Jamaica, donde la planta se hizo dios

Soft Secrets
10 Apr 2017

Jamaica ha sido tradicionalmente conocido como uno de los paraísos del cannabis, debido en parte a su historia ligada a la planta y por supuesto, al profundo arraigo del movimiento rastafari y su estrecho vínculo con la misma. Por elcannasseur.com


Antecedentes históricos

La isla de Jamaica fue reclamada por Colón para la corona española en 1494, tras haber conquistado a los taínos, que, junto a los arahuacos, eran los indígenas que originalmente habitaban toda la región de las islas caribeñas (Antillas Mayores, Antillas Menores y actuales Bahamas). Los británicos no colonizaron las islas hasta que consiguieron tomarlas tras numerosos enfrentamientos que comenzaron en 1596 y se alargaron hasta 1655, cuando el almirante William Penn se cobró la isla para la corona inglesa.

En aquellos tiempos, los indígenas taínos ya habían desaparecido prácticamente en su totalidad debido a las hambrunas, trabajos forzados y enfermedades que los europeos les hicieron padecer. Por esta razón, los británicos comenzaron a secuestrar personas africanas para trabajar la tierra y explotar las codiciadas plantaciones de azúcar.

Gracias a esta intensiva explotación del ser humano y de la tierra, durante los dos siglos de dominio británico de la isla, Jamaica se convirtió en el primer exportador mundial de azúcar. Tras el acta de Abolición de la Esclavitud de Gran Bretaña en 1833 y la posterior liberación de los esclavos africanos, ocurrió una transición histórica en la isla. Dado que, por entonces, la población africana era hasta veinte veces superior a la inglesa, comenzaron a suceder numerosas tensiones, rebeliones y revueltas en las islas antillanas. Esto daría lugar a la posterior rebelión de Haití, que causaría numerosas reformas constitucionales y terminaría por provocar la independencia de Jamaica en el siglo XX.

Introducción de la planta en El Caribe

Tras las primeras rebeliones y la liberación de los esclavos, los británicos encontraron en la India un nuevo suministro esclavista para la mano de obra sin costo (que de alguna manera hasta el día de hoy siguen usando) que seguían demandando para sus colonias de El Caribe y África Oriental. Eran los culís, decenas de miles de trabajadores indios que fueron llevados a la isla para relevar a los esclavos africanos en las plantaciones de azúcar tras su liberación. Eran reclutados mediante precarios contratos de no menos de 8 años de duración, a cambio de un sueldo miserable y transporte. A partir de esa fecha, podrían regresar a su hogar o buscar otro trabajo. Las condiciones de vida, la violencia imperial y las hambrunas no diferían demasiado de la esclavitud ocurrida en siglos anteriores.

Es evidente que estos trabajadores precarios usaban el cannabis de forma tradicional para poder lidiar con esas tediosas condiciones de vida. Junto con sus costumbres y cultura, también introdujeron las semillas de la planta y sus conocimientos en técnicas de cultivo como la eliminación de plantas masculinas para obtener flores no polinizadas de mayor calidad. Igualmente, dieron a conocer numerosos usos medicinales de la misma, que todavía persisten entre la población jamaicana actual. La influencia de los indios en la cultura del cannabis en Jamaica es tal que se puede observar incluso en su herencia lingüística y en la terminología actual. Ganja, el término hindi de origen sánscrito para la planta, fue adoptado por los jamaiquinos y rastafaris posteriormente, y sigue siendo ampliamente utilizado incluso en su música, el reggae. También encontramos referencias a la “hierba de los culís” en las constantes menciones de la collie weed –como también se la conoce–, hasta llegar al punto en que la palabra se ha convertido en sinónimo común de ganja. Posiblemente, collie sea una simple deformación del término original inglés para los culís (coolies) en el dialecto criollo jamaicano, el patois.

Podemos encontrar también la calle Coolie Street en Kingston, Jamaica. Es evidente que, desde su introducción y primeros usos, el cannabis ha permanecido en las islas para quedarse, llegando a formar parte del día a día de sus habitantes. Era común su uso entre las clases trabajadoras y más desfavorecidas del tejido social de la isla. Sin embargo, a pesar de su uso, el gobierno jamaiquino prohibió y reguló su uso mediante la ley de 1913, liderado por los señores de las tierras, interesados en introducir el ron entre los locales. Sus esfuerzos fueron fútiles, la planta estaba ya muy arraigada en el estilo de vida jamaicano.

Tiempos oscuros

Tras esta la reforma de ley, comenzó también la persecución de la planta y los intentos por erradicarla de los campos y la economía local. Presionados por el gobierno estadounidense y sus restrictivas políticas anti-droga, las primeras operaciones de erradicación de cultivos tuvieron lugar en la isla en la década del sesenta. Por aquel entonces, los extensivos programas de fumigación impulsados por la administración de Richard Nixon del herbicida Paraquat en México estaban en boga.

Los casos de envenenamientos por el herbicida saltaron a primera plana y amenazaban a miles de americanos con daños pulmonares. Algunas investigaciones se mostraron contrarias a las afirmaciones del Departamento de Estado de EEUU, que afirmaba que la dispersión de herbicida en los países productores de cannabis no pondría en peligro a aquellos que la fumasen. Sin embargo, investigadores en el Centro de Control de Enfermedades estimaron que, entre 1975 y 1979, más de nueve mil estadounidenses fueron expuestos anualmente a concentraciones tóxicas de Paraquat tras fumar marihuana mexicana fumigada.

Esto favoreció a que el Congreso suspenda finalmente el programa en 1979. No obstante, el Departamento de Estado quería terminar el trabajo y extenderlo a otras naciones como Colombia y Jamaica. En 1981, la CIA de la administración del presidente Ronald Reagan solicitó al presidente de Colombia, Julio Cesar Turbay Ayala, y al primer ministro de Jamaica, Edward Seaga, que fumigaran el Paraquat sobre cientos de miles de hectáreas de marihuana que crecían en sus países. En 1983, usaron avionetas agrícolas para fumigar el defoliante y eliminar las cosechas de la planta. Las consecuencias fueron desastrosas en la isla, no solamente terminaron con las plantaciones de cannabis, sino que también hubo grandes daños en las plantaciones de frutos, bananos, cocoteros y otros cultivos que formaban parte de la base de la alimentación en Jamaica, provocando una gran hambruna en la región a causa de las políticas de Reagan.

En 1985 se inició en Jamaica la “Operación Bucanero” para destruir de forma manual cultivos de marihuana y sembrar alimentos y otros cultivos en su lugar, ante la resistencia del gobierno jamaicano a la fumigación. Esto favoreció que la producción ilícita se desplazase hacia las zonas cenagosas y hacia las montañas. Al año siguiente, la marihuana duplicó su precio y su producción. Se decidió entonces fumigar por vía aérea las nuevas áreas de cultivo y las consecuencias fueron desastrosas debido a los niveles de viento de la isla, que trasladaron su efecto venenoso a todo tipo de siembras y poblaciones. Las ayudas alternativas ofrecidas por el gobierno a los campesinos nunca llegaron. Los movimientos de protesta llegaron incluso en forma de canciones.

John Holt lanzaba su éxito “Police in helicopter” en 1985. La canción predicaba: “If you continue to burn up the herbs, we’re going to burn down the cane fields” (si continuáis quemando la hierba, vamos a quemar las plantaciones de caña). Sin duda un guiño a las viejas rebeliones ocurridas durante la esclavitud, cuando los rebeldes esclavos regresaban por la noche a los campos de caña en donde trabajaban durante el día y les prendían fuego. Tras las protestas de los campesinos locales, finalmente el uso del Paraquat fue interrumpido. Aunque irónicamente fue sustituido por otro herbicida similar, el Glifosato (más conocido como Round Up, de Monsanto), uno de los herbicidas más extendidos en todo el mundo y actualmente, protagonista de una polémica respecto a la prohibición de su uso por su toxicidad y potencial carcinógeno.

