Diseño básico de un jardín de interior

Exitable
20 Oct 2014

Cultivar en interior es fácil si el ambiente en el que se desarrollan las plantas es el adecuado. Muchos cultivadores se preocupan de conseguir fertilizantes, suplementos y aditivos de todo tipo pero descuidan lo más básico e importante ¿Están a gusto las plantas? Si falta luz en el cuarto de cultivo, la temperatura se acerca a los 40 grados o la humedad no baja del 80 por ciento, de poco servirán los nutrientes de última generación, las plantas no podrán aprovecharlos ni se desarrollarán bien. En cambio, si iluminación, temperatura, humedad y ventilación se mantienen en sus rangos óptimos, bastará un poco de agua y abono de vez en cuando para obtener fantásticos cogollos.


Cultivar en interior es fácil si el ambiente en el que se desarrollan las plantas es el adecuado. Muchos cultivadores se preocupan de conseguir fertilizantes, suplementos y aditivos de todo tipo pero descuidan lo más básico e importante. ¿Están a gusto las plantas? Si falta luz en el cuarto de cultivo, la temperatura se acerca a los 40 grados o la humedad no baja del 80 por ciento, de poco servirán los nutrientes de última generación, las plantas no podrán aprovecharlos ni se desarrollarán bien. En cambio, si iluminación, temperatura, humedad y ventilación se mantienen en sus rangos óptimos, bastará un poco de agua y abono de vez en cuando para obtener fantásticos cogollos.

Las plantas requieren para vivir luz, agua, dióxido de carbono, oxígeno y nutrientes minerales, además de un sustrato que les sirva de soporte. Cuando crecen en el suelo y al aire libre, la naturaleza se encarga de aportarles la mayoría de estos elementos. Aunque el cultivador ayuda en ocasiones, regando cuando no llueve o abonando si a la tierra se le acabaron los nutrientes, la importancia de su labor no es comparable a la de un cultivador de interior. Cuando las plantas viven en un entorno cerrado y artificial, iluminadas con lámparas y aisladas de las condiciones atmosféricas, la responsabilidad de su bienestar recae totalmente en el cultivador, que debe velar porque los distintos parámetros permanezcan dentro de los límites adecuados para su desarrollo. Los puntos básicos son: iluminación, ventilación, temperatura, humedad y control de olores. Este último factor no es realmente necesario para el bienestar de las plantas, pero sí lo es para que el cultivador duerma tranquilo.

 

Iluminación

La fotosíntesis es el proceso más importante de la vida de las plantas, pues es el que les permite convertir la energía lumínica en energía química que luego utilizan para fabricar glucosa a partir de agua y dióxido de carbono. Sin luz no hay vida vegetal. 

La iluminación de un cultivo de interior es uno de los elementos claves para el éxito, debe tener suficiente intensidad y un espectro adecuado. Durante el crecimiento las plantas necesitan unos 25.000 lux (lúmenes por metro cuadrado), mientras que en floración sus necesidades aumentan hasta los 50.000 lux. En general, las variedades Índicas requieren menos intensidad de luz que las Sativas para desarrollarse adecuadamente.

En exterior, las plantas disponen de enormes cantidades de luz solar gratuita, que es rica en todos los colores del espectro, desde el infrarrojo hasta el ultravioleta. En un día de sol, la superficie terrestre recibe unos 100.000 lux. En interior, sin embargo, la luz es mucho más cara pues se requieren grandes cantidades de electricidad para producirla. Además, no todos los tipos de lámparas producen luz con un espectro adecuado para el cultivo.

