Huele a victoria
Los 100 años que durará la prohibición del cannabis no son nada, comparados con los miles en los que esta planta ha sido fiel compañera de la humanidad. Su primera referencia escrita es la farmacopea de Shen Nung, en el 2737 AC, pero en distintas excavaciones arqueológicas aparecen restos que prueban su uso desde antes.
El reciente estudio “cannabis en Eurasia, origen del uso humano y las conexiones transcontinentales en la edad de bronce” indica que ya hace más de 5.000 años había un intenso comercio de cannabis entre Europa y Asia, otros antropólogos incluso señalan que uno de los primeros artículos en ser vendidos fue la marihuana. El cannabis acompaña al hombre desde el principio de los tiempos. De “yerba del diablo” a “salud de las naciones”, muchos conceptos y arquetipos hemos puesto sobre la inocente planta, pero ella sigue floreciendo cada año, ajena a las etiquetas que le adjudicamos. Antes de la victoria final, todavía nos quedan zancadillas.
Un ejemplo es la donación de la farmaceútica Insys Terapeutics de 500.000 dólares para una campaña contra la legalización en el estado de Arizona. Esta compañía vende fentanilo, potente analgésico opioide, mucho más peligroso y adictivo que la marihuana. El fentanilo se hizo famoso cuando mató a Prince de una sobredosis, pero cuenta con muchas más muertes a su espalda. Insys Terapeutics también fabrica dronabinol, un cannabinoide sintético. El uso de analgésicos opioides y cannabinoides sintéticos disminuirá con la legalización, pero Insys Terapeutics asegura que si luchan contra legalización del cannabis es porque su máxima preocupación es el bienestar de la ciudadanía y especialmente el de los niños. La clásica hipocresía de los prohibicionistas, con los niños en la boca y la mano trincando a fajos.
Tal argumento a estas alturas es ridículo, se han realizado distintos estudios sobre los efectos de la legalización en los adolescentes, los resultados son que el consumo de los jóvenes no se incrementa, el consumo problemático disminuye y el comportamiento mejora de una forma “dramática”. A pesar de estos datos, los prohibicionistas siguen usando a los niños como escudo humano tras el que esconderse. El modelo de negocios de la industria farmacéutica con el cannabis es monopolio y precios caros, como ya ocurre, por ejemplo, con el Sativex, que tiene en España un precio superior a los 500 euros. La industria farmacéutica también opera aquí. Dos expertos en este tema han confirmado a Soft Secrets que el cannabis medicinal está llamando la atención del Big Farma español, nada bueno traerán. Frente a monopolios y precios caros, tenemos nuestra propia receta: autocultivo. Ya solo cuidar de la planta tiene un efecto de plantoterapia en el paciente, a lo que se suma que puede elegir la variedad y forma de preparación más apropiada para su dolencia. También existen enemigos internos. Un ejemplo es la comuna hippie de Christiania, fundada en 1971, era famosa por su “Pushers Street”, calle donde se vendía marihuana y hachís. En el 2005 aparecieron los primeros problemas, una banda de inmigrantes intentó repetidas veces tomar posiciones en esta zona, sin permitírselo sus habitantes.
El 24 de abril unas seis personas con armas automáticas entraron en Pusher Street disparando de forma indiscriminada, matando a uno de los habitantes de Christiania e hiriendo a otros tres. El 31 de agosto de este año, mientras la policía hacía una inspección rutinaria, un bosnio que se dedicaba a la venta de cannabis sacó una pistola, por sorpresa, y le metió un tiro en la cabeza a un policía, además de herir a otro policía y un turista. Este asesino era conocido por apoyar el yihadismo y su acción ha sido reivindicada por el DAESH o estado islámico. Tras estos graves hechos los propios habitantes de Christiania han cerrado la Pushers Street. Historias como esta también pueden suceder en España. La pasada temporada, un par de empresas se dedicaron a vender a granel semilla falsa, esta simiente acabó en manos de agricultores profesionales extranjeros, algunos reaccionaron exaltados al descubrir la estafa, lo que ocasionó mucho ruido, justo lo que alarma a la sociedad, la policía y los políticos. Las palabras mágicas que nos han traído hasta aquí son “autocultivo para autoconsumo”, cuanto más nos alejemos de ellas más aumenta el peligro de tiroteos y problemas. Sigamos nuestro camino, la senda del autocultivo. A pesar de todas las zancadillas externas e internas que recibimos, la prohibición del cannabis se ha convertido en una parodia de sí misma, nadie cree en ella.
En 1996 se inició la campaña “Contra la prohibición me planto”, 30 años después el autocultivo goza de una gran normalización social, los jueces nos absuelven y en numerosos reportajes los medios de comunicación nos apoyan. Esta batalla la hemos ganado los cultivadores, nosotros hemos creado la jurisprudencia actual a base de comernos sustos, detenciones, incautaciones, calabozos, juicios y multas. Tras tanto nadar, de ninguna manera moriremos en la orilla, con una regulación que ponga el cannabis en manos de monopolios estatales o empresariales. Por eso exigimos que la futura legalización tenga en cuenta, en primer lugar, a los autocultivadores, con un aprovisionamiento mínimo anual de 3 kilos, tal y como avala la abundante jurisprudencia que hemos conseguido. Pronto la prohibición desaparecerá y las penurias que nos han hecho pasar sonarán a batallitas del abuelo. Algún día podremos coger a nuestros nietos, enseñarles nuestro cultivo y, parafraseando al coronel Kilgore, decir: “¿Hueles eso? ¿lo hueles muchacho? Marihuana hijo, nada en el mundo huele así. Que delicia oler cannabis por la mañana. Una vez, durante 30 años, plantamos toda España sin parar; cuando todo acabó no quedaba ni un puto prohibicionista de mierda. Que pestazo a marihuana. Esta plantación huele a victoria”