Con los pies (Y cabeza) en la tierra

Soft Secrets
29 Jul 2016

Planificar y organizar antes de accionar te asegura una alta probabilidad de éxito. La pausa climática que nos concede el invierno en el cultivo en exterior, debería aprovecharse para comenzar a dibujar lo que será la próxima cosecha.


Planificar y organizar antes de accionar te asegura una alta probabilidad de éxito. La pausa climática que nos concede el invierno en el cultivo en exterior, debería aprovecharse para comenzar a dibujar lo que será la próxima cosecha.

Planificar y organizar antes de accionar te asegura una alta probabilidad de éxito. La pausa climática que nos concede el invierno en el cultivo en exterior, debería aprovecharse para comenzar a dibujar lo que será la próxima cosecha.

Independiente del método de cultivo en exterior que utilices (cultivo de guerrilla, invernadero, balcón, etc.) existen factores en común que hay que trajinar y trabajar con atención si es que queremos terminar cosechando con una sonrisa en la cara.

Lo primero es poner atención al tipo de clima que caracteriza la zona en donde cultivaremos. Si conoces bien el lugar ya sabrás quizás por ejemplo cómo proteger tus niñas de las heladas matinales, o que en pleno febrero caen lluvias tropicales que podrían amenazar a los grandes cogollos en formación, o que no hay que descuidarse con el riego, porque con 38 grados centígrados cada día en los meses de verano, las plantas consumen más de lo habitual y se deshidratan más rápido. Estar al tanto de las condiciones climáticas y conocer el terruño puede ahorrarte varios dolores de cabeza. Lo segundo es el suelo, la tierra. Si hablamos de cultivo de exterior ordinario, querremos obtener el mayor gramaje por planta, o sea trataremos de optimizar espacio y recursos. Lo recomendable es trabajar la tierra como lo hacen en el campo, como la agricultura tradicional, o sea con tiempo previo.

Pala en mano

Lo ideal sería mover el terreno con una pala, así iremos soltando la tierra permitiendo una mayor aireación. Si queremos aprovechar el suelo en su totalidad, debemos dejar toda la materia orgánica y vegetal que estaba a ras de piso hacia abajo, en contacto con la tierra directa, eso se traducirá en un terreno más nutrido y fértil. Este paso debe hacerse con un mínimo de tres semanas a un mes.

Después de eso queda a nuestro gusto realizar agujeros separados o zanjas para cultivar en línea. Entre más profundos los agujeros o zanjas más grandes crecerán nuestras plantas, así que hay que tener en cuenta ese punto si es que queremos disimular alturas. En la mayoría de los casos se recomienda complementar y rellenar los agujeros con un sustrato de buena calidad. El mercado nos ofrece sustratos listos incluso con niveles de pH testeados, controlados y ricos en nutrientes básicos que necesita el cannabis como planta en particular. Hablo de la turba, humus de lombriz, fibra de coco, perlita, etc.

Es de gran importancia tomar en cuenta la aireación de nuestro sustrato, ya que evitando su compactación, las raíces podrán desarrollarse libremente. La arlita o arcilla expandida nos asegurará un buen drenaje al final de los agujeros, evitando así que las raíces se ahoguen/pudran en caso de excedernos con los riegos. De esta manera, el terreno y el clima (terroir) pasan a ser determinantes en una nuestra cosecha.

Tema no menor es analizar el área de cultivo y sus alrededores: si se obtendrá buena exposición solar, de cuantas horas de luz dispondremos según el lugar, si existe vegetación que dé sombra en despojo de las plantas, si existe vegetación que contribuya a camuflar su porte, si hay contaminación lumínica durante el período sin luz, si hay depredadores naturales cerca, etc.

Cada detalle cuenta, ya que si plantamos a suelo directo, podrán imaginarse lo difícil y poco prudente que sería tratar de mover alguna de las plantas.

Quizás lo más entretenido de esto es elegir qué variedad de marihuana cultivaremos. Algunos cultivadores experimentados ya tendrán sus esquejes o semillas seleccionadas, pero quizás aquel novato que plantará por primera vez se dejará seducir por cualquiera de los sabrosos nombres que nos entrega el comercio. Sativa, índica, híbrido, feminizada, regular, automática, fast version, etc.

Independiente de cual sea tu decisión, tienes un abanico muy amplio para escoger según tus necesidades y afinidades. Si te gustan los efectos cerebrales, activos y eufóricos, lo tuyo sería una sativa pura, pero si me dices que no dispones de gran altura para cultivar, tendrás que elegir algún hibrido que tenga una altura moderada y compacta o aplicar podas y guías.

Si lo tuyo son las índicas de efecto sedante y el clima de tu zona es más bien frío y con notorias variaciones en las temperaturas, estarás en el lugar ideal para cultivar el mejor de los Kush. Si gozas de un clima templado y caluroso, podrás aprovechar los meses de primavera plantando semillas automáticas en paralelo y tendrás una cosecha adelantada en diciembre y luego otra en marzo antes de la oficial entre abril y mayo.

Variables como la genética de cada cepa, la calidad y profundidad del sustrato, incidirán directamente en el porte de la planta, por eso, si queremos pasar desapercibidos tendremos que pensar bien qué escoger.

Desde el principio

Sea semilla o esqueje, su conservación y manejo será importantísimo. Se recomienda mantener las semillas refrigeradas en bowls herméticos. Considera que una semilla que tenga más de un año ya habrá perdido fuerza para germinar, así que con el paso del tiempo las probabilidades de germinar sin problemas van disminuyendo. Entre más fresca la semilla, mayor éxito en la germinación. La manera en que haremos este proceso también cobra importancia. Muchos recurren a la clásica técnica de la servilleta y el plato, otros compran tacos de turba y otros simplemente plantan la semilla directo al sustrato final, ya sea maceta o directo a tierra. En este último caso, el nivel de compactación del sustrato será determinante, impidiendo en algunos casos que la plántula logre salir a superficie. En el caso de esquejes, una buena alimentación antes del trasplante final nos asegurará resistencia y firmeza en las primeras semanas de crecimiento.

