¿Por qué hace efecto el cannabis?
¿Por qué el cannabis hace efecto? Con un par de caladas a un cigarro de cannabis y el humo cosquillea los pulmones. En un par de minutos la percepción adquiere otra transparencia, lo cotidiano toma una inusual profundidad. El aquí y el ahora se vuelven profundos y distantes a la vez.
El efecto de la marihuana en el cuerpo
El cannabis hace efecto. Pero los "drogabusólogos" y las cartillas antidrogas dirán que nos encontramos intoxicados, que se experimentan sensaciones de desinhibición, ansiedad, pérdida de concentración, disminución de reflejos, aceleración del ritmo cardiaco, dificultad para ejecutar procesos mentales complejos, sequedad bucal y hasta alucinaciones.
Quienes disfrutan dirán que se experimenta calma, bienestar o simplemente placer. Pero ¿qué nos pasa cuando estamos colocados? ¿Qué ocurre en nuestro cerebro para sentir el mambo del cannabis? ¿Qué mecanismo sucede en nuestros receptores que hacen que mude la percepción? Son preguntas que han asolado por años a los científicos interesados en el tema y que han comenzado a hallar la respuesta hace apenas un par de décadas. Es que con el cannabis, aún no todo se sabe.
¿Por qué el cannabis hace efecto? Phantastica
Hasta mediados del siglo XX no se conocía el mecanismo que provocaba que el cannabis alterara la percepción. Intentos de clasificación y kilos de prejuicio lo colocaban como un alucinógeno. A diferencia de otras sustancias, bien poco se sabía del compuesto activo de la ganjah. Ya en 1806 se conocía que el principio activo del opio era la morfina y en 1859 que la cocaína era el compuesto clave de la hoja de coca. Pero de la marihuana nada.
El poeta Charles Baudelaire, se refirió al cannabis a fines del siglo XIX como inductor de los ‘paraísos artificiales’. En 1924, Louis Lewin en su obra Phantastica, intentando clasificar los diferentes vehículos de ebriedad incluye a la marihuana junto al peyote, la amanita muscaria, solanáceas y el ayahuasca.
De sus efectos ya se sabía, pero ¿cómo es que ocurren? La farmacología y la medicina no utilizaban el cannabis porque simplemente era muy difícil trabajar con él. Hoy se sabe que tiene hasta 60 componentes de una misma estructura y 400 componentes de estructuras diferentes. Tantos aminoácidos, proteínas, glicoproteínas, enzimas, azúcares, hidrocarburos, alcoholes simples, aldehídos, cetonas, ácidos simples y grasos, lactonas, esteroides, terpenos, flavonoides y hasta vitaminas que contiene la planta provocaban un bostezo enorme a cualquier químico interesado en ella.
Quienes se aplicaron fueron Raphael Mechoulam y Yechiel Gaoni, químicos israelíes, quienes tras años de investigación darían en 1964 con el Δ9-tetrahidrocannabinol, un compuesto monoterpénico, o sea, un compuesto orgánicos derivado del isopreno con 10 enlaces de carbono igual al que se halla en las esencias volátiles de las flores o en aceites de plantas. ¿Entendió? Si es que no, quizá lo conozca como THC.
Tetrahidrocannabinol: el cannabis que hace efecto
El Tetrahidrocannabinol es la principal sustancia activa del cannabis y se metaboliza a través de los pulmones cuando es fumado o por vía gastrointestinal y en el hígado cuando lo comemos. Se sabe que el THC es soluble en lípidos, lo que significa que se absorbe en todos los tejidos y el cuerpo lo acumula en las grasas.
A mediados del siglo XX aún tenía sustento la tesis de que el usuario de cualquier droga era producto de una ‘perversión constitucional’, o sea, en la jerga científica de la época, bastante influida por la eugenesia nazi y la frenología de Lombroso; el deseo de alguien por fumarse un porro era producto de una ‘tara psicopática’ o una ‘disfunción neurológica hereditaria’. También se insistía en que el cannabis mataba neuronas, hecho deliberadamente mal comprobado por el Dr. Heath, quien en 1974 dio a monos enjaulados el humo equivalente a 63 porros de marihuana colombiana en cinco minutos a través de máscaras de gas y sin oxígeno.
Lejanos de las cámaras y de los presupuestos de los políticos, los científicos más serios seguían investigando. Como ya tenían claro que el THC era el componente activo de la marihuana ahora querían saber cómo diablos afecta la percepción si el cuerpo no produce naturalmente cannabinoides, o sea, receptores que interactúen con las moléculas del cannabis. Mechoulam reconoce que hasta fines del siglo XX no se sabía el mecanismo exacto a través del cual el THC afecta el cerebro.
