CO2

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12 Dec 2014

La fertilización con CO2 es uno de los trucos más efectivos para aumentar la productividad de un cultivo de cannabis. Casi todos los buenos cultivadores aprovechan la capacidad que tienen las plantas de usar una concentración de dióxido de carbono mucho mayor que la presente en la atmósfera terrestre actual, para elevar la producción de sus cultivos de interior entre un veinte y un cien por cien. Veamos los elementos más importantes a tener en cuenta para emplear correctamente el CO2. 


La fertilización con CO2 es uno de los trucos más efectivos para aumentar la productividad de un cultivo de cannabis. Casi todos los buenos cultivadores aprovechan la capacidad que tienen las plantas de usar una concentración de dióxido de carbono mucho mayor que la presente en la atmósfera terrestre actual, para elevar la producción de sus cultivos de interior entre un veinte y un cien por cien. Veamos los elementos más importantes a tener en cuenta para emplear correctamente el CO2. 

La fertilización con CO2 es uno de los trucos más efectivos para aumentar la productividad de un cultivo de cannabis. Casi todos los buenos cultivadores aprovechan la capacidad que tienen las plantas de usar una concentración de dióxido de carbono mucho mayor que la presente en la atmósfera terrestre actual, para elevar la producción de sus cultivos de interior entre un veinte y un cien por cien. Veamos los elementos más importantes a tener en cuenta para emplear correctamente el CO2. 

La concentración normal de CO2 en la atmósfera es de cerca de 400 ppm (partes por millón), apenas el 0,04%. Sin embargo, hasta que en el siglo XVIII comenzará la revolución industrial, la concentración de CO2 era de apenas 280 ppm. Los motores y las industrias han elevado el nivel de CO2 en casi un 50% en menos de 200 años. El proceso se está acelerando cada vez más, actualmente la concentración atmosférica se eleva aproximadamente 2 ppm cada año.

Pese al aumento del CO2 en la atmósfera los niveles actuales siguen lejos de la concentración óptima, cuando el objetivo es incrementar la productividad de un cultivo de interior. Elevando la concentración de CO2 en el cuarto de cultivo hasta las 1000 ppm se puede aumentar la productividad de la plantas hasta en un cincuenta por ciento. En un cultivo bien diseñado y con una variedad productiva se llegan a superar claramente el gramo de cogollos por vatio de luz, cantidad que se suele considerar como productividad óptima.

Alrededor de la mitad de una planta es carbono y oxigeno, dos moléculas que obtiene, respectivamente, del dióxido de carbono que toman del aire las hojas y del agua que absorben las raíces. En la fotosíntesis, la planta emplea CO2, agua y energía lumínica para producir glucosa, con la que construye sus tejidos y oxigeno que libera a la atmósfera. El CO2 es, por tanto, uno de los nutrientes más importantes para la vida vegetal, su disponibilidad continua es esencial para maximizar la productividad de una plantación de interior.

En un entorno cerrado, como un cultivo de interior con el extractor apagado, las plantas consumen el CO2 con gran rapidez. Normalmente, un par de horas son suficientes para que el consumo de dióxido de carbono, por las plantas, baje la concentración hasta 200 ppm o incluso menos. Con valores tan bajos el crecimiento y desarrollo se detiene. La principal función del extractor en un cultivo de interior es, además de evitar que suba mucho la temperatura, mantener una concentración de CO2 lo suficientemente elevada como para que el ritmo de desarrollo de las plantas no se reduzca. Un sistema de extracción de aire, de la potencia adecuada para el tamaño del cuarto de cultivo, permite mantener la concentración de dióxido de carbono al nivel atmosférico, así como evitar que descienda a valores que detendrían el crecimiento, pero, aunque permanezca siempre encendido, nunca podrá elevar esta concentración hasta valores superiores a los naturalmente presentes en la atmósfera. Para eso hace falta añadir CO2 directamente, bien por medio de un generador que lo produzca quemando algún combustible como el gas propano, bien liberándolo de una botella de CO2 como las que se usan en los bares para los grifos de cerveza.

En pequeños jardines de interior, como armarios de cultivo con una o dos lámparas, puede resultar práctico usar botellas de CO2, ya que durarán bastante tiempo, pero en cultivos más grandes es más útil y barato emplear un generador por combustión. Se fabrican para butano, propano o gas natural y funcionan al quemar el gas, lo que genera CO2, calor y vapor de agua.