Otro factor de vital importancia a tener en consideración será la calidad del agua a usar. Los cultivadores urbanos generalmente tienen que lidiar con aguas duras (niveles muy altos de calcio y magnesio) y con niveles de pH excesivos. El control del pH y la electroconductividad del agua nos asegurarán una alimentación correcta y sin excesos, haciendo más eficiente la dinámica del cultivo.

Las puerta del éxito

El pH funciona como una especie de regulador o puerta de entrada de los nutrientes que nuestra planta necesitará y el PH interno de cada variedad de marihuana tendrá directa relación con su capacidad de absorción y retención de los alimentos, es así como podremos tener plantas fuertes y resistentes a plagas, hongos, debilidad y vulnerabilidad a los ataques externos. Una agua adecuada para el cultivo de marihuana, debería tener un pH que fluctúe entre 6,5 y 7,5. Los medidores digitales de pH los podemos encontrar en cualquier growshop, así como también sustancias y productos diseñados para subir o disminuir sus niveles.

Lo mismo pasa con la medición de la electroconductivdad (EC), disponemos de medidores electrónicos continuos y discontinuos de bolsillo que son generalmente los que más se usan. Con una EC que varíe entre 0,4 y 1,8 no deberíamos tener problemas de alimentación o sobrefertilización, dependiendo de la fase en que se encuentre la planta. En caso que la EC supere dicho valor y la planta presente problemas de alimentación, tendremos que recurrir a un filtro de osmosis inversa para desmineralizar y purificar el agua. El pH y la EC son factores muy importantes, pero nada de complicados al momento de controlarlos.

Buena comida, buen provecho

No nos quedaría nada más que armarnos de un buen arsenal de fertilizantes orgánicos o minerales, dependiendo del gusto personal, para poder contribuir y potenciar el crecimiento de las plantas en sus distintas fases. Lo primero sería aplicar algún enraízante que aporte la fuerza necesaria a la raíces para deslazarse a lo largo y ancho del sustrato y así asegurarnos los primeros días de crecimiento sin mayores problemas. Al llegar a la segunda o tercera semana, podemos comenzar a aplicar un estimulador de crecimiento que contribuirá al desarrollo del tallo principal y de las ramas que almacenarán los frutos.

Esta etapa es de suma importancia ya que aquí sabremos aproximadamente el porte que alcanzará nuestra planta y si tendremos que realizar podas en función de quitar altura, guiar la planta a conveniencia nuestra o buscar una mejor aireación en el caso de que tengamos muchas plantas a poca distancia en la misma área y el oxígeno se disipe un poco. También durante este período las plantas se encargarán de mostrarnos su sexo, en el caso de que estemos cultivando semillas regulares. La alimentación en esta fase es crucial para determinar el valor de la cosecha que tendremos: entre más ramas, más brotes, entre más brotes, más cogollos.

Debemos ser igual o más cuidadosos y atentos en la fase siguiente que corresponde a la floración. La prefloración dará paso a la formación de capullos y a la aparición de los primeros pistilos. Luego, durante las primeras 3-4 semanas, observaremos la presencia de los cálices y la resina, de esta manera la planta interrumpirá su proceso de crecimiento y destinará sus energías al engorde y nutrición de cada capullo. El abono básico para esta etapa debe complementarse con fósforo y potasio, elementos que podemos encontrar en cientos de productos elaborados exclusivamente para esta decisiva fase. Si queremos irnos por el lado orgánico, el guano de murciélago es lo más se recomendable y en conjunto con los ya conocidos abonos PK 13 14, promete resultados más que satisfactorios. Con el pasar de los días y al acercarnos de lleno a la formación de cogollos y niveles de resina, podemos suplementar todo lo ya descrito y sugerido con algún bioestimulador o potenciador de flores, que junto con el pH y EC adecuados, aumenten la absorción de nutrientes, teniendo por consecuencia, cogollos más gruesos, pesados y compactos.

Personalmente considero que los abonos en las últimas semanas de floración son determinantes en el calibre final de la cosecha. Atención especial debemos tener también con el medio ambiente y el clima que rodea nuestras plantas en la etapa final de floración. Excesos de humedad, altas temperaturas o lluvias inesperadas podrían arruinar todo con la aparición de hongos en nuestros capullos. La misma atención debemos tener con los ácaros, insectos y plagas que generalmente se hacen presentes en este período.

El mercado nos ofrece una amplia gama de productos envasados, aunque también disponemos de agentes biológicos como el jabón potásico, aceite de neem, etc. Todos estos puntos no hacen más que sumar al momento de cortar nuestras plantas para luego disfrutar de un fruto de primera calidad.

Como ven, prepararnos con tiempo para el próximo cultivo será muy útil a la hora de toparnos con problemas y situaciones inesperadas. Si no dejamos nada de lado, probablemente el resultado será el esperado. Después no queda nada más que irrigar las raíces para eliminar el exceso de nutrientes y luego cosechar, secar y curar, proceso que para muchos impacientes se hace eterno, pero que cobra un valor esencial si queremos disfrutar de nuestros frutos en su total magnitud.

No debemos quitarle importancia al curado, si no todo el esfuerzo que hayamos invertido en la crianza de nuestras plantas no será fiel reflejo de nuestro trabajo. A organizarse y pensar a futuro, siempre con los pies en la tierra.

por Felipe Naranjo

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