Rumbo Asia (2ª parte).
En la primera parte de Rumbo Asia, comenzamos un viaje de tres semanas que nos llevó hasta el lejano continente. Conocimos a gente maravillosa, catamos y descubrimos algunas Sativas puras, así como unas culturas únicas. En las próximas líneas reanudaremos el viaje recorriendo lugares impresionantes y en busca de más variedades que catar. Author: Huguillo
Nuestra última ubicación era Vietnam. y más exactamente la ciudad de Saigón (nombre popular de Ho Chi Minh City o HCMC), tras pasar unos cuantos días y haber tenido la gran suerte de conseguir una buena hierba de interior y haber probado alguna que otra Sativa, o haber conocido parte de una ciudad impresionante, nos decidimos a cambiar de aires y continuar nuestra ruta. La siguiente parada, y aún dentro de Vietnam, sería la ciudad de Hanoi, cuyo significado viene a ser “la ciudad entre ríos”.
Hanoi
Desde Saigón tomamos un vuelo que nos llevó hasta la ciudad de Hanoi, tras un vuelo cómodo de unas dos horas, más o menos. Al salir del aeropuerto, nos fuimos al hotel, donde tras ponernos cómodos y descansar un poco, nos informamos más de la ciudad. Hanoi es la capital de Vietnam, así como la segunda ciudad más grande de todo el país tras la ciudad de Saigón. Se encuentra situada en la zona norte del país, en la margen derecha del río rojo el cual desemboca en el Golfo de Tonkin. Una de las ciudades más bellas y preciosas que visitamos.
Se trata de una ciudad con un índice de población altísimo, por lo que las aceras y calles siempre están abarrotadas de gente, hasta el punto de que cruzar de acera sano y salvo según en qué sitios es una auténtica odisea, aunque son más respetuosos en ese sentido que en Saigón. También apreciamos que había muchas personas en edad universitaria por toda la ciudad, lo que no es de extrañar, pues en Hanoi se encuentran las principales y más importantes universidades de Vietnam, como nos comentó el recepcionista del hotel.
Tras horas recorriendo los distintos distritos de la ciudad, llegamos a la conclusión de que, al contrario que en otras ciudades por las que habíamos pasado, aquí no había dealers callejeros ofreciendo hierba. Resulta mucho más complicado conseguir algo que en otros lugares y decidimos que lo mejor era comer algo después de tanto caminar. Decidimos ir a lo seguro y además de unos zumos nos tomamos un buen plato de “bun cha” (cerdo con arroz y verduras) que tanto nos gustó en Saigón.
De vuelta para el hotel nos cruzamos con un grupo de tres personas más bien jóvenes que estaban fumando un cigarrito de hierba y les preguntamos. En un principio se asustaron un poco, pero luego al ver que éramos turistas se relajaron y nos comentaron que no estaba fácil al no haber dealers por las calles. Insistimos si no habría ninguna forma de poder conseguir un poco para catar como era.
Les contamos nuestro viaje y les mostramos las fotos que habíamos hecho en todo nuestro periplo y se quedaron boquiabiertos y más al ver fotos de la “Canadian”, variedad de interior importada de la que hablamos en el capítulo anterior. Llegó un momento en que cogimos ese punto como de confianza o cercanía, en ese mismo instante se pusieron a hablar entre ellos en vietnamita. Se percibía como dos de ellos intentaban convencer de algo al tercero, hasta que finalmente sonrieron y uno de ellos nos explicó, mientras otro sacaba un móvil y llamaba a alguien, que su amigo estaba llamando a alguien que nos presentarían.
Y en unos 20 minutos llegaron tres motos con seis personas, algunas de aspecto poco fiable, y tras aparcar se acercaron hasta nosotros. Se saludaron con nuestros amigos nuevos y nos presentaron a uno. Como era de esperar y siendo desconocidos para ellos no tenían nada en ese momento, nos ofreció la posibilidad de que fuésemos alguno con él en la moto o citarnos con él al día siguiente, a la tarde, en el mismo lugar donde estábamos. Y en eso quedamos.
Al día siguiente nos reunimos con ellos, como habíamos acordado, y nos ofreció dos tipos de hierba. Tenía una bolsita con “Thailandesa” y otra bolsita con “Camboyana”, con un aroma muy distinto al que habíamos apreciado en otras partes, incluso a la vista se podía apreciar que era mucho más resinosa que las probadas anteriormente con su mismo nombre, así que decidimos coger las dos bolsitas de tres gramos cada una por algo menos al cambio de veinte euros. Tras darle las gracias, nos explicó que lo habitual allí es funcionar así, en motos. Tras despedirnos y desearnos buena estancia en Hanoi se marcharon con las motos.
Nosotros nos fuimos para el hotel a catar las variedades y eso hicimos nada más llegar. Comenzamos con la Camboyana que tenía un aroma y un sabor con unos rasgos más definidos y no tan lineales como la camboyana catada en Saigón, en cuanto al high, estaba a la altura de la de Saigón y con tres buenas caladas el fuerte efecto cerebral era muy notable. Nos gustó mucho ese sabor más definido, acompañado de un aroma más fuerte y del demoledor efecto que ya conocíamos.
