Una triste aventura burocrática y moral

Exitable
03 Oct 2014

Los tres primeros casos de importación de Sativex a Chile fueron un desastre. Los usuarios no accedieron al remedio. La burocracia no ayudó, obstaculizó. El cuarto caso es el de Cecilia Heyder, quien nunca pensó en tantos problemas para acceder a un fármaco. Es usuaria de salud pública y el trámite se le hace cuesta arriba. No puede pagar su tratamiento y los movimientos organizaron una campaña para conseguir el Sativex.


La despenalización del cannabis en Chile no parece tarea sencilla. Pero tampoco imposible. Antes, siquiera figuraba como tema de campañas políticas. Tampoco es ahora el principal problema de los políticos de La Moneda y el Congreso. Pero al menos en la campaña por las elecciones del año pasado, el equipo de gobierno de la presidenta Michelle Bachelet se comprometió a no criminalizar al usuario y poner el tema drogas como un asunto de salud. Todavía esperamos fumando. Tal vez esa realidad llegue pronto. O no. Nunca se sabe.

Hay otra realidad que sí parece estar más cerca y es la regulación de la marihuana medicinal. Podría ser una fisura en el muro prohibicionista. La posibilidad no es para cualquiera, ni siquiera el dinero te salva.

En octubre del año pasado, un paciente solicitó el ingreso a Chile de los cannabinoides sintéticos que solo unos pocos laboratorios fabrican en todo el mundo. Lo que solicitó aquel paciente, bajo recomendación médica, asesoramiento legal y el aval de la Clínica Las Condes de Santiago, era Sativex, comercializado por Bayer, entre otros. El Instituto de Salud Pública (ISP) labró una autorización excepcional, un mecanismo legal aprobado dentro de la Ley Nacional de Fármacos vigente desde febrero. El ISP lo autorizó pese a que no reconoce al cannabis ni en el vademecum, ni en sus registros.  El cannabis, incluso su extracto de laboratorio, es clasificado como droga dura en Chile. Aunque las autoridades prometieron clasificarlo de otra manera y dejarlo reposando en la tabla de las drogas más livianas. 

El Sativex es un aerosol bucal que libera algunos de los principios activos de la planta de marihuana, en versión sintética. Es muy útil particularmente para aliviar los dolores musculares que propinan los espasmos de la esclerosis múltiple. También es utilizado para que personas que sufren por la quimioterapia o el VIH recuperen el apetito y reduzcan las náuseas.

36 frascos aterrizaron por primera vez en Chile en octubre pasado, el mismo mes de su autorización. Pero el paciente no llegó siquiera a olerlo porque falleció antes que se pasara del dicho al hecho. Vale mencionar que en ningún caso el Sativex hubiera salvado su vida, pero podría haber hecho de los últimos tiempos algo un poquito más reconfortante, como hacen los medicamentos que disminuyen los dolores.

También sirve para frenar los ataques epilépticos, disminuyendo su frecuencia. Por esa razón un matrimonio también solicitó importar el fármaco, para tratar a su hijo que tiene un importante daño neurológico que otros medicamentos no mejoran. 

En marzo de 2010, la periodista Marjory Miranda, del periódico La Segunda, informó que hasta enero de este año eran tres las solicitudes al ISP.

Los casos en Chile no han sido exitosos. El segundo pedido se resolvió cuando el paciente ya había viajado a Estados Unidos para recibir tratamiento. El tercer caso abandonó el pedido por lo engorroso del trámite. Los casos habían estado auspiciados por conocidos doctores del Colegio Médico de Chile. Pero ni siquiera ellos lo lograron.

El caso de Cecilia Heyder es harto distinto. En julio la autorizaron a traer el fármaco después de pedirlo durante un año y medio. Es usuaria de la salud pública y no puede pagar su tratamiento. Necesita 6.000 dólares para comprar el medicamento, costear su importación aduanera y otros trámites. Por si fuera poco, solo tiene tres meses para traer ese frasquito de cannabinoides en un avión desde España, uno de los 24 países en el mundo donde este medicamento sí tiene registro en la autoridad de salud local. Las peripecias de Cecilia por el sistema judicial son dignas de contar en otra nota. 

Heyder se apoyó en los movimientos sociales, particularmente en Cultiva Medicina, en Movimental y en la Revista Cáñamo. La ayudan a conseguir los 6.000 dólares que todavía no habían reunido hasta los primeros días de agosto.

Francisca Florenzano, ex directora del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda) fue clara: “Hay documentos científicos que avalan el uso terapéutico de este remedio. Debe buscarse un mecanismo que financie el fármaco para el tratamiento de enfermedades de alto costo y de baja prevalencia”. También dijo que el Estado debiera resguardar “el acceso y la entrega gratuita” de este remedio a través del Fondo Nacional de Medicamentos de Alto Costo.

Cuando autorizaron la importación para Cecilia, el director del ISP, Ricardo Fábrega, informó de la inminente creación de una comisión para estudiar la manera en que el cannabis pudiera ingresar a Chile. “Queremos que la sociedad chilena sepa y aprenda a usar la marihuana en aquellas indicaciones terapéuticas que hacen bien. Se constituirá una comisión para saber cuáles son las indicaciones que vamos a autorizar”. 

Todavía seguimos esperando, igual que Cecilia. Mientras esperamos avanzan sus dolores.  Hay días que no puede más, entre los punzantes e invasivos tratamientos y la presión que periodistas y otros curiosos ejercemos sobre ella. 

Pero lo peor no es eso, lo peor es que el Sativex no había entrado a Chile al cierre de esta edición. Y eso no es malo solo para Cecilia, está claro. Habla mal de nosotros, lo único que nos enseña es que hay un miedo infantil al cannabis. Un temor institucional, además de una burocracia defensora de la moralina, no le importa cuánto sufras, y tampoco importa de dónde vengas. Solo importa darte drogas santificadas por la moral aceptada por la mayoría silenciosa. Y sanseacabó.

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