¿Cómo usar fertilizantes de cannabis en exterior?

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10 Jun 2014

El objetivo principal del autocultivo de cannabis es obtener una cosecha de cogollos de gran calidad, en cantidad suficiente como para durar hasta la siguiente cosecha. La mayoría de los cultivadores de exterior sólo cultivan una vez al año, por lo que la producción tiene que durar doce meses y las plantas producir tanto como sea posible.


Uno de los factores que más influye en la productividad es que el cannabis tenga siempre suficientes nutrientes a su disposición. La fertilización de las plantas se convierte en una tarea fundamental para obtener una buena cosecha y el cultivador debe conocer las diferentes técnicas y productos para alimentar los cogollos.

Aparte de la luz, el agua y el dióxido de carbono (CO2) presente en el aire, la marihuana consume cantidades considerables de tres nutrientes primarios: nitrógeno, fósforo y potasio. Necesita, además, cantidades medias de tres nutrientes secundarios: calcio, azufre y magnesio. La lista se completa con los ocho microelementos o micronutrientes (hierro, manganeso, zinc, boro, molibdeno, cobre, cloro y cobalto), de los que sólo necesita cantidades muy pequeñas pero que son igualmente esenciales para el desarrollo. Si a la planta le falta alguno de los nutrientes no puede desarrollarse al máximo y la producción se reduce considerablemente. Para obtener buenos cogollos es muy importante que las plantas dispongan de todos los nutrientes necesarios.

En la naturaleza las plantas crecen sin que nadie las fertilice pero, ¿de dónde sacan los nutrientes? Se alimentan de los desechos de los millones de microorganismos que viven en el suelo y que, a su vez, se alimentan de la materia orgánica que encuentran. Cuando un animal o una planta muere y cae al suelo, se descompone enseguida. Gusanos, insectos, hongos, bacterias, levaduras, todos se ocupan de este proceso de descomposición que consiste en ir rompiendo la materia cada vez más hasta llegar a sus componentes primarios, los iones minerales que las plantas pueden absorber directamente. Los nutrientes atrapados en la materia orgánica se mantienen protegidos por esta, no se pierden arrastrados por la lluvia o degradados por el sol, como sucede con los nutrientes químicos en forma iónica.

 

Abonos químicos

Los abonos químicos se elaboran mezclando sales minerales puras, producidas mediante síntesis química. Los nutrientes se encuentran en forma iónica, lo que quiere decir que son directamente asimilables por las raíces. Son abonos muy cómodos de usar y muy baratos, pero aunque nutren las plantas no resultan tan beneficiosos para la fertilidad del suelo. El abuso de los fertilizantes químicos acaba con los microorganismos que viven en la tierra y que se ocupan de ir degradando la materia orgánica. Una dosis excesiva puede llegar a quemar las raíces e, incluso, a matar la planta.

Salvo los específicamente etiquetados como ecológicos o 100% orgánicos, la mayoría de los abonos para cannabis tienen al menos parte de sus nutrientes de síntesis química. Si se usan sin excesos y siguiendo las instrucciones de la etiqueta, se pueden obtener grandes resultados con ellos, aunque es importante tomar algunas precauciones básicas como no abusar de su uso, empleándolos a dosis bajas o alternando riegos con fertilizante y riegos sólo con agua, y dejar de utilizarlos dos semanas antes de cosechar las plantas.

 

Abonos orgánicos

Los abonos orgánicos, también llamados bio o ecológicos, se hacen partiendo de distintos productos de origen orgánico que se descomponen en mayor o menor medida antes de aplicarlos a las plantas. El compost de restos vegetales y el estiércol son los abonos orgánicos más habituales en la agricultura. Son baratos, nutritivos, están llenos de microorganismos y contribuyen a aumentar la fertilidad del suelo y a acondicionar su estructura. En realidad cualquier materia orgánica que se añada al suelo termina descomponiéndose y convertida en nutrientes para las plantas. Una importante ventaja de los abonos orgánicos es que resulta mucho más difícil dañar las raíces con ellos que con los fertilizantes de síntesis química, incluso usando dosis mayores de las recomendadas por el fabricante.

Los abonos biológicos más avanzados se elaboran mezclando en proporciones concretas distintos materiales de origen orgánico e inoculando ciertos microorganismos beneficiosos para producir una descomposición controlada que libere los nutrientes, para facilitar su absorción por las raíces. Además de los nutrientes primarios (nitrógeno, fósforo y potasio) y secundarios (calcio, magnesio y azufre) estos abonos suelen tener una gran riqueza en microelementos o elementos traza (hierro, zinc, molibdeno, cobre, boro, manganeso) que, aunque hacen falta en cantidades muy pequeñas, son esenciales para el correcto desarrollo de las plantas.

 

Sólido o líquido

Tanto los fertilizantes químicos como los orgánicos se pueden encontrar en forma sólida o en líquido. Los químicos pueden venir en polvo o en gránulos, ambos para esparcir sobre el suelo o para mezclar con el sustrato a la hora de llenar con él las macetas. Los fertilizantes químicos sólidos suelen ser de liberación lenta, es decir, no todos los nutrientes están disponibles para las plantas a la vez. De este modo, se reduce el riesgo de quemar las raíces por una sobrefertilización y se reduce el número de aplicaciones necesarias, ya que el abono va liberando nutrientes a lo largo de varias semanas o meses.

