El cannabis está hecho de mundo y no al revés
Si en vez de cannabis decimos marihuana es porque el Estado ha enseñado a la sociedad a odiar esta planta. Por el otro lado otros endiosan la planta como sifuera la salida a todos los males de la sociedad. El cannabis vive la presión de ser la vedette y también el demonio. En el medio nosotros, sus usuarios. por Ñande Pirebebuy
Marihuana. Qué palabra. Viene del fondo del oscurantismo. De aquellos días donde en Estados Unidos solamente se llamaba así al cannabis para alejar. Para diferenciar, por cierto tontamente, a una droga que usaban los inmigrantes mexicanos para pasar sus ratos. Querían diferenciar su uso recreativo de aquel cannabis que era la materia prima de cuerdas, papeles, de la primer constitución estadounidense, por ejemplo. Marihuana. Mezcla maría y de Juana. Mezcla de los designios de un comisario que durante la ley seca, cuando en Estados Unidos no se podían vender bebidas alcohólicas salía a cazar bebedores o sospechosos. Harry Anslinger fue el hombre, el policía que cuando vio caer su poder al frente de la oficina anti alcohol dijo que el nuevo monstruo venía con estas drogas que hoy son declaradas de tráfico ilícito. Marihuana. Una palabra para asustar personas mayores, una palabra que en boca de gobernantes y policía suena a burda excusa para inmiscuirse entre los jóvenes.
Una palabra para asustar familias. Para crear problemas donde no los hay. Para justificar un terrorismo de estado que descansa en la idea de que las drogas son tan malas que hay que allanar, detener, reprimir, internar. Una palabra que es la excusa perfecta para decir que nuestros barrios más pobres son los culpables de algún delito, de la violencia y el crimen al que sistemáticamente se asocia el uso de drogas aunque no haya una relación causa efecto comprobada por la ciencia o alguien que no sea policía. Marihuana. Una palabra que viene como anillo al dedo para los cuerpos represivos que tienen el monopolio no solo de la violencia sino del discurso sobre drogas. Entonces ellos son la quintaesencia, la última y la penúltima prueba viviente. Ellos pueden decir cómo son las cosas, cómo son las drogas (aunque mientan que nunca las probaron). Y actuar en consecuencia. Marihuana. Qué gran excusa de los gobiernos para no hacer nada. Para dejar casi todo como está. Si tendrán falta de información, de voluntad y otras cosas que ni siquiera pueden proveer de información a la población y les cuesta mucho, muchísimo, demasiado proveer con el aceite a los niños con epilepsia refractaria o los adultos con Parkinson. Marihuana. Es la moralidad decadente no solo de los gobernantes sino de la población reaccionara, conservadora, que no puede ver más allá de sus propias narices, la que se apodera de ti, tu paz, la tranquilidad de tu familia y de tu hierba.
La corrupción funciona así. Nosotros bien sabemos que la marihuana es solo una planta. Algunos la veneran como si fuera una revelación. Pobrecillos. Es solo una planta que tiene sus propiedades. Que casualmente la usamos para un sin fin de posibilidades. Pero no deja de ser una planta. El cannabis salvará al mundo dicen unos cuantos. Bueno. Capaz que es un poco demasiado afirmar tanto. No hay demasiados datos científicos que digan que el cannabis salvará al mundo. Sí sospechas y sobre todo mucha intención de que algo pase y que la planta ocupe el lugar que debe ocupar. Pero de ahí a los milagros hay un gran paso. La marihuana es endiosada.
Entonces aparecen chicas desnudas usándola. Aparecen deportistas alabándola, rockeros, raperos, hasta algún político, modelos de pasarela y presentadores de televisión. El mundo del show quiere marihuana y está genial. Pero no todo lo que brilla es oro. Los famosos usan drogas y todo el mundo quiere ser famoso y tener muchos likes en Facebook entonces a fumar marihuana cabros. Y esto tampoco debería de ser así. En los sesenta los hippies la usaban para conectar con algo espiritual, para la introspección, para compartir con amigos algo bien especial. No había tantos dealers como ahora y la cannabis era algo más bien especial, esporádico. Hoy, en la sociedad de consumo donde tanto tienes, tanto vales, el cannabis es también un simple y desacralizado objeto de consumo. Un objeto más entre miles de cosas que uno debe usar, consumir, para ser feliz.
Lo cual es una mentira, ni comprar en el mall, usar ( o no) cannabis te harán feliz. Más bien que lo conseguirás tú mismo, por tus propios medios o no lo conseguirá nadie ni nadie por ti. La marihuana, para cada quien será algo distinto. Lo que no puede ser es un objeto de culto mesiánico ni un demonio indomable que justifique repuestas con olor a dictadura por parte del estado. El cannabis es solo un planta. No olvidar. Y hay que cuidarla como todas las demás. Y debe estar en armonía con el medio ambiente. Algo que tampoco ha sido fácil. En Paraguay se desforesta para el cannabis. Las grandes plantaciones amenazan al ambiente como también lo hacen esos invernáculos industriales en Europa, Estados Unidos y también en Chile o Uruguay. Los cultivadores hogareños dejan una imborrable huella de carbono en sus cultivos: aire acondicionado, luces potentes, etc. El cannabis es solo una planta que necesita tierra y cuidados. No olvidar. El cannabis es de este mundo y no al revés. El mundo no está hecho de cannabis.