Pinta el mundo con aceite
El auge social del “dabbing” ha hecho más que iniciar un interés renovado en la antigua idea de extraer y concentrar los compuestos del cannabis. Este renacimiento de la resina ha creado un marco cultural nuevo para la categorización y el consumo de los concentrados.
por Greg Zeman
Siglos después de que nos hayamos fumado el último, cuando los futuros historiadores del hachís tracen la evolución de los fantásticos extractos que estén consumiendo, lo dividirán todo en A.D. y D.D.: antes de los dabs y después de los dabs. El carácter especiado y terroso, así como los efectos equilibrados del hachís de “espectro completo” bien hecho nunca pasará de moda. Pero si no has ido más allá de los concentrados tradicionales producidos con agua fría, hay todo un universo de sabores exóticos y sensaciones extraordinarias esperando a que lo explores. Mi “rollo” es seguir la onda de lo que considero una revolución cultural y tecnológica de las extracciones de cannabis. Por fortuna, probando los concentrados más potentes del planeta mientras llevo a cabo mi tarea.
Como resultado, suelo tener oportunidad de hablar (y fumar) con algunas de las mentes más privilegiadas de la industria; gente que está cambiando el enfoque del consumo de cannabis. Desde esquivos licenciados en química entregados a perfeccionar el aislamiento molecular de terpenos líquidos y cristales de THCA, hasta artesanos autodidactas pertenecientes a círculos cerrados y que dominan el arte de hacer aceites que saben a fruta dulce y parecen vidrio dorado. California está inundado de más extractos fumables de los que podría probar en toda una vida. La primera vez que probé un concentrado que no fuera hachís al agua o aceite al estilo tradicional fue a principios de la década de 2000, cuando empezaron a venderse extractos producidos con CO2 en el Vapor Room de San Francisco. Por aquel entonces, yo fumaba hachís con el café de la mañana, así que uno de los dependientes del Vapor Room me aconsejó el extracto al CO2 el mismo día que lo recibieron.
Me avisó para que me lo tomara con calma al probarlo por primera vez, de manera que mi única excusa por lo que sucedió a continuación es que era joven. Mi plan, si es que tenía alguno en aquellos tiempos, era probar el caro aceite nuevo, ir en bici hasta el Red Vic y ver una película. Ansioso de experimentar todo el efecto, aplasté un pegote del tamaño de una uva sobre una cazoleta de marihuana y la encendí, inhalando la misma cantidad masiva que solía fumar e ignorando por completo el consejo, totalmente sensato, del amable empleado. El ataque explosivo de tos que vino justo después duró alrededor de cinco minutos, pero los desmesurados efectos físicos y psicológicos se alargaron durante unas horas que me parecieron años.
Aquella noche (que pasé solo, al borde de una alucinación en toda regla) no fue desagradable del todo, pero basta con decir que no llegué al cine. En vez de hacer que me alejara, la experiencia desbordada me dejó intrigado. Empecé a comprar aceite en vez de hachís, pero sentía de forma intuitiva que no estaba aprovechando todo su potencial. Comencé a experimentar con los primeros vaporizadores para extractos, me sirvieron para usar el aceite de manera más conveniente, pero no acababan de gustarme. Cargarlos era un fastidio, las baterías daban problemas y eran tan complicados que te cortaban el rollo.
Y entonces me acordé de cómo solíamos fumar hachís cuando estaba en el instituto: utilizando cuchillos calientes. Calentábamos cuchillos de acero en las barras de un calefactor eléctrico y prensábamos un trozo de hachís entre las hojas calientes de dos cuchillos, capturando el humo resultante con un cono de papel o con una botella de plástico de dos litros cortada por la mitad. Le pregunté a algunas personas acerca de aplicar esta técnica al nuevo aceite, y me lo contaron todo sobre el “dabbing”. Fui a una tienda local de parafernalia, y el encargado se alegró de poder venderme una pipa barata con un sobreprecio del 500%, acompañada de un clavo de titanio y un mal soplete de butano cuyo precio estaba inflado.
Aquella noche me fumé todo emocionado mi primera pipa de aceite, y lo hice, como corresponde a un principiante, con el clavo de titanio al rojo vivo. Salto al 2015. Estoy inhalando una muestra de THCA cristalino al 99,9% de pureza emborrizado con aceite dorado de textura cristalizada. Mantengo la tapa del respiradero sobre la cazoleta de cuarzo hasta que estoy satisfecho con el volumen de humo, y exhalo una nube de vapor llena de terpenos hacia la pantalla del ordenador mientras mis pulmones sueltan un suspiro de alivio. Cómo han cambiado las cosas.
Shatter, wax, crumble y sugar
Dejando aparte el rosin y la extracción a base de CO2, ya se llame “wax”, “crumble”, “shatter” o lo que sea, prácticamente todo lo que está a la venta en los estados norteamericanos está hecho con disolventes como el butano. Un término general para estos extractos a base de disolventes es aceite de hachís a base de butano, butane hash oil (BHO). Y aunque este término sea impreciso, resulta útil para entender lo similares que son el wax y el shatter químicamente, a pesar de que sus características físicas sean radicalmente distintas.
Una forma sencilla de aclarar gran parte de la confusión que rodea los diferentes tipos de extractos, ajenos al hachís, es imaginarse los concentrados como si fueran caramelos. La mayoría de caramelos parten de una mezcla de jarabes azucarados. La diferencia entre una piruleta y un caramelo masticable es principalmente el resultado de la temperatura durante la cocción. Del mismo modo, el resultado inmediato de añadir disolventes al cannabis siempre será una mezcla licuada de extracto y disolvente que determinará el estado final.
El mismo material que es purgado en un horno de vacío para hacer shatter puede batirse con calor para producir wax. Pero el método fundamental de extracción es el mismo. Hay gente que adora lo que perciben como niveles más altos de terpenos en el wax, y otros están fascinados por la claridad dorada y la estabilidad de caramelo duro que ofrece un shatter bien acabado. Con independencia de cómo estén hechos los concentrados son parte del futuro del cannabis. Aquellos de nosotros que hemos probado y sentido la potencia incomparable de un buen aceite, sabemos que no hay sustitutos.