Lo guay de Uruguay

Exitable
08 Feb 2015

No fue Holanda, ni tampoco España, no fue Estados Unidos, ni Portugal. Un país ignoto legalizó la marihuana desde la semilla hasta el picador. La génesis de este movimiento tiene que ver con la política uruguaya y la inserción de los movimientos sociales, también con la cruda represión de las dictaduras y un presidente fuera de serie, además de un contexto de violencia extrema en América Latina.


No fue Holanda, ni tampoco España, no fue Estados Unidos, ni Portugal. Un país ignoto legalizó la marihuana desde la semilla hasta el picador. La génesis de este movimiento tiene que ver con la política uruguaya y la inserción de los movimientos sociales, también con la cruda represión de las dictaduras y un presidente fuera de serie, además de un contexto de violencia extrema en América Latina.

No fue Holanda, ni tampoco España, no fue Estados Unidos, ni Portugal. Un país ignoto legalizó la marihuana desde la semilla hasta el picador. La génesis de este movimiento tiene que ver con la política uruguaya y la inserción de los movimientos sociales, también con la cruda represión de las dictaduras y un presidente fuera de serie, además de un contexto de violencia extrema en América Latina.

Uruguay es un país muy influenciable por los contextos históricos, una esponja política. En los setenta no fue ajeno a la lucha de las guerrillas y a las consiguientes dictaduras. Fue el tiempo de José Mujica, el mítico presidente que eligió regular las drogas antes de pelear una guerra que ya sabía fracasada. De la otra, la de los setenta, estaba convencido. Desde los años 60 fue guerrillero, su grupo político armado, los Tupamaros, quería el socialismo y la liberación. Los exterminaron. Mujica recorrió los pozos de los cuarteles de todo el país durante 13 años. Padeció torturas, aislamiento y todo tipo de privaciones, como cientos de miles por aquella época en América Latina. Salió de la cárcel probablemente transformado, seguro de que todavía había cosas por hacer, pero sin armas. Desde entonces pelea con la palabra exclusivamente.

Mientras Mujica estaba en esos calabozos, la dictadura permitió el consumo de drogas. Los militares, entre copa y copa, toleraban la cocaína de los adultos en balnearios y barrios de lujo. Pero crearon una policía antidrogas para perseguir a los pocos jóvenes, particularmente a los hippies, que muy de vez en cuando podían acceder a algún porro, en Uruguay había muy pocos usuarios de marihuana. Por entonces, ni siquiera había dealers en las ciudades uruguayas. Grupos de amigos, sobre todo artistas y su circulo social cercano, juntaban dinero y se iban a Brasil a buscar porros. Eran solo unos pocos que practicaban tal aventura. Miles de personas pasaron por hospitales psiquiátricos y torturas policiales, por haber fumado un porrito en aquella época.
El asunto siempre fue serio y clandestino. Algunos empezaron a plantar por aquellas épocas. Lo hacían con las semillas que sacaban de los finos cogollos que llegaban de Brasil, conocidos, por su forma, como camarâo, camarón, variedad emparentada con la Manga Rosa, una Sativa fragante, de tonos morados a rosa, posiblemente fue traída por los portugueses en la época colonial.

Pero plantaban y nadie sabía cuándo cortar la planta, ni cómo fumarla. Los cultivadores de la época, probablemente los podrías contar con los dedos de las manos y tal vez los pies, no más. Mientras en Europa la movida subterránea de la marihuana crecía, en América Latina estuvo cada vez más prohibida, hasta hace poco, muy poco. Unos diez años en Uruguay.

En los años 90 varios movimientos tímidamente reclamaban la legalización de la marihuana, nadie ponía el asunto en la primera línea de las reivindicaciones, pero flotaba. No había un movimiento cannábico, solo algunos profesores de Derecho liberales, un puñadito de médicos, algunos jóvenes que militaban en el Frente Amplio, la coalición de las fuerzas de izquierda uruguaya, otros políticos de cuño liberal de los partidos tradicionales y poco más.

En el año 2000, un liberal de talla en las arenas políticas del Uruguay, el por entonces presidente Jorge Batlle, dijo públicamente en Chile que había que legalizar las drogas para no seguir aumentando el poder de los carteles del narcotráfico, que por entonces empezaban a ser desmenuzados con el Plan Colombia al norte del continente.

Las palabras de aquel presidente fueron suficientes para que en los medios de comunicación el tema empezara a discutirse, entre declaraciones de detractores y aquellos que creían en la importancia de legalizar las drogas. El ministro de la Suprema Corte de Justicia de entonces, Gervasio Guillot, dijo que la idea de Batlle era buena y que había que comenzar con la marihuana, entre otras cosas porque se estaba criminalizando a una creciente porción de los jóvenes, sobre todo en las ciudades más grandes del país. Algunas juventudes políticas empezaron a tomar el tema nuevamente, pero era un asunto del que los mayores huían, porque calculaban con mirada electoralista y preveían un golpe en la opinión pública si se posicionaban a favor de legalizar. Además, la mayoría de esos políticos añosos estaba francamente en contra de tal cosa.

