Expo Cannabis Uruguay
La Expo Cannabis 2014: Uruguay Siembra fue un encuentro de gentes. La atmósfera que había en el aire era dada por las flores, pero sobre todo por la buena vibra. No solo fue un mitin cannábico; se hizo en el primer país que reguló completamente el cannabis. La Expo fue el mejor ejemplo de la regulación a la uruguaya, humildemente soberana.
La Expo Cannabis 2014: Uruguay Siembra fue un encuentro de gentes. La atmósfera que había en el aire era dada por las flores, pero sobre todo por la buena vibra. No solo fue un mitin cannábico; se hizo en el primer país que reguló completamente el cannabis. La Expo fue el mejor ejemplo de la regulación a la uruguaya, humildemente soberana.
La Expo Cannabis 2014: Uruguay Siembra fue un encuentro de gentes. La atmósfera que había en el aire era dada por las flores, pero sobre todo por la buena vibra. No solo fue un mitin cannábico; se hizo en el primer país que reguló completamente el cannabis. La Expo fue el mejor ejemplo de la regulación a la uruguaya, humildemente soberana.
Cuando llegué en la mañana del domingo todavía algunos stands estaban para armarse. Me reí para mi interior. Sabía que iba a ser así, a último momento, como esos goles fenomenales que han salvado a la selección de Luis Suárez de quedar fuera del Mundial, de tener alguna copa. Como pasa desde México hasta Tierra del Fuego. Me senté a conversar con Tony de Eva Seeds, uno de los bancos de semillas europeos que llegaron a Montevideo. Tony ya tiene algunas ferias sudamericanas sobre sus hombros. Sabe que acá hay otro modo. No vino a vender semillas; llegó para mostrarlas. En Uruguay no se pueden vender semillas. La regulación uruguaya no es el libre mercadeo que las empresas podrían desear. Tony lo sabía y decidió apostar por la expo uruguaya, para estar, para conversar, para charlar con la gente, no fue pensando en dinero, sino en perderlo. Estaba de buen humor. Como todos los que fuimos. Había una onda genial que circulaba por todo el predio elegido para el evento.
Una cincuentena de stands mostraban desde las revistas especializadas hasta ropa de cáñamo, parafernalia cannábica, había sushi, delicias vegetarianas, licuados, jugos, cerveza, coca cola, pizzas, postres, tartas dulces… lo que te imagines, allí estaba. Todo pronto para aliviar el bajón. El menú era verdaderamente genial, tenía swing.
La variedad de porros no era menos competitiva. Veinte años atrás en Uruguay los cultivadores no podían distinguir una planta macho de una hembra. No había información, no había internet, tal vez conseguían alguna revista que viajaba desde Europa y poco más. En Uruguay dicen que todo llega veinte años después.
El gobierno de José Mujica ha hecho algo con el cannabis que es interesante de reseñar, aunque le rechine a unos cuantos. Mujica sacó del ámbito comercial al cannabis. No se puede vender o comprar excepto en las farmacias, algo que debería ocurrir este 2015. En Uruguay el cannabis adquiere otro valor, más simbólico que material. Pero está anclado en el mercado ilegal del prensado paraguayo que topea el precio del cannabis legal. Hay otro valor para el cannabis, que es inmaterial. Es el que cada uno le da a la planta. Algunos la piensan en términos económicos; otros, en términos espirituales, recreacionales, medicinales. Mujica parece querer alejar el cannabis de lo que se conoce como mercado, que, como su nombre previene, todo lo mercantiliza y sume a los bienes en una adoración casi religiosa o mágica. Tener es ser.
La regulación uruguaya está hecha a medida del país. Tener es fumar y nada más. Por eso, y por otras cosas que no vienen al caso, la Expo Cannabis reflejó este espíritu y las empresas que vinieron sabían adónde venían. También los activistas y los curiosos podrían suponerlo. Había unas cuantas señoras muy bien vestidas, mayores de cincuenta años, escuchando cómo cuidar la planta en floración, sacando fotos de una y otra variedad. Gente grande vaporizándose, preguntando por los usos medicinales. Cuando los prohibicionistas dicen que con la legalización el uso de cannabis va a aumentar, no puedo más que concordar con ellos. Mi reparo es que serán los mayores los que se incorporen al uso. Porque toda la vida pensaron que el cannabis era B, pero resulta que ahora es A. La sociedad uruguaya quiere conocer, por eso la Expo.
En Uruguay los productos básicos para la vida humana están en el circuito comercial, pero no todos están, lo que se dice, mercantilizados. El país todavía conserva tiendas barriales para la subsistencia; se llaman almacén. Montevideo es una ciudad baja, pero cada vez se ven más edificios espejados y centros comerciales de proporciones babilónicas. El presidente uruguayo lo repite cada vez que puede: el consumo exacerbado es uno de los principales males modernos. Y cuando creó este nuevo mercado parece haberlo hecho para alejar el cannabis de esa tendencia a ponerle precio a todo. El tiempo dirá.