¿1500 ppm o 1000 ppm?

En la mayoría de los libros de cultivo de cannabis se considera que la concentración óptima de CO2 es de 1500 ppm, pero no todos los cultivadores están de acuerdo con este valor. Hay estudios que sugieren que un valor tan alto puede tener efectos indeseados, como reducir la fotosíntesis, el crecimiento de las raíces o la apertura de los estomas. Son investigaciones realizadas con trigo y avena, dos especies de cereales que, aunque parecen muy alejadas del cannabis, en realidad pertenecen al mismo grupo de plantas, las llamadas C3 (grupo al que pertenece el 95% de las especies de plantas del planeta). Los científicos creen que las plantas se saturan de CO2 a partir de las 1.000 a 1.200 ppm y que no aprovechan una concentración mayor.  

Para muchos cultivadores, los resultados son mejores si se mantiene una concentración de alrededor de 1000 ppm. La temperatura óptima para cultivar cannabis debe ser más alta si se usan niveles de CO2 superiores a los que hay de forma natural en la atmósfera. Para que el metabolismo del cannabis sea capaz de aprovechar el dióxido de carbono extra, las plantas requieren por lo menos 27 o 28º C, pero no se deben superar los 31-32ºC.

La verdad es que, personalmente, prefiero fijar una concentración de 1000 ppm en el controlador, aunque es obvio que oscila bastante a lo largo del día. Es muy frecuente que haya importantes fluctuaciones, en la concentración en distintos puntos del cuarto de cultivo. No hay que olvidar que el CO2 es más pesado que el aire, tiende a depositarse en las partes bajas, por lo que es importante colocar suficientes ventiladores para que el aire se mantenga en movimiento por toda la habitación.

Toxicidad del CO2

El CO2 es inocuo para las personas, siempre que la concentración se mantenga por debajo de 2000 ppm. A concentraciones superiores resulta más tóxico cuanto mayor sea el tiempo de exposición pero, en general, se considera que hay que evitar niveles por encima de 4.000. Uno de los peligros del CO2 es que, como pesa más que el aire, puede acumularse en zonas bajas, como sótanos o pozos, desplazando el aire y el oxígeno necesario para la respiración. Una persona que baje a un lugar donde se halla acumulado una bolsa de CO2 puede sufrir daños por la toxicidad del gas, pero también podría asfixiarse por la falta de oxígeno.

El poder letal del dióxido de carbono mostró su máxima expresión en 1986, cuando un movimiento sísmico, junto al lago Nyos de Camerún, provocó que se liberasen unas 200.000 toneladas de CO2 que estaban disueltas en las profundas aguas de este lago, situado en la olla de un antiguo volcán. El gas se derramó por el valle que hay junto al volcán, pegándose al suelo y desplazando el aire. En unos minutos se asfixiaron 1.700 personas.

En las minas, el CO2 también resultaba muy peligroso. Antes de que se inventaran los detectores de seguridad, los mineros solían llevar un canario enjaulado junto a ellos. El pájaro, más sensible que el ser humano, dejaba de cantar y se moría cuando el nivel de CO2 era excesivo, avisando al minero del peligro y permitiéndole escapar a a tiempo.

Trucos y consejos

La concentración normal de CO2 en la atmósfera es de cerca de 400 ppm (partes por millón), apenas el 0,04%. Sin embargo, hasta que en el siglo XVIII comenzará la revolución industrial, la concentración de CO2 era de apenas 280 ppm. Los motores y las industrias han elevado el nivel de CO2 en casi un 50% en menos de 200 años. El proceso se está acelerando cada vez más, actualmente la concentración atmosférica se eleva aproximadamente 2 ppm cada año.

Pese al aumento del CO2 en la atmósfera los niveles actuales siguen lejos de la concentración óptima, cuando el objetivo es incrementar la productividad de un cultivo de interior. Elevando la concentración de CO2 en el cuarto de cultivo hasta las 1000 ppm se puede aumentar la productividad de la plantas hasta en un cincuenta por ciento. En un cultivo bien diseñado y con una variedad productiva se llegan a superar claramente el gramo de cogollos por vatio de luz, cantidad que se suele considerar como productividad óptima.