La marihuana, su uso y la necesidad de que terminara la estigmatización contra el usuario, empezaron a ser banderas políticas de los jóvenes que se izaban cada vez con mayor frecuencia en este país de tres millones y medio de habitantes, más otro medio millón fuera de fronteras. No era la única bandera, también pedían que la mujer pudiera resolver si abortar o no, y que dejara de ser un crimen o que las personas del mismo sexo pudieran contraer matrimonio, como cualquier pareja heterosexual.

Por entonces la marihuana era parte del paisaje y de los aromas en los espacios públicos de Montevideo. Se olía, todavía se huele marihuana en los estadios de fútbol, en las afueras de los centros de enseñanza secundarios y universitarios, en la noche, en los bares, en las discotecas, en las playas, en parques y plazas, los porros ya no molestaban a casi nadie, una generación normalizó el cannabis, desde entonces ya nada sería lo mismo.

Los grupos políticos juveniles adscribieron la necesidad de un cambio en el paradigma de respuesta estatal a las drogas. Y nació también el movimiento cannábico.

El Frente Amplio llegó al gobierno un marzo de 2005, por primera vez esta fuerza, nacida en 1971, se hacía con el poder ejecutivo. Y lo hizo con el trasfondo de la peor crisis económica que recuerden los que viven en la orilla oriental del Río de la Plata, el que separa Argentina de Uruguay. En mayo de 2005 un mail empezó a recorrer computadoras en Montevideo, la idea era juntarse para fumar un porro públicamente en el malecón de la capital uruguaya. Y así lo hicieron. Algunos incluso vestían pasamontañas, aquello parecía un acto zapatista. Eran pocos los que se sentaban en el lugar indicado, los más se quedaban cerca, encendían sus petas y miraban cómo los noticiarios entrevistaban sobre todo a un hombre que tenía un cartel colgando de su cuello. Era Juan Vaz, cultivador y desde entonces activista. Poco después los cultivadores empezaron a salir del closet. Plantatuplanta fue la primer asociación netamente cannábica. A partir de su foro en internet  comenzaron a asociar cultivadores. Por entonces, la reivindicación era bastante seminal, simplemente “no más presos por plantar”. Pronto los cultivadores vieron la oportunidad de trabajar con los grupos políticos juveniles del Frente Amplio. Así nació el Movimiento por la Liberación de Cannabis, que también reunía a grupos barriales y fue congregando cada vez más interesados en derribar el tabú, de una u otra forma, una que ni siquiera se podía poner en palabras, pero todos la llamaban legalización. Y se pusieron en campaña para ello.
El trabajo dio su fruto. Un año después el presidente Tabaré Vázquez dijo que era necesario dar un debate integral sobre las drogas. El movimiento social redobló la apuesta y se hicieron varias fumatas en distintos puntos de la ciudad. El tema seguía atrayendo la atención de la prensa y también el de un grupo de políticos que hicieron un grupo de estudios asesorados por abogados, médicos, trabajadores sociales en el tema adicciones y otros, todos con una perspectiva a perturista.
En 2008 el Frente Amplio ya había resuelto dar una vuelta de tuerca a las políticas de drogas. Aunque su declaración es bastante desteñida, mostraba la apertura que reclamaban los más jóvenes, también destacaba la cautela, la mesura y una dosis de prejuicios de los mayores. El acuerdo fue que era necesario modificar las políticas prohibicionistas. La estrategia que la Junta Nacional de Drogas adoptó, cuando el Frente Amplio se hizo con el gobierno por segunda vez, fue explícitamente que había que buscar nuevas políticas de drogas.

El movimiento cannábico seguía creciendo, aunque había esporádicas detenciones a cultivadores, fueron disminuyendo considerablemente, después que Alicia Castilla de 63 años y Mauricio Ballitzki, treintañero y padre de un hijo a su exclusivo cuidado, acabaron en la cárcel. Él tenía cuatro plantas, ella 29 plantines. Los periodistas que ya veían la legalización como necesaria se indignaron con el caso. Los dirigentes progresistas dijeron que aquello no era posible. Cuatro diputados menores de 40 años, de todos los partidos con representación parlamentaria, se reunieron para presentar un proyecto de ley. Uno que permitiera tener hasta 25 gramos de marihuana y que habilitara el cultivo en el hogar. Paralelamente, una comisión en el Congreso discutía también sobre drogas, sus usos y sobre todo las adicciones. Esa comisión terminó recomendando un cambio en la normativa hacia la legalización, el fin del estigma sobre el usuario, el cultivo en el hogar y la regulación de la venta del cannabis. Estaba terminando el año 2011. Cuatro meses después empezó a circular un rumor el gobierno quería legalizar la marihuana. Sonaba extraño y poco probable. Era demasiado fuerte para una sociedad pacata como la uruguaya.

