Nutrición cannábica veraniega
Todos los cultivadores de cannabis comparten un objetivo, quieren cosechar cogollos bien gordos. ¿Y eso como se logra? Evitando cualquier factor que limite el desarrollo de las plantas para permitir que desarrollen su máximo potencial. En otras palabras, alimentándolas con todo lo que necesitan y evitándoles problemas, plagas y enfermedades.
Todos los cultivadores de cannabis comparten un objetivo, quieren cosechar cogollos bien gordos. ¿Y eso como se logra? Evitando cualquier factor que limite el desarrollo de las plantas para permitir que desarrollen su máximo potencial. En otras palabras, alimentándolas con todo lo que necesitan y evitándoles problemas, plagas y enfermedades.
Todos los cultivadores de cannabis comparten un objetivo, quieren cosechar cogollos bien gordos. ¿Y eso como se logra? Evitando cualquier factor que limite el desarrollo de las plantas para permitir que desarrollen su máximo potencial. En otras palabras, alimentándolas con todo lo que necesitan y evitándoles problemas, plagas y enfermedades.
Los abonos son importantes para el desarrollo de los cogollos pero no son lo único importante, ni siquiera el principal elemento que falta en la mayoría de los cultivos. Entendiendo bien el proceso de alimentación de las plantas podremos potenciar su desarrollo y escoger los aditivos más eficaces para incrementar la producción y la calidad de los cogollos.
Las plantas necesitan comer para vivir, como todos los seres vivos, pero cuentan con una ventaja, pueden alimentarse de materia inorgánica y crear su propia materia orgánica, que es la única comida que podemos consumir los animales. No sólo debemos agradecer a las plantas su capacidad de crear materia orgánica, también son las responsables de que tengamos una atmósfera rica en oxígeno que nos permite respirar. Ambos procesos forman parte del complejo proceso de alimentación de los organismos vegetales.
La fotosíntesis es la capacidad más mágica e increíble que poseen las plantas: convertir la luz en comida. Las plantas convierten la materia inorgánica en orgánica gracias a la energía de la luz solar. Es un proceso en que la energía lumínica se transforma en energía química estable. A partir de agua, dióxido de carbono y luz solar las plantas crean glucosa, un carbohidrato simple, y obtienen oxígeno de desecho que liberan a la atmósfera.
La fotosíntesis tiene dos partes. Durante la fase luminosa, por medio de la clorofila de las partes verdes de la planta, se trasforma la energía del sol en energía química, en forma de ATP y NADPH. En la fase oscura se utiliza el ATP y el NADPH para convertir CO2 y el agua en moléculas orgánicas, principalmente glucosa. A partir de la glucosa se fabrican carbohidratos esenciales para la planta como la celulosa o el almidón.
Toda esta explicación se resume en lo siguiente: la principal fuente de energía para el desarrollo de la planta proviene de la fotosíntesis y requiere agua, luz y dióxido de carbono; estos son los tres nutrientes principales del cannabis o de cualquier otra planta. Los abonos son importantes pero no pueden sustituir a la fotosíntesis, si la planta recibe pocas horas de sol, le falta agua o vive en un recinto cerrado y sin ventilación, ningún fertilizante logrará que produzca buenos cogollos.
Nutrientes minerales
El cannabis requiere para desarrollarse tres nutrientes primarios, tres nutrientes secundarios y ocho micronutrientes. Nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K) son los nutrientes primarios y Calcio (Ca), Azufre (S) y Magnesio (Mg) los secundarios. Los microelementos o micronutrientes son: Boro (B), Cloro (Cl), Manganeso (Mn), Hierro (Fe), Zinc (Zn), Cobre (Cu), Molibdeno (Mo), y Níquel (Ni).
En lo que respecta a la fertilización de los cultivos de cannabis las indicaciones habituales se reducen a tres simples normas: durante el crecimiento usar un abono rico en nitrógeno, en floración uno rico en fósforo y potasio y no añadir nutrientes en las últimas dos semanas antes de la cosecha. Como reglas básicas no están mal, pero hay que tener en cuenta algún elemento más si se desean obtener los mejores resultados.