En Uruguay las cosas van lentas, en general, pero cada vez se planta más. Los cultivadores se perfeccionan, muchos ya tienen cosechas todo el año. No olí prensado paraguayo en toda la feria. Sin duda, en muy poco tiempo cada vez más cultivadores harán lo suyo mejor y mejor. La última cosecha, la primera legal -o algo así-, fue genial. En Montevideo se olían flores en todas partes y les juro que no exagero. El tufillo aceitoso-asqueroso del paraguayo desapareció por unos meses desde abril. Todos los que fuman tienen alguna planta, en la playa, en el campo, en la ciudad, donde sea. Ahora que los conservadores tienen menos excusas para molestar, hay, cuando menos, una plantita por casa. Y ahí discrepo con los conservadores que dicen que se disparará el consumo entre jóvenes. Error. El consumo no variará demasiado, lo que sí cambia para bien es la salud, porque ya se está usando una sustancia de calidad. Los narcos se comerán las uñas o inundarán las calles de cocaína. El único producto que la inflación no afectó; cuesta lo mismo que hace diez años. Esto potencia su consumo, como hace el prohibicionismo. 25 gramos de paraguayo se consiguen por unos 40 dólares. Uruguay es caro, pero a los narcos “se les fue la moto”, como dicen en Uruguay. También, por cuestiones de precio, la gente planta y deja de consumir esa plasta para el cerebro y el aparato respiratorio que es el paraguayo.
Dentro de la zona de stand no se podía fumar; la ley de regulación lo prohíbe en espacios públicos. Los fumadores se iban a un parque contiguo, muy bonito, con pasto, para tirarse panza arriba. Disponían de un chill out tapizado de sillones y domos o gazebos blancos que tapaban el sol picante de mediados de diciembre. Todo estaba en armonía. Fue la primera vez que en América Latina se hizo uno de estos eventos, por lo menos uno con tanta libertad. Y eso era palpable. Hasta el personal del Latu, un laboratorio tecnológico público con parque de exposiciones incluido que prestó sus instalaciones para el evento, quedó fascinado con la Expo. No solamente nunca habían visto tanta gente; nunca habían visto tanta buena onda por ahí.
Hubo muchos contenidos. Ordenarlos por importancia sería injusto. Las conferencias reunieron a unos cuantos de los más interesantes activistas del mundo. Estuvo Paige Figi, la madre de la niña Charlotte, que redujo un 99 % las convulsiones con un aceite que hicieron los Stanley Brothers. Paul Stanford, dueño de uno de los dispensarios más grandes de Estados Unidos, dijo lo suyo. También compartió su experiencia el periodista brasilero Tarso Araujo, autor de Ilegal, un documental sobre el uso clandestino de aceite cannábico para frenar los síntomas de las epilepsias refractarias. Araujo también es uno de los responsable de Repense, un colectivo que viene dando la discusión a nivel de opinión pública en Brasil sobre el uso de cannabinoides en la medicina y la tontería de la prohibición que impide a niños muy pequeños tener una mejor calidad de vida. Después de mirar la película, de conocer el sufrimiento de niños, madres y padres, no hay manera de seguir creyendo que estos medicamentos deban seguir trabados por la bur(r)ocracia estatal. También estuvo el abogado Don Wirtshafter, estadounidense especializado en cannabis. Andrea Hermann, canadiense, dedica sus horas al estudio del cultivo y la producción de cáñamo. Hermann compartió sus conceptos agronómicos y del procesamiento industrial de la planta; Hannah Hetzer, de la Drug Policy Alliance con una sólida exposición sobre los efectos de la prohibición, y Joel Stanley, de los Stanley Brothers, también tomaron la palabra.
Uruguayos participaron varios. Uno fue Gustavo Robaina de ProDerechos, una de las organizaciones que más batalló por la regulación. Fabrizio Giamberini explicó sus proyectos. Comenzó a experimentar con el cáñamo conjuntamente con el estado uruguayo desde 2010. La doctora Raquel Peyrabue nunca pasará desapercibida; ella viene humanizando la medicina en Uruguay desde los años ochenta, empoderando usuarios con problemas en vez de hacerlos sentir una porquería como hacen casi todos los demás. Peyraube, además, fue asesora de varios gobiernos, senadores y movimientos en Uruguay. Se merece una nota aparte; ya la haremos.
También estuvo Hernán Delgado, biólogo, integrante de ProDerechos, quien conferenció sobre el impacto del cannabis en el cerebro. Juan Vaz, uno de los cultivadores más añosos de Uruguay, dio su conferencia. Vaz está trabajando para unos cuantos bancos de semillas en la crianza de variedades de cannabis; es probablemente el primer criador uruguayo y también se puso la legalización al hombro desde 2005, después de haber estado preso.
Hubo talleres de cultivo, de fabricación de ladrillos de cáñamo; también, una muestra del Hemp and Hash Museum. Y muchas muchas plantas. Por aquí y por allá. Sí, en Uruguay es legal y las plantas se muestran. ¿Cómo no hacerlo en este país que fue el primero en sacarse el traje de la prohibición sin tapujos? La Expo Cannabis uruguaya fue un éxito. Esperamos ansiosos la segunda. Gracias Uruguay.