Descubre el eslabón más débil - El factor limitante en la producción de cannabis

Soft Secrets
24 Nov 2017

¿Cuánta producción puedo esperar? Esta es una de las primeras preguntas que se hacen muchos cultivadores cuando plantan cannabis. La productividad es un elemento esencial en la planificación, si se quiere cultivar lo suficiente para el consumo propio sin tener que recurrir al mercado negro. En muchos cuartos de cultivo las plantas no llegan a alcanzar su máximo potencial porque alguno de los elementos del cultivo no está bien dimensionado en relación al resto. Veamos cómo detectar y reforzar ese eslabón débil que condiciona el resultado final y que muchas veces explica la baja producción de un cuarto de cultivo.


¿Qué es el factor limitante?

El concepto de factor limitante no es exclusivo del cultivo de cannabis. Cualquier resultado que dependa de la combinación de varios elementos alcanzará su máximo cuando uno cualquiera de esos elementos lo alcance, independientemente de que el resto de factores pudieran llegar a ser mayores. En otras palabras, el primer elemento en llegar al máximo determina el máximo del conjunto.

Un ejemplo, aunque tengas un Ferrari que alcanza 300 km/h, si te encuentras un atasco irás a 30 km/h como todos, pues el tráfico es un factor limitante que impide que el coche llegue a su máxima velocidad. Otro ejemplo, si quieres hacer una tortilla de patatas y tienes dos huevos y siete kilos de patatas, sólo podrás hacer una tortilla pequeña, aunque te sobrarán muchas patatas, pues el número de huevos actúa como factor limitante.

El factor limitante de un cultivo de cannabis es su eslabón más débil, aquel elemento que primero llega a su máximo, impidiendo un mayor rendimiento de la plantación. Por ejemplo, si en un armario de cultivo de dos metros cuadrados se usa una lámpara APS de 600w y seis plantas de una variedad productiva como Chronic, pero se siembran en pequeñas macetas de dos litros, ¿cuál será el factor limitante? Sin duda, el tamaño de las macetas será el primer elemento en llegar al máximo, ya que con tan poca tierra las plantas no podrán hacerse muy grandes y ocupar todo el espacio, ni aprovechar toda la luz producida por la lámpara.

Todos los cultivos tienen un factor limitante, no importa lo bien diseñados que estén pero, idealmente, en un diseño perfecto, los distintos elementos que lo componen están compensados de manera que alcanzan el máximo más o menos a la vez y ningún factor limita demasiado al resto. Es decir, si con una lámpara de 600W se pueden llegar a producir 600 gramos de cogollos (producción de 1g/W), iluminando una superficie de 120 x 120 centímetros habrá que buscar un armario de cultivo de ese tamaño o mayor y un número de plantas y tamaño de macetas que permita alcanzar esa producción, por ejemplo, doce plantas en macetas de diez litros.

Con ese numero de plantas, cada una debe producir cincuenta gramos, algo perfectamente viable con diez litros de tierra por maceta. El mejor enfoque, desde mi punto de vista, es empezar definiendo cuántos gramos de cogollos queremos cosechar en cada cosecha y, a partir de ese dato, seleccionar los distintos elementos necesarios: qué lámpara necesito para producir esa cantidad, qué tamaño de armario, cuántas macetas y de qué capacidad, etc... 

Factores que influyen en la producción

Hemos determinado siete elementos que tienen una incidencia directa sobre la productividad de un cultivo de cannabis: el cultivador, el espacio de cultivo, la iluminación, el tamaño de las macetas, el número de plantas, la variedad cultivada y la forma de las plantas.

1- El cultivador

La experiencia, el instinto, los conocimientos y la habilidad de cada cultivador juegan un importante papel en el resultado final. Está claro que el mismo cultivo puede tener resultados muy distintos en función de quien lo cuide. Un buen cultivador con experiencia detecta a tiempo los problemas, sabe cómo resolverlos y es capaz de acercarse mucho más al rendimiento máximo de un cultivo que un novato inexperto. No todos los cultivadores buscan lo mismo. Un consumidor sibarita que cultiva para su autoconsumo suele decidir qué variedades produce en función de sus gustos personales y no tanto del rendimiento final.

Algunas de las plantas más interesantes desde el punto de vista psicoactivo y organoléptico no son ni resistentes ni productivas y, aun así, se siguen contando entre las preferidas de muchos cultivadores. Para los cultivadores comerciales holandeses, en cambio, la productividad es casi siempre una de las características más importantes y esenciales a la hora de escoger variedad, aunque también hay algunos que optan por variedades menos productivas pero que, por ser muy valoradas por los consumidores, se pagan a mejor precio.

Los cultivadores domésticos más experimentados suelen contarse entre los que mejores producciones logran en relación al espacio utilizado y la energía consumida, pues suelen tener buenos sistemas pero con un tamaño no muy grande por lo que pueden dedicar más tiempo al cuidado de cada planta. Los cultivadores profesionales holandeses, con grandes plantaciones de interior, suelen obtener un rendimiento algo menor en relación al espacio y el gasto energético, pero mucho mayor en términos absolutos.

Cultivan al por mayor y no pueden cuidar tanto los detalles como un aficionado con tiempo que sólo tiene una lámpara, pero son los que mayor rendimiento anual obtienen en relación con el tiempo dedicado. Además de los conocimientos del cultivador, su poder adquisitivo también acaba influyendo en los resultados finales.

El mejor material de cultivo suele ser bastante más caro que el material estándar. Los balastros electrónicos son más eficientes que los magnéticos, las bombillas de mejor calidad producen más lúmenes con el mismo consumo eléctrico y los mejores reflectores crean una iluminación más uniforme que reparte mejor la luz entre las plantas. Un simple extractor que saque al exterior el aire caliente puede servir para mantener un cuarto de cultivo a una temperatura aceptable, pero con un acondicionador de aire se logra mantener un clima óptimo y, si el aire acondicionado es de gama alta, las plantas vivirán a cuerpo de rey incluso en los días más tórridos del verano.

Un cuarto de cultivo equipado con un generador de CO2 que eleve la concentración ambiental de este gas puede producir hasta un 25% más que el mismo cuarto sin CO2 añadido. En definitiva, invertir en un buen sistema con productos de calidad suele resultar en cosechas mayores, al menos a medio plazo.

La salud de las plantas es esencial para lograr la máxima productividad. Si hay enfermedades, plagas o carencias nutritivas estas se convierten en el nuevo eslabón débil de la cadena, limitando el posible desarrollo de las plantas. Nunca se logra la producción máxima de un cuarto de cultivo si las plantas no están completamente sanas. Lo más importante para lograrlo es crear un medioambiente adecuado, con unas condiciones adecuadas de humedad, temperatura, ventilación e iluminación. Además, hay que nutrir las plantas periódicamente y prevenir la aparición de plagas. Se suelen lograr muchos mejores resultados actuando contra las plagas antes de que aparezcan, basta con fumigarlas con pesticidas de baja toxicidad como el aceite de neem o el jabón potásico. 

2- El espacio de cultivo

El espacio donde se cultivan limita el número de plantas y el tamaño máximo que pueden alcanzar. Se pueden poner muchas plantas pequeñas o pocas grandes, pero el tamaño total que ocupen entre todas debe adaptarse al espacio disponible. Mini armarios de cultivo de interior: cualquier cultivo de menos de un metro cuadrado, a menudo 0,5 m2, y suelen estar iluminados con lámparas fluorescentes compactas o con sistemas LED, generalmente de poca potencia, casi siempre menos de 200 vatios.

Producción estimada muy variable según iluminación: de 50 a 500 gramos por cosecha. Cultivos para autoconsumo doméstico: de uno a dos metros cuadrados. Los armarios de cultivo más habituales entre los autocultivadores domésticos son los de 100x100 cm y 120x120 cm, los primeros para lámparas de alta presión de 400W y los segundos para las de 600W. Los cultivadores domésticos más fanáticos llegan a tener armarios de hasta 120x240 cm, donde ya caben dos lámparas de 600 w o tres de 400w. Grandes cultivos de interior: llamo así a todo cultivo con tres o más metros cuadrados aunque pueden llegar a medir mucho más, como los cultivos de los clubs.

La producción de un gran cultivo es aún más difícil de estimar que en un pequeño armario, puesto que depende en gran medida de que se haya conseguido, o no, establecer un clima y unas condiciones de cultivo adecuados. Cuanto más grande es una plantación (en superficie, número de plantas y vatios de luz) mejor debe estar organizado, puesto que cualquier pequeño problema puede convertirse en enorme en cuestión de pocos días. Una plaga en un mini armario con tres plantas se puede combatir incluso a mano, chafando los bichos uno por uno. En cambio, con cincuenta plantas, diez metros cuadrados y ocho lámparas la cosa cambia, ya no es tan fácil acabar con los parásitos.

Plantaciones de exterior: la productividad de una planta al aire libre aumenta exponencialmente conforme dispone de más espacio, más horas de sol y más tierra para las raíces. En exterior, las plantas pueden llegar a ser muy grandes, mucho más que en interior. Una buena planta sembrada en el suelo es capaz de producir kilos de cogollos si tiene suficiente espacio, tiempo y horas de sol. Normalmente, cuando se habla de espacio de cultivo se piensa en superficie, pero también hay que tener en cuenta la altura disponible.

En general, los mini armarios suelen tener una altura de unos 160 centímetros por lo que no caben plantas de más de 100 centímetros (hay que tener en cuenta que las lámparas requieren cerca de 60 centímetros entre la separación que deben dejar con las plantas y con el techo. Los armarios de autoconsumo cuentan al menos con 200 centímetros de altura, por lo que las plantas pueden llegar a medir hasta 120-140 centímetros. En los grandes cultivos de interior se suelen buscar espacios de techos altos que permiten trabajar con comodidad, emplear lámparas de 1000W, elevarlas cuando hay que fumigar, colocar las plantas en mesas de cultivo o desarrollar enormes plantas en macetas de gran capacidad. En cultivos de exterior, sobre todo en balcones y terrazas, el espacio es el factor limitante más habitual.

La superficie disponible limita el número de plantas, pero la altura también es muy importante pues las plantas muy grandes se ven con más facilidad que las pequeñas, que pasan más desapercibidas. Las variedades más altas, si se siembran en el suelo y tienen una temporada larga de crecimiento, pueden llegar a alcanzar cuatro o cinco metros de altura, aunque es más normal que no pasen de tres.

3- La iluminación

Una regla bastante efectiva para calcular el tamaño del área de cultivo según la cantidad de luz o viceversa es la siguiente: cada metro cuadrado requiere 400 vatios de luz. Por tanto la lampara de 200 W cubre 0,5 m2, la de 400 W ilumina hasta 1m2, la de 600 W 1,5 m2 y la de 1000 W es suficiente para 2,5 m2.

El número de vatios es el factor más importante de la iluminación, pues es el principal determinante de cuántos lúmenes hay disponibles para la fotosíntesis. Por eso se dice que en condiciones óptimas se puede lograr un gramo de cogollos secos por cada vatio de electricidad que consumen las lámparas, en cada cosecha.

Es decir, con una lámpara de 400 vatios se pueden llegar a cosechar hasta 400 gramos en una cosecha. Sin embargo, hay otros elementos además de la bombilla que también tienen una incidencia directa en la cantidad de lúmenes que acaban siendo usados realmente por las plantas.

Los reflectores, por ejemplo, se encargan de redirigir todos los lúmenes emitidos por la bombilla en dirección a las plantas y las paredes pintadas de blanco o forradas de plástico reflectante logran un mayor aprovechamiento de la luz. En exterior el sol aporta toda la luz necesaria con una gran intensidad, mucho mayor que la de las lámparas, por eso las zonas bajas de las plantas se desarrollan mucho mejor que en interior. El número de horas de sol directo que recibe el lugar de cultivo es el mejor indicador de su capacidad de producción.

Por su orientación, las zonas que miran al sur, sin árboles ni paredes cerca son las que reciben más horas de sol y las que miran al norte son las que menos reciben. Sol todo el día es lo mejor, pero con que reciban sol directo durante la mañana o la tarde es suficiente para lograr un desarrollo razonable de las plantas. En lugares más sombríos donde los arboles o las casas bloquean el sol directo la mayor parte del día, las plantas no crecerán bien, se harán largas y débiles y los cogollos quedarán pequeños y poco densos.

4- El tamaño de las macetas

El tamaño de las macetas o contenedores donde crece el cannabis determina la producción máxima que se puede esperar de cada planta. La cantidad de raíces es proporcional a la cantidad de tierra disponible y, cuantas más raíces hay más nutrientes se pueden absorber. En una maceta de diez litros con una buena variedad y en exterior no se logran más de 120 gramos por planta, habitualmente unos 70 gramos. En interior, el máximo baja a 70 gramos y la producción media habitual es de unos 40 gramos.

Obviamente, estos datos dependen de muchos factores, algunos de los cuales como la variedad cultivada pueden influir notablemente en el resultado. Por ello deben tomarse sólo como una guía o indicación de lo que puede esperarse. En general, las macetas grandes siempre van bien, las plantas producen más y, sobre todo, aguantan mejor los errores del cultivador.

En cultivos de interior no conviene usar macetas de menos de siete litros, salvo que se tenga mucha experiencia y se cultive a partir de esquejes. En general, diez litros es el mínimo recomendable en interior. En exterior es mejor usar macetas de, al menos, veinte o treinta litros.

