Jorge Hernández Tinajero sobre la mota: nada va quedar igual
Jorge Hernández Tinajero es parte de la mota en México. Y la mota es parte de la historia de México, la de la conquista, la de resistente preservación de la rica cultura botánica de los pueblos originarios, la de las revoluciones armadas y las intelectuales. También es parte de la historia de Estados Unidos y hoy es parte de un presente que no distingue muy bien el uso de drogas del crimen. Sin embargo, los cambios en la percepción de la sociedad parecen aventurar la flexibilización de las políticas mexicanas de drogas.
Jorge Hernández Tinajero es un menudo politólogo de vasta obra. Es profesor universitario y hace más de una década trabaja con ahínco para modificar las políticas de drogas no sólo de México, su país, sino de la región. Además es el presidente del Colectivo por una Política Integral Hacia las Drogas. Por si fuera poco, se embarcó en un nuevo desafío junto a sus compinches Leopoldo Rivera Rivera, añoso activista cannábico y presidente de la Asociación Mexicana de Estudios sobre Cannabis y Julio Zenil, cineasta, fotógrafo y activista cannábico. El trío se metió en otro viaje: el de escribir un libro sobre la mota o marihuana o mejor aún: la mariguana, con ge, como la escriben en México. El resultado es “La Mota: compendio actualizado de la mariguana en México”. La historia de la mariguana mexicana, sus usos, la importancia de los conquistadores en la difusión del cultivo y cómo la cultura indígena la preservó del olvido inquisidor, es parte de esta entrevista. También conversamos con Hernández Tinajero sobre los cambios que se avizoran en México en materia de políticas de drogas.
-¿Cuál fue la motivación para escribir el libro?
-Quienes lo escribimos hemos hecho muchas cosas juntos: las marchas, las bibliotecas cannábicas, conseguimos y difundimos información. El libro vino de un modo natural. Hacía tiempo que teníamos varias cosas escritas y documentadas. Nuestro amigo el editor lo pidió: veía que había llegado el tiempo a México de un libro así. Todos los libros que hay sobre mariguana en México tratan sobre la violencia. Antes, cuando uno escribía estas cosas los únicos que aparecían interesados eran los que agredían. Hoy es lo contrario y nuestros adversarios están en silencio. En las presentaciones del libro la respuesta de la sociedad -incluso de los rivales- ha sido de reconocer nuestros argumentos. Creemos haber logrado desmitificar a la mariguana animando un debate, un diálogo.
-¿A qué adversarios te refieres? ¿A la Iglesia, a los grupos conservadores?
-Sí, pero no solo ellos. Su posición es bien conocida y los prejuicios de los que han alardeado se mantienen. Pero hay una parte importante de la sociedad que es conservadora y no está enmarcada en aquellos parámetros. México tiene una población mayoritariamente joven que ve distinto al tema. Es un momento donde las tecnologías han liberado los candados de censura que antes había en la sociedad. Las denuncias de las injusticias se hacen por las redes sociales contra poderosos y privilegiados que se cagaban en los demás y ahora son sancionados moralmente. Lo de la marihuana está en el mismo plano: las cosas ya no pueden ser controladas de la misma manera y las cosas no pueden seguir como siempre. Los adversarios van quedando solos, ceden ante las razones y la civilidad que hacen avanzar a las ideas. No somos delincuentes, nunca lo hemos sido y la sociedad lo reconoce a pesar de la desconfianza al movimiento de la marihuana y asume este tipo de cambios.
-¿Cómo llegó la mota a México? ¿Cuáles son los distintos momentos que atraviesa en la historia del país?
-La mariguana siempre ha estado entre nosotros, llegó con los conquistadores, y la cultura prehispánica supo ver en ella una planta muy útil para muchas dimensiones de la vida. Después fue mal vista por los conquistadores y permaneció oculta como cosa propia de indios. Siempre estuvo estigmatizada y relegada a ciertos grupos y prácticas sociales, pero se mantuvo, mal que bien, sobreviviendo.
-Imagino que se mantuvo al margen…
-En las áreas rurales siempre alguien tenía marihuana, sobre todo se usaba como medicina en macerados para tratar el reuma y tópicamente como analgésico. El conocimiento botánico estaba en manos de indios y se exterminó. Esa sociedad indígena vio esas plantas, las clasificó, las cultivó, las aprovechó y las aceptó de muchas maneras.
