Pedro Wong, marihuana medicinal en Perú: “Hemos ganado una batalla cultural”

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02 Jun 2019

La aprobación de la ley de marihuana medicinal en Perú es una victoria en la lucha por garantizar el derecho fundamental de la salud. El químico farmacéutico Pedro Wong explica por qué para acceder al autocultivo ahora tienen que dar otra pelea: la de garantizar el derecho de las personas a sus libertades personales.


Para Wong la ley de marihuana medicinal en Perú es perfectible

Uno de los principales responsables de la aprobación de la ley de marihuana medicinal en Perú, creyó hasta los 21 años que la marihuana era una planta peligrosa y adictiva. Pedro Wong asesoró al gobierno en la aprobación de la marihuana medicinal en Perú. Estudió farmacia y bioquímica en la Universidad Cayetano Heredia de Lima. Durante aquellos años sus profesores repetían que la cannabis producía pérdida de capacidad neuronal y de coeficiente intelectual. Su profesor de farmacología, Adolfo Zavaletta, era jefe de investigación de Cedro, una de las instituciones de prevención en el uso de drogas más importantes del país. “¿Qué iba a saber yo de cannabis en la universidad?”, se pregunta hoy.

Han pasado doce años desde que Wong se graduó de químico farmacéutico de la universidad. Hoy Cedro ya no habla de prohibir, sino de retrasar el consumo de marihuana en adolescentes, e incluso acepta que la planta puede tratar ciertas enfermedades. Pero Wong, fundador del Centro de Estudios del Cannabis, ya no se fía en qué dicen las autoridades de salud. [bsa_pro_ad_space id=18] En noviembre de 2017, el entonces presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, promulgó la ley 30,681 que permitía el acceso del cannabis y sus derivados para uso medicinal y terapéutico. Seis meses después, en mayo de 2018, se emitió el preproyecto del reglamento. Wong, como asesor técnico de la Federación de Cannabis Medicinal (Fecame), junto con el asesor legal Mario Ríos, advirtió que ese reglamento era más restrictivo que la ley.

Las empresas o personas que quisieran trabajar con cannabis debían presentar antecedentes penales. Los pacientes debían presentar exámenes de problemas mentales o de abuso de sustancias y la receta valía solo por tres días. “Teníamos una ley y un reglamento, pero en la práctica los pacientes no iban a poder acceder al medicamento”, explicó. Wong, con 31 años de edad, participó en una de las primeras reuniones ante el Comité de Expertos formado por el Ministerio de Salud, encargado de evaluar el uso medicinal de la planta y proponer las indicaciones, regulaciones y mecanismos para su implementación. En esa mesa de trabajo se sentaron también asociaciones de pacientes, activistas, médicos, abogados y representantes de la sociedad civil para hacer sus aportes al reglamento. “Yo soy químico farmacéutico de la Universidad Cayetano Heredia y no hemos tocado el tema de la marihuana en la universidad. Yo estoy seguro de que todos los que están en esta mesa, tampoco lo han estudiado”, dijo en su primera intervención.

Esa mañana de febrero de 2017, tras escuchar los argumentos de los expertos de la comisión de Salud que no querían regular a la planta, Wong se dio cuenta de que estos médicos de prestigio nacional no estaban dispuestos a entender la compleja realidad de los pacientes que requerían de esta medicina. Solo querían imponer su propia realidad sobre las drogas. Entendió que debía dejar de lado, por un momento, los argumentos técnicos y dar a entender el problema de fondo: el prohibicionismo mundial. Wong explicó que la marihuana está prohibida en la mayoría de los países que firmaron la Convención de Estupefacientes de la ONU en 1961. “El ingreso a esta prohibición, lo dice la Academia Nacional de Ciencias, no ha sido un móvil científico.

La razón para prohibir la marihuana se remonta a 1937”, dijo entonces. Se refería a la Marihuana Tax Act, que el congreso estadounidense aprobó por unanimidad. Esta ley tipificó como delito la producción, dispensación y posesión de cannabis, pese a que diversas entidades de salud no apoyaban aquella disposición. “Lo que han hecho las entidades nacionales como Cedro para sustentar la prohibición, ha sido buscar estadísticas de los mismos países donde está prohibido investigar a la planta”, explicó entonces.

