Sustratos orgánicos para cultivo ecológico

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19 Jun 2015

¿Cómo hacer tu propia mezcla?


Nadie abona el bosque pero los árboles crecen año tras año en el mismo lugar y, sin embargo, no muestran carencias nutritivas. Entonces, ¿porque debemos fertilizar el cannabis disolviendo nutrientes en el agua de riego cada pocos días? En la naturaleza, el suelo contiene todos los elementos que las plantas necesitan para crecer durante años pero ¿se puede crear un sustrato orgánico similar para cultivar en macetas?

En realidad, no es completamente cierto que nadie abone la naturaleza, lo hacen los microorganismos del suelo, descomponiendo los excrementos animales y las hojas que caen de los árboles, y liberando en el proceso los nutrientes que contienen. Hay bacterias y hongos que segregan enzimas capaces de disolver los minerales presenten en las rocas del suelo, con lo que también se convierten en nutrientes disponibles para las raíces. Además, algunas de las bacterias que viven en el subsuelo son incluso capaces de captar nitrógeno del aire, aumentando así la fertilidad. En definitiva, la vida microbiana del suelo es equiparable a la flora intestinal de nuestro aparato digestivo, pues descompone los alimentos en los nutrientes básicos que pueden ser utilizados por las plantas. La principal diferencia entre cultivar en el suelo o hacerlo en macetas es la cantidad de tierra a la que tienen acceso las raíces. En el suelo las raíces pueden extenderse tanto como quieran a la búsqueda de nutrientes, sin embargo, cuando crecen en contenedores el sistema radicular se encuentra encerrado en un pequeño espacio. A la hora de crear un sustrato orgánico, capaz de alimentar a plantas en macetas durante todo su ciclo de vida, hay que lograr que tenga una gran concentración de nutrientes, pero que no estén todos disponibles a la vez, lo que quemaría las raíces, sino que vayan liberándose poco a poco, conforme los microorganismos van descomponiendo los distintos materiales que componen el sustrato.

 

Tierra base

Es una mezcla de tres elementos que compone la mayor parte del sustrato final y al que se le añaden posteriormente diversos aditivos (cal, polvo de roca y una mezcla de abonos orgánicos). La tierra base más sencilla se prepara mezclando turba, perlita y humus de lombriz, más o menos a partes iguales, aunque cada cultivador tiene su receta preferida. Aunque la tierra base ya tiene algunos nutrientes, no son suficientes para todo el ciclo de vida por lo que se enriquece con aproximadamente un dos por ciento de fertilizantes orgánicos (por volumen, en cada cien litros de sustrato se mezclan dos litros de abonos tales como polvo de huesos, harina de alfalfa o algas marina), cal agrícola para compensar la acidez de la turba y equilibrar el pH y polvo de rocas para aportar nutrientes de liberación lenta, ayudar a mineralizar la tierra y contribuir al desarrollo de los microorganismos del suelo.