5- El número de plantas

Pocas y grandes o muchas y pequeñas. Este es el dilema. Cada opción tiene ventajas. Pocas plantas grandes dan menos problemas, pero requieren más tiempo, como mínimo tres meses o cuatro. Muchas plantas pequeñas, sobre todo si son esquejes, se pueden florecer tras apenas una o dos semanas en crecimiento, por lo que se puede cosechar cada ocho a diez semanas con las variedades más rápidas.

Hasta cinco cosechas al año frente a tres o cuatro, como mucho, con plantas grandes. Cada cultivador tiene su estilo y sus preferencias. Personalmente, conforme pasan los años, cada vez pongo menos plantas y macetas más grandes, últimamente de cuatro a seis con una lámpara de 600W, en macetas de 25 litros.

6- La variedad cultivada

Pocas especies pueden adoptar formas y tamaños tan distintos como el cannabis. Los especímenes más pequeños de Cannabis ruderalis apenas levantan un palmo del suelo, mientras que algunas Sativas ecuatoriales de hoja estrecha pueden llegar a alcanzar cinco o seis metros de altura. Esta diferencia tan abismal de tamaño es también extensible a la producción.

Una gran mata de una variedad productiva sembrada en el suelo es capaz de producir con cierta facilidad hasta un kilo de cogollos secos, pudiendo llegar a doblar o triplicar esta cantidad en los casos más extremos. Por otro lado, hay variedades autoflorecientes de pequeño tamaño que apenas tardan sesenta días desde la germinación hasta la cosecha, pero que no producen mas de veinte gramos por planta, incluso en las mejores condiciones.

No sólo el tamaño de las plantas determina su producción. Hay variedades que son más productivas que otras, que hacen más cogollos, más grandes y mas densos. Otras, en cambio, tienen un rendimiento pobre, sus cogollos son pequeños y delgados. Incluso dentro de una variedad concreta hay individuos mucho más productivos o mejores que otros, por eso existen las plantas madre, pues permiten reproducir copias exactas de una planta concreta. Las mayores producciones en interior se suelen lograr partiendo de esquejes iguales, especialmente seleccionados por su calidad y productividad. La principal ventaja de los esquejes es que permiten llenar un cuarto de cultivo con copias idénticas de la mejor planta.

7- La forma de las plantas

La forma natural de crecimiento del cannabis se asemeja, en la mayoría de las variedades, a la de un abeto. El brote principal o central es el más alto y las ramas secundarias son más largas cuanto más bajas. Esta estructura en forma de cono es el resultado de miles de años de evolución de la especie y resulta óptima para el crecimiento en exterior bajo la luz del sol, pues todas las ramas reciben una buena iluminación y, al mismo tiempo, la planta resiste bien los embates del viento y la lluvia. En interior, sin embargo, la iluminación es muy diferente. En primer lugar, las lámparas están fijas y no se mueven de posición a lo largo de las horas como hace el sol.

Además, la intensidad de la luz solar es mayor y penetra mejor hasta las ramas bajas, mientras que las lámparas sólo iluminan bien aquellos cogollos que se encuentran a la distancia óptima de la bombilla, ni demasiado lejos ni demasiado cerca. Si situamos una planta debajo de una lámpara, el cogollo principal situado en la punta más alta estará muy cerca de la bombilla y recibirá una enorme cantidad de lúmenes, pero los cogollos situados más abajo recibirán muchos menos.

La intensidad de luz disminuye muy rápidamente conforme aumenta la distancia, al doble de distancia llega la cuarta parte de luz. Por esta razón, sólo se desarrollan al máximo los cogollos que están a la distancia precisa y el éxito del cultivo depende, en buena medida, de que el cultivador sea capaz de conseguir que haya mucho cogollos a esa precisa distancia.

Los cultivadores de interior han descubierto que la estructura natural del cannabis en la que unos cogollos están mucho más altos que otros no siempre es la más adecuada para optimizar el rendimiento en un cultivo con lámparas, han desarrollado diversas técnicas para podar, doblar y manipular las plantas consiguiendo que adopten otras estructuras. Una de las formas más productivas de estructurar las plantas en interior es crear una copa más o menos plana para que todos los cogollos estén a la distancia óptima de la lámpara.

Hay varios caminos para lograr este objetivo. Se pueden despuntar las plantas para potenciar las ramificación lateral, emparrarlas en una malla para mantener todos los cogollos a la misma altura o cultivar muchas plantas pequeñas en lugar de pocas y grandes. En realidad, con cualquiera de estos sistemas se pueden alcanzar altas producciones.