La eficiencia de las lámparas se mide por la cantidad de lúmenes que emiten por cada vatio de electricidad consumido. Las lámparas de alta presión de sodio son las más eficientes (alcanzan los 150 lúmenes por vatio) , por ello son las más empleadas en el cultivo de cannabis, especialmente en la floración, ya que su espectro lumínico anaranjado resulta perfecto para esta fase. En crecimiento las plantas se estiran menos y crecen más frondosas y compactas, con un espectro de luz más azulado, como el de las lámparas de halogenuros metalizados o el de los fluorescentes. Las lámparas de LED y los fluorescentes suelen ser menos potentes que las lámparas de alta presión de sodio o de halogenuros metalizados, pero tienen la ventaja de desprender mucho menos calor, por lo que pueden acercarse más a las plantas. Son menos productivas y no tan útiles en jardines grandes, pero son las más adecuadas para los armarios más pequeños, aquellos que no superan 0,5 m2. 

La intensidad de luz que llega a las plantas disminuye muy rápidamente conforme aumenta la distancia desde la lámpara. La ley del cuadrado de la distancia afirma que la intensidad de la luz es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia entre la lámpara y el objeto iluminado. En otras palabras, al doble de distancia llega la cuarta parte de luz y viceversa, es decir, a la mitad de distancia llega cuatro veces más cantidad de luz. Por esto es muy importante que las lámparas estén tan cerca de las plantas como sea posible, sin que la temperatura sobrepase los niveles óptimos. Una lámpara que emita menos lúmenes, pero que se pueda acercar mucho hasta las plantas, puede ser igual de eficaz que otra con mayor emisión de lúmenes pero que, por el calor que desprende, deba mantenerse más alejada de las plantas.

En la mayoría de los cuartos de cultivo las lámparas suelen ir equipadas con un reflector, que tiene la función de dirigir toda la luz hacia donde están las plantas. Hay muchos tipos de reflectores, pero básicamente se pueden dividir en dos sistemas, los no refrigerados y los refrigerados por aire. Los primeros son más sencillos y baratos pero emiten mayor cantidad de calor al cultivo.  Para evitar zonas de concentración de calor, que puedan quemar los cogollos, conviene instalar un ventilador que sople entre la lámpara y las puntas de las plantas, que siempre es el lugar más caliente.

Los reflectores refrigerados tienen un cristal que separa la bombilla de las plantas y se conectan por medio de tubos de ventilación a un extractor. El extractor de refrigeración logra que la mayoría del aire caliente que emite la bombilla salga al exterior, antes de que llegue a calentar el cuarto de cultivo. Es un sistema que funciona bien, pero puede resultar engorroso en grandes cultivos con muchas lámparas.

Si el circuito de ventilación de las lámparas está herméticamente aislado y es independiente del aire del cuarto de cultivo, es decir, si tiene su propia entrada y salida de aire, se evita tener que filtrar contra olores el aire de las lámparas, lo que permite usar extractores relativamente pequeños y silenciosos. 

Algunos cultivadores utilizan las lámparas sin reflector, colgándolas en vertical y situando las plantas a su alrededor. Este sistema, si se configura correctamente, permite un gran aprovechamiento de la luz, que no pierde intensidad rebotando en el reflector. Conviene apagar las lámparas sin reflector antes de entrar al cultivo, pues la exposición prolongada a estas luces tan intensas puede ser perjudicial para la visión, especialmente a medio o largo plazo.

 

Ventilación y temperatura

La calidad y temperatura del aire alrededor de las plantas es, tras la iluminación, el siguiente factor en importancia para lograr un buen desarrollo vegetal. Mientras las luces están encendidas, las plantas absorben continuamente dióxido de carbono del aire (CO2). Si no se renueva el aire del cultivo, cuando falta CO2 se para el crecimiento.  

La temperatura ideal para el cuarto de cultivo es de 22 a 24º C. En realidad, las plantas se desarrollan bastante bien con cualquier temperatura entre los 20 y 30º C, pero la productividad decrece y los problemas aparecen con mayor facilidad cuanto más se aleje la temperatura de los 22-24º C. La temperatura se debe medir a la altura de los cogollos de las plantas, que es donde importa,  no en una pared a dos metros de la lámpara. Para que el dato sea fiable, hay que colgar el termómetro junto a las puntas principales de las plantas. 