En primer lugar, las plantas necesitan todos los nutrientes en todas las fases del cultivo, lo único que cambia es la proporción de cada uno. Un abono de crecimiento debe tener abundante nitrógeno pero también necesita fósforo, potasio y la gama completa de nutrientes secundarios y microelementos. Lo mismo sucede durante la floración, que a mí me gusta dividir en tres fases desde el punto de vista de la fertilización. La fase inicial de la floración, que comprende tres o cuatro semanas y abarca todo el periodo desde que empiezan a florecer hasta que dejan de estirarse y crecer en altura. Durante este tiempo el crecimiento es muy grande y las necesidades de nitrógeno son iguales o incluso mayores que antes de comenzar la floración pero también requieren cantidades crecientes de fósforo, potasio y magnesio. Muchos abonos de floración son, en realidad, abonos para esta fase inicial. En la segunda fase de la floración, que comprende desde que paran de crecer hasta dos semanas antes de la cosecha, debe prepararse un abono con una mayor proporción de fósforo y en el que prácticamente se puede prescindir del nitrógeno, las plantas necesitan relativamente poco y siempre lo pueden trasladar desde las hojas más viejas, donde ya no es necesario. En esta segunda fase el crecimiento floral es brutal y el consumo de fósforo y potasio enorme. En esta fase es cuando más efecto tienen los estimuladores de floración que combinan altas dosis de fósforo con aminoácidos y carbohidratos, es el momento idóneo para cebar a la planta, siempre que el resto de factores le permitan comerse todo ese alimento. No tiene sentido, por ejemplo, fertilizar a tope una planta enferma o que sufra una plaga.
La tercera fase de la floración corresponde a las dos últimas semanas (o tres en las variedades Sativas más lentas) antes de la cosecha, en ellas no hay que abonar las plantas para que se coman las reservas acumuladas en los tejidos. Sí se pueden añadir enzimas al agua de riego para potenciar la descomposición de la materia orgánica muerta. Muchos cultivadores entran en pánico en esta última etapa al ver que los cogollos no son tan gordos como les gustaría y se dedican a abonar a tope hasta el último día: mala idea, los cogollos no engordarán, pero el sabor se estropeará del todo.
Un factor poco comprendido, que afecta a la absorción y disponibilidad de los diferentes elementos minerales, es el equilibrio que hay entre todos ellos. Si se añade un elemento en exceso se puede provocar la carencia de otro. Por esta razón hay que tener mucho cuidado a la hora de mezclar abonos, aditivos y estimuladores de marcas y planes de cultivo diferentes. Cada fabricante formula de un modo diferente los distintos productos que combina en un plan de fertilización, por lo que no se deben intercambiar sin fijarse detenidamente en la composición.
Silicio
El silicio no se considera un elemento esencial para el desarrollo de las plantas y, sin embargo, cuando está disponible las plantas lo absorben en grandísimas cantidades y puede llegar a suponer un porcentaje del peso seco igual al de calcio, magnesio y fosforo. El silicio está presente en casi todas las tierras, de hecho es el segundo elemento más frecuente en la naturaleza, sólo por detrás del oxígeno, pero no siempre en la cantidad necesaria. Los fertilizantes líquidos no suelen llevar silicio, pues se precipita con mucha facilidad pero varios fabricantes comercializan productos de silicio
Cuando las plantas absorben el silicio lo van depositando en sus células que recubren de una capa “mineralizada” que dificulta la penetración de virus y hongos. Los insectos chupadores y otras plagas que se alimentan de las hojas y su savia encuentran los tejidos más duros y resistentes a sus mandíbulas.