Un caso similar al ocurrido en Jamaica tuvo lugar en la cercana Belice, pues a principios de los años 1980, la DEA afirmaba que se trataba del cuarto exportador mundial de cannabis hacia los Estados Unidos, por detrás de México, Colombia y Jamaica. De modo que en 1986 fueron enviados varios cientos de policías y soldados americanos para erradicar los campos de marihuana. La administración aseguró que llegaron a destruir al menos 34 millones de plantas en más de 2400 campos diferentes. Sin embargo, el gran impacto que tuvo en la producción de la región solamente consiguió provocar que se dispare en países vecinos como Guatemala, dejando patente la ineficacia de las políticas anti-droga de la época.

El rastafarismo

Esta religión relativamente moderna y de origen africano surgió en Jamaica en la década de 1930, tras la coronación de Haile Selassie I como rey de Etiopía. Nació durante una época de depresión económica y social, como un movimiento de resistencia con raíces espirituales y una visión de África idealizada bajo el mandato del emperador de Etiopía, en quien se veía una figura divina. Los rastafaris creen también en su determinación en devolver a su África natal a todos los miembros de la comunidad negra que viven en el exilio, como resultado de la colonización o la esclavitud.

Muchas de las ideas de esa religión se desarrollaron a partir de las aportaciones del activista político Marcus Garvey. Aunque a pesar de sus objetivos fundamentales acerca de la liberación del pueblo negro y la recuperación de su lugar en la sociedad, la religión nació con profundas raíces xenófobas y radicales, como muestran algunas de sus creencias iniciales entre las que encontramos la supremacía negra y el odio hacia los blancos, la repatriación hacia África, etc. Asimismo, encontramos unas fuertes tendencias sexistas en su ideario, pues tradicionalmente se consideraba a las mujeres subordinadas a los hombres, relegadas a los cuidados domésticos y de la familia y carentes de libertad para ser líderes rastafaris, vestir libremente o incluso usar métodos anticonceptivos si lo deseaban. Afortunadamente, las ideas rastafaris fueron revisadas y modernizadas en 1973 por Joseph Owens y posteriormente en 1991 por Michael Jagessar.

Algunas de estas revisiones incluían la humanidad de dios y la divinidad del hombre, la supremacía de la vida, el respeto a la naturaleza, el poder del habla, la oposición a las grandes corporaciones o la cercanía del juicio, gracias al cual los rastafaris obtendrán finalmente reconocimiento por sus tareas como emisarios de dios para promocionar su poder y su serenidad. Siguen vigentes otras creencias como la abstinencia del alcohol y la carne (especialmente de cerdo), la reencarnación, la creencia en las leyes del Viejo Testamento, el uso del cannabis para incrementar la percepción espiritual, la creencia de que el hombre, al igual que Sansón, perderá su fuerza con su pelo (encontrando también sustento para esta creencia el pasaje de Levítico 21:5) y algunas otras creencias.

Si bien los rastas afirman que su pelo simboliza a la melena del León de Judá, que podemos encontrar en la bandera de Etiopía. Por otro lado, ciertos sadhus o monjes hindúes, como los seguidores del Jainismo, se dejan crecer el pelo de esta forma trenzada llamada jata, que en cierto modo adoptaron también los rastafaris. Algunas fuentes afirman que los ancianos de Kingston conocían y usaban ese término para referirse a esta forma de llevar el cabello. El León de Judá, adoptado por los rastafaris como símbolo de sus creencias tras la enorme veneración recibida por Haile Selassie, tradicionalmente es el símbolo de la tribu de Judá (Libro del Genésis) y de la ciudad de Jerusalém. Etiopía adoptó el León de Judá como símbolo porque se afirma que la monarquía etíope surgió de los descendientes de la Reina de Saba con el Rey Salomón, a través de su hijo Menelik I, que se convertiría en rey de Etiopía.

