El canamo va a la universidad
Si todo sale bien, en la próxima primavera la cátedra de Cultivos Industriales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), dará inicio a una pequeña plantación de Cannabis Sativa para la investigación científica.
Si las instituciones argentinas y los docentes universitarios superan la ceguera que el prohibicionismo ha cultivado durante años, el país se podría convertir en un importante proveedor de fibras. El cáñamo piensa volver en una tierra que no lo ha olvidado, y hoy lo reclama más que nunca.
Daniel Sorlino, docente de la cátedra de Cultivos Industriales de la Facultad de Agronomía de la UBA, comanda esta iniciativa. Es el encargado de investigar el cultivo de materias primas para aplicaciones industriales como la producción de energía y de materiales específicos o sustancias químicas para usos industriales. La cátedra trabaja con varios cultivos buscando desarrollar especies homogéneas de la mejor calidad posible. “La industria no admite la heterogeneidad propia de la naturaleza y necesita ordenar los patrones de producción”, dice Sorlino en su despacho de la Facultad de Agronomía.
El cultivo de cannabis se desarrollará en el campo experimental de la Facultad de Agronomía, al sur de la provincia de Buenos Aires, donde actualmente se cultiva soja, quinoa, ricino, onagra y jatropha, entre otros.
Las autoridades de la Universidad ya dieron su visto bueno al proyecto de plantar cáñamo industrial y solo falta la autorización de los entes gubernamentales. El Servicio Nacional de Sanidad Agraria (SENASA) y la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), deben aprobar el ingreso de las semillas de cannabis que se importarían desde Canadá, uno de los veinte países que permiten este cultivo, porque tiene la inteligencia de no confundirlo con el cannabis psicoactivo.
La idea de la UBA es cultivar una variedad llamada Silecia, que tolera el clima frío para obtener los mejores resultados en la húmeda pampa de Buenos Aires. La variedad es un híbrido que cría flores con menos de 0.03% de THC. Con un porcentaje tan bajo de este principio activo la variedad no tiene efectos psicoactivos y eso les permite ser utilizada por las industrias del mundo. Sin embargo, dado que la ley argentina prohíbe sin excepción el cultivo de cannabis, Sorlino teme que la iniciativa se trabe en los organismos gubernamentales que ya le han pedido todo tipo de documentación y estudios que certifiquen que la planta que cultivaría “no sirve para usarse como droga”, explicó a Soft Secrets.
La planta que quiere importar la Facultad de Agronomía sirve “para todo”, promete el docente universitario. “De las semillas se puede extraer aceite con muchas propiedades que incluso sirve para generar biocombustibles. Del tallo se obtendrán fibras, con las que se puede producir lo que se te ocurra”, afirma Sorlino sin pestañear.
La fibra del cáñamo resiste los hongos y bloquea la luz ultra violeta, por eso es un textil insuperable en tiempos donde la protección contra el sol es esencial para evitar enfermedades en la piel que el algodón y los sintéticos no previenen.
Actualmente, China es el mayor productor de cáñamo en telares, sus fibras tienen una demanda altísima en todo el mundo, precisamente porque la enorme mayoría de los países confunden al cáñamo de uso industrial con la marihuana de uso recreativo o medicinal y lo prohíben.
La fibra también sirve para hacer papel, utilizando menos químicos en su producción que la madera. La industria automotriz también la utiliza para aislar térmicamente sus automóviles, Mercedes Benz y BMW la usan en los paneles de sus puertas para esos fines. La fibra también permite hacer ladrillos para la construcción que son, además de generosos aislantes térmicos, magníficos aislantes sonoros.
La celulosa de cáñamo es un polímero natural. A diferencia del plástico, un polímero sintético, el cáñamo es biodegradable y no tiene las trazas tóxicas del contaminante plástico. Parece que ventajas hay muchas. La biomasa orgánica puede transmutarse también en todo tipo de pinturas y barnices, sustitutos de la madera y materiales biodegradables para la construcción, solo por nombrar algunos. Dichos materiales, potenciados con las tecnologías actuales, pueden derivar en la más amplia gama de productos. “Hasta la carrocería de un automóvil puede producirse con cannabis”, asegura Sorlino, quien además explica que con la tecnología de impresión 3D, “podemos imprimir lo que se nos ocurra con la fibra del cáñamo”.
Sorlino evalúa que uno de los problemas de la planta canadiense que intenta importar es que su apariencia es similar a las variedades con THC y ello podría atraer a los curiosos. Previo al acuerdo con los canadienses, el científico intentó hacer un convenio de cooperación con Polonia para importar semillas que terminan convertidas en plantas de coloraciones rojizas, que a simple vista se diferencian de cualquier espécimen cultivado para fines recreativos. Pero repentinamente y sin dar explicaciones, los polacos decidieron no vender semillas a la Argentina. Sorlino cree que Polonia –líder mundial en el desarrollo de fibras naturales con una posición estratégica dentro de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura) de Naciones Unidas– no quiso asumir el riesgo de tomar partido en un tema que podría ser controversial para la sociedad argentina.
Desde que Sorlino comunicó sus intenciones de investigar el cultivo de cannabis en la UBA, asociaciones y personas se pusieron en contacto para pedirle su cooperación en la investigación de los usos medicinales de la planta. La especie que se estaría importando desde Canadá contiene cannabidiol (CBD), principio activo no psicoactivo utilizado para el tratamiento de algunas epilepsias, esclerosis múltiple, ciertos desórdenes de ansiedad y muy efectiva como analgésico porque inhibe la transmisión de señales nerviosas asociadas al dolor, además de otras aplicaciones médicas.
Sorlino ha trabajado y estudiado el cultivo de lino, de gran relevancia en Argentina durante los siglos pasados y asociado históricamente al cáñamo desde antes que América existiera como tal. Cáñamo y lino poseen fibras complementarias para los tejidos. El tallo y las semillas de lino tienen infinitos usos de la misma manera que el cannabis. Sorlino aclara que el cáñamo es más rústico que el lino en cuanto a la calidad de su aceite y de sus fibras. A diferencia del lino, que es un cultivo de invierno y en el mejor de los casos crece un metro de altura, el cáñamo puede generar plantas de hasta cuatro metros entre tres y cuatro meses, con lo que aumenta la posibilidad de producir fibras.
No es la primera vez que se cultivaría cannabis en Buenos Aires con fines industriales. En épocas de la colonia española el cáñamo era fundamental para confeccionar velas para los barcos y ropa para la población. Más acá en el tiempo, en 1960, en la localidad de Jáuregui, La Linera Bonaerense, parte del Complejo Industrial Villa Flandria cultivaba cáñamo con propósitos industriales.
Ahora los tiempos son otros. Y habrá que ver si Argentina en el renacer de la industria nacional se hace amiga del cáñamo o lo deshecha como tantas buenas ideas que quedaron por el camino. Sería una pena. Sería otra victoria para el prohibicionismo cuando todo parece indicar que el tiempo del oscurantismo se va terminando en América del Sur.