Alrededor de la mitad de una planta es carbono y oxigeno, dos moléculas que obtiene, respectivamente, del dióxido de carbono que toman del aire las hojas y del agua que absorben las raíces. En la fotosíntesis, la planta emplea CO2, agua y energía lumínica para producir glucosa, con la que construye sus tejidos y oxigeno que libera a la atmósfera. El CO2 es, por tanto, uno de los nutrientes más importantes para la vida vegetal, su disponibilidad continua es esencial para maximizar la productividad de una plantación de interior.

En un entorno cerrado, como un cultivo de interior con el extractor apagado, las plantas consumen el CO2 con gran rapidez. Normalmente, un par de horas son suficientes para que el consumo de dióxido de carbono, por las plantas, baje la concentración hasta 200 ppm o incluso menos. Con valores tan bajos el crecimiento y desarrollo se detiene. La principal función del extractor en un cultivo de interior es, además de evitar que suba mucho la temperatura, mantener una concentración de CO2 lo suficientemente elevada como para que el ritmo de desarrollo de las plantas no se reduzca. Un sistema de extracción de aire, de la potencia adecuada para el tamaño del cuarto de cultivo, permite mantener la concentración de dióxido de carbono al nivel atmosférico, así como evitar que descienda a valores que detendrían el crecimiento, pero, aunque permanezca siempre encendido, nunca podrá elevar esta concentración hasta valores superiores a los naturalmente presentes en la atmósfera. Para eso hace falta añadir CO2 directamente, bien por medio de un generador que lo produzca quemando algún combustible como el gas propano, bien liberándolo de una botella de CO2 como las que se usan en los bares para los grifos de cerveza.

En pequeños jardines de interior, como armarios de cultivo con una o dos lámparas, puede resultar práctico usar botellas de CO2, ya que durarán bastante tiempo, pero en cultivos más grandes es más útil y barato emplear un generador por combustión. Se fabrican para butano, propano o gas natural y funcionan al quemar el gas, lo que genera CO2, calor y vapor de agua.

¿1500 ppm o 1000 ppm?

En la mayoría de los libros de cultivo de cannabis se considera que la concentración óptima de CO2 es de 1500 ppm, pero no todos los cultivadores están de acuerdo con este valor. Hay estudios que sugieren que un valor tan alto puede tener efectos indeseados, como reducir la fotosíntesis, el crecimiento de las raíces o la apertura de los estomas. Son investigaciones realizadas con trigo y avena, dos especies de cereales que, aunque parecen muy alejadas del cannabis, en realidad pertenecen al mismo grupo de plantas, las llamadas C3 (grupo al que pertenece el 95% de las especies de plantas del planeta). Los científicos creen que las plantas se saturan de CO2 a partir de las 1.000 a 1.200 ppm y que no aprovechan una concentración mayor.  

Para muchos cultivadores, los resultados son mejores si se mantiene una concentración de alrededor de 1000 ppm. La temperatura óptima para cultivar cannabis debe ser más alta si se usan niveles de CO2 superiores a los que hay de forma natural en la atmósfera. Para que el metabolismo del cannabis sea capaz de aprovechar el dióxido de carbono extra, las plantas requieren por lo menos 27 o 28º C, pero no se deben superar los 31-32ºC.

La verdad es que, personalmente, prefiero fijar una concentración de 1000 ppm en el controlador, aunque es obvio que oscila bastante a lo largo del día. Es muy frecuente que haya importantes fluctuaciones, en la concentración en distintos puntos del cuarto de cultivo. No hay que olvidar que el CO2 es más pesado que el aire, tiende a depositarse en las partes bajas, por lo que es importante colocar suficientes ventiladores para que el aire se mantenga en movimiento por toda la habitación.

Toxicidad del CO2

El CO2 es inocuo para las personas, siempre que la concentración se mantenga por debajo de 2000 ppm. A concentraciones superiores resulta más tóxico cuanto mayor sea el tiempo de exposición pero, en general, se considera que hay que evitar niveles por encima de 4.000. Uno de los peligros del CO2 es que, como pesa más que el aire, puede acumularse en zonas bajas, como sótanos o pozos, desplazando el aire y el oxígeno necesario para la respiración. Una persona que baje a un lugar donde se halla acumulado una bolsa de CO2 puede sufrir daños por la toxicidad del gas, pero también podría asfixiarse por la falta de oxígeno.

El poder letal del dióxido de carbono mostró su máxima expresión en 1986, cuando un movimiento sísmico, junto al lago Nyos de Camerún, provocó que se liberasen unas 200.000 toneladas de CO2 que estaban disueltas en las profundas aguas de este lago, situado en la olla de un antiguo volcán. El gas se derramó por el valle que hay junto al volcán, pegándose al suelo y desplazando el aire. En unos minutos se asfixiaron 1.700 personas.

