Cogollos de pared a pared

Exitable
10 Jun 2014

Sin complicarse la vida con sistemas hidropónicos, recirculación de solución nutriente y demás sofisticaciones, el cultivador responsable de este jardín colgó cuatro lámparas, metió las plantas en macetones y logró un cuarto lleno de cogollos de pared a pared.


Sin complicarse la vida con sistemas hidropónicos, recirculación de solución nutriente y demás sofisticaciones, el cultivador responsable de este jardín colgó cuatro lámparas, metió las plantas en macetones y logró un cuarto lleno de cogollos de pared a pared.

Sin complicarse la vida con sistemas hidropónicos, recirculación de solución nutriente y demás sofisticaciones, el cultivador responsable de este jardín colgó cuatro lámparas, metió las plantas en macetones y logró un cuarto lleno de cogollos de pared a pared.

En tres meses y sin dedicarle más de dos o tres horas semanales a las plantas, convirtió un puñado de esquejes en tres kilos de fantásticos cogollos. Te contamos como lo consiguió.

Le llamaremos Paco y diremos que vive en una ciudad  a orillas del Mediterráneo. Es un cultivador con experiencia que ha probado distintas técnicas y variedades a lo largo de los años, aunque su principal virtud es una intuición muy bien desarrollada. Cuando lleva un cultivo parece que huela las necesidades de las plantas, lo que le permite aplicar sistemas que resultarían muy arriesgados en cultivadores con menos experiencia. 

En esta ocasión, la situación fue la siguiente. En tres meses a Paco se le acababa el contrato de alquiler y el propietario ya le había avisado de que no le renovaría porque quería la casa para su hijo, que había encontrado trabajo y se quería independizar. Paco se lamentaba aunque sabía que no había nada que hacer. “El único joven que encuentra trabajo en España, y me tiene que tocar a mí”, decía. El caso es que tenía tres meses por delante y como no sabía de qué espacio dispondría en la nueva casa, decidió hacer una plantación antes de mudarse, para llegar al nuevo hogar con la despensa bien repleta.

El problema era que en ese momento Paco no tenía un indoor montado, ni apenas material. Su última cosecha la realizó junto con dos conocidos, en un local que tenía alquilado uno de ellos, y había resultado bastante problemática. Uno de ellos se pasaba el día llevando amigos a ver las plantas y el otro, que era el que menos sabía de plantas, no paraba de echarles cosas en el riego y fumigarlas con estimuladores, insecticidas y lo que pillara, ¡con las lámparas encendidas! 

Al final habían acabado peleados, los socios mostraron un lado oscuro que a Paco no le había gustado nada, la situación era tan tensa que prefirió quedarse compuesto y sin hierba antes que arriesgarse a males mayores con personajes turbios. El caso es que ni siquiera pudo recuperar su propio equipo de cultivo, que había llevado a la plantación común. Lo único que tenía eran cuatro lámparas de alta presión de sodio de 600 w con sus respectivos reflectores Adjust-A-Wings y un extractor con un viejo filtro de carbón activo a medio usar. Le habían quedado en casa de casualidad, porque los otros quisieron comprar balastros digitales y extractores más potentes, algo de lo que ahora se alegraba mucho. Pero no tenía nada más, ni macetas, ni mesas de cultivo, ni bombas de riego o ventiladores. Y lo que es peor, apenas tenía 300 euros para invertir en material. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo iba a lograr una buena cosecha con el tiempo tan justo y sin casi material? ¿En que debía gastarse el dinero? ¿Cómo obtendría la mayor cosecha posible en esta situación?

Luces, macetas  y acción

Paco no quería complicaciones, tenía tres meses por delante y había que ponerse las pilas, no podía perder tiempo si las plantas debían estar listas para la cosecha antes de tener que mudarse, lo que sucedería dentro de exactamente 94 días. Quería obtener lo máximo con lo mínimo así que tenía que empezar a tomar decisiones. ¿En qué gastaba el capital disponible?

Estaba claro que iba usar las cuatro luces, para una cosa que tenía no las iba a dejar apagadas. Además, cuando se cultiva cannabis, la luz siempre es bienvenida. Lógicamente necesitaba macetas, tierra, algún ventilador y un sistema de riego porque no estaba dispuesto a volverse loco metiéndose entre las plantas para regarlas. Una cosa es regar a mano unas cuantas plantas pequeñas y otra muy distinta es regar árboles llenos de pegajosos cogollos al final de la floración, cuando el peso de las ramas hace que se inclinen, cerrando el paso y dificultando las labores. Definitivamente, quería un riego automático.

En el suelo no hay desagüe

Como le sucede a la mayoría de las habitaciones, la de Paco tampoco tenía desagüe. Las macetas reposarían en platos pero el riego debería ser muy medido para que no cayese nada al suelo, no fuera a ser que el vecino de abajo acabara con goteras. En otras ocasiones Paco ponía las macetas en bandejas de cultivo elevadas, de modo que el agua que drenaba se podía recoger por el desagüe de la bandeja, pero en esta ocasión las plantas no podrían gotear. El mayor reto de esta cosecha iba a ser cultivar las plantas sin poder lavar las raíces en todo el ciclo de vida de la planta. Todo el fertilizante aplicado en el riego y que las plantas no absorbiesen se iba a ir acumulando en la tierra. Si Paco no lo medía bien y la salinidad de la tierra aumentaba en exceso se encontraría con dos graves problemas. El primero es que las raíces sufrirían. En un entorno de salinidad excesiva  las plantas tienen cada vez más dificultad para absorber el agua y los nutrientes que necesitan, de hecho, si el nivel de sales llega a ser muy alto las plantas pueden deshidratarse y morir, incapaces de absorber agua aunque el sustrato este empapado. Además, aunque no se alcanzasen niveles letales para las plantas, el exceso de sales podría perjudicar el sabor final de los cogollos, volviéndolo áspero, metálico e irritante. Un cogollo cargado de sales no era nada agradable de fumar, Paco había lo había aprendido en sus primeras cosechas cuando abonaba abusivamente y hasta el último día. Después aprendió a lavar las plantas y regarlas sólo con agua, al menos durante la última semana para lograr que consumieran los fertilizantes acumulados y se limpiaran de sales.

En esta cosecha, pensaba abonar las plantas con mucha moderación y dejar de aplicar nutrientes al menos dos semanas antes de la cosecha, para asegurarse de que las plantas consumiesen todos  los nutrientes que pudieran haber acumulado en la tierra.

El montaje del jardín

La habitación que iba a dedicar al cultivo era bastante grande, con unas medidas de 3,5 m x 3,5 m tenía una superficie de 12,25 m2, más que de sobra para las cuatro lámparas de 600w, que iluminarían unos 5 m2 en total, de hecho sobraría mucho espacio… ¿o no? Mientras estaba montando las lámparas y los reflectores, Paco tuvo una revelación, recordó que el fabricante de Adjust-A-Wings aseguraba que sus reflectores permitían ampliar considerablemente el área iluminada llegando casi a doblar la producción. Nunca se lo había tomado demasiado en serio pensando pero se le ocurrió que está podía ser una buena ocasión para comprobarlo. Entró en la web  del fabricante (www.super-spreader.com) y leyó que con cada lámpara de 600w equipada con un reflector Adjust-A-Wings podía iluminar una superficie de 1,75 x 1,35m frente al 1,25 x 1m de los reflectores normales. Es decir hasta 2,36 m2 en lugar de 1,25 m2 (un 88% más de superficie). “¿Será verdad?”, se preguntaba Paco, “¿engordarán bien los cogollos o se quedarán pequeños por falta de luz?”. Cuatro lámparas con cuatro reflectores le permitían iluminar prácticamente diez metros cuadrados, o lo que es lo mismo, la habitación completa de pared a pared salvo una pequeña franja en uno de los lados que le permitiera abrir la puerta, pasar, colocar el depósito de solución nutritiva y algún detalle más.

En definitiva, iba a iluminar el jardín con 2400 w de luz de alta presión de sodio. En teoría, si lograba una cosecha de un gramo de cogollos por cada vatio de luz ya se podía dar por satisfecho. Sin embargo, según el fabricante de Adjust-A-Wings era posible conseguir hasta un kilo de cogollos secos por cada lámpara de 600 w, es decir, hasta 1,6 gramos por vatio.

Una vez colgadas las lámparas a las distancias recomendadas a Paco le pareció que estaban muy separadas entre sí y que las plantas que no tuvieran la lámpara bastante encima no iban a tener suficiente luz pero ya no había tiempo para hacer cambios. Había tomado una decisión y pensaba seguir con ella. No se arrepentiría.

La cuestión genética

Por un momento pensó que podría ser una buena idea hacer una siembra de autoflorecientes, al fin y al cabo son plantas que se desarrollan muy rápidamente, en apenas dos meses las variedades más rápidas y unos tres meses las más lentas, y no necesitaría ni comprar programadores ya que podría incluso florecerlas con un fotoperiodo de luz continua (24/0). No se acabó decidiendo, aunque la gente aseguraba que las nuevas variedades eran mucho más potentes y de mejor calidad que las primeras generaciones, las pocas experiencias que había tenido cultivando variedades automáticas le habían dejado poco satisfecho, ni el aspecto de los cogollos, ni la calidad del efecto psicoactivo ni la productividad de las plantas había sido para tirar cohetes. En esta ocasión Paco no estaba dispuesto a arriesgarse con genéticas de calidad no contrastada. Con las semillas feminizadas regulares le pasaba algo similar, había tenido buenas experiencias previas en cuanto a la calidad de los cogollos, pero no siempre había encontrado la homogeneidad entre plantas que requería para este cultivo. La verdad es que es difícil, por no decir imposible, superar la homogeneidad y la calidad que se consigue cultivando esquejes, especialmente si vienen de plantas bien seleccionadas.

Había poco tiempo y necesitaba organizar algo ya y estar seguro de que las plantas crecerían bien y con rapidez, madurarían todas a la vez y estarían listas en tres meses. En ese tiempo tenía que hacer el crecimiento y la floración así que llamó a un viejo amigo que solía tener buenas madres a ver si le podía proporcionar alguna genética adecuada a sus necesidades. Paco le contó la situación y él le dijo que pasará a verle, que vería que podía hacer. Los buenos amigos son algo maravilloso y, cuando Paco le visitó al día siguiente se encontró con una grata sorpresa. Había 22 esquejes esperándole, pero nada de brotecitos recién enraizados, aquellas plantas habían sido trasplantadas a macetas de un litro y llevaban al menos diez días creciendo y desarrollando raíces. Su amigo le acababa de regalar más de una semana, sin duