Hacia una mejor calidad de los productos cannabinoides

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17 Jun 2019

En los últimos años, la marihuana ha ido pasando con rapidez de ser una droga de carácter recreativo a un medicamento. En otras palabras: un producto no regulado que se usaba por diversión o por afán de aventura está convirtiéndose en un medicamento para pacientes gravemente enfermos que necesitan un producto fiable. Esta transición tiene importantes consecuencias para los niveles de calidad que debería esperarse de los productos cannabinoides.


Por Lisette Wijnkoop y Arno Hazekamp. Texto gentileza de Fundación Canna* Por ejemplo: los pacientes normalmente no quieren alterar su mente, sino funcionar lo suficientemente bien como para poder salir de casa, conducir o visitar a la familia. Para ellos, la euforia es, en general, un efecto secundario no deseado. Por otra parte, los pacientes quieren tomar suficiente cantidad de marihuana como para sentir el efecto terapéutico deseado. Esto significa que, para que el paciente tenga idea de la dosis correcta, es importante saber la cantidad de THC que contiene un producto cannabinoide.

Además, el sistema inmunitario de los pacientes puede estar debilitado y debe protegerse contra los aditivos dañinos como pesticidas, microorganismos dañinos y toxinas fúngicas producidas por determinados mohos. Cuando se trata de productos que se utilizan como medicamento, es importante saber qué principio activo contienen y asegurarse de que no presentan ningún aditivo dañino, y la marihuana no es una excepción. Este objetivo puede lograrse mediante una combinación de estandarización correcta y un control de calidad fiable de los productos cannabinoides.

Estandarización y control de calidad

En los Países Bajos, como parte del Programa de Marihuana Medicinal oficial que supervisa la Oficina de Marihuana Medicinal, existe un cultivador certificado y legal de marihuana con fines medicinales. Para garantizar una calidad segura y una concentración constante de principios activos, durante el proceso de cultivo se toman gran número de medidas, que comienzan con el modo de multiplicar las plantas: dado que se realiza mediante esquejes, cada planta es, desde el punto de vista genético, la misma.

Cuando se utilizan semillas, cada planta puede tener una composición de principios activos distinta, lo cual obtendría efectos diferentes. Las diferencias entre los lotes de estirpes genéticas idénticas también pueden deberse a las condiciones de cultivo, como el tipo y la cantidad de luz, la temperatura, los nutrientes o la humedad, y, por último, el modo de procesar, secar y conservar las plantas puede influir también sobre la composición de los principios activos en la marihuana. Esto significa que deben controlarse lo suficiente todos los pasos, desde el cultivo hasta la administración al paciente.

En los Países Bajos, un laboratorio independiente analiza la marihuana con fines medicinales para comprobar su aspecto (tamaño y forma del capullo o cogollo), el contenido en cannabinoides, el perfil de terpenos y el contenido de agua. También se analizan la ausencia de cabellos, insectos, bacterias y mohos, así como de metales pesados, pesticidas y toxinas fúngicas. El conjunto de todos estos pasos garantiza que la marihuana medicinal neerlandesa sea uniforme y de calidad controlada. Estas son las condiciones que se aplican a la marihuana que se cultiva legalmente en condiciones de buenas prácticas de manufactura (BPM) y que se analiza en un laboratorio oficial.

Esta marihuana es un material vegetal estandarizado y puede comercializarse como marihuana de grado farmacéutico pero, ¿es necesario seguir todo este proceso es en el caso de que se fabriquen productos, como los aceites de cáñamo, o para la preparación de productos de CBD, que con frecuencia se comercializan como complemento alimenticio? Es importante ser conscientes de que, independientemente de la categoría legal de un producto cannabinoide, siempre es importante que un producto contenga todos los ingredientes indicados en la etiqueta y que no contenga ningún aditivo dañino.