Según algunos estudios el silicio aumenta la fortaleza y grosor de los tallos, lo que les permite trasportar mayor cantidad de nutrientes y soportar ramas y cogollos más densos y pesados. Las plantas crecen con más vigor, las raíces son fuertes y densas y, en general, aguantan mejor el estrés que producen la sequía y las altas temperaturas. Las glándulas de resina son más grandes y resisten mejor el roce, por lo que protegen más los cannabinoides. Equilibra la absorción de fósforo, tan necesario durante la floración, y al mismo tiempo protege las raíces de una sobredosis de este elemento, algo relativamente frecuente cuando se usan grandes dosis de abonos y aditivos para floración.
Bichos que alimentan
Micorrizas
Entre las muchas especies que viven en el suelo hay unas especialmente útiles para el cultivador. Las micorrizas son hongos que conviven en simbiosis con las plantas, colonizan sus raíces y establecen una relación en la que ponen su micelio a disposición de la planta para aumentar la capacidad del sistema de raíces de absorber agua y minerales. A cambio, toman vitaminas e hidratos de carbono de la planta. La relación beneficiosa no acaba aquí, pues las micorrizas también estimulan el desarrollo de las especies microscópicas del suelo. Las micorrizas benefician ampliamente a la planta que las hospeda que, enraíza mejor, aumenta la absorción de nutrientes, obtiene protección frente al exceso de sales, la falta de agua, el ataque de enfermedades o el estrés.
Suelen aplicarse mezclándolas con el sustrato a la hora de llenar las macetas, pero también puede hacerse cuando las plantas ya están creciendo, disolviéndolas en un poco de agua y aplicándolas en el riego. Como todas las especies que viven en el suelo, las micorrizas se desarrollan mejor en un entorno ecológico y orgánico. El uso de productos químicos como abonos, insecticidas y pesticidas de síntesis perjudica a los microorganismos y altera el necesario equilibrio del suelo.
Trichoderma
Trichoderma es un hongo beneficioso, aunque no es una micorriza como se pensó en un principio. Las micorrizas hacen simbiosis con el cannabis y se intercambian ciertos nutrientes, mientras que Trichoderma simplemente vive sobre las raíces y se alimenta de la materia orgánica muerta que encuentra a su alrededor; al descomponer esta materia orgánica libera nutrientes que las plantas aprovechan. Cuando Trichoderma coloniza las raíces del cannabis las plantas crecen más deprisa y aumentan su producción. El abono se aprovecha mucho mejor y la vida microbiana del suelo se activa. Ayuda a proteger las plantas de botritis, mildiu y otros hongos patógenos. Para ser efectiva debe aplicarse temprano en la vida de la planta, ya que necesita tiempo para colonizar las raíces, establecerse y empezar a ejercer su efecto benéfico. De ser posible se mezclan en el sustrato al llenar las macetas, pero también se pueden aplicar disueltas en el agua de riego.
Bacterias
La cantidad de especies de bacterias que viven en el suelo en enorme. Hay especies capaces de suplir minerales a las raíces como Rhizobium, Azotobacter o Azospirillum (captan nitrógeno atmosférico del aire y lo trasforman en nitrógeno amónico que las plantas pueden absorben por las raíces), mientras que otras controlan el equilibrio entre especies evitando que se desarrollen las bacterias perjudiciales para las plantas. Los productos ricos en bacterias se aplican disueltos con la solución nutriente o se mezclan con el sustrato y estimulan el crecimiento general de la planta, aumentan su vigor y logran una mayor producción de cogollos. Gracias a la simbiosis con las bacterias el cannabis puede absorber una mayor cantidad de agua y nutrientes, además se beneficia de las hormonas segregadas por las bacterias como auxinas, giberelinas y citoquininas.