-¿Conocen qué variedades trajeron los conquistadores?
-Nadie ha hecho oficialmente el trazado genético de la planta, pero sí sabemos que primero entró por el Golfo. Los conquistadores llegaron al Pacífico y subieron por la costa dejando variedades que son endémicas en algunas partes. Por ejemplo la costa de Guerrero en Acapulco es famosa, de ahí nace la Acapulco Gold por ejemplo o la de Sinaloa que es la marihuana de exportación en México. Hay una gran tradición de cultivo y esos cultivos llegaron hasta California. Desde que se pudo acceder a México por el Atlántico, la Nao de China (buque chino que comenzó a comerciar con México en 1565) también trajo semillas. Nuestra suposición es que hubo una hibridación entre las semillas asiáticas con las que ya existían.
-¿Durante el s. XX empieza a salir del margen?
-La mariguana no comenzó a salir del margen, empezó a jugar un papel distinto en la sociedad durante el s. XX. La primera versión de la canción “La Cucaracha” habla de la mariguana. Porque no tiene / porque le falta / la mariguana pa’ fumar. Es una canción de la revolución. La tropa se asoció a la mariguana, los soldados siempre llevaban algo de marihuana con ellos. Se dice que por donde pasaba la tropa había olor a marihuana. -En México hay un dicho que dice: alguien se puso como diablo marihuano y eso significa que perdió la razón y se puso violento. Eso es un autoestigma que nos infligimos a nosotros mismos. Parte del estigma viene de Estados Unidos. Los estadounidenses asociaron públicamente el uso de marihuana con la violencia y el crimen que supuestamente causaban los inmigrantes, era un método xenofóbico. La marihuana siempre ha sido un excelente chivo expiatorio. Los mismos mexicanos asumimos eso. -Sin embargo, cuando México se modernizó en muchos sentidos, algunos intelectuales como Diego Rivera y Frida Kahlo, Tin Tan (actor y comediante mexicano), Agustín Lara (célebre compositor de boleros) y otros personajes de la cultura mexicana lo vieron como una forma de disidencia al orden establecido.
-¿Cómo evalúas lo que pasa hoy en día en México con el estudio que empieza el DF hacia la regulación? ¿La iniciativa de Vicente Fox atada a las grandes corporaciones? ¿Cómo se mezcla eso con el reclamo de la sociedad de revisar las políticas de drogas?
-A pesar de la disposición de muchos sectores políticos y sociales, no es sencillo el avance. Me parece que la sociedad va a terminar aceptando que las minorías tienen derechos y que su ejercicio debe ser regulado para que no afecte a terceros. Nuestro trabajo es ir conduciendo los términos en los que se habla del asunto en la sociedad. Es un cambio que tiene que mudar muchos lugares como la conciencia, la moralidad, la política y la sociedad. Hay partes en el debate donde es necesario exhibir los errores de nuestros oponentes, pero no es fácil deshacer mentiras ni las estrategias del miedo. La única herramienta que tenemos es la razón y la civilidad en una sociedad que no necesariamente está acostumbrada a tomar decisiones en ese terreno.
-¿Te parece que todos los movimientos que se dan sobre todo en América Latina para cambiar las políticas de drogas hagan que ya nada quede como antes?
-Creo que las cosas ya cambiaron y entre más aceleremos el cambio, más rápido llegaremos a resultados positivos para todos. Lo que pasa es que hay muchos que no quieren mover nada y es a los que hay que aislar y dejarlos en evidencia: no hacer nada es peor que hacer cualquier cosa. Los EEUU están cambiando, eso es importante en México. Esa contradicción de que en EEUU se fuma y se produce mariguana legalmente mientras nosotros estamos metidos en un embrollo con el crimen organizado es un hecho que atañe a todos. Nuestra intención con la reforma de la marihuana no es solucionar los problemas del crimen organizado o la delincuencia. Lo nuestro es desmitificar, señalar mentiras y hablar de manera directa y franca sobre drogas y esa es una batalla cotidiana que está sucediendo ahora, nada va a quedar igual que antes y cuando algo cambie va a ser para bien de todos.