Ingredientes

  • Turba: La mayoría de los sustratos comerciales tiene una base de turbas rubias y negras aunque en los últimos años se esta usando cada vez más la fibra de coco. En las tiendas de jardinería y en las cooperativas de agricultores se pueden conseguir grandes sacos de turba de 150 litros a buen precio. Hay que buscar turba que no venga preabonada, ya que los fabricantes utilizan fertilizantes químicos para prefertilizar sus sustratos y lo que estamos intentando es preparar un sustrato orgánico. La turba es materia vegetal muerta medio descompuesta y fosilizada. Aparece en las llamadas turberas, zonas húmedas y frías donde la falta de oxigeno y las bajas temperaturas producen una descomposición parcial y muy lenta de la vegetación. La turba rubia o turba de esfagno tiene un mayor contenido en materia orgánica y está menos descompuesta, mientras que la turba negra está más mineralizada, tiene menos materia orgánica y drena peor. La turbia rubia aporta porosidad y capacidad de retención de agua, pues puede llegar a absorber hasta 700 veces su peso. La turba negra actúa como tampón, ayudando a equilibrar el pH durante el ciclo de cultivo. En suelos muy arenosos la turba aumenta la capacidad de retención de agua, mientras en tierras arcillosas sirve para soltar el terreno, permitiendo una mejor penetración de las raíces y aumentando su oxigenación. En función del tamaño de las partículas se comercializa turba fina, media y gruesa. La fina se usa en semilleros, la media para cultivar en macetas pequeñas y la gruesa para macetas grandes por su mayor capacidad de drenaje y aireación.
  • Drenante/aireante: Un aditivo que airee la mezcla para que el agua drene mejor, la tierra no quede empapada y las raíces tengan acceso a suficiente oxígeno. La perlita es un gran aditivo en este aspecto ya que no pesa casi nada, se mezcla muy bien con la tierra y aligera el sustrato, a la vez que potencia el drenaje. También se pueden usar otros aditivos como lava volcánica, piedra pómez, cascarilla de arroz o arlita (bolitas de arcilla expandida) pero son más pesados, caros y no tan fáciles de encontrar.
  • Compost: Es un buen fertilizante orgánico siempre que se elabore con materias primas de calidad. El proceso de compostaje consiste en realizar una descomposición rápida y controlada de la materia orgánica haciendo una mezcla de elementos ricos en nitrógeno con otros ricos en carbono y manteniéndola húmeda y oxigenada. Cuando la mezcla se empieza a descomponer se va calentando y puede llegar a alcanzar 60ºC. Este calor mata las semillas de malas hierbas y los huevos de insectos y otras plagas. En unas semanas el compost se enfría y ya se puede usar como fertilizante o bien dejar madurar durante unos meses antes de emplearlo. En general, cuanto más maduro está menos fuerte resulta para las raíces, pero menos microorganismos y nutrientes aporta, por lo que conviene usarlo lo antes posible después.
  • Humus de lombriz: probablemente, el mejor abono orgánico para el cannabis. Es el estiércol producido por lombrices rojas, una especie de lombriz que se alimenta de casi cualquier materia orgánica. No sólo añade nutrientes primarios, secuandarios y oligoelementos, además contiene sustancias húmicas muy beneficiosas para las plantas y, esto es lo más importante, millones de microorganismos. Es el ingrediente más importante para lograr una tierra orgánica equilibrada, hay que buscar el de mayor calidad posible.
  • Estiércol: la composición nutritiva del estiércol varía mucho según el animal del que provenga, su grado de humedad y lo fresco que sea, pero todos estimulan notablemente el desarrollo de los microorganismos del suelo. En general, el estiércol fresco es demasiado fuerte y quema las raíces, por lo que no se suele añadir al suelo directamente, salvo que se haga varios meses antes de sembrar las plantas. Además puede contener semillas de malas hierbas, restos de los medicamentos administrados a los animales o huevos de insectos, por lo que siempre se debe usar estiércol maduro. Si tenemos acceso a una fuente de estiércol de calidad sólo hay que almacenarlo durante unos meses, a ser posible a resguardo de los elementos (que no le llueva encima ni le de el sol directamente pues perderá muchos nutrientes), y dispondremos de un abono orgánico de gran calidad. En general, los estiércoles de vaca y de caballo suelen contener pocos nutrientes, pero son muy voluminosos y ricos en materia orgánica por lo que constituyen un buen aditivo para acondicionar el suelo. Los de cabra y conejo son mucho más nutritivos y funcionan extremadamente bien con el cannabis siempre que estén suficientemente maduros. La gallinaza y la palomina (que es el estiércol seco de las gallinas y las palomas) son tan ricas en nitrógeno y otros nutrientes que hay que usarlas en pequeñas cantidades y mezclarlas muy bien con el sustrato.
  • Polvo de roca: su misión es ayudar a mineralizar la tierra además de albergar microbios e hifas de hongos beneficiosos. En España no resulta fácil encontrar muchos de estos productos para agricultura orgánica en las tiendas de jardinería, por lo poco desarrollada que esta la cultura “orgánica” así que el cultivador tiene que buscarse la vida. Un buen lugar para buscar polvo de roca es en alguna empresa o cantera donde corten piedra, pero no vale el polvo de cualquier tipo de roca, debe ser roca ígnea como el basalto o el granito. Si encontramos el sitio adecuado, es probable que incluso nos lo regalen. El polvo de granito es una buena fuente de fósforo de liberación muy lenta.
  • Cal agrícola: como la turba es bastante ácida, la adición de cal agrícola sirve para equilibrar el pH y ayuda a mantener el fósforo disponible para las plantas. También contribuye a que se aprovechen mejor los nutrientes.
  • Algas marinas: por su riqueza en potasio (K) y, sobre todo, por la multitud de microelementos y compuestos estimulantes del crecimiento vegetal que contienen, las algas se usan desde hace siglos para fertilizar los campos. Potencia el desarrollo de los microorganismos del suelo, estimula el crecimiento y el sistema defensivo de las plantas frente a las plagas y las enfermedades. Si se encuentra, la mejor es la harina de algas kelp pero si la etiqueta dice harina de algas marinas, ya es suficiente. También se pueden usar extractos líquidos, algo más fáciles de conseguir en algunos growshop, aunque en este caso se disuelven en agua y se riegan sobre la mezcla de tierra ya elaborada.
  • Guano de aves: Es el estiércol proveniente de aves marinas o murciélagos. Mientras que el primero se recoge de lugares costeros donde anidan o se posan las aves, el segundo se encuentra en cuevas y puede llegar a tener décadas o incluso siglos de antigüedad. Existe guano rico en nitrógeno y guano rico en fósforo, pero el más popular es este último, ya que es uno de los mejores fertilizantes orgánicos de floración de liberación rápida. 
  • GuanoKalong y GK Organics: Dentro del guano de murciélago es muy conocida la veterana marca GuanoKalong, especializada en guano de murciélago en distintas presentaciones (pellets de liberación lenta, polvo o liquido). Con la marca GK Organics comercializa otros preparadores del suelo como harina de pescado, algas o un mix completo de abonos, por lo que facilita mucho la labor de reunir ingredientes para realizar tu propia tierra.
  • Harina de neem (también se llama torta de semilla de neem): Es un producto que se obtiene tras la extracción del aceite de neem de las semillas de este árbol. Es un buen fertilizante, estimula el desarrollo de los microorganismos beneficiosos del suelo y ayuda a prevenir las plagas. Si lo encuentras, cómpralo.
  • Harina de alfalfa: Contiene nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, azufre y muchos microelementos y aminoácidos, por lo que constituye un fantástico ingrediente para un sustrato orgánico. Además, es una fuente natural de triacontanol, un estimulador del crecimiento y la ramificación.
  • Harina de pescado: Es un fertilizante orgánico de liberación lenta bastante completo ya que contiene nitrógeno, fósforo, potasio y microelementos. También tiene aminoácidos. Su único inconveniente es que su olor puede atraer animales o hacer que las mascotas escarben en las macetas.
  • Harina de asta y pezuña: Rica en nitrógeno, liberación lenta. Conforme se descompone por la acción de los microorganismos del suelo, los nutrientes se liberan poco a poco, a lo largo de muchos meses.
  • Harina de sangre: muy rica en nitrógeno, liberación rápida. Debe usarse en pequeña cantidad porque puede llegar a quemar las raíces. Al igual que la harina de pescado puede hacer que algún animal se sienta atraído por el olor y escarbe la tierra.
  • Harina de huesos: Fertilizante de liberación lenta rico en fósforo y calcio. Es un buen aditivo que suministra nutrientes durante varias cosechas, pero hay que tener en cuenta que tarda un tiempo en empezar a hacerlo, por lo que conviene combinarlo con otras fuentes de fósforo de liberación más rápida como el guano.
  • Harina de plumas: Es un fertilizante rico en nitrógeno y de liberación lenta. Similar a la harina de asta y pezuña.