No cabe duda de que el hinduismo ha influenciado en gran medida tanto a la cultura jamaiquina como al rastafarismo, como mencionaba el profesor de Kingston Ajai Mansingh en su libro “Home away from home: 150 años de presencia India en Jamaica”. Dos de los considerados como los primeros rastafaris, Leonard Howell y Nathaniel Hibbert, habían sido muy influenciados por la cultura hindú. Howell, seguidor de Marcus Garvey, también se hacía llamar “Gyan Gong Guru Marajh”, un nombre con influencia sánscrita e hindú (Gyan=sabiduría, Gun=virtud, Guru=maestro y Maragh=rey), bajo este nombre incluso escribió un texto en 1935 en donde hablaba de la relevancia entre los sadhus indios del estilo de vida rastafari que predicaba. Sin embargo, estos primeros rastafaris llevaban el pelo corto. Los afro-jamaicanos parecen haber sido muy influenciados por los sadhus, tanto en su aspecto, su estilo de vida espiritual y vegetariano e incluso su uso sacramental del cannabis y su terminología para referirse a la planta. Aunque en muchos casos, se desconocen estos viejos vínculos o se niegan, bien por ignorarlos o por no querer aceptar que la cultura india ha influenciado al rastafarismo igual que la africana.

Cannabis en Jamaica

Tradicionalmente, con la introducción de la planta y la cultura de la ganja en Jamaica, su consumo fue algo propio de las clases pobres trabajadoras. Sin duda una ayuda para lidiar con la dureza del día a día y alcanzar la paz espiritual. Sin embargo, con la popularización del movimiento Rastafari en Jamaica, muchos abrazaron también el nuevo uso espiritual de la planta, para los rastas se trata de una vía para la meditación y elevación espiritual. De este modo, se refieren a ella como la hierba sagrada. De todas formas, el uso del cannabis no se limita solamente a los seguidores del rastafarismo, pues se estima que hasta un 60-70% de la población total de Jamaica usa la planta habitualmente, sea por fines espirituales o no.

Según Leonard Barrett, los rastafaris comenzaron a usar la marihuana como reacción al trato que recibían los negros en la sociedad, volviéndose así una herramienta para liberarse y rebelarse contra el sistema. Posteriormente se asumió como una costumbre que permitía elevar sentimientos de comunidad y favorecía esta espiritualidad y la calma. De este modo, los rastafaris usan la planta de forma habitual en sus ceremonias y reuniones sociales. No es considerada como una sustancia psicoactiva, sino como una vía para ahondar en su propia fe y sistema de creencias.

Encuentran justificación para su uso a través de muchos textos bíblicos como el salmo 104:14 que dice: “él hace brotar el heno para las bestias y la hierba para el servicio del hombre”. De esta forma, sus seguidores encuentran en los textos sagrados un apoyo para usar la planta para meditar, alcanzar la paz interior y reflexionar. No cabe duda que se trata de un uso sacramental que hacen de la planta del cannabis, para los rastas se trata de una llave para alcanzar un mejor entendimiento de si mismos, el universo y dios. Un uso muy similar al de los hindúes, donde la planta goza de igual estatus sagrado debido a su relación con los textos védicos y el dios Shiva.

Variedades criollas

Las primeras aportaciones genéticas de cultivares que llegaron a Jamaica en manos de los culís eran plantas de origen tropical, de larga maduración, flores ralas y gran similitud con las encontradas en la India u otras colonias americanas, africanas o asiáticas. En sus expresiones queda patente un origen común, un linaje genético ancestral que ha ido evolucionando en forma de distintos ecotipos a lo largo de toda la zona intertropical. Sin embargo, hoy en día Jamaica se ha convertido en otro ejemplo de la desaparición de las variedades tradicionales locales, exactamente igual que ha sucedido en países como México o Colombia. No cabe duda que las políticas prohibicionistas y de erradicación de finales de los años 70 y principios de los 80 han tenido un gran impacto en la biodiversidad de la planta, en la mayoría de las regiones que tradicionalmente se habían convertido en productores importantes de la misma.