¿Por qué el cannabis hace efecto? THC en el cerebro
En los 80 un grupo de investigadores norteamericanos logró hallar la clave de esta pregunta, descubriendo un receptor específico situado en algunas zonas del cerebro muy parecido al THC. “El receptor descubierto revelaba concentraciones relativamente altas de THC -contó Mechoulam en una entrevista-. El cerebro no tiene receptores para otras plantas, no existen. De otro modo tendríamos millones de receptores para todo lo que contienen las plantas, pero no funciona así. Los receptores están en el cerebro con el fin de ser estimulados por algo que producimos cuando lo necesitamos”. Por eso no sentimos nada si fumamos manzanilla, menta u orégano. No tenemos receptores para sus compuestos activos, pero sí para los del cannabis. No sería sino hasta 1992 cuando fue identificada la Anandamida, un receptor cannabinoide natural que tenemos en nuestro cerebro. Su nombre para los químicos será araquidoniletanolamida. El hallazgo permitió entender cómo es que el THC actúa en nuestro cerebro. Mechoulam se dio cuenta de que dicho neurotransmisor daba señales de actividad farmacológica de tipo cannábico en ratones. Posteriores investigaciones en humanos revelaron que la anandamida es sintetizada por una enzima específica, la amidohidrolasa de Anandamida.
¿Por qué el cannabis hace efecto? El sistema endógeno
A la anandamida sus descubridores le dieron ese nombre que viene de una palabra del sánscrito, ‘ananda’, que significa ‘beatitud’. Para el budismo la palabra reúne tanto el placer físico como la felicidad espiritual, o sea, dos caras de una misma moneda. La anandamida también se halla en el chocolate. Investigadores del Instituto de Neurociencias de San Diego (California) descubrieron en 1996 que los productos del cacao tienen anandamida que se acoplan a las neuronas, pero a diferencia del actuar del THC que se destruye o es degradado por otras enzimas, las moléculas del chocolate bloquean las enzimas que destruyen la sustancia natural producida por el cerebro.
Dicha acumulación de anandamida mezclada con el compuesto activo del cacao, la teobromina, llevarían a la sensación de placer. Claro que el problema es que aún nadie ha probado suficiente chocolate para decir que experimenta sensaciones similares a unas caladas de cannabis. “El THC de la planta y la anandamida del cerebro producen los mismos efectos, pero sus estructuras son completamente distintas aunque farmacológicamente sean iguales”, comenta Mechoulam.
La anandamida además es usada por el cuerpo para controlar el apetito y como mecanismo de protección en daños neurológicos. Su existencia demostró que el cuerpo de los mamíferos tiene receptores específicos para interactuar con los derivados del cannabis, como el THC. O sea, nuestro cuerpo secreta continuamente sustancias que operan de manera similar, por ello se les llamó endocannabinoides. Con dicho descubrimiento se armó el rompecabezas.
Así, el THC es una llave que entra en la cerradura de los receptores endocannabinoides, al igual que la anandamida, y específicamente en los receptores CB1, alojados en las terminaciones de los nervios, sean centrales o periféricos, y su función es inhibir la liberación de otros neurotransmisores. Estos receptores se alojan en varias partes del cuerpo. Así los hallamos en el hipocampo, región que tiene que ver con la memoria; en la corteza cerebral, área usada para concentrarnos; en las porciones sensoriales de la misma corteza, lo que afecta la percepción; y en el cerebelo, lo que incide en el movimiento.
También están en la médula espinal, el sistema nervioso periférico y en algunos órganos y tejidos periféricos, como las glándulas endocrinas, glándulas salivales, leucocitos, bazo y en el corazón. Investigaciones recientes del Instituto de Investigación de la Esquizofrenia de Sydney, Australia, calculan que el número de receptores CB1 en el cerebro es mayor en ratas adultas comparado a las adolescentes.
Según los investigadores ocurre “lo contrario de lo que pasa con la mayoría de los sistemas de neurorreceptores, los cuales sufren una disminución entre la adolescencia y la edad adulta”. El mecanismo de acción del THC es como agonista de los receptores CB1, es decir, se une a estos e interfiere en la sinapsis entre una terminal presináptica y la neurona postsináptica. Lo que hace es suprimir la liberación de neurotransmisores simulando señales en las neuronas de llegada, las que engañadas secretan una información que nunca les llegó.
Los efectos excitatorios e inhibitorios del THC ocurren porque inhibe las secreciones del neurotransmisor inhibitorio GABA, ácido gamma-aminobutírico que es el principal neurotransmisor inhibitorio cerebral; a la vez que hace lo mismo con el neurotransmisor Glutamato, excitatorio clave por excelencia de la corteza cerebral humana y que está por todo el Sistema Nervioso Central. Franjo Grotenhermen, investigador del Nova-Institute y actual director de la Asociación por el Cannabis como Medicina (ACM), detalla que “dependiendo del tipo de célula, la dosis y la situación del cuerpo, la activación de los receptores CB1 da lugar a múltiples efectos entre los que se encuentran la euforia, ansiedad, sequedad de boca, relajación muscular, hambre y reducción del dolor”.