 

La receta

Para hacer 100-120 litros de tierra, mezcla:

  • 30-50 litros de turba (menos turba si quieres una mezcla que drene mejor o más turba si quieres que retenga más agua).
  • 20 a 30 litros de perlita o algún otro material drenante/aireante, la cantidad exacta depende del gusto de cada cultivador, la temperatura ambiente y el tamaño de la maceta. En general, usa más perlita si las macetas son grandes y menos si son pequeñas. En clima muy cálido reduce la cantidad para que la tierra retenga más agua y en zonas lluviosas increméntala para favorecer un buen drenaje.
  • 30 litros entre humus de lombriz, compost y estiércol, se puede usar uno solo de estos ingredientes o hacer una mezcla de ellos.
  • 1 litro de cal agrícola,
  • 2 a 4 litros de polvo de roca
  • 2 litros de una mezcla de abonos orgánicos (harina de algas, neem, alfalfa, huesos, asta, plumas, sangre, pescado, guano o abonos orgánicos comerciales en polvo, que ya son una mezcla de distintos materiales). La cantidad concreta de cada abono depende de cuantos hayamos encontrado y sus características intentando siempre combinarlos, para que haya de liberación de lenta y rápida y ricos en los distintos nutrientes y microelementos. Puedes leer las etiquetas para comprobar la riqueza en nutrientes de cada uno, añadir mayor cantidad de los más suaves y menor de los que tengan mayor concentración de nutrientes o simplemente poner la misma cantidad de todos ellos, los resultados serán más o menos igual de buenos. Revuelve a fondo los abonos entre sí hasta lograr una mezcla homogénea y separa los dos litros que vas a añadir al sustrato. Guarda el resto. Aunque al preparar el sustrato no conviene superar la dosis de dos litros de abonos por cada cien de tierra, para no quemar las raíces, más adelante, cuando las plantas ya llevan varias semanas creciendo, si el cultivador considera que necesita añadir más nutrientes a las macetas, sólo tiene que espolvorear periódicamente cucharadas de esta mezcla sobre la tierra.