Con la popularización de la isla como un destino turístico y la creciente demanda de marihuana entre los turistas, paulatinamente se han ido introduciendo semillas foráneas o híbridos en la región, que han sido acogidas con gran entusiasmo por los campesinos locales, pues permitían un mayor número de cosechas por año y una mayor producción total. Esto, evidentemente, les reportaba mayores ventajas y también ganancias. La explotación mediática del rastafarismo, junto con la popularización de la música reggae y de la isla como destino para los turistas, ha favorecido que algunos nativos hayan convertido sus huertos en una atracción turística, donde muestran orgullosos sus plantaciones de híbridos y mencionan nombres que resultan familiares a la par que inesperados: Skunk, Purple, White Widow, Blueberry, Kush, etc.

Estas plantas contrastan con el aspecto de los campos tradicionales, pues en un entorno sometido a un fotoperiodo tropical como Jamaica, generalmente comienzan a florecer de manera precoz y maduran con tamaños muy reducidos. Esto parece un espejo de lo que también podemos encontrar en México, Colombia o algunas regiones de África. En general, los campesinos que subsisten del cultivo del cannabis han acogido los híbridos con los brazos abiertos a lo largo y ancho del mundo, algo que ya sucedió en el pasado en otros sectores de la agricultura, como los cereales, la vid, los tomates o cualquier otra fruta u hortaliza que se cultive a una escala importante.

Parece pues, que las viejas variedades tradicionales como Collies y Lambsbread se han extinguido irreparablemente, al igual que ha ocurrido con otros nombres legendarios de la época dorada del cannabis como Acapulco Gold, Oaxacan, Panama Red, Colombian Gold, Zacatecas, Cambodian Red y otras muchas que han pasado a la historia y formaban parte de la infinita diversidad encontrada hasta finales de los años 70. Todos estos nombres fueron popularizados gracias a la subcultura que giraba en torno a la planta, tras haber sido dados a conocer por hippies, veteranos de Vietnam, surfistas, traficantes o moteros de la época. Ellos fueron los pioneros, actuaron como un puente social para normalizar un consumo que estaba relegado a los sectores más marginales y desfavorecidos de la sociedad.

Apenas quedan reminiscencias de unos genes jamaiquinos ya muy diluidos en la actualidad, de no ser por algún coleccionista privado o algunas comunidades religiosas herméticas de la isla que siguen manteniendo las variedades tradicionales de décadas anteriores, hoy en día convertidas en testigos atemporales que nos hablan de una época ya pasada. Al igual que sucede con los cultivares originarios de México y Colombia, es sencillo distinguir una variedad tradicional de una moderna a golpe de vista.

Las estructuras de los cultivares de origen tropical, sus tiempos de maduración y las peculiaridades de su quimiotipo (un diferente perfil químico, que origina compuestos aromáticos y también efectos bien distintos) son radicalmente opuestas en unas y otras, en función del grado de dilución que los genes hayan podido sufrir. Hay grandes similitudes entre las distintas variedades tradicionales de El Caribe y de otras regiones en donde los culís fueron introducidos como Mauricio o la costa oriental africana. A medida que los nuevos avances en el genotipado y quimiotipado de la planta tengan lugar, sin duda llegaremos a alcanzar un mejor entendimiento del género cannabis.

Movimientos pro-legalización

A mediados del siglo XX, nació en Jamaica un nuevo movimiento de legalización, impulsado en gran parte por los músicos del reggae y su comunidad, que curiosamente se terminarían convirtiendo en los embajadores por excelencia de la planta. Robert Nesta Marley, más conocido como Bob, creció en el suburbio de Nine Mile en Jamaica hasta que se mudó a Trenchtown con su madre cuando tenía apenas 12 años. Fue allí donde conoció a Bunny Wailer y Peter Tosh, con quienes entabló una gran amistad.

Esta relación dio origen a la formación de “The Wailers”, aproximadamente en la misma época en la que Jamaica acababa de obtener su independencia de los británicos, en 1962. En 1966 Bob Marley abandonó sus creencias católicas para convertirse en un rastafari, abrazando el uso de la planta sagrada también. Al igual que sus semejantes, consideraba la marihuana como su sacramento, y se convirtió en un abogado de su uso, popularizando muchas ideas en forma de frases que han pasado a la historia, como por ejemplo “Cuando fumas la hierba, te muestra quien eres realmente” o “La hierba es la curación de la comunidad, mientras que el alcohol su destrucción”.

