Protocolos de seguridad: controla el riesgo

Soft Secrets
14 Aug 2017

La premisa fundamental para sobrevivir como cultivador y seguir cosechando durante muchos años es ser invisible. Si nadie detecta el cultivo, nadie lo puede robar ni denunciar. Los cultivos se perciben con tres sentidos: el oído, la vista y el olfato. Un vecino se enoja porque el ruido de los extractores no lo deja dormir, un peatón detecta el olor de los cogollos en el balcón, un policía vislumbra una luz muy brillante filtrarse por una rendija de una persiana o alguien oye a otro hablar del magnífico cultivo que tiene en su casa.


Por José T. Gállego

Ladrones

En cada vez más países se cultiva más cannabis. Hay miles de cultivadores de interior y exterior con plantaciones que van desde unas pocas plantas a cientos. De forma paralela al crecimiento en el número de cultivos, sube el número de jardines robados. Cada vez se dan más casos de ladrones que entran en el jardín del cultivador, o trepan a la terraza por la noche o mientras no está en casa y se llevan las plantas.

En muchos robos, la información de dónde está el cultivo sale del entorno del cultivador. Un amigo envidioso, un trabajador despedido o incluso un socio tramposo suelen estar detrás de muchos robos. No es aconsejable enseñar el cultivo a personas que no sean de total confianza, ni dar demasiados datos sobre cuántas plantas hay o qué producción se espera. Además, al precio al que se vende en la calle, una cosecha doméstica vale dinero. Más vale no tentar la desgracia.

Siempre han habido ladrones de plantas, pero antes solían ser fumetas que descubrían una planta en una casa y se la llevaban para fumársela ellos o revenderla a sus colegas. Hoy, además de los ladrones fumetas, hay también grupos de ladrones profesionales y bien organizados, que se dedican a buscar grandes cultivos y esperan que las plantas estén maduras antes de entrar y llevarse la cosecha por completo. En algún caso han llegado a esperar hasta que la cosecha estuviera manicurada y en proceso de secado. Estos grupos profesionales son muy peligrosos y pueden actuar violentamente, pero los cultivadores no pueden acudir a la policía en busca de protección por la situación legal del cannabis.

Hay quien opta por armarse, pero eso no suele acabar bien. Más sensato parece instalar una buena puerta que no sea fácil forzar y una cámara oculta que grabe permanentemente el cultivo de manera que, si se sufre un robo, al menos se pueda saber quién lo hizo. Frente a un grupo mafioso profesional no hay mucho que hacer, pero si el ladrón es conocido, la cámara permitirá al menos identificarlo y tenerlo en cuenta en el futuro. Ojo con las cámaras web, muchas son relativamente fáciles de hackear y pueden servir para localizar el cultivo. Es importante proteger el acceso con una buena contraseña y no enfocar las plantas para que no resulte evidente que están en un cultivo.

Vecinos y peatones

El cultivador grosero no dura mucho. Es muy importante no crearse animadversión ni enemigos entre la comunidad de vecinos. La gente suele ver con buenos ojos a la gente amable, educada y agradable, mientras que se irrita enseguida frente a los groseros y maleducados. Hay que evitar los ruidos, los olores, las actividades sospechosas y el constante traslado de personas.

El sistema de extracción debe ser bueno y silencioso. Hay silenciadores que se conectan en la salida de aire y reducen considerablemente el ruido que se percibe en el exterior. Las cajas para extractor construidas de material aislante también ayudan. Las bombas de agua hacen mucho ruido si tocan el fondo del depósito, pues transmiten muchas vibraciones al suelo; son más silenciosas si cuelgan dentro del depósito, pero sin tocar el fondo.

No es recomendable convertir el piso donde está el cultivo en un centro de reunión de todo el grupo de amigos fumetas. Separando el lugar de cultivo del lugar de reunión y consumo, se reducen considerablemente las probabilidades de que un vecino se imagine que estás cultivando cannabis. La mayoría de las personas no tiene ni idea de cómo huele la marihuana ni es capaz de distinguir una planta de cannabis, salvo que la pueda ver muy de cerca y fijarse en la característica forma de sus hojas.

En muchos casos los vecinos no sospechan que haya un cultivo porque vean plantas en el balcón, sino porque ven a muchos jóvenes entrando y saliendo, haciendo ruido y fumando porro. Son las actitudes de los cultivadores las que levantan las primeras sospechas. ¿Qué haces subiendo en el ascensor con diez sacos de tierra en pleno mes de diciembre delante de los vecinos? ¿No sería mejor subirlos uno a uno y por la noche? El buen cultivador es previsor y piensa en lo que podría ir mal para evitarlo antes de que suceda.

Si un cultivo es detectado, sea por vecinos, policías o ladrones, hay que dejar de cultivar en esa localización o arriesgarse a sufrir robos continuos. Conozco un cultivador desesperado porque ya no puede plantar en su jardín, le han robado la cosecha tres años seguidos. El olor del cannabis es muy llamativo y duradero. Durante el proceso de cosecha y manicura de los cogollos, la resina impregna todo lo que toca, incluidas las manos y ropa del cultivador.

La única forma de no llevar el olor encima cuando se sale del cultivo es trabajar con guantes de látex y cambiarse completamente de ropa. A veces, aun así, se huele a cannabis y es necesario darse una ducha antes de salir. Durante el secado la hierba huele mucho y, sin embargo, muchos cultivadores no tienen un filtro antiolor en el secadero. Por lo menos hay que poner un ozonizador fuera del secadero (dentro les quitaría aroma a los cogollos).

