El Movimiento por la Marihuana Medicinal: Infringiendo la ley para salvar vidas

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31 Dec 2011

En la mayoría de países el uso de la marihuana está prohibido incluso para fines terapéuticos. La automedicación con Cannabis ha provocado que un gran número de ciudadanos normalmente respetuosos con la ley entren en conflicto con el sistema legal.


En la mayoría de países el uso de la marihuana está prohibido incluso para fines terapéuticos. La automedicación con Cannabis ha provocado que un gran número de ciudadanos normalmente respetuosos con la ley entren en conflicto con el sistema legal.

En la mayoría de países el uso de la marihuana está prohibido incluso para fines terapéuticos. La automedicación con Cannabis ha provocado que un gran número de ciudadanos normalmente respetuosos con la ley entren en conflicto con el sistema legal. A menudo, los enfermos se ven obligados a embarcarse en una lucha política, no sólo por sus vidas o su salud, sino también por su libertad. Muchas veces se convierten en delincuentes sólo por obtener una medicación que necesitan. Queriendo o sin querer, en ocasiones son considerados activistas por los derechos civiles y luchadores por la libertad. La lucha internacional para lograr que enfermos y enfermos terminales tengan acceso a un tratamiento con cannabis autorizado médicamente dura ya muchas décadas.

Robert Randall fue el primer paciente legal de marihuana medicinal en los Estados Unidos desde que empezó la prohibición del Cannabis en 1937. A los 25 años de edad le diagnosticaron que quedaría ciego antes de cumplir los treinta; sin embargo, gracias a la marihuana conservó la vista hasta su muerte por SIDA 28 años más tarde. Forzado a infringir la ley para salvar la vista, Bob litigó con el gobierno federal para conseguir acceso legal a la marihuana y ganó; después siguió trabajando en favor de otros pacientes. Randall convenció al juez de que no tendría más remedio que infringir la ley, ya que la marihuana evitaba que se quedara ciego. En 1976, James A. Washington, juez del Tribunal Superior del Distrito de Columbia, dictaminó que el paciente había demostrado una necesidad médica. Por desgracia, el programa federal que suministraba a los pacientes cannabis medicinal fue clausurado por el gobierno poco después. Randall fue un ejemplo para otros muchos luchadores por la libertad médica de todo el mundo. Keith Stroup, director ejecutivo de NORML, le llamaba "padre del movimiento por la marihuana medicinal". Hoy, en 2011, la marihuana medicinal ha sido legalizada en 15 estados. La droga se prescribe habitualmente en casos de glaucoma, náuseas, falta de apetito y dolor.

En su libro Marijuana Rx: The Patients' Fight For Medicinal Pot, Robert Randall y Alice O' Leary describen la situación de los usuarios de marihuana medicinal en Estados Unidos con duras palabras: los burócratas están dispuestos a arrestar, encarcelar, dejar ciegos, tullidos, e incluso matar a pacientes seriamente enfermos, con tal de mantener el "mensaje constante" de "tolerancia cero" y combatir a la "hierba maligna". También hay un culto a lo sintético; sólo son bien acogidas las drogas patentadas y producidas por grandes compañías. Cualquier medicina natural que sea fácil de cultivar con poco o nulo coste pero que no pueda ser patentada amenaza al monopolio corporativo. Por ejemplo, una droga antivomitiva sintética utilizada por pacientes de cancer sometidos a quimioterapia puede costar hasta 66 dólares la dosis, normalmente unos 1.500 dólares diarios. En comparación, la marihuana controla mejor las náuseas y cuesta 50 centavos diarios. Los autores concluyen que el pueblo americano está empezando a asumir que su gobierno es cada vez más antidemocrático y demasiado a menudo está formado por mentirosos y sinvergüenzas. En los años 70 y 80 dos tercios de los estados establecieron legislativamente que la marihuana tenía valor medicinal, pero los activistas antidroga de Washington (no elegidos por sufragio) bloquearon estos esfuerzos populares de los estados. El Fiscal General amenazaba con detener a cualquier médico que se atreviera incluso a mencionar el uso de marihuana medicinal a un paciente. Además, el gobierno presentó una moción para prohibir cualquier tipo de investigación sobre los beneficios potenciales de la planta.

A pesar de toda la propaganda, la dureza de las leyes, de todas las suspensiones y denegaciones por parte de los gobiernos, los pacientes han descubierto por sí mismos las virtudes curativas de la marihuana y la han utilizado, confiando en su propia intuición, en la tradición popular o en habladurías. Sólo recientemente, diversos expertos independientes han empezado a darse cuenta de que las masas estaban en lo cierto en sus opiniones sobre este famoso pero ilegal remedio popular.

