Probando se aprende y se cura
Las asociaciones cannábicas en América Latina, que se la juegan para que niños epilépticos tengan un mejor pasar y reduzcan sus ataques, tienen que buscar entre cepas hasta encontrar la que mejor le haga a los usuarios. Este colectivo experimenta para que los niños mejoren su calidad de vida. El camino no está exento de complicaciones.
Las asociaciones cannábicas en América Latina, que se la juegan para que niños epilépticos tengan un mejor pasar y reduzcan sus ataques, tienen que buscar entre cepas hasta encontrar la que mejor le haga a los usuarios. Este colectivo experimenta para que los niños mejoren su calidad de vida. El camino no está exento de complicaciones.
Las asociaciones cannábicas en América Latina, que se la juegan para que niños epilépticos tengan un mejor pasar y reduzcan sus ataques, tienen que buscar entre cepas hasta encontrar la que mejor le haga a los usuarios. Este colectivo experimenta para que los niños mejoren su calidad de vida. El camino no está exento de complicaciones.
Pasaron cinco años desde que empezamos a trabajar junto a personas con distintas enfermedades en la Asociación Marplatense de Cannabicultores (AMC). La mayoría de ellas sufrían de cáncer. Grosso modo se dividían en dos grandes grupos. Uno formado por aquellos que en los últimos meses habían decidido cambiar la medicación tradicional por algo natural, casi siempre recibían opiáceos. Pero se daban cuenta que necesitaban mejorar su calidad de vida. El otro grupo de pacientes estaban transitando por un tratamiento de quimioterapia, necesitaban paliar los dolores, fomentar el apetito, frenar los vómitos, entre otras necesidades.
Durante este tiempo trabajamos con dos variedades 100% sativas, dos variedades 100% índicas y dos híbridos. Las seleccionamos después de probarlas con un número importante de personas que voluntariamente pidieron nuestra ayuda y que esas variedades para una u otra dolencia les permitían tener una mejor calidad de vida.
En octubre del 2014, se difundió un video producido por la CNN, donde el Dr Sanjay Gupta, asesor médico de la cadena televisora, hizo una revisión del uso medicinal de la marihuana, centrándose en el caso de Charlotte Figi, una niña que sufre de epilepsia refractaria. Tras el informe el propio doctor que era prohibicionista se cambió de bando.
En este documental se mostraban las sucesivas convulsiones que Charlotte tenia, llegó a padecer hasta 300 por día. Los medicamentos tradicionales no la calmaban. Los médicos sugirieron a los padres que se le indujera un coma porque la cantidad e intensidad de los ataques la estaban matando.
Fue en ese momento que los padres de Charlotte hicieron un último intento y probaron una variedad particular de marihuana con altos porcentajes de CBD y bajos de THC. Las convulsiones de Charlotte empezaron a reducirse, al punto de prácticamente no tener ningún episodio por día.
A partir de la difusión de ese documental comenzaron a llegar a nuestra asociación padres de chicos con epilepsia refractaria. Preguntaban sobre la posibilidad de adquirir el aceite y su funcionamiento. Hasta ese momento solo habíamos tenido dos experiencias con niños de Buenos Aires, quienes aun encontrando buen resultado, pasados los dos primeros meses dejaron de comunicarse y no volvimos a tener más contacto, algo que nos había dejado preocupados.
Sin tener mayor información que la que surgía del documental, y de los dos casos previos, respondíamos estrictamente saber eso, y decidimos no enviar más aceite a nadie que no fuera de Mar del Plata.
Esta decisión fue tomada porque aprendimos que trabajar con personas lejanas, sin acompañarlos, terminaba en la mayoría de los casos en experiencias truncas. No sabíamos qué había pasado con el material ni cómo había sido la reacción de la persona que lo tomaba.