Los ozonizadores funcionan muy bien para eliminar el olor del ambiente. Situando uno junto a la puerta de la casa se evita que el olor de las plantas y de los porros pueda percibirse desde el rellano o al abrir la puerta. Otro instrumento que funciona muy bien para eliminar olores es The Neutralizer, que evapora los aceites esenciales y es totalmente inocuo para el cultivador.

También el olor se puede convertir en peligroso durante el transporte de los cogollos de un lugar a otro. Las bolsas de envasar al vacío son una gran solución para evitar el olor y viajar tranquilo. Quien cultiva en el balcón o la terraza debe instalar algún tipo de malla o protección que impida la visión de las plantas desde la calle o las casas de los vecinos. Si nadie las puede ver ni oler, nadie puede denunciar.

Protección legal

El cultivador inteligente toma precauciones para protegerse de leyes injustas. En la mayoría de nuestros países el consumo de cannabis es legal y si el cultivador no quiere recurrir al mercado negro, no le queda otra opción que el autocultivo. No todos los jueces hacen la misma interpretación de la ley ni entienden que, siendo el cannabis una planta anual, el cultivador necesita hacer una cosecha suficientemente grande como para autoabastecerse durante todo el año.

Hay años buenos y malos años, a veces las plantas se desarrollan bien y maduran sin problemas. En otras cosechas las plagas y el mal tiempo acaban con ella. El cultivador no sabe si el año será bueno o malo y tiene que plantar lo suficiente como para llenar la despensa, aunque la cosecha sea mediocre. A causa de esto, si la temporada va bien puede que coseche más de lo que el juez considera necesario para autoabastecerse durante el año y pretenda acusarlo de tráfico, o de tener una cantidad de notoria importancia, lo que agrava la pena.

En la medida de lo posible conviene no tener almacenada mucha hierba. Puede ser buena idea repartirla en varios lugares para que no esté toda en el mismo sitio. En un juicio, el juez puede entender que una báscula de precisión, un paquete de bolsitas de plástico o una máquina de envasar al vacío son indicios de que el cultivador trafica con el cannabis, aunque es obvio que estos objetos sirven para otras cosas.

Los cultivadores usan las básculas para pesar fertilizantes, insecticidas, aditivos o la hierba que se fuman, guardan sus cogollos envasados al vacío para conservarlos en buenas condiciones durante todo el año y llevan unos pocos gramos en una bolsita por comodidad, no para traficar. Aun así, quien quiera reducir riesgos hará bien en no tener estos objetos cerca del cultivo.

Guerrilla

Los cultivos de guerrilla son, a la vez, los más desprotegidos y de los más seguros. Como el cultivador no vive junto a las plantas, sino que estas crecen en medio del monte, si llegan ladrones no hay nadie para protegerlas, lo que las deja completamente indefensas. Por otro lado, por su remota localización en lugares poco poblados y transitados, es mucho menos probable que un caminante descubra por casualidad las plantas.

Los guerrilleros estadounidenses han usado técnicas bastante salvajes como instalar trampas antiosos alrededor de las plantas o cuchillas de afeitar disimuladas en el interior de los cogollos. Otras veces, los cultivadores más organizados y peligrosos llegan a situar vigilantes armados en las plantaciones durante las últimas semanas antes de la cosecha. Este es uno de los grandes problemas de la prohibición, ante la indefensión que sufren frente a los robos, los cultivadores pueden tener la tentación de hacer justicia por mano propia, algo que se prohíbe en las leyes de casi todos los países.

La mejor protección para el cultivo de guerrilla es que esté situado en un lugar remoto y de difícil acceso. La siguiente clave es visitarlo con poca frecuencia ya que cada vez que vamos, corremos el riesgo de que alguien nos vea. Es importante no ir siempre por el mismo camino para evitar marcar un sendero. Si se va en coche hasta la zona, no hay que aparcar cerca de las plantas ni en un lugar visible por otras personas que puedan pasar caminando o en coche. Siempre que el cultivador acuda debería comprobar que no hay nadie vigilando, antes de acercarse a las plantas.

Seguridad

En un cultivo de interior hay muchos aparatos y varias fuentes de peligro. En primer lugar, tenemos agua y electricidad, dos elementos que resultan extremadamente peligrosos cuando se juntan. Por ello es fundamental una buena instalación eléctrica. Conviene instalar una llave diferencial y otra térmica exclusivamente para el indoor; es una seguridad extra y permite cortar instantáneamente el suministro eléctrico al cultivo, algo que puede ser muy útil si, por ejemplo, tenemos una visita inesperada y conviene pararlo todo. Usa cables y conexiones de calidad. Es ridículo y peligroso montar un cuarto de cultivo sobre la base de ir conectando alargues.

Los cables y los enchufes deben situarse en alto, alejados del agua y los riegos. Los balastros de las lámparas se calientan bastante, por lo que deben colocarse en un lugar bien ventilado y sin tocar ningún elemento inflamable. Por si algo sucede, hay que tener siempre a mano un extintor en el cuarto de cultivo, preferentemente aptos para distintos tipos de fuegos. Puede marcar la diferencia entre un pequeño incendio sin consecuencias o un gran desastre con pérdida del cultivo. Hay varios tipos de extintores automáticos que se fijan en el techo del cultivo y se activan si alcanzan una temperatura de 80 ºC, apagando el fuego sin ninguna intervención humana.

Las fugas de agua no son buenas, ya que gotean sobre el vecino de abajo que no lo suele apreciar. Siempre es recomendable forrar el suelo del cuarto de cultivo con un plástico grueso formando una especie de piscina que pueda contener el agua en caso de fuga. Es relativamente fácil que haya una fuga de vez en cuando, pero con el plástico deja de ser un problema y una preocupación. por Jose T. Gallego

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