Por ello la pregunta es: ¿Qué debería analizarse y etiquetarse exactamente? Lo más importante es la cantidad de los principios activos más potentes, los cannabinoides. En la etiqueta debe indicarse con claridad el contenido de los principales cannabinoides, entre los que deberían incluirse, al menos, THC, THCA, CBD y CBDA, y con preferencia también CBN, CBG y δ-8-THC, dado que todos estos compuestos pueden producir efectos farmacológicos significativos, aunque diferentes.

¿Qué no es deseable?

El requisito más importante para los productos de salud es que el consumidor pueda usarlos de forma segura(1). Esto puede conseguirse siguiendo los procedimientos (higiénicos) correctos y excluyendo la adición de sustancias tóxicas mediante la utilización exclusiva de materiales seguros y que no sean tóxicos.

Para garantizar la seguridad del producto, pueden aplicarse controles del proceso durante la fabricación y debe examinarse el producto final en un buen laboratorio, con preferencia independiente. En los productos derivados de las plantas puede haber pesticidas porque los cultivadores pueden usarlos para controlar o erradicar plagas como insectos o mohos.

Dado que el cultivo de cáñamo no suele controlarse (es decir, no lo inspeccionan organizaciones ni agencias independientes), es posible usar muchos pesticidas y, de hecho, se usan. En un estudio reciente en los Países Bajos (2), en 25 muestras obtenidas de cafés, 23 contenían cantidades detectables de pesticidas. Por desgracia, no se sabe con precisión hasta qué punto son dañinos los pesticidas cuando se fuman.

Sin embargo, se ha demostrado que pueden inhalarse y que se introducirán directamente en los pulmones al fumar marihuana contaminada (3). En el caso de los productos alimenticios, se permiten determinadas concentraciones máximas de pesticidas, pero debería tenerse en cuenta que esto se basa en el consumo por vía oral. Las concentraciones máximas de pesticidas en las formulaciones para administración por vía oral de los productos cannabinoides pueden quizás compararse con estos reglamentos.

En las condiciones de calor y humedad que se usan para el cultivo del cáñamo, especialmente durante el cultivo hidropónico en interior, pueden aparecer con facilidad bacterias y mohos. La presencia de E. coli, una bacteria intestinal, es una señal de malas condiciones higiénicas, y determinados mohos, como la especie Aspergillus flavus, producen sustancias muy tóxicas (llamados aflatoxinas) que se toleran solo en concentraciones extremadamente bajas en los productos alimenticios (4).

En el suelo, el agua o los abonos puede haber de modo no intencionado metales pesados, como cadmio, plomo o mercurio, que pueden terminar en las plantas. Las directrices de la UE y la normativa farmacéutica indican las concentraciones máximas y describen los análisis que pueden detectar estos metales pesados en alimentos y medicamentos. En ocasiones pueden añadirse a los cogollos de marihuana productos adulterantes para aumentar su peso (por ejemplo, pequeñas partículas de plomo o vidrio molido) o para darle mejor aspecto (por ejemplo, talco). La inspección visual y microscópica de la marihuana, especialmente la de origen desconocido, puede facilitar su detección (5).

Métodos para el análisis

Los distintos cannabinoides pueden ser difíciles de distinguir entre sí durante los análisis en laboratorio. Después de todo, hay muchos y sus propiedades se solapan en gran medida. Además de un equipo de buena calidad y muy costoso, como los de HPLC o GC, es necesario contar con personal experimentado que sepa usar correctamente tales complejos dispositivos. Incluso contando con el equipo adecuado, cuando un producto se envía a distintos laboratorios (6) pueden obtenerse resultados diferentes. La razón es que el dispositivo de análisis es solo una parte del laboratorio: la formación, el mantenimiento, la calibración y el uso de protocolos de análisis validados son otros factores esenciales. Cada laboratorio es responsable de asegurarse de que se cumplen todos estos requisitos.

