Cuando la suma hace el todo

Soft Secrets
15 Mar 2017
Chile y su realidad cannábica ha dado bastante que hablar en los últimos años. Hubo una explosiva ‘salida del indoor’ que no hubiera sido posible sin un largo trabajo previo en el que la marihuana tuvo que abrirse paso entre la criminalización, clandestinidad y los prejuicios que trajo la prohibición. Partamos por los días en que Chile tenía amplias hectáreas de cáñamo y grandes industrias que trabajaban la fibra para manufacturar diferentes artículos. Esto provocó que el país fuera uno de los últimos de Latinoamérica en los que cayera la prohibición legalmente (1973), no sin que antes se introdujera la fibra sintética que bajó la rentabilidad del cáñamo y llevó la industria a la quiebra. Esto sumado a la modificación de la ley de drogas durante la dictadura militar (1985) que incrementó las penas y sanciones a los productores y consumidores de marihuana. La cannabis paulatinamente fue quedando en la clandestinidad, pero no fue olvidada. Esta época de silencio se prolongó varias décadas, sólo fue interrumpida por las esporádicas noticias sobre decomisos de “la peligrosa droga” y algunos personajes que dieron argumentos distintos a los planteados por el gobierno. Desde el psiquiatra Avelino Jiménez con su libro “Cómo consumir drogas sin ser adicto” (2004) hasta el senador Nelson Ávila, quien en el 2003 presentó un proyecto de ley para legalizar el cultivo de marihuana y eliminar la prohibición de su consumo; lamentablemente el proyecto sólo quedó en la polémica y no siguió su trámite en el senado. Sin embargo, en el 2005 (gobierno de Ricardo Lagos) se modificó la ley de drogas a la actual ley 20.000, en la que se incluyeron figuras penales como el microtráfico, consumo personal y próximo en el tiempo, consumo concertado, entre otras figuras. Frente a este panorama emergieron iniciativas como el foro virtual Amigos del Cannabis, los primeros growshops, artículos nacionales de cultivo, las revistas cannábicas y la marcha “Cultiva Tus Derechos”. El cambio que tuvo el cannabis en el 2008 (primer gobierno de Michel Bachelet) a la Lista 1, en la que se incluyen aquellas “sustancias o drogas estupefacientes o psicotrópicas, productoras de dependencia física o psíquica, capaces de provocar graves efectos tóxicos o daños considerables a la salud”, fue acompañada de spots televisivos tipo “Vuelve a ser inteligente”, que mostraron a los consumidores como personas que no pueden realizar acciones básicas como atarse los zapatos, lo que alimentó el prejuicio hacia aquellos que tuvieran cualquier relación con la planta. Particularmente es la comunidad rastafari a quienes se les persigue constantemente, al mismo tiempo que pusieron en debate la libertad de culto y el respeto que debiera tener el gobierno con sus prácticas culturales, como cultivar y consumir ganja. Pasó el tiempo y aunque los consumidores siguen siendo perseguidos y los activistas deben mantener su identidad en secreto para evitar ser apresados, el descontento se amplió más allá de Santiago. Esa bronca estimuló la creación de grupos activistas en regiones como es el caso de “Cultiva Tus Derechos Concepción”, quienes en el 2009 marcharon por primera vez luego de realizar un foro debate en la Universidad de Concepción. Ya para el 2011 se replicaron marchas y seminarios en Arica, Calama y Valdivia, se hizo la primera Copa de Los Andes y aparecieron iniciativas como Placeres Cannábicos, programa radial de información y debate acerca de la realidad cannábica. En el 2012 el movimiento cannábico tomó más forma con la creación de No Más Presos Por Plantar, la campaña que se alzó frente al encarcelamiento de Carlos Aguilera (conocido forero de Amigos del Cannabis) y que reunió con un sólo lema a las agrupaciones cannábicas de todo Chile. Ese mismo año se realizó por primera vez una marcha nacional, el primer Congreso Nacional de la Cannabis organizado por activistas y una invitación a distintos actores sociales a debatir en la Comisión de la Juventud en la Cámara de Diputados. Una dimensión diferente se incluyó al debate con el Instituto Triagrama, que reivindica el uso del cannabis para el desarrollo