David R. Ford dice en su libro Marijuana: Not Guilty as Charged que fomentar con falsedades el miedo de los ciudadanos es inmoral, mientras que negar marihuana medicinal a los pacientes es criminal. Es una hipocresía prohibir esta droga relativamente poco dañina, que jamás ha causado una muerte, y mantener en la legalidad drogas peligrosas como el alcohol y la nicotina. Ford señala que en Estados Unidos los médicos pueden prescribir alrededor de 50.000 drogas, muchas de las cuales pueden provocar la muerte o efectos secundarios graves. En cambio no pueden prescribir preparaciones cannábicas no tóxicas. Ford sugiere que muchos de los cruzados antimarihuana puede que hayan creído honestamente en la maldad de la marihuana, puesto que se les ha lavado el cerebro para ello, y además porque poca gente actuaría tan desalmadamente a propósito. Como ha escrito Stanley Milgram, un psicólogo de Yale y experto en temas de obediencia civil, personas totalmente normales, que se limitan a hacer su trabajo, sin ningún tipo de hostilidad por su parte, pueden convertirse en agentes de un processo terriblemente destructivo.

Franklin C. "Lyn" Nofziger, antiguo vicepresidente del Comité Nacional Republicano y consejero de la Casa Blanca durante las presidencias de Nixon y Reagan, apoya al movimiento por la marihuana medicinal. En su opinión un médico debería disponer en su arsenal de toda medicación posible. Si los médicos pueden prescribir morfina y otras drogas adictivas, no tiene sentido negar la marihuana a los enfermos y moribundos. Algunos políticos han empezado a comprender que a la opinión pública le resulta cruel e inusual que se trate a los enfermos como si fueran narcotraficantes. Más aún, que es un derroche inútil del dinero de los contribuyentes.

Las encuestas han demostrado que el ochenta por ciento de los americanos aprueba la marihuana con fines medicinales (Encuesta en el Time/CNN en 2002). Howard Zinn, autor de A People's History of the United States, afirma que a menudo el gobierno sólo acomete reformas presionado por la desobediencia civil de ciudadanos organizados. Hace cien años, acabar con el trabajo infantil, garantizar los derechos de las mujeres, eliminar la segregación racista, crear una jornada laboral de ocho horas o aceptar el derecho a organizarse, eran ideas radicales para muchos americanos. Hoy en día, los luchadores por la libertad en materia sanitaria están provocando una convulsión social parecida.

Los médicos opinan con frecuencia que la guerra contra las drogas se ha convertido en una guerra contra los doctores y sus pacientes. Son un objetivo comparable a los jefes de imperios criminales clandestinos. La DEA ha investigado y perseguido malintencionadamente a miles de médicos en nombre de la guerra a las drogas. Y son los médicos quienes han estado desde el principio en las fronteras de esta guerra: una de las pocas manifestaciones de duda razonable durante el comité que en 1937 debatió sobre la marihuana vino de la American Medical Association (AMA). Su asesor legislativo, William Woodward, aportó un convincente testimonio ante el Congreso, rogándoles que no aprobaran el proyecto. Woodward criticó la forma en que se había utilizado la palabra "marihuana" para confundir y mezclar deliberadamente las comunidades del cannabis medicinal e industrial, y preguntó por qué el proyecto de ley había sido preparado en secreto durante dos años, sin advertencia alguna a la profesión. Después, sus declaraciones fueron ignoradas y olvidadas: el Acta de prohibición de la marihuana se aprobó. Woodward dijo que ningún facultativo identificaría este proyecto con un medicamento hasta haberlo leído a fondo, ya que la marihuana no es una droga, sino simplemente un nombre que se le da al Cannabis.

La AMA defendía el Cannabis en 1937 y sigue haciéndolo hoy en día. En 2009 la AMA solicitó oficialmente al gobierno federal que revisara el estatus del Cannabis en la lista 1 del Acta de Sustancias Controladas. La mayor asociación médica de América ha reconocido una vez más los beneficios médicos de la marihuana y sus componentes cannabinoides. Muchos médicos americanos siguen recomendando marihuana a sus pacientes, incluso a pesar de que haciéndolo corren el riesgo de ser encarcelados o de arruinar su carrera.

El doctor John P. Morgan, profesor de farmacología en la Universidad de Nueva York, ha expresado su convencimiento de que el propósito del gobierno al regular la medicina es proteger a los pacientes de problemas de toxicidad. Sin embargo, la marihuana carece de nivel de sobredosis. El doctor Morgan es también un miembro directivo de NORML. Otro distinguido miembro de NORML es el profesor Kary Mullis, premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1993. NORML ha contribuido a que el Cannabis sea reconocido y aceptado como medicina por leyes estatales, un grandioso éxito que no ha llegado fácilmente. En 1972, NORML presentó al gobierno una petición para reclasificar el Cannabis de la Lista 1 a la Lista 2, para que los doctores puedieran prescribirla como un medicamento. Finalmente, en 1988 la DEA respondió cuando su propio juez administrativo Francis Young concluyó en un informe de 69 páginas: "... en términos estrictamente médicos, la marihuana es mucho más segura que muchos alimentos que consumimos habitualmente". Después de dos años de de deliberaciones, la DEA rechazó las recomendaciones de sus propios juristas.