Los receptores endocannabinoides no están solo en humanos. Se les ha identificado en los mamíferos, pájaros, anfibios, peces, erizos de mar, moluscos y hasta sanguijuelas. Investigaciones realizadas en la Universidad de Wake Forest de Winston-Salem, Estados Unidos, dan cuenta que la elevación de la concentración de anandamida en ratas redujo la memoria a corto plazo, efecto ya conocido por los usuarios de marihuana. Pero ¿por qué no sentimos la misma sensación de estar colocados solo con la anandamida? Esto ocurre porque al fumar cannabis, el THC circula por todo el cerebro y se estimulan todos los receptores cannabinoides, a diferencia de cuando se secreta anandamida, ya que el cerebro lo hace solo en el lugar necesario. Si nos golpean y sentimos dolor, el cerebro solo producirá anandamida en los receptores del dolor.
Para salir a trotar: ¿Por qué el cannabis hace efecto?
Los fanáticos del deporte experimentan lo que se llama el “subidón de los corredores”, que es una sensación de bienestar físico tras intenso trabajo físico. La ciencia explica que dichas sensaciones son provocadas por los endopiáceos, sustancias producidas por el cuerpo para mitigar el dolor muscular luego de un ejercicio extenuante y de estructura similar a derivados del opio.
Pues bien, recientes estudios concluyen que los endocannabinoides funcionan de manera similar. Según una pesquisa realizada por la Universidad de Munich, Alemania, el sistema endocannabinoide se activa en el ejercicio vigoroso. Las concentraciones de anandamida en la sangre aumentaron más del doble en 12 voluntarios sanos entrenados después de caminar vigorosamente. Este efecto se incrementa aún más en la montaña debido a una situación de concentración de oxígeno reducida .
Otra investigación, llevada a cabo en la Universidad de California en Irvine, dio cuenta que los endocannabinoides serían responsables de la sensación de euforia que algunas personas experimentan tras practicar deportes. Según el artículo publicado en la revista NeuroReport , se detectaron niveles altos de anandamida en 24 jóvenes después de haber transcurrido una hora corriendo o montando en bicicleta con intensidad moderada. Esto hace sospechar que la sensación eufórica del deportista no sería causada por las endorfinas liberadas por el cuerpo humano, como se pensaba hasta ahora, sino por el aumento de los endocannabinoides.
El doctor Arne Dietrich, responsable del estudio, sostiene que los cannabinoides son liberados por el cuerpo para ayudarlo a mitigar el estrés y el dolor provocados por el ejercicio. Éste “ayuda a reducir el estrés, disminuye la ansiedad, suprime el dolor, produce un sentimiento de bienestar y puede llevar incluso a un estado eufórico”- recalca Dietrich. Así las cosas, la práctica física es buena para la mente gracias al sistema endocannabinoide.
Cerebro preparado para el THC: Por qué el cannabis hace efecto
El químico y etnobotánico Jonathan Ott considera que el hallazgo de la anandamida “constituye el descubrimiento de una nueva clase de neurotransmisores que medien la relajación (y quizás incluso la beatitud) en el cerebro de los mamíferos” . Según Ott podría ocurrir que investigaciones futuras sobre el THC permitan que sea identificado como sustancia natural de los cerebros de los mamíferos, como hoy ocurre con los endógenos opiáceos, como la morfina, que desde hace poco se sabe es un componente normal del fluido cerebroespinal y de la leche, tanto humana como bobina.
Ott hace ver que “solo estamos suplementando o complementando las drogas que hacen trabajar a nuestro cerebro, y estos fármacos nos hacen efecto precisamente porque son idénticos o químicamente similares a nuestras propias drogas endógenas (…) al fin y al cabo, todas las drogas psicoactivas son iguales: casan con los receptores del propio cerebro para nuestras propias drogas endógenas”. Incluso investigaciones recientes -que necesitan ser confirmadas- sostienen que el THC en vez de destruir neuronas, lo que hace es ampliar las conexiones neuronales buscando caminos alternativos a las conexiones que operan en la conciencia ordinaria.
Así las cosas, el tiempo demostró que los usuarios de cannabis no disfrutan por una ‘tara psicopática’ o ‘herencia mórbida’, sino que se deleitan con cada calada de un porro por el simple hecho de ser mamíferos. Nuestro cerebro tiene todo un sistema, el denominado sistema endocannabinoide, cuya función descubierta es interactuar con las moléculas de THC, es decir. Los humanos somos una especie preparada constitucionalmente a modular con el cannabis.
Referencias 1 Grotenhermen, Franjo: Los cannabinoides y el sistema endocannabinoide. En Cannabinoids 2006; 1(1):10-14 [Versión española]. 2 Feuerecker M, et al. EUR J Appl Physiol. 2011 Nov 19. [en imprenta]. www.acmed.org 3 The Whistle – Newspaper for the Staff of Georgia Tech. En www.acmed.org 4 Ott, Jonathan: Pharmacotheon. Drogas enteogénicas, sus fuentes vegetales y su historia. Editorial La Liebre de Marzo, España, 1996.