Los Lactobacillus, por ejemplo, son unas bacterias que descomponen la materia orgánica y producen sustancias que estimulan el crecimiento vegetal. Los lactobacilos producen enzimas y antibióticos naturales con propiedades bactericidas, capaces de eliminar especies tan peligrosas como Salmonella y E. Coli
Las aplicaciones de los lactobacilos en agricultura orgánica son innumerables: estimulan la salud general de las plantas y su sistema inmunitario, regeneran la población de microorganismos beneficiosos que viven en el suelo y en la superficie de las plantas, mejoran la absorción de nutrientes y el aprovechamiento de los fertilizantes, contribuyen en la prevención de ataques por hongos como la botritis o el oídio, en el proceso de compostaje, permiten una descomposición libre de malos olores, se emplean en la fermentación de materia orgánica para elaborar fertilizantes, en suelos compactados y enfermos, la aplicación de lactobacilos ayuda eliminar otras bacterias anaeróbicas dañinas y comenzar a reacondicionar su estructura. Se pueden comprar lactobacilos en polvo en la farmacia y añadirlos al sustrato a la hora de sembrar las plantas. También resulta efectivo disolverlos en una regadera y aplicarlos sobre plantas ya sembradas o incluso pulverizarlos sobre las hojas.
Los aditivos con bacterias resultan más efectivos cuando mezclan distintas especies que puedan interactuar entre ellas manteniendo un equilibrio biológico en el suelo. Los mejores productos combinan un buen surtido de especies de bacterias y levaduras con microelementos e hidratos de carbono para activarlas y alimentarlas. Siempre dan mejor resultado cuando se aplican a lo largo de todo el ciclo de cultivo pues las colonias de microorganismos tienen más tiempo para establecerse y actuar, sin embargo también tienen utilidad aplicadas sólo durante la floración ya que contribuyen a generar mayor cantidad de nutrientes en la época en que las plantas más los necesitan.
Alimentos “precocinados”: aminoácidos y carbohidratos
Llamo “precocinados” a esta clase de nutrientes porque, al contrario que los elementos minerales, no son inorgánicos, son materia orgánica semielaborada. No pueden ser el alimento principal de las plantas pero si un complemento muy útil en ciertos momentos, cuando el consumo de alimento es mayor de lo que la planta puede producir o en situaciones de estrés o enfermedad, cuando las plantas se encuentran débiles.
Los aminoácidos son necesarios para fabricar proteínas, alcaloides, vitaminas o enzimas. Las proteínas son los ladrillos con los que se construyen los tejidos de los seres vivos y son fundamentales para su desarrollo. Se elaboran a partir de aminoácidos que las plantas pueden sintetizar con los minerales que toman del suelo, pero también pueden absorber directamente los aminoácidos a través de las hojas y las raíces, ahorrándose así una parte del proceso.
La aportación de aminoácidos en el riego facilita la síntesis de proteínas, incrementa la producción de clorofila, mejora la utilización de los fertilizantes y estimula el crecimiento.
En la fase de floración, sobre todo cuando se dispara la producción de flores a partir de la tercera o cuarta semana (en las variedades de ocho semanas), la mayor parte de la energía de la planta se destina a fabricar flores y el sistema radicular queda muy mermado en su efectividad. Aunque pueda parecer lo contrario, en ese momento la planta vive en buena parte de las reservas de nutrientes que acumuló previamente en sus tejidos. Está claro que también necesita todo lo que pueda tomar por las raíces, pues es su época de mayor consumo, agradecerá especialmente la aportación de aminoácidos y carbohidratos ya elaborados que pueda emplear directamente.
Potencian la respuesta y la resistencia de la planta frente a situaciones estresantes como sequías, riego excesivo, heladas, temperaturas muy altas, enfermedades, plagas, exceso de sales... Los aminoácidos son muy útiles en situaciones de estrés y cuando la planta tiene mermadas sus capacidades, ya que potencian la resistencia y aceleran la respuesta frente al calor y el frio, las enfermedades y las plagas, la sequía y el exceso de agua…; podríamos decir que los aminoácidos son como el “caldito” que toman los enfermos para recuperarse. Además de ser beneficiosos para las plantas estimulan la vida microbiana que mantiene sano el sistema radicular. Los aminoácidos se pueden aplicar disueltos en el agua de riego o en pulverización sobre las hojas, se absorben sin problemas y actúan enseguida.