La historia del prohibicionismo mundial se repite a escala local. En Perú, según las últimas encuestas, el 67% de la población está a favor de legalizar la marihuana. Pero el 20% que está en contra cree que el consumo de la planta termina en una adicción o en actos delictivos. Perú es uno de los países más conservadores de Latinoamérica. Aún no reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo, los derechos de las personas trans son negados, el aborto sigue siendo ilegal. A diferencia, por ejemplo, de Colombia, Chile o Uruguay, donde el autocultivo está permitido, en Perú está prohibido y no es bien visto precisamente por el estigma asociado al consumo.

“Todo este sistema está plagado de personas que no quieren que se regule la planta. Eso ya nos dimos cuenta. Hay una resistencia pasiva tremenda”, dice sentado en una banca del jardín botánico del Colegio Químico Farmacéutico, en el distrito de Surco, en Lima. Pese a ello, un año y ocho meses después de promulgarse la ley del cannabis medicinal, y tras negociaciones que debían durar menos de dos meses pero se extendieron por más de 430 días, definieron un reglamento alterno al propuesto por el comité de expertos. Ahora los médicos podrán prescribir cannabis y los pacientes adquirir el medicamento con una receta especial con vigencia de 30 días en una farmacia o botica con licencia para la venta.

Perú se suma a la lista de países donde la planta es legal para fines medicinales. Wong asesora a los equipos técnicos del Ministerio de Salud para aplicar el reglamento en un período de tres meses, un tiempo demasiado corto para la serie de permisos, trámites, procesos y capacitaciones que se requieren para su aplicación. Por ahora, los pacientes compran la medicina por la vía ilegal o siguen cultivando mientras no tengan otra manera de conseguirlo.

—En países donde está permitido el uso del cannabis los pacientes pueden cultivar y automedicarse. No esperan que las farmacéuticas comercialicen sus productos. En Perú, en cambio, es al revés: ya es legal investigar y producir marihuana para fines medicinales, pero el autocultivo está prohibido ¿Tiene sentido prohibir y mantener a la gente en la ilegalidad a cambio de productos más regulados?

—En el Perú y Latinoamérica los estados son muy paternalistas, quieren controlarlo todo. El Estado piensa que ellos deben normar todos los aspectos de salud. La gente que lo usa con cualquier fin va a llegar a la disyuntiva entre comprarlo al laboratorio o plantarlo de manera asociativa o personal. Este debate puede llegar al Perú cuando la gente a través de la medicina convencional se dé cuenta que esta planta no es peligrosa ni adictiva como decían que era. Yo creo que lo que acabamos de pasar es una batalla cultural y la hemos ganado.

 

—Las madres que medican a sus hijos con aceite de cannabis convirtieron su demanda en un tema de agenda nacional. Ellas exigieron al Estado acceder a la planta mediante el cultivo personal o asociativo, pero la ley no lo contempla. ¿Qué opciones les quedan?

—Sí. Las entidades estatales y los laboratorios farmacéuticos son los únicos que pueden tener licencias de producción, como ocurre con cualquier otro medicamento. Pero las plantas no psicoactivas, con menos del 1% de THC, no están controladas por el Estado. No hay ninguna razón por la cual un paciente o una asociación de pacientes no pueda cultivar sus plantas no psicoactivas llevando un registro.

Las madres que son la razón por la cual sucedió todo esto, incluso si no quieren comprar en la farmacia porque no sabemos a qué precio se va a vender o si no quieren ir a un médico, tienen la opción de cultivar cannabis no psicoactivo. El cannabis no psicoactivo es una sustancia no controlada: solo se necesita una receta común y un químico farmacéutico lo prepare con una fórmula magistral. Si bien sabemos que el THC tiene más evidencia que el CBD, por lo menos un 50% de la gente va a poder tener a una planta libre, así como una hierba luisa.

 

—Pacientes y activistas declararon que la ley es injusta al no permitir el acceso a la planta como medicina y que además favorece a las grandes farmacéuticas. ¿Cómo respondes a estas críticas?