En la mayoría de los cuartos de cultivo, la forma más simple de controlar ventilación y temperatura es instalar un extractor que saque el aire caliente y pobre en CO2 al exterior. Puede conectarse a un termostato que lo ponga en marcha cuando la temperatura supera los 24º C, o bien mantenerlo encendido de forma permanente y regular con un potenciómetro su velocidad, para mantener la temperatura constante.

El extractor debe ser capaz de vaciar todo el aire del cuarto de cultivo en tres minutos. Con una potencia así no será necesario que funcione al máximo habitualmente, siempre quedará algo de potencia extra para los días de mucho calor.

Para calcular la potencia de extractor necesaria se puede aplicar esta fórmula con las medidas en metros  de la habitación: (largo x ancho x altura) x 20= potencia en m3 x hora. Por ejemplo, un cuarto que mida 4 x 2 x 3 m necesitará un extractor de 480 m3/h (4x2x3x20=480). 

El aire extraído debe renovarse por aire fresco, puede entrar al cuarto de cultivo de forma pasiva o con otro extractor instalado de manera que introduzca aire en lugar de sacarlo. La intracción pasiva (sin extractor) funciona muy bien, siempre que el tamaño del agujero por el que entra el aire sea, como mínimo, el doble que el del tubo de extracción. 

 

Control de olores

La mayoría de las veces en que un cultivo de cannabis de interior es descubierto por ladrones, policías o vecinos podemos responsabilizar a la boca del cultivador (por hablar demasiado) o la nariz de quien lo descubre. El olor de una plantación de cannabis en floración es muy penetrante, fuerte y reconocible. Salvo que el cultivo se encuentre en una casa aislada, a gran distancia de otras viviendas y en una zona por donde nunca pasee o camine la gente, nunca se debe descuidar el control de olores, ya que es un clarísimo indicio de lo que ocurre dentro.

En la mayoría de cuartos de cultivo, el sistema más efectivo para eliminar los problemas de olores es instalar un filtro de carbón activo en los conductos de extracción. Conforme el aire atraviesa el carbón activo las moléculas aromáticas se van quedando pegadas a él, de manera que cuando sale al exterior el aire ya no huele a nada. Para que el resultado sea perfecto, el tamaño del filtro de carbón y la potencia del extractor deben estar en consonancia. Si el filtro es demasiado pequeño no será capaz de detener todas las moléculas aromáticas, dejará pasar parte del olor, si el extractor no tiene potencia suficiente será incapaz de ventilar el cultivo adecuadamente. Es importante instalar un extractor más potente de lo que en principio sería necesario por el tamaño del cuarto de cultivo, ya que el filtro de carbón le hace perder algo de potencia. 

La relación de potencia entre el intractor y el extractor también tiene consecuencias en el control de olores. Siempre conviene que el extractor sea algo más potente que el intractor, para que se cree una pequeña presión negativa en el cuarto de cultivo que impida la salida de olores por cualquier grieta o rendija. 

Los generadores de ozono que se colocan en los conductos de extracción controlan el olor por un camino distinto, en lugar de quedarse pegadas al carbón, las moléculas aromáticas son oxidadas por el ozono. 

Escoger entre un filtro de carbón activo y un generador de ozono es una decisión que cada cultivador debe tomar teniendo en cuenta sus circunstancias, así como las ventajas e inconvenientes de cada sistema. El filtro de carbón es muy pesado, por lo que resulta difícil colgarlo, además requiere un extractor más potente y hay que sustituirlo cada uno o dos años, en función del número de cosechas realizadas. Por otra parte, es un sistema muy efectivo, que si es del tamaño adecuado no deja pasar nada de olor. Además no se estropea nunca, por lo que se elimina el riesgo de que se escape olor. Los generadores de ozono son prácticos, ligeros y duran mucho, pero si se estropean y el cultivador no se da cuenta enseguida pueden dejar pasar moléculas aromáticas al exterior.

E
Exitable