El primer paso durante el análisis de marihuana o de productos cannabinoides es elaborar una solución en la que estén presentes todos los ingredientes que van a analizarse. Debe escogerse un buen disolvente y el procedimiento que va a seguirse debe haberse validado, es decir, debe haberse demostrado que, al seguir el procedimiento, se obtendrá el mismo resultado correcto cada vez. Es algo similar a la calibración de una balanza cuando se quiere estar seguro de que indica el peso correcto. Sin ella, la balanza puede dar siempre el mismo peso, pero el resultado es siempre erróneo. Para separar los distintos cannabinoides entre sí, con frecuencia deben usarse técnicas avanzadas.

Las más frecuentes son la cromatografía de gases (CG) y la cromatografía de líquidos de alto rendimiento (High-Performance Liquid Chromatography, HPLC por sus siglas en inglés). La CG funciona principalmente basándose en la diferencia en la temperatura de evaporación de los distintos cannabinoides (y también terpenos), mientras que la HPLC depende más de la solubilidad de los cannabinoides en distintos disolventes. Después de lograr la separación, el paso siguiente será la detección de qué sustancia sale de la columna de separación y en qué cantidad. Cuando se usa la CG para la separación de los cannabinoides, las técnicas de detección incluyen, por ejemplo, la espectrometría de masas (EM) y la detección de la ionización de la llama (FID, por sus siglas en inglés).

Cuando se usa esta técnica, la solución que va a analizarse se calienta a temperaturas elevadas de hasta 250 °C, a las cuales los cannabinoides se convertirán de su forma ácida a su forma neutra (por ejemplo: el ácido de THC [THCA] se convierte en THC, el ácido de CBD [CBDA], en CBD y así sucesivamente). La consecuencia es que en la CG solo puede medirse el contenido total de cannabinoides acídicos frente a los neutros. Por el contrario, la HPLC es un método de separación que se usa a temperatura ambiente, de modo que los cannabinoides ácidos (THCA, CBDA, CBGA, etc.) pueden detectarse de modo independiente de sus formas neutras (THC, CBD, CBG, etc.). La HPLC suele combinarse con un detector de UV o de matriz de fotodiodos (PDA, por sus siglas en inglés).

Los métodos validados con HPLC para el análisis de los cannabinoides se describen en varias directrices oficiales, entre ellas la Farmacopea de Estados Unidos (USP), pero no se pretende que se usen para materiales de la planta de cáñamo completa. En el caso del programa de marihuana medicinal neerlandés, se desarrolló un método validado para el control de la calidad usando cromatografía de líquidos de ultrarrendimiento (UPLC), una versión más reciente de la HPLC que puede analizar los cannabinoides en un menor período de tiempo aunque, por desgracia, también es más costoso. La CG es un buen método para analizar los cogollos de marihuana, ya que mide las formas ácidas y libres de los cannabinoides en su conjunto.

Este total proporciona el posible contenido en THC y CBD cuando se usa para su inhalación con un vaporizador o se fuma. En cuanto a los productos finales, como aceites o tinturas, es mejor el método de HPLC o UPLC. Las formas libres y ácidas de los cannabinoides se miden por separado, para que pueda especificarse de modo independiente en la etiqueta el contenido en THC, THCA, CBD y CBDA.

Conclusión

En la actualidad se comercializan muchos productos elaborados con marihuana (contenido en THC elevado) y con cáñamo (contenido en THC bajo), unos productos nuevos que exigen nuevas normas de calidad. Dado que los extractos de marihuana presentan una composición compleja que dificulta su análisis, se necesitan buenos laboratorios, bien equipados y técnicos con la formación apropiada.

Las normas para el control de calidad del material de la planta de cáñamo completa y de sus extractos todavía no se han definido bien, lo que deriva en los riesgos de que lleguen a las manos de los pacientes algunos productos poco seguros. Lo más importante es la responsabilidad del productor de etiquetar con claridad y correctamente su producto, de modo que el consumidor comprenda qué está comprando y usando. Los laboratorios deberían aprender a comunicar sus métodos y su grado de validación, además de prestarse gustosos a mejorar sus destrezas. Parece mucho trabajo pero, en última instancia, será bueno para la confianza en nuestros productos y para el futuro de la marihuana medicinal.  

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