—Hemos aprovechado la ley al máximo en favor del acceso. La planta ya no está bajo los efectos del Decreto Supremo 023. Es decir, ya no es una planta sujeta a fiscalización. Ahora se puede acceder a la planta de dos maneras: mediante el medicamento herbario que necesita de ensayo clínico. Y la otra mediante el producto farmacéutico de uso en salud, que no requiere ensayo clínico para producirlo y solo requiere sustentar su seguridad y eficacia con literatura científica. Estamos beneficiando a una población grande. Tal vez no a todos porque algunos necesitan THC. Fue el mejor esfuerzo que pudimos hacer con la ley. No saben lo difícil que fue que este reglamento tenga todas las opciones libres y disponibles que la ley permite. Hay más espacio para que las personas puedan exigir algo más, pero ya no por un tema de salud sino de libertades personales. Si estamos hablando de que el fin es médico, lo médico en este país está regulado por el Ministerio de Salud. Eso no quita que el cannabis tenga propiedades terapéuticas, las cultive una persona en su casa o las cultive la industria en un laboratorio.

 

—Muchos usuarios y pacientes perciben el autocultivo como una alternativa más eficaz que acudir a productos regulados por una farmacéutica. ¿Cuál es el riesgo real de cultivar y destilar el cannabis en casa?

—En un caso extremo, si la planta se honguea o tiene algún problema sanitario y el paciente lo ingiere, le puede hacer más daño. Estamos hablando de personas que no son profesionales. Puede que no usen guantes o tengan salmonelosis, o caiga pelo encima del preparado, o los instrumentos que utilizan no son sépticos. Yo no digo que no haya gente que lo hace muy bien, pero el hecho es que no pasan por un control de calidad y no se sabe si hay metales pesados, microorganismos o solventes orgánicos. En un país institucionalizado, quien te da la calidad es un laboratorio que tiene una certificación. Tu puedes hacer una preparación lo más sanitariamente posible, pero si no tiene registro sanitario no es un medicamento. Un producto para tener un certificado de calidad debe cumplir con algunas condiciones. Actualmente se están comercializando productos de manera ilegal en internet que podrían estar contaminados con metales pesados. Compran por kilos y lo convierten en medicina. Quién sabe cómo habrán estado cuidadas esas plantas. No hay un parámetro de control. Los detractores del uso del cannabis con fines medicinales están esperando que se cometa algún error, que alguien se intoxique, para luego decir: fue el cannabis.

 

—En las mesas de trabajo los expertos en salud argumentaron que el THC es adictivo, que los vapores de la destilación pueden afectar a los menores de edad, que 4 gramos de THC pueden ser letales… ¿Cómo fue lidiar con este tipo de argumentos pese a que la evidencia científica puede demostrar lo contrario?

—Ahora que ha pasado el tiempo, a mí me parece un placer haberlo hecho. Así nomás uno no tiene la oportunidad de aclarar cosas a gente que se supone que ya debería tener clara. Es un lujo académico. Pero en ese momento sentí impotencia. Los pensamientos de ellos eran parte del problema. Y el problema fue que el Ministerio de Salud ordenó armar un Comité que estaba integrado por quienes lo prohíben, como la Policía antidrogas, y por Devida la agencia que se encarga de la interdicción del Estado.

Dentro de ese equipo también había gente que estaba en desacuerdo con la ley y les tocaba hacer el reglamento, entonces hicieron lo posible porque salga lo más restrictivo posible. Muchas de esas personas o instituciones no querían que el cannabis tuviera difusión. Estaban en contra. Es más, antes de enviar el dictamen final para la creación de la ley 30.681 de cannabis medicinal, las comisiones de Salud y Defensa emitieron un documento para dejar fuera cualquier posibilidad de incluir el cultivo personal o asociativo.

En ese documento algunos “expertos” argumentaron que la marihuana aumenta la criminalidad, el deseo sexual, la disfunción eréctil, incluso el homicidio. Nosotros hemos defendido a un acusado que estaba en la cárcel y lo hemos sacado con el argumento científico.

 

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