Tras un rato decidimos valorar la “Thailandesa”, y nos llevamos la misma impresión de que el sabor y aroma estaban más marcados, y el efecto cerebral era también muy potente como recordábamos. Aun así, el aspecto seguía dejando un poco que desear. Para cuando nos dimos cuenta ya era de noche, así que fuimos a cenar algo al lado del hotel y nos fuimos a dormir.
Bahía de Ha-Long
Tras hacer un poco de turismo por la preciosa Hanoi durante unos días, pensamos que ya era el momento de ir a conocer la Bahía de Ha-Long, también conocida como Bahía de Halong, y que está situada en la provincia de Quang Ninh, en el Golfo de Tonkin. Abarca 120km de costa y es una de las joyas de Vietnam, además de estar declarada Patrimonio de la Humanidad por la “UNESCO” y también está valorada y considerada como una de las siete maravillas naturales del mundo.
Lo hablamos en el hotel y nos dieron todas las indicaciones necesarias para poder contratar una travesía de noche en barco por la bahía de Halong. Al día siguiente, pronto por la mañana y para llegar allí, tuvimos que desplazarnos en un viaje de cinco horas y pico en bus que se nos hizo muy largo. Cuando empezamos a ver esas vistas desde lejos por las ventanillas del bus, se nos pasó todo de golpe.
Cuando finalmente el bus paró y nos bajamos, fuimos directos para la dirección que nos habían dado en el hotel al contratar la travesía de un día y una noche, ya que íbamos con el tiempo justo. Una vez a bordo, nos buscamos un sitio donde sentarnos en cubierta y coincidimos con un grupo de personas de lo más variado y de distintas culturas. Hicimos risas y amistad con un hombre turco, un par de ingleses y con otro que era de Burgos. Nos lo pasamos muy bien, charlando con ellos y fumando un poquito entre todos, cuando ya había entrado la tarde y empezaba a irse el sol, mientras hacíamos tiempo para cenar a bordo.
El marco era impresionante, es un regalo para la vista y los sentidos ver esos islotes emergiendo del mar y esos cielos tan coloridos reflejados en el mar… no hay palabras. El despertar a bordo y ver amanecer no fue para menos, y como todo lo bueno, para cuando te das cuenta ya estaba llegando la travesía a su fin. Al desembarcar paseamos por la localidad, pero no observamos ningún dealer callejero, así que imaginamos que aquí era complicado también.
Bangkok
De la Bahía de Ha-Long realizaríamos el viaje inverso al que habíamos hecho hasta llegar a Bangkok. Pretendíamos hacerlo sin parar a dormir, ni descansar en hoteles, hasta llegar allí, para así poder disponer de algo más de un día para poder visitar con menos prisas Bangkok. Cogimos una vez más otro bus y a las cinco horas y pico llegamos a Hanoi, cogimos un taxi (error) para ir al aeropuerto y desde el aeropuerto de Hanoi volamos durante unas dos horas hasta llegar al aeropuerto de Saigón. Desde allí hicimos trasbordo a otro vuelo que nos llevó en un par de horas, más las típicas esperas de aeropuertos finalmente hasta Bangkok. Con todos los buses y aviones que habíamos cogido estábamos agotados así que fuimos directos al hotel a darnos una ducha y cambiarnos.
Una vez listos, nos dispusimos a recorrer las calles de Bangkok, una ciudad con más de diez millones de habitantes, pero aun siendo un caos por todo el bullicio de gente y vehículos, al menos se puede caminar por las aceras y estas se respetan no como en Saigón, por lo que resultaba más agradable recorrer Bangkok.
Nos dimos cuenta rápidamente que los pocos dealers callejeros que encontramos no estaban por la labor de jugársela, en los lugares turísticos se niegan a ofrecer nada de hierba aun pagando bien. En el tiempo que pasamos allí nos resultó prácticamente imposible poder catar ninguna muestra, a excepción de una oportunidad que se nos presentó al pasar por una calle de discotecas y bares camino al hotel, donde los dealers callejeros si estaban más por la labor de dejarse ver y hacerse notar, pero prácticamente todos nos ofrecían sustancias de diseño y no hierba.
En una de estas tuvimos la posibilidad de ver hierba “Thailandesa’’ en stick que tenía el aspecto y aroma de los sticks que habíamos probado, pero olían muy a fresco o húmedo por lo que la descartamos. Y la otra muestra estaba ya desmigada y con un aspecto que no parecía lo que decía que era o se suponía que era, además el aroma era muy distinto al que recordábamos, por lo que nos resultó muy decepcionante y nos hizo recordar los consejos y advertencias que nos habían hecho durante nuestra estancia en Pattaya del mucho “fake” o hierba falsa que se vende, cómo la mezclan con tabacos o con otros adulterantes.
No nos animamos a catar ninguna porque no merecía la pena probar algo que está verde o húmedo y mucho menos algo desmigado que no estaba claro qué era. Cansados de todo el día nos fuimos al hotel a intentar descansar y dormir unas horas. A la mañana siguiente nos dimos una última vuelta comentando anécdotas de nuestro viaje y recogimos nuestro equipaje en el hotel para irnos al aeropuerto donde cogimos el vuelo de vuelta. Salimos de Bangkok y tras doce horas pasadas de vuelo llegamos a Ámsterdam, donde nuestras periplo de catas por las variedades asiáticas llegaba a su fin.