Cría bacterias beneficiosas para sustrato de cannabis

Soft Secrets
12 Oct 2013

Los lactobacilos forman parte de la mayoría de los probióticos, esos alimentos consumidos por sus propiedades saludables que equilibran la microflora del suelo del mismo modo que regulan nuestra flora intestinal.


Los lactobacilos son bacterias beneficiosas para el cannabis. Están presentes de forma natural en el cuerpo del ser humano y de muchos animales, se encuentran por ejemplo, en el tracto digestivo y en la vagina.

Además, forman parte de los microorganismos que se ocupan de descomponer la materia orgánica en la naturaleza y se emplean en la fabricación de numerosos alimentos: yogur, queso, chucrut, encurtidos, aceitunas y algunos panes.

Los lactobacilos producen enzimas y antibióticos naturales con propiedades bactericidas, capaces de eliminar especies tan peligrosas como Salmonella y E. coli. Además, segregan ácido láctico como desecho, acidificando el entorno y dificultando la supervivencia de otras bacterias.

El género Lactobacillus comprende 180 especies. Las aplicaciones de los lactobacilos en agricultura orgánica son innumerables: estimulan la salud general de las plantas y su sistema inmunitario, regeneran la población de microorganismos beneficiosos que viven en el suelo y en la superficie de las plantas, mejoran la absorción de nutrientes y el aprovechamiento de los fertilizantes, contribuyen en la prevención de ataques por hongos como la botritis o el oidio, en el proceso de compostaje permiten una descomposición libre de malos olores, se emplean en la fermentación de materia orgánica para elaborar fertilizantes, en suelos compactados y enfermos ayuda a eliminar otras bacterias anaeróbicas dañinas y comenzar a reacondicionar su estructura.

Caza y cultivo de lactobacilos para cannabis

Los lactobacilos se encuentran en todas partes y se pueden recolectar del aire siguiendo una técnica muy sencilla que nos permitirá atrapar las especies locales de Lactobacillus. Como elemento nutritivo vamos a utilizar el agua que se obtiene tras lavar arroz, depositándola en un contenedor de plástico o cristal.

Es importante que el agua de arroz ocupe entre un tercio y la mitad del volumen del recipiente para que quede una buena cantidad de aire en su interior. A continuación se coloca el contenedor con la tapa puesta pero sin apretar, en un lugar sin luz solar directa. Los microorganismos que flotan en el aire irán cayendo en el agua de arroz donde se empezarán a alimentar.

Hay que dejar que el agua de arroz fermente entre 5 y 7 días a una temperatura de 20 a 25º C. Con la fermentación, la fibra de arroz que haya en el agua sube a la superficie y forma una fina película de olor agrio que se puede eliminar simplemente filtrando el líquido. Una vez tenemos nuestro inóculo de bacterias, lo mezclamos con diez partes de leche por cada parte de inóculo para estimular los lactobacilos presentes y eliminar el resto de microorganismos que no nos interesan.

La leche fresca y entera es la más recomendable pero se puede usar leche desnatada o, incluso, leche en polvo. Otro método más sencillo para conseguir un inóculo de Lactobacillus es ir al supermercado y comprar un yogur natural. Tratamos el yogur como si fuera el agua de arroz fermentada y lo disolvemos en diez partes de leche. No es tan bonito como captarlos del aire, pero en situaciones de urgencia reduce la duración del proceso de elaboración del estimulador de lactobacilos a la mitad.

Una semana después de añadir el inóculo a la leche, los hidratos de carbono, las proteínas y la grasa se habrán coagulado en una masa blanquecina que flotará en un líquido amarillento, el suero, que es el que contiene los lactobacilos. Filtra el líquido con un colador y tira la masa coagulada. El suero con los lactobacilos se puede guardar en la nevera, donde el frío los mantiene vivos pero ralentiza su ritmo vital. También se puede guardar a temperatura ambiente si se le añade igual cantidad de melaza o azúcar morena disuelta en algo de agua, para que los lactobacilos se alimenten.

El azúcar blanco no sirve por que los productos químicos que se emplean en su refinado pueden dañar a los lactobacilos. El suero refrigerado o la mezcla de suero y melaza a temperatura ambiente es nuestro cultivo madre de lactobacilos, se conserva muy bien, probablemente durante meses si está bien cerrado.

Si hacemos más cantidad de la que vamos a necesitar, conviene guardarla en este estado. El suero contiene muchos lactobacilos pero, como se han acabado la comida, permanecen en estado de letargo. Antes de usarlos conviene activarlos, para ello hay que mezclar por cada parte de suero una parte de melaza o azúcar moreno y veinte partes de agua.

El cloro daña a los lactobacilos, por lo que no se recomienda usar agua clorada. Sirve el agua de lluvia, de botella, de osmosis, destilada o, incluso, el agua del grifo siempre que se tome la precaución de dejarla al aire durante 24 horas para que pierda el cloro. Dejamos fermentar la mezcla durante al menos 24 horas para que los lactobacilos se activen y se multipliquen por miles de millones, entonces ya tenemos listo nuestro estimulador de lactobacilos, vivo y activo.