Pasaron unos meses desde la explosión de las consultas, donde solamente nos dedicamos a brindar información, hasta que se acercó una pareja de Buenas Aires. Nos habían contactado a través de la página de Facebook, viajaron a vernos y tuvimos una entrevista. Los dos eran médicos, lo que nos dejó más tranquilos por la seriedad que representaban, además de seguimiento y continuidad a la prueba que pudiéramos hacer. Nos hacían las mismas consultas que la mayoría de los padres y respondíamos lo que sabíamos: que no trabajábamos con gente fuera de Mar del Plata. Aun así, pidieron por favor si podíamos hacer una excepción y si podíamos hacer una prueba. Al otro día, partieron hacia Capital con una jeringa de aceite, con alto contenido de THC y muy bajo en CBD. Fueron pasando las semanas, siempre con estrecho contacto, y nos contaban como les estaba yendo.
A Julieta se le daba un poco de aceite todos los días, se notaba la mejoría. Al otro día de empezar a tomar el aceite, había reducido sus convulsiones, estaba más atenta y en mayor contacto con su entorno. Hasta ese punto, era lo mismo que había pasado con los dos casos anteriores, una mejora rápida, con el cese casi absoluto de los episodios. En el camino se suma un chico más de Mar del Plata, Diego, de ocho años con esclerosis tuberosa. Para ese momento ya teníamos más información y sabíamos que debíamos trabajar con variedades de marihuana que contuvieran altos porcentajes de CBD y bajos en THC.
A los dos meses que Julieta había comenzado a tomar el aceite, se comunicaron los padres muy preocupados, porque Julieta volvía a convulsionar y peor que antes de haber empezado a tomar el aceite. Decidieron suspenderlo, hasta no contar con variedades con altos valores de CBD, reduciendo el THC. Empezábamos a entender porque no habíamos tenido más comunicación con los dos casos de los chicos de Buenos Aires. En simultáneo a Diego, se había sumado Ana Lucia, una niña de Santiago del Estero. Tras un mes y medio de consumo de aceite, le comenzó a pasar lo mismo, nuevamente convulsionaba y con más intensidad que antes de empezar a tomar el aceite, también se decidió suspenderlo. Eso nos confirmaba lo que sospechábamos: el aceite con alta cantidad de THC y baja en CBD conducía a una vuelta de los ataques y más intensos. A pesar de los episodios se mantenía el estado de mayor lucidez y conexión de los chicos con su entorno. Nos quedaba afuera de ese esquema Diego, quien seguía con el aceite habitual, sin volver a haber tenido episodios.
Pasaron dos meses hasta que tuvimos lista una variedad para Julieta, era un Skunk, con relación 1:1, 7% CBD 7%THC. Hablamos con sus padres, que estaban esperando esta primera cosecha y decidimos hacer una segunda prueba.
Para ese momento habíamos adquirido también una micro pipeta, para cuantificar en unidades pequeñas la cantidad de aceite que tomaba cada vez. Esto nos permitía hacer un seguimiento mucho más preciso. Pasó el primer mes, con los mismos resultados que habíamos tenido en la primera experiencia: reducción de convulsiones el primer día, mayor atención al entorno, al punto de tener discusiones con su mamá, que antes no tenía. Ana nos contaba que la notaba tan atenta a Julieta, que inclusive había empezado a fijarse en la combinación de la ropa. A partir de ahí, seguimos siempre con esta variedad de ratio 1:1, sin que volviera a tener episodios. Ya pasaron tres meses desde que está tomando aceite de esta variedad, y sigue igual, inclusive tomando menores dosis de sus medicamentos tradicionales. La semana pasada estuvimos de visita en Buenos Aires, fuimos a comer con Julieta y sus padres, era la primera vez que la veíamos, y nos pusimos muy contentos al poder ver en primera persona como había mejorado la calidad de vida de ella y la de su familia.
Esto demuestra que estamos siguiendo el camino correcto, que no debemos bajar los brazos y seguir luchando por la regulación de esta planta que tan bien le hace a tanta gente.