espiritual del ser humano, logrando en el 2012 abrir las puertas del Senado para la Primera Jornada Cannabis como herramienta evolutiva. Con la convicción que el uso de ésta planta está avalado por la Constitución y los tratados internacionales, en 2013 Triagrama se enfrentó a dos juicios contra Milton Flores, médico psiquiatra y director de la asociación, y llegaron a pedir la asistencia de la Corte Iberoamericana de Derechos Humanos en el caso. Ese mismo año se integró el apoyo del Colegio Médico con Sergio Sánchez, quien aportó la mirada profesional acerca del cannabis en varias instituciones públicas. Fue el mismo año de la primer Expoweed, que reunió a los chilenos con el mercado cannábico y expositores de todo el mundo. Para el 2014 el cannabis se consolidó en la ciudadanía, como muestra la creación del Centro Cultural Amigos del Cannabis Iquique, la Agrupación de Usuarios y Estudios de Plantas Medicinales (AUEPM): Cultiva Medicina, Mamá Cultiva y Fundación Daya dirigida por Ana María Gazmuri, reconocida actriz que logró posicionar el debate del cannabis en los medios de comunicación tradicionales. Todo ello sumado a las multitudinarias marchas a lo largo del país y los reportajes de marihuana medicinal, terminaron por romper la barrera comunicacional que había invisibilizado la realidad del cannabis por tanto tiempo. Dos grandes hitos se sumaron en 2014. Primero, la introducción del Sativex para Cecilia Heyder, usuaria medicinal con múltiples patologías de alta morbimortalidad como un cáncer de mama avanzado y lupus. Tras una larga campaña para obtener los permisos y el dinero necesario para traer por primera vez el fármaco a Chile, cuestionó a las instituciones públicas por no hacerse cargo del tratamiento. Ese año se otorgó el primer permiso efectivo para cultivar cannabis a la Fundación Daya, que ya suma tres autorizaciones para producir e investigar sobre la medicina verde. El uso espiritual volvió a sonar con fuerza en el 2015 cuando Paulina González, psicóloga y miembro de Triagrama, fue juzgada como culpable en tribunales, pero absuelta por la Corte Suprema que consideró el uso y cultivo de cannabis como parte del ejercicio de los derechos fundamentales que tiene todo ser humano. Este fallo genera una nueva interpretación de la ley por el sistema judicial, logrando absolver a dos personas más y poner en tela de juicio las modificaciones a la ley 20.000 que se habían comenzado a debatir el año anterior en la cámara de diputados. El proyecto causó mayor impacto entre 2015 y 2016 cuando las modificaciones de los diputados y el Ejecutivo transformaron el proyecto inicial en una descripción sobre límites de cantidades y conductas asociadas a un traficante, varias de ellas comunes en los cultivadores. Todo esto contradice ciertos argumentos planteados por la Corte Suprema en sus fallos absolutorios. Los diferentes puntos de vista de cómo se debería seguir el proceso legislativo, qué tendría que incluir o excluir la nueva ley de drogas y las presiones políticas de por medio, generaron un quiebre tan grande entre los activistas que incluso la campaña nacional “No Más Presos Por Plantar” llegó a su fin, relegando las opiniones y actividades de cada agrupación a su particular rango de acción. A pesar de ello, la información se sigue entregando en diferentes espacios y el cannabis cada día está más normalizado entre la población. Los grupos cannábicos están presentes a lo largo de todo el país, abarcando desde el ámbito científico, como es el caso de la Fundación Ciencias para la Cannabis, hasta la coordinación social entre grupos de usuarios, como el Club Cannábico BOCI en Arica, sin olvidar los eventos que gusta el público cannábico como la Expoweed, MasterWeed, copas, catas, bingos, marchas y seminarios. Si bien es cierto que a nivel legislativo no ha cambiado nada la Ley 20.000 y que el gobierno actual ha intentado no manifestarse respecto al tema, la gente busca la planta y la información de sus usos. La cannabis volvió a la sociedad chilena con un paradigma distinto que está aún en vías de desarrollo. por María Belén Riveros M.
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