Mezcla los ingredientes a fondo para que el sustrato quede bien homogéneo, con los distintos elementos bien repartidos. Es mucho mejor trabajar con los ingredientes en seco, porque se mezclan más fácilmente, pero hay que tener cuidado con la turba, si se seca demasiado luego resulta difícil humedecerla bien de nuevo.

 

Cocinar la mezcla

Una vez preparado el sustrato hay que “cocinarlo”, es decir, dejarlo reposar durante al menos tres o cuatro semanas para que los microorganismos comiencen a descomponer los materiales y a liberar nutrientes.

Algunos cultivadores dejan reposar la tierra en grandes sacos o en bidones, mientras que otros la cocinan directamente en las macetas que van a usar en el cultivo. El proceso es muy sencillo, sólo hay que humedecer ligeramente la tierra y esperar. No es necesario que las macetas estén al sol, de hecho, para evitar que se sequen en exceso, casi resulta más conveniente colocarlas a la sombra. En estas semanas la mezcla de materiales orgánicos se transforma en una auténtica tierra viva. El compost y el humus de lombriz aportan una buena gama de microorganismos diferentes, pero nunca está de más añadir algunos más por medio de micorrizas o algún producto rico en bacterias. Cuanta más variedad de especies haya, más sana y fértil permanecerá la tierra.

Tras varias semanas de cocinado, el sustrato está listo para sembrar las semillas o trasplantar los esquejes. Las plantas pueden extraer todo lo que necesitan del sustrato y el cultivador no tiene que añadir más que agua, a ser posible sin cloro y con una salinidad baja. Para desclorar el agua del grifo basta con dejarla en un cubo destapado durante 24 horas, que es lo que tarda en evaporarse todo el cloro. Si el agua es muy dura (muy salina) hay que diluirla con agua de lluvia o emplear un filtro de osmosis inversa para eliminarle las sales. El exceso de sales en el agua de riego afecta negativamente al crecimiento de las plantas y reduce la producción.

 

Reutilizar la tierra

Esta tierra se puede reutilizar muchas veces, de hecho no es necesario tirarla nunca, ya que va mejorando con el tiempo, basta con ir añadiendo nuevos aditivos para mantenerla en buenas condiciones.

El proceso para reacondicionar la tierra es el siguiente. Se arranca el tronco de la planta recién cosechada, junto con las raíces que salgan pegadas a él. El resto de las raíces que queden en la tierra se dejan, los microorganismos las descompondrán liberando sus nutrientes. A continuación se saca la tierra de la maceta y, si sale de un solo bloque, se trocea y desmenuza. El proceso es mucho más fácil si la tierra no está muy húmeda, pero tampoco completamente seca.

A cada cien litros de tierra usada se le añaden 20 litros de humus (o compost, estiércol, o una mezcla de los tres), entre 10 y 20 de perlita (al gusto del cultivador), algo de cal agrícola (especialmente si se suele regar con agua muy poco salina como la de lluvia o de osmosis inversa) y un litro de la mezcla de abonos orgánicos. Tras mezclarla bien, se deja reposar varias semanas antes de sembrar las nuevas plantas.

Los cultivadores de exterior, que sólo hacen una cosecha al año, pueden hacer la nueva mezcla un mes antes de sembrar o bien prepararla inmediatamente después de cortar las plantas y dejarla cocinándose durante todo el invierno. En este último caso es importante evitar que la lluvias caigan sobre la tierra, pues irían lavando los nutrientes poco a poco y muchos se perderían antes de sembrar las plantas.

Si se quiere utilizar la tierra inmediatamente sin tiempo de reposo lo mejor es reacondicionarla añadiendo todos los ingredientes menos la mezcla de abonos orgánicos. De este modo no hay peligro de quemar las raíces. La mezcla de abonos se puede esparcir, en pequeñas cantidades cada pocas semanas, por encima de las macetas y dejar que el agua de riego vaya filtrando los nutrientes en la tierra.

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