost hay una pequeña bomba que aspira el aire cargado de CO2 del interior del cubo y lo dirige por medio de un pequeño tubo hasta la copa de las plantas. Según el fabricante cada CO2Boost es suficiente para un cuarto de cultivo de entre 0,5 y 6 m2.
Las especies de hongos que contiene no son perjudiciales para las plantas ni atraen a las plagas, tampoco generan malos olores ni calor y tienen la ventaja de crecer lentamente y producir CO2 durante un periodo de unos dos meses, suficiente para toda la floración. Además, se puede conectar la bomba de aire a un programador para que sólo se ponga en marcha cuando las luces están encendidas, lo que alarga la vida útil hasta dos meses y medio o tres. Desde hace años, por su precio y resultado, CO2Boost es el sistema de producción de CO2 más popular entre los pequeños cultivadores domésticos de cannabis.
Boost Buddy es el hermano pequeño del CO2Boost. Sirve en espacios de hasta 1,2 x 1,2m y no requiere ningún mantenimiento diario ni requiere enchufarse. Es pequeño y pesa poco por lo que puede colgarse en la parte superior del cultivo y dejar que el CO2 que libera de manera continua caiga lentamente sobre la copa de las plantas, aunque hay que dejar claro que CO2Boost funciona mucho mejor.
Author: José T. Gállego