Combinación de factores: diseño del cultivo

A la hora de diseñar un cuarto de cultivo hay que partir de un factor determinado y, a continuación, calcular el resto de factores para que no lo limiten. Lo más habitual es empezar por la iluminación. ¿Cuántas lámparas y de qué tipo queremos utilizar? En función de las lámparas calculamos el espacio mínimo necesario siguiendo la regla de un metro cuadrado por cada 400 W de luz.

No importa que el espacio de cultivo sea más grande que el resultado de aplicar la regla pues basta con no utilizarlo todo, pero no puede ser más pequeño. Si vamos a usar un armario de cultivo es muy conveniente, si disponemos de suficiente espacio, comprar uno mayor de lo necesario para poderse mover en su interior con comodidad.

La mayoría de los cultivadores domésticos que se toman en serio su afición suelen conseguir condiciones de cultivo buenas, pero no es tan habitual que alcancen las producciones que asociamos a las condiciones muy buenas u óptimas. Si lo hacen, suele ser tras varios años de práctica y mejora del sistema. No conviene hacerse expectativas exageradas, la producción habitual de un pequeño cuarto de cultivo suele ser de 0,5 a 0,75 g/W.

Tras calcular la producción estimada a partir de los vatios de luz, debemos seleccionar un número de plantas y un tamaño de maceta que nos permita obtener esta producción. Por ejemplo, la producción estimada para una lámpara de 600 W en buenas condiciones de cultivo es de 450 g. A partir de la tabla de producción media estimada en interior para cada tamaño de maceta vemos que se puede lograr con 18 macetas de 5 litros (25x18=450), 12 macetas de 10 litros (40x12=480) o 7 macetas de 20 litros (70x7=490).

De estos tres tamaños, el más pequeño sólo es recomendable para esquejes, mientras que los otros dos sirven tanto para plantas de semilla como para esquejes. Cuanto más pequeña es la maceta, menor debe ser el tamaño final de la planta y, para ello, hay que acortar convenientemente el periodo de crecimiento. Quien usa esquejes puede acortarlo tanto como quiera pues un esqueje es una planta adulta, aunque sea de pequeño tamaño, y florecerá bien independientemente de su altura, siempre que tenga un sistema de raíces suficiente.

En cambio, las plantas de semilla no deben empezar a florecer hasta que tienen al menos tres o cuatro semanas de vida, por lo que la altura mínima a la que se pueden florecer es mayor y necesitan macetas de diez litros o mayores. No todas las plantas de semilla son iguales, hay variedades pequeñas y poco ramificadas, generalmente Índicas, que son prácticamente una columna y otras que se alargan mucho más y acaban formando un arbusto. Las primeras se pueden sembrar en mayor cantidad, pues requieren menos espacio mientras que las variedades más ramificadas necesitan menor densidad de plantación.

Digamos que no tenemos esquejes y debemos partir de semillas por lo que hay que escoger entre macetas de diez o de veinte litros. La opción de usar doce plantas en macetas de diez litros permite usar un periodo de crecimiento relativamente corto, de tres o cuatro semanas. Si escogemos usar sólo siete plantas con macetas de veinte litros necesitamos que se hagan mas grandes, ramificadas y frondosas para que tengan numerosos cogollos que puedan cubrir todo el espacio situados a buena distancia de la luz.

Tendremos que podar las puntas de las plantas o usar una malla para enredar las ramas, requerirán al menos una o dos semanas más con fotoperiodo de crecimiento, antes de empezar a florecer. La fase de crecimiento corta es la preferida por los cultivadores que quieren hacer muchas cosechas en el año. En cambio, aquellos que no quieren demasiadas complicaciones y quieren asegurarse una producción alta suelen preferir una fase de crecimiento más larga, pues genera plantas más fuertes y productivas.

La lámpara y las plantas deben colocarse en un espacio suficiente, en la tabla número 1 vemos que nos hace falta un armario de autocultivo, al menos de 120x120 cm ya que pensamos poner una lámpara de 600W, aunque si tenemos espacio para uno mayor siempre será más fácil trabajar en su interior.

En realidad, se puede diseñar un cuarto cultivo partiendo de cualquiera de los factores estudiados siempre que se calcule el resto de elementos para que compaginen bien. Lo más importante para tener éxito cultivando cannabis es tener una visión clara de todo el sistema en su conjunto.

José T. Gállego

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