Bob Marley fue un gran defensor de las ideas de los rastafaris y se convirtió en un gran defensor de la paz, la libertad y los Derechos Humanos. La canción “Legalize it” (legalízala), se convirtió en un himno para la legalización del cannabis. A pesar de que se atribuye a Bob, fue realmente escrita por Peter Tosh en 1979, unos años después de que Bob Marley se fue de la agrupación The Wailers. En la actualidad, Jamaica y su relación con la planta han vuelto a saltar a los titulares. Tras décadas de debate y siguiendo las corrientes liberales que vienen sucediendo en los últimos años en los Estados Unidos y América del Sur, el gobierno jamaicano ha despenalizado finalmente el consumo personal, el cultivo y la posesión de pequeñas cantidades para uso propio y sacramental a principios del año 2015.

Esto podría convertirse también en un importante motor económico y turístico para el país. Ya han tenido lugar acuerdos entre el gobierno y compañías privadas para expedir licencias de investigación y desarrollo relacionadas con la planta, siguiendo el ejemplo de otros países pioneros en la materia como Uruguay, Chile o más recientemente Colombia. Muchos han visto una gran oportunidad de negocio en estos movimientos de legalización y el florecimiento de la industria en torno al cannabis. Entre ellos, curiosamente podemos encontrar gente del círculo del propio Bob Marley. Uno de sus muchos hijos, Julian, nacido en Londres en 1975, ha lanzado su propia marca: Julian Marley Juju Royal, en asociación con la firma Drop Leaf. Otro de los hijos de Bob,

Damian Marley, se ha propuesto convertir una vieja prisión de Coalinga, California, en una planta de cultivo y manufactura de cannabis medicinal en colaboración con la compañía Ocean Grown Extracts. Por otro lado, no hace mucho que ha sido creada la marca Marley Natural, una nueva empresa emergente fundada con dinero de Silicon Valley tras la que se encuentra la viuda del propio Bob, Rita Marley, junto con Rohan y Cedella Marley, dos más de sus muchos hijos. La marca busca posicionarse como una gran firma en la industria. En los últimos años, la familia Marley se ha involucrado con otros productos como café, equipamiento de audio y otros objetos.

Sin embargo, esta es la primera vez que se adentran en la industria del cannabis medicinal. Marley Natural busca posicionarse como la Coca-Cola del cannabis medicinal, presentando todo tipo de productos con un diseño refinado y cuidado, publicitados por la misma agencia de publicidad que ha encumbrado a marcas como New Balance o Starbucks. Además de diversos productos y parafernalia para el fumador, presentan cuatro tipos de variedades de cannabis, ya disponibles en algunos dispensarios de California. A pesar de la llamativa publicidad, Marley Natural producirá su hierba en algún lugar de los Estados Unidos y su sede central estará emplazada en Nueva York.

Recientemente, incluso la familia del ya fallecido Peter Tosh ha lanzado también su propia marca, Peter Tosh 420. Con ella y de forma similar a los demás, buscan introducirse en el mercado del cannabis medicinal, vendiendo flores, extractos y otros productos relacionados. La comunidad jamaicana y la opinión pública parecen divididas ante todas estas noticias. Sin duda, resulta irónico que la propia familia Marley y otras figuras del movimiento rastafari muy cercanas a Bob (profundamente opuestos al capitalismo, a la opresión occidental, al materialismo o la avaricia) se hayan visto tentados por la posibilidad de lanzar sus propias marcas de productos relacionados con el cannabis y explotar económicamente su legado cultural.

Parece que con la creciente ola de movimientos cannábicos globales y el florecimiento de una industria con un potencial económico enorme, muchos han visto una buena oportunidad para tratar de obtener un trozo del pastel sin importarles que se explote económicamente la cultura jamaicana. Algo que, por otra parte, lleva muchos años sucediendo a nivel global.  

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