Sin embargo, en junio de 2012, el ministro de Defensa anunció una regulación controlada del mercado de marihuana. Se presentó como una forma de combatir el narcotráfico, pero sin violencia. Uruguay tiene unas fuerzas armadas más que modestas para la media mundial. El narcotráfico se combatiría desde lo económico.

En América Latina los grupos de narcotraficantes tienen una relevancia cada vez mayor en el espacio público, como es el caso de México, Colombia y los países centroamericanos. Allí las organizaciones criminales son poderosas, se inmiscuyen a fuerza de violencia, corrupción y cientos de miles de muertes, desapariciones y torturas, en la vida política de estos países.  

En Uruguay esta no es la situación, pero el poderío de los grupos que manejan la venta de drogas, en las ciudades más grandes, crea alarma pública, por la virulencia de los enfrentamientos en la disputa del mercado. El gobierno entendió que esta situación no podía seguir soportándose y siendo que el consumo de drogas es legal, entendieron prudente regular el acceso al cannabis, la droga más consumida en el país, después del alcohol, el tabaco y los psicofármacos. Y así arrebatar una porción de las beneficios que estos grupos invierten en crear mayor violencia.

Por todo eso, el estado otorga licencias a empresas privadas, para que se plante la marihuana que abastecerá a las farmacias, donde se podrán comprar hasta cinco variedades de cannabis. Ya se presentaron 22 empresas interesadas, de ellas serán seleccionadas dos o tres. El gramo de cannabis tendrá un costo para el usuario de un dólar el gramo, un precio que ha sido criticado por algunos interesados en las plantaciones de cannabis por no cubrir los costos. El gobierno entiende que las ganancias serán mínimas, pero se muestra firme en que el precio y la calidad son los dos factores esenciales para disputar el mercado a los grupos que comercializan cannabis. En esta primera etapa se plantarán 10 hectáreas de marihuana que serán vigiladas por el estado.
En el hogar se podrán tener hasta seis plantas hembras, también se podrán formar clubes de cannabis con hasta 45 socios y 99 plantas. Para llegar a eso, se hizo un debate en todo el país, llegaron técnicos y cultivadores de todo el mundo. Mientras la sociedad civil presionaba en los medios de comunicación para mostrar que la legalización, o la regulación era posible, que no había improvisación, sino una discusión netamente política. De las plazas barriales el tema pasó a las casas, a la sobremesa familiar, las abuelas preguntan qué es eso del porro y algunas hasta quieren probarlo.

La ley se votó en diciembre de 2013. A pesar de un 63% de uruguayos que en las encuestas dicen estar en contra de este “experimento”, esta locura de Mujica. Pero cuando a los uruguayos les preguntan si prefieren al narco o al estado como proveedor de marihuana, más del 70% dice que prefieren al estado. Luego de aprobada la ley, otra encuesta mostró que un 51% decía que era preferible que la ley se desarrollara, antes de pensar en derogarla o eliminarla.

Esta ley será modificada cuando sea necesario, así lo dijeron todos quienes auspiciaron la discusión. La normativa comenzó a funcionar en septiembre pasado, ya existen cuatro clubes de cannabis funcionando legalmente. Y en el primer mes de registro se anotaron más de 500 cultivadores. Sin embargo, muchos no quieren pasar por la fase del registro, porque no confían en brindar sus datos a una institución gubernamental, pese a que los datos se protegerán por las leyes de protección de información privada.

La ley prohibe todo tipo de publicidad sobre cannabis, habrá campañas para advertir sobre los eventuales riesgos del uso de marihuana, los menores de 18 años no podrán ni plantar, ni comprar, como aquellos que no sean residentes o ciudadanos uruguayos, si conduces fumado podrías perder tu licencia de conducir. Este régimen de acceso al cannabis no es la panacea libertaria que algunos podrían soñar. Es solo un experimento, a la medida de un país, en este momento dado de la historia política de América Latina, donde las libertades civiles y el crecimiento económico se encuentran con la barrera de la llamada inseguridad, que pide control y represión para hacer gobernable los países.

El gobierno ha dicho que este diciembre el sistema de farmacias ya estará funcionando, pero todavía no terminan de elegir a las empresas que abastecerán el mercado. Por lo que es probable que recién para el año próximo el nuevo sistema de compra de marihuana en farmacias esté listo.

Sea como fuere, Uruguay fue el primer país que se tiró al agua. Ahora solo queda ver cómo funciona este sistema que está hecho a la medida de los uruguayos y de nadie más. Por ahora, porque los cambios se están gestando a una velocidad sónica. Así que  ¡atento a las próximas actualizaciones en Soft Secrets!.

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