En las minas, el CO2 también resultaba muy peligroso. Antes de que se inventaran los detectores de seguridad, los mineros solían llevar un canario enjaulado junto a ellos. El pájaro, más sensible que el ser humano, dejaba de cantar y se moría cuando el nivel de CO2 era excesivo, avisando al minero del peligro y permitiéndole escapar a a tiempo.

Trucos y consejos

El CO2 es más pesado que el aire y tiende a depositarse en el suelo, pero para que sea efectivo debe estar alrededor de las plantas. Idealmente el gas debería liberarse sobre las plantas, para que caiga sobre ellas como una ducha. Siempre que sea posible hay que situar la salida del gas lo más arriba posible, aunque también se puede colocar junto a un ventilador para que ayude a dispersarlo por la habitación. En realidad el CO2 cae al suelo cuando está frío, pero sube cuando está caliente. El CO2 producido quemando gas sale caliente, tiende a subir en primer lugar, antes de enfriarse y bajar, por lo que puede ser una buena idea colocar un ventilador justo por encima del generador, para que empuje hacia adelante el gas y lo mezcle con el aire de la habitación.

Un nivel alto de CO2 en el ambiente obliga a las plantas a acelerar su metabolismo, algo que sólo pueden hacer si están sanas y bien desarrolladas. Con plantas débiles o enfermas es mejor esperar a que se recuperen, antes de empezar a subir la concentración de CO2.

Un metabolismo acelerado implica un consumo de agua y nutrientes igual de acelerado. La frecuencia y cantidad de riego, así como la concentración de los nutrientes deben aumentar a la par que el dióxido de carbono. Para crecer el doble hay que comer el doble.

El dióxido de carbono sólo es útil mientras las plantas realizan la fotosíntesis, por lo que sólo se añade mientras las lámparas están encendidas, pero no está claro si un nivel elevado de CO2 durante la noche puede tener algún efecto negativo sobre las plantas. Yo he visto buenas cosechas cultivadas en habitaciones de cultivo en las que el nivel de CO2 no bajaba de 1000 ppm, ni de día, ni de noche, por lo que efectos perjudiciales graves sobre las plantas no parece haber.

El equipo necesario para mantener 1000 ppm de CO2 en el cuarto de cultivo no es barato. Regulador, medidor y generador pueden sumar muchos cientos de euros, algo fuera del alcance del cultivador doméstico que sólo tiene un pequeño armario de un metro cuadrado, con unas cuantas plantas. Sin embargo, todos tenemos un generador propio de CO2, nosotros mismos. Las personas y los animales, cuando respiramos, liberamos grandes cantidades de CO2. Si el armario de cultivo toma el aire de una habitación donde haya gente, las plantas disfrutarán de un nivel de CO2 considerablemente más elevado sin ningún gasto.

Uno de los inconvenientes de fabricar CO2 quemando gases como butano o propano es que en el proceso, además de dióxido de carbono, se generan agua y calor. El agua aumenta la humedad relativa en el interior del cuarto de cultivo y puede favorecer la aparición de hongos en los cogollos. El calor producido se suma al generado por las lámparas de cultivo y eleva la temperatura de la habitación, a menudo por encima del valor óptimo. El cultivador debe refrigerar el cuarto de cultivo para eliminar parte del calor, algo que puede hacer por medio de un acondicionador de aire o sacando el aire caliente del cuarto con un extractor. El aire acondicionado gasta electricidad y el extractor desperdicia el dióxido de carbono que se acaba de generar. En los últimos años están apareciendo, principalmente en Estados Unidos, generadores de CO2 refrigerados por aire o por agua, con el objetivo de eliminar el calor generado antes de que se reparta por la habitación. Los modelos refrigerados por agua son prácticamente iguales a un calentador de butano, de los que se usan para producir agua caliente, con la diferencia de que se aprovechan los gases en lugar del agua caliente. Los aparatos refrigerados por aire cuentan con una entrada y una salida a las que conectar un tubo de ventilación, así como un extractor que lleve el aire del exterior a través del generador para refrigerarlo y lo expulse caliente a la calle. Estos sistemas permiten reducir considerablemente el calor generado. Además, con un poco de imaginación, no resulta difícil aprovechar este aire caliente para calentar otra parte de la casa.

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