En el caso de los nutrientes orgánicos naturales los productos sólidos más habituales son el compost, el estiércol de distintos animales y el lombricompost (que es el resultado de pasar la materia orgánica a través del sistema digestivo de lombrices rojas). Al igual que los fertilizantes químicos sólidos también liberan nutrientes lentamente, pero además alimentan los microorganismos del suelo y mejoran la capacidad de la tierra de retener agua y nutrientes.  

Los fertilizantes líquidos, por su parte, se diluyen en el agua de riego y se aplican directamente al suelo. Gracias a estar disueltos en agua penetran rápidamente hasta las raíces que pueden absorber los nutrientes inmediatamente. 

Por lo general, las plantaciones en el suelo se prestan más al uso de abonos sólidos por la ventaja de que se requieren muchas menos aplicaciones, permiten regar las plantas 

directamente con agua sin perder tiempo en preparar una solución nutritiva. Por su parte, las macetas, con su escaso contenido de tierra, resultan mucho más adecuadas para la fertilización frecuente con abonos líquidos. 

 

Normas básicas para abonar con éxito

Abona las plantas desde el principio, un par de veces por semana y con moderación. Es mejor abonar un poco en cada riego que mucho de golpe. Un medidor de EC permite saber que concentración de sales tiene el agua abonada que hemos preparado. El límite máximo de EC para no correr riesgos cuando se cultiva en tierra es de EC 2.0 mS, pero generalmente no hace falta llegar a tanto. Si se parte de agua destilada con EC 0, basta añadir nutrientes hasta alcanzar entre EC 0.5 y 1.0 mS. Cuando el agua del grifo ya tiene sus propias sales hay que tener cuidado de que al añadir el abono no se supere el máximo de EC 2.0 mS, pues aunque parte de las sales no vengan del fertilizante las raíces se quemarían igual. Siempre que sea posible conviene usar agua con pocas sales disueltas. El agua de lluvia, el agua destilada y el agua de un filtro de osmosis inversa son las mejores porque no llevan nada de sales.

Ajusta siempre el pH después de añadir todos los abonos y aditivos. Debe quedar entre 5,8 y 6,5 para que todos los nutrientes estén a disposición de las raíces, pero tampoco es necesario ser muy exacto, sobre todo cuando las plantas crecen en tierra. Lo que sí que hay que evitar es regar con un pH muy alejado de los valores ideales, ya que en pocas semanas acabaríamos teniendo carencias nutritivas por culpa del pH.

 

Trucos para potenciar el efecto de los abonos

  • Oxigena la solución nutriente con un burbujeador de acuario durante varias horas antes de regar y verás como absorben más nutrientes.
  • Añade un producto con enzimas a la solución nutriente para que ayude a mantener el sistema de raíces en buen estado.
  • Aplica microorganismos beneficiosos varias veces a lo largo del cultivo, las plantas estarán más sanas y aprovecharán mejor los abonos.
  • Ten frescas las raíces sombreando las macetas o esparciendo una capa de mulch sobre la tierra, se puede emplear paja, hierba seca, compost, o cualquier otro material que impida que los rayos de sol den directamente sobre la tierra, calentándola.
  • En cultivos en macetas conviene lavar la tierra al menos un par de veces durante el ciclo, si la tierra es menos salina las raíces absorben más fácilmente los nutrientes.
  • No abones las plantas durante las dos últimas semanas antes de la cosecha y deja que aprovechen lo que hayan acumulado como reservas.

 

La fertilización foliar

Las plantas suelen absorber la mayoría de los nutrientes a través de las raíces, pero también tienen la capacidad de captarlos por las hojas. El cultivador puede aprovechar esta interesante propiedad para aplicar los abonos por medio de la fertilización foliar. Simplemente tiene que pulverizar en finas gotitas la solución nutriente sobre la parte aérea de la planta (tallos y hojas) por medio de una mochila o botella pulverizadora. Las plantas llegan a absorber hasta el noventa por ciento de los nutrientes aplicados foliarmente, frente a sólo el diez por ciento de los que se aplican con el riego. Además, esta técnica de fertilización permite alimentar a plantas débiles o con el sistema radicular enfermo y completar la nutrición de las plantas que se encuentran en fases de crecimiento muy rápido, cuando las raíces pueden no ser capaces de absorber todos los nutrientes necesarios. La fertilización foliar es especialmente efectiva para corregir deficiencias nutritivas cuando las condiciones del suelo (frío, salinidad, pH demasiado alto o bajo, sistema radicular pobre) complican la absorción por las raíces.

 

Conviene fumigar las plantas cuando no les dé el sol, lo mejor es hacerlo por la tarde para que absorban los nutrientes durante la noche y lleguen secas a la mañana. Es mejor usar una concentración baja de nutrientes para evitar quemar las hojas, alrededor de la mitad de abono por litro de agua de lo que se usaría en fertirrigación (aplicar el abono en el agua de riego). Al añadir un producto humectante a la solución nutritiva se favorece que moje bien las hojas y se llega a doblar la absorción de nutrientes. Al fumigar un producto o abono por primera vez, conviene probarlo sobre una sola planta. Si al día siguiente no muestra ningún síntoma de fitotoxicidad entonces se aplica sobre
el resto.

En las últimas semanas de la floración no hay que fumigar nutrientes sobre los cogollos para evitar que la humedad atraiga a los hongos y para facilitar el que las plantas consuman sus nutrientes de reserva, lo que redunda en un mejor sabor final.

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