El arte perdido en las bolas del templo nepalí

Soft Secrets
29 Dec 2017

Frotar cuidadosamente las flores de cannabis sigue siendo la manera más sencilla y efectiva de recolectar la resina fresca de plantas silvestres. Además, la puedes hacer bolas nepalíes para su conservación y óptimo curado.   Por Frenchy Cannoli y The Dank Duchess


El charas, o resina frotada a mano, es el concentrado original de la humanidad. Resulta inevitable que se forme una capa de esta sustancia pegajosa y rica en THC al manipular marihuana. Fascinante y aromático, el charas surgió del primer contacto entre la humanidad y la planta de cannabis. Las innovaciones en los concentrados de cannabis, empleando métodos más nuevos de extracción como los relacionados con el BHO y el CO2, transformarán pronto la realidad de la medicina actual. Pero el acto de frotar cuidadosamente las flores de cannabis seguirá siendo la manera más sencilla y efectiva de recolectar la resina fresca de plantas silvestres en el punto óptimo de su ciclo vital. Las bolas del templo continuarán elevando la práctica artesanal de una mera acción de recolección. El proceso de recolección de la resina viva en la palma de la mano es de metodología simple. Pero es todo un desafío llevarlo a cabo. No se practica ampliamente, excepto en zonas tropicales de clima húmedo como Bután, Nepal y el norte de India.

Tu propio charas

Para recolectar la resina, aparta las hojas grandes de la planta y acaricia, frota con cuidado las flores entre la palma de las manos, aplicando un movimiento ligero de frotado para adelante y atrás. Retira cualquier resto de materia vegetal de tus manos después de frotar cada flor. Vuelve a empezar hasta que se acumule una capa de resina en las palmas de las manos y en los dedos. A continuación, retira la sustancia de tus manos. Y listo. Ya tienes resina prensada a mano. La sensación que produce la resina al acumularse lentamente, planta tras planta, es una comunión táctil única, y una experiencia olfativa increíble. Una intimidad y una cercanía indescriptibles que nacen de la sinergia. Es una comunión más allá de la planta, que conecta con el territorio donde pasó la esa magia. La relación entre el maestro recolector y la resina se extiende más allá de la mera recolección. En ciertos países tropicales, la preservación y el curado son esenciales para la calidad y la duración. En este sentido, las bolas de templo nepalíes constituyen el culmen en optimizar y preservar la resina. Es posible que nunca se descubran los orígenes de este eficiente método de envasado y conservación a largo plazo, pero el arte en sí no debe perderse.

Las bolas nepalíes

Las bolas de templo nepalíes ya formaban parte de la mitología cannábica a finales de 1970 y principios de 1980. Para muchos, era un cuento de hadas; y, para unos pocos, era el santo grial de los concentrados. Imagina una esfera de resina prensada a mano hasta lograr una masa oscura y dura, absolutamente uniforme, pulida como un espejo. Una bola más parecida a una piedra brillante o al mármol negro que a la propia resina. Figúrate, una capa externa protectora de resina fundida de forma tan perfecta que puede soportar el paso del tiempo y procurar que el curado evolucione en el interior. Imagínate abrir una bola de resina de 10 años como abrirías un gran huevo y que toda la gloriosa cremosidad del centro vaya revelándose lentamente. Visualiza un cóctel especiado de fruta tropical, con sutiles matices terrosos que impregna tu sentido olfativo a medida que la resina se separa, resistiéndose a exponer su textura parecida al caviar derretido, de color rojo oscuro. Imagina los aromas contenidos durante tanto tiempo liberándose con una fuerza explosiva. Y ahora lo mejor: figúrate hacer semejante maravilla.

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