Los carbohidratos, azúcares, glúcidos o hidratos de carbono son moléculas orgánicas que sirven para almacenar energía. Están compuestas de carbono, hidrógeno y oxígeno. Hay muchos carbohidratos distintos, de mayor o menor tamaño y complejidad: monosacáridos, disacáridos, oligosacáridos y polisacáridos. Su utilidad para el cultivador viene por dos caminos: constituyen una fuente de alimento para los microorganismos del suelo y pueden ser absorbidos directamente por las raíces. Ayudan a engordar los cogollos en las fases finales de la floración y muchos cultivadores aseguran que endulzan su sabor. Suelen ser, junto con dosis altas de fósforo y potasio, ingrediente habitual en casi todos los estimuladores para final de floración. Potencian el metabolismo. Se pueden aplicar en el riego o en pulverización. Favorecen el enraizamiento de los cultivos y estimulan el sistema defensivo inmunitario de las plantas.
Casi todos los fabricantes de abonos tienen un producto rico en carbohidratos pero quien no pueda acceder a ellos fácilmente puede sustituirlos por una cucharada de azúcar moreno, melaza o miel disuelta en una regadera. No conviene abusar de los carbohidratos en el riego, puesto que pueden llegar a producir pudriciones en las raíces.
Estimuladores y catalizadores
Fitohormonas
Las hormonas de las plantas se denominan fitohormonas. Al igual que en el metabolismo animal, en las plantas las hormonas se encargan de enviar información dentro del organismo. Cuando una planta quiere que el tallo crezca, fabrica una hormona, cuando quiere florecer, fabrica otra hormona, y así con todos los procesos. Los cultivadores tenemos en las fitohormonas una herramienta poderosa que nos permite influir en nuestras plantas, potenciando el mensaje que nos interesa. Simplificando mucho podemos decir que hay hormonas estimulantes del crecimiento y hormonas inhibidoras del crecimiento. De todas las fitohormonas estimulantes las más comunes en los aditivos y fertilizantes son las auxinas, que estimulan el alargamiento de las células y el nacimiento de nuevos brotes y raíces, y las citoquininas, que aumentan la cantidad de clorofila en las hojas y potencian la fotosíntesis y la producción de azúcares. Las auxinas intervienen en la floración y el engorde de los frutos.
Enzimas
Las enzimas son moléculas formadas por aminoácidos que sirven para catalizar (acelerar o facilitar) reacciones químicas. Casi todos los procesos que suceden en el cuerpo requieren enzimas para llevarse a cabo.
Las enzimas tienen varias ventajas o aplicaciones fundamentales en el cultivo: por un lado ayudan a descomponer la materia orgánica muerta, con lo que liberan nutrientes que pueden aprovechar las plantas, además facilitan el desarrollo de los microorganismos del suelo y estimulan el crecimiento de las plantas.
En casi todos los catálogos de fertilizantes encontramos varios productos que contienen enzimas. Personalmente añado un producto de enzimas a la solución nutriente durante todo el ciclo de vida de la planta. Incluso durante las últimas semanas de floración, cuando dejo de emplear fertilizantes, sigo añadiendo las enzimas puesto que facilitan la liberación de los minerales acumulados en el sustrato.
La acción de las enzimas puede alterarse (acelerarse o ralentizarse) si están en presencia de inhibidores enzimáticos o de cofactores enzimáticos (también llamados coenzimas). Los inhibidores enzimáticos dificultan o ralentizan la actividad de las enzimas, mientras que los cofactores enzimáticos actúan de modo contrario, acelerando o facilitando la reacción. Entre las coenzimas encontramos algunas vitaminas como tiamina, biotina, riboflavina, ácido fólico y biontina. Hay algunas enzimas que requieren minerales concretos para acelerar su acción, por lo que resulta fundamental fertilizar las plantas con un abono completo para que el desarrollo no se frene.