El doctor Lester Grinspoon, autor de "Marijuana: The Forbidden Medicine" señala que una montaña de evidencias provenientes de millares de pacientes está siendo deliberadamente ignorada, mientras se desautorizan los ensayos clínicos controlados. La casuística estudiada se aceptaba como parte del conocimiento médico hasta la segunda mitad del siglo XX y la invención de la moderna metodología científica, como los estudios de doble ciego. No obstante, la ley impide llevar a cabo amplios estudios de doble ciego. Por citar un solo ejemplo, al dr. Donald Abrams le llevó cuatro años obtener permiso para estudiar los efectos de la marihuana en dolores neuropáticos relacionados con el SIDA.

A pesar de la evidencia de que el Cannabis es eficaz en el tratamiento tanto de trastornos graves como más leves, la DEA sigue arrestando a pacientes y profesionales sanitarios al amparo de la ley federal, incluso en estados que han intentado proteger legalmente la marihuana con sus propias leyes estatales. Los médicos se sienten amenazados hasta por mencionar la marihuana a sus pacientes. Los enfermos, los discapacitados y los agonizantes suelen verse apuntados con pistolas durante las redadas y detenciones. En ocasiones sufren disparos y mueren, muchas veces se les condena a largos años entre rejas. Algunos pacientes han intentado suicidarse, incapaces de vivir sin su medicación. Víctimas de cáncer, SIDA o infartos cerebrales atestiguan que la marihuana lograba traerlos de vuelta literalmente desde el borde de la muerte. Los enfermos de glaucoma tienen miedo a quedarse ciegos sin su medicina. Demasiado a menudo, los pacientes deben asumir el riesgo de perder sus derechos, su libertad, su propiedad y sus hijos, sólo por utilizar la droga más segura conocida por la ciencia médica. Muchos mueren en la cárcel privados de su medicina, como sucede a menudo con los pacientes de cáncer o SIDA. Se les permite utilizar morfina, pero no cannabis. Enfermos de todas las clases sociales temen ser encarcelados debido a la medicina que usan. Los enfermos y agonizantes piensan que la prohibición de la marihuana medicinal es la mayor injusticia social en la historia de la humanidad; un paciente desesperado declaró que su tragedia y dolor sólo eran comparables a la crucifixión de Cristo.

Esta es todavía la dura realidad de la marihuana medicinal en muchos países de todo el mundo. En Estados Unidos, los pacientes han perdido su caso ante el Tribunal Supremo; en 2005 también se desestimó en en Congreso una enmienda para poner fin a los arrestos de pacientes de marihuana medicinal. El Cannabis sigue siendo una sustancia controlada de la Lista 1 "sin valor médico", la categoría más restrictiva, que también incluye la heroína. Drogas como la metanfetamina tienen el suficiente valor medicinal para ser clasificadas como narcóticos de la Lista 2.

Algunos países europeos como el Reino Unido, España, Suiza e Italia han llevado a cabo esfuerzos por explorar los beneficios del Cannabis con fines médicos. En los Países Bajos, desde 2003, se puede conseguir Cannabis en las farmacias y se ha fundado un centro gubernamental de Cannabis medicinal. En 2007, Alemania autorizó a su primer paciente de marihuana medicinal (un enfermo de esclerosis múltiple) a comprar legalmente marihuana. En 2008 el Tribunal Supremo de la República Checa falló a favor del cultivo de Cannabis destinado a aplicaciones médicas.

En 2009, en el Palacio Lichtenstein de Praga, durante la XVI gala del Comité del Gobierno Checo para personas discapacitadas presidido por el primer ministro y formado por, entre otras personalidades, varios ministros más, se entregó un premio oficial a la organización Konopí Je Lék (remedios de cannabis), por una página web dedicada a antiguas y nuevas aplicaciones del cannabis en medicina. La ministra de sanidad checa Dana Jurásková prometió no sólo participar en un debate público sobre el tema, sino también apoyar la introducción de la fitoterapia en el sistema de salud checo, puesto que los resultados eran prometedores. El ministro de trabajo y asuntos sociales Petr Simerka presentó al presidente de la KJL Dusan Dvorak con el premio, firmado por el primer ministro de la República Checa Jan Fisher. Dusan Dvorak se había enfrentado tiempo atrás a una condena de cinco años por el cultivo de más de 800 plantas de marihuana.

 

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