Yo se la planto, usted se la fuma
¿No tienes tiempo? ¿Te da pereza plantar? ¿Sientes que alguien lo va a hacer mucho mejor que vos? Tal vez sea el momento de prestar atención a TuJardín de Uruguay, que desde hace algunos años tiene una guardería de plantas.
Hace un tiempo llegó a la costa oceánica uruguaya alguien diciendo que por su status social no podía plantar marihuana. Era extranjero, y empezó a buscar a un jardinero para su planta y lo encontró. Y la historia corrió. Había cada vez más gente interesada en que alguien le cuidara las plantas. Por muchos motivos no las podían tener en su casa. Y Marcelo las empezó a cuidar, sigiloso.
Este cultivador uruguayo, que se enamoró de la costa, siempre pudo y estuvo cerca de lo verde, de la natureza, dice en portugués. Cuando estuvo en la costa brasilera, en Bahía y encontró un lugar fascinante en tonalidades verdes, dice que terminó de descubrir su pasión, se dejó encantar por las plantas, entre la tranquilidad y la paz que le daban (y todavía le dan) árboles, arbustos y ese microclima impregnado de fragancias resinosas y salinas del bosque de pinos que se extiende desde Colonia hasta Rocha, por toda la costa uruguaya.
“Hace más de dos años que dejé de fumar tabaco y empecé a apasionarme por los olores y los sabores, los siento y los disfruto mucho más que antes”, dice convencido y fascinado, mirando la costa y los montes que todo lo cubren y que todo lo llenan de la tranquilidad que salpica el ronroneo de los árboles al viento, los ecos de la playa y el abrigo del sol.
Un buen día se decidió y consiguió esta casa –que ahora es guardería– en un balneario poco frecuentado entre los cientos de kilómetros de costa y se plantó. Y no solo encontró la añorada tranquilidad y un lugar para cultivar en paz. Sino que encontró un agua buenísima en la napa freática que pinchó, a 30 metros debajo del nivel del mar. “No tiene olores, no tiene gusto, ni color”, confiesa muy orgullo de su pozo y de los resultados del riego con esa agua, y también de la vida fuera de la civilización que los rastas no dudarían en llamar Babylon.
La adopción
El padre adoptivo de la niña a veces quiere conocer el lugar de crianza, en otros casos solo mira por videos o fotos. Pero nunca, nadie, se quiere desentender de ella. A veces va al lugar donde está su pequeña, que se mece entre sus congéneres tomando sol o comiendo los caldos orgánicos que el maestro jardinero les provee en el momento justo, en la dosis precisa. El jardinero educa a las niñas para que florezcan vigorosas y su padre, madre o tutor, acompañan en la medida que crean necesario monitorear el desarrollo del espécimen al que conocieron pequeño, ya en tierra, ya con pequeñitas hojuelas, siempre listas para la adopción.
De todas las variedades que TuJardín tiene disponibles, el cliente se queda con una, la mayoría de las veces eligen sin más explicación que por que sí, porque la ven linda. Luego elegida se separa del resto y se la etiqueta con un número, además el responsable de la planta le puede poner un nombre, como si fuera una mascota, o un hijo.
TuJardín siempre provee a padres y madres de videos con explicaciones sobre cómo va la planta, sus distintos estadios en el crecimiento, sus fortalezas y debilidades. Claro que también se puede ir al invernáculo para ver la planta. En ese predio además hay un lugar para quedarse, una amigable construcción en barro hecha por las propias manos del jardinero. Allí uno se puede quedar durante unos días y descansar.
También se pueden ver los productos utilizados para el cultivo, además de tocar y oler la planta. En la última cosecha fueron ocho las personas que adoptaron una planta. Para esta temporada ya se están cuidando tres. Pero el número podría cambiar enormemente en cuanto Tujardín se incorpore como club de cannabis legalmente establecido.
La gestión del cariño
Es probable que a más de uno le incomode que alguien cultive su planta. Pero cuando no tienes tiempo, ni espacio, ni constancia y además puedes gastar unos dinerillos, la guardería viene como anillo al dedo.
“Viene gente que vive con sus padres y no lo dejan plantar en su casa o personas mayores que no tienen ni idea, ni tiempo para hacerlo bien. Ellos quieren el producto final. Yo trato de que no sea solo un producto casi industrial solo con valor económico, sino que se reconozca lo artesanal, incluso entre gente que no tiene el interés de plantar. En muchas ciudades hay millones de personas que no tienen interés en plantar una planta de tomate pero todos la compran en el supermercado todos los días”, compara Marcelo.
Sin embargo, el jardinero–tutor–educador siempre trata de que los padres o madres adoren tanto a sus chiquillas como para que empiecen a plantar y lo consigue, casi siempre. De alguna manera al comentarle cada estadio de la planta, al invitarlos a que la huelan y la conozcan, aquellos que pagaban para ‘el producto final’ se terminaban enamorando de la planta. De las ocho plantas de la cosecha pasada, seis clientes se la llevaron para su casa. “Es un trabajo de cabeza, debe construirse una energía que respete a la planta. Para mi esto no es solo vender un planta”, asegura firmemente Marcelo.
En la temporada pasada un tipo tenía un obstáculo infranqueable, su esposa no quería saber de nada con tener una planta de marihuana en la casa. Pero con el seguimiento que Marcelo hizo, la vinculación del cliente y cierta curiosidad de la novia, ella se fue encantando con el cannabis y hoy el matrimonio se pasó al autocultivo. “A la gente le brillan los ojos, ven la planta y les encantaría tenerlas y eso es lo que me encanta”, dice un tanto meloso y conmocionado el jardinero de la costa. Y lo dice así porque también admite que se divierte. Y así el negocio le cierra por todos lados, porque todos sacan lo mejor de sí para que la nena salga espléndida. Así, Marcelo construye la confianza. Además, “puedo trabajar tranquilo y de lo que me gusta”, explica con orgullo.
“El acercamiento se da en la medida que los clientes conocen la planta y yo les hago de puente en ese conocimiento”. “El proceso es lindo porque la gente admira la planta y se dan cuenta que la quiere tener en su jardín. Muchos se la llevan y empiezan a desarrollar una visión distinta sobre la marihuana y sobre lo que consumen. Porque hay generaciones enteras que están acostumbradas a fumar solo para que pegue y ahora hay sabores, olores, colores, hay otras cosas, no es solo fumarse un porro”, dice Marcelo.
Marcelo habla de una índica gorda de hojas redondas de más de un metro en macetas de veinte litros. O sea, de los logros de su gobierno vegetal. Yo lo escucho y el hombre transmite el amor por las plantas que solo algunos tienen. Siempre hay lugar para equivocarse, también para aprender, y siempre habrá alguien a quien recurrir también para dejarte encantar por una planta o darle la niña en custodia para que te vuelva hecha unas flores verdosas, terracotas, con ese amarrillo–dorado–ocre del tricoma curado