Este estimulador a base de lactobacilos se emplea en dosis de 7-15 ml por litro de agua. Se puede pulverizar directamente sobre las plantas o el montón de compost, añadirlo al agua de riego o mezclarlo con la solución nutriente. A las plantas les sienta muy bien, después de fumigarlas las hojas aparecen más brillantes, vigorosas, sanas y limpias. El compost fermenta con mayor rapidez y sin malos olores.

Lactobacilos en el cannabis: suelo y microorganismos beneficiosos

La aplicación de lactobacilos al suelo estimula la vida microscópica del suelo, pero no tanto como cuando se combina con otras especies. Cuando se añade al suelo un único tipo de microorganismo, aunque se haga en grandes cantidades, su efecto es limitado en el tiempo, pues la interacción con el resto de especies presentes en el ecosistema reduce su número rápidamente.

Los efectos son mucho más eficaces y duraderos, en cambio, cuando se aplica un cultivo mixto compuesto por muchas especies capaces de interactuar entre sí manteniendo un equilibrio. Las virtudes de los lactobacilos son numerosas, pero aún resultan más evidentes cuando se combinan con otros microorganismos.

El suelo contiene numerosas especies de hongos, bacterias, levaduras y algas. Los microorganismos del suelo se especializan en una (o varias) de las siguientes actividades: a) fermentación, b) descomposición aeróbica, c) putrefacción y d) síntesis.

La fermentación es un proceso anaeróbico (sin aire), por el que algunos microorganismos como las levaduras o los lactobacilos transforman carbohidratos complejos en compuestos orgánicos simples que las plantas pueden absorber directamente.

La mayoría de los fertilizantes orgánicos líquidos se obtienen por fermentación anaeróbica de la materia orgánica, y se suele estimular añadiendo azúcar o melaza para favorecer la actividad de las levaduras. La descomposición aeróbica (con aire) consiste en la oxidación completa de un sustrato por parte de microorganismos.

Es un proceso que libera mucha más energía en forma de calor y gas que la fermentación anaeróbica, por lo que el producto final de la descomposición ha perdido una buena parte de sus nutrientes, algo que sucede en menor medida con la fermentación. El compost es un fertilizante obtenido por medio de una descomposición aeróbica de la materia orgánica.

Durante el proceso, el agricultor aprovecha la energía liberada en forma de calor para esterilizarlo, eliminando semillas de malas hierbas y huevos de insectos, pero sacrifica buena parte de los nutrientes que se pierden en forma de calor y gases liberados a la atmósfera. La putrefacción es una descomposición anaeróbica incompleta de las proteínas, da como resultado la producción de metabolitos malolientes y tóxicos para las plantas, como amoniaco, indoles o mercaptanos.

Los microorganismos sintetizadores son organismos aeróbicos que crean su propia energía metabólica, fijan el nitrógeno del aire (Azotobacter, Rhizobium) o el dióxido de carbono por medio de la fotosíntesis (cianobacterias y microalgas). De estas cuatro actividades, la putrefacción es la que más problemas da al cultivador, ya que genera compuestos tóxicos que perjudican el crecimiento vegetal.

Suele darse principalmente en suelos compactados o anegados de agua, ya que se ve favorecida por condiciones de baja oxigenación, pero se pueden combatir sus efectos perjudiciales añadiendo lactobacilos al suelo, tienen la propiedad de metabolizar estos compuestos tóxicos y de mal olor.

Obtención de microorganismos beneficiosos locales

Una técnica muy interesante consiste en recolectar microorganismos beneficiosos locales para aplicarlos en las plantas. Las especies de microorganismos del suelo que viven en una zona están adaptadas al clima local y el cultivador puede aprovecharlas trasladándolas a las raíces de sus plantas.

Los microorganismos se capturan con la ayuda del arroz cocido, un carbohidrato fácilmente asimilable. En un recipiente amplio y de poca altura se introduce arroz cocido hasta formar una capa de un par de centímetros de profundidad y se cubre con una malla o rejilla de forma que se pueda enterrar sin que se llene de tierra.

También se puede poner una tapa que tenga numerosos agujeros. Aunque los microorganismos se pueden cazar en cualquier lugar con vegetación, obtendremos una mayor biodiversidad en zonas silvestres y alejadas de la acción humana. Lo mejor es ir al bosque y buscar un árbol grande y viejo en cuya base se haya formado una espesa capa de humus.

Cavamos un hoyo en el humus y depositamos el recipiente con arroz en su interior. Lo cubrimos con tierra para que no atraiga animales y lo dejamos unos días, pocos en tiempo cálido y hasta una semana si las temperaturas son más bajas. Tras desenterrar el recipiente con cuidado y destaparlo veremos que el arroz muestra distintos tipos de contaminaciones causadas por microorganismos. Otra opción es recoger un cubo de este humus y realizar el proceso de captura de los microorganismos en casa, poniendo el recipiente con arroz dentro de una caja de cartón y cubriéndolo con el humus.

Conviene pulverizar un poco de agua cada día para mantener el humus húmedo. Al cabo de una semana se extrae el recipiente. Es un sistema más cómodo pues evita tener que volver al bosque a buscar el arroz e impide que un animal pueda encontrarlo y comérselo, dejándonos sin nuestros bichitos. Tras cazarlos llega el momento de alimentar los microorganismos para que se reproduzcan. Para ello añadimos una parte de melaza o azúcar moreno por cada tres partes de arroz.

Si resulta demasiado espeso para que el azúcar se disuelva bien, se puede añadir un poco de agua a la mezcla. Una semana después, el inóculo de microorganismos locales está listo, se puede filtrar si se desea para eliminar los restos sólidos de arroz que pudieran quedar pero no es necesario. Si lo vamos a usar inmediatamente no hay más que diluirlo en veinte partes de agua para obtener nuestro estimulador MAB (microorganismos activos beneficiosos). Si, por el contrario, deseamos conservarlo a largo plazo hay que mezclarlo con azúcar o melaza a partes iguales y guardarlo, de ser posible, en la nevera. Cuando deseemos emplearlo, disolvemos una parte de inóculo en veinte de agua.

Activador de MAB (microorganismos activos beneficiosos)

Antes hemos explicado que añadir una sola especie de microorganismo beneficioso al suelo tiene efectos menos intensos y duraderos que si se aplica una mezcla de ellos. Combinando el suero de lactobacilos, el inóculo de microorganismos locales y levadura de panadería (Saccharomyces cerevisiae) que también es un microorganismo beneficioso, obtenemos un activador de la vida microscópica del suelo de primera calidad y a muy bajo precio.

Una receta posible es ocho partes de suero de lactobacilos, una parte de inóculo de microorganismos locales y una parte de levadura (que habremos disuelto en un poco de agua tibia junto con una cucharada de melaza y dejado reposar unas horas para que se active). Agitar bien el activador y conservar en frío, dura varios meses. Se usa disuelto en agua al 0,5-1% (5-10 ml/l) y se aplica en riego o pulverización sobre el suelo, el sustrato de las macetas o el montón de compost. También se puede emplear en la elaboración de bokashi, el famoso compost de fermentación láctica elaborado tradicionalmente por lo campesinos japoneses.

Bokashi, el compost anaeróbico

En Japón, los granjeros cubrían los desechos y restos de comida con un tipo de tierra  rica en microorganismos que ayudaban a fermentarlos y evitaban el mal olor. Cuando tenían suficiente cantidad acumulada enterraban la mezcla de restos y tierra que, en pocas semanas se acababa de descomponer y se convertía en un fantástico abono.

Este tipo de compost tiene características especiales que lo hace muy interesante para la agricultura. En primer lugar, conserva la mayor parte de los nutrientes que había en la materia vegetal, ya que los microorganismos responsables del bokashi realizan una fermentación anaeróbica que descomponen la materia sin perder nutrientes en forma de gas y calor, como sucede en la descomposición aeróbica del compost tradicional. Además, el bokashi estimula la microflora y la microfauna del suelo, lo que redunda en mayor fertilidad, menos plagas y menor necesidad de abonos.

El bokashi casero se está convirtiendo en una buena alternativa a los compostadores domésticos tradicionales, ya que elimina algunos de sus inconvenientes como los malos olores o los insectos que aparecen cuando se añaden restos no vegetales de comida. Con el bokashi se pueden compostar restos de carne o pescado e incluso aceites y lácteos, siempre que se mezclen con una cantidad suficiente de vegetales. En un cubo que cierre herméticamente y que tenga un pequeño grifo en la parte inferior, para poder extraer el jugo que va drenando de los restos en descomposición, se introduce los restos de comida por capas, intercalando microorganismos y algún material rico en carbono (se usa mucho el salvado de trigo y la cáscara de arroz pero también sirve la turba, fibra de coco, paja de trigo troceada o incluso hojas secas o polvo de carbón vegetal).

Los microorganismos responsables de la fermentación se pueden comprar por internet, donde se venden bajo el nombre de EM (Effective Microorganism) o emplear el activador de MAB que hemos explicado anteriormente. Los microorganismos los añadiremos disueltos en agua y mezclados con melaza para alimentarlos, pulverizándolos sobre el material rico en carbono que cubre los restos de comida. El cubo debe permanecer herméticamente tapado para que no huela.

Cada día se añaden los nuevos restos de la cocina y se cubre con una capa de material rico en carbono y se fumiga con microorganismos. Mientras está destapado el cubo se abre el grifo de la parte inferior y se recoge el jugo que sale. Este líquido, disuelto en agua a dosis de 10-20 ml/l es un buen activador del suelo o del montón de compost tradicional. Tras una o dos semanas, el material medio descompuesto está listo para pasar a la segunda fase.

Cava un agujero en el suelo y mete dentro el contenido del cubo, cubriéndolo a continuación con tierra de modo que quede completamente tapado. No hay que hacer nada más, entre tres y seis semanas después, dependiendo de la temperatura, el bokashi está listo. Puedes plantar tus plantas directamente en el lugar donde lo enterraste o sacarlo y usarlo como fertilizante para esparcir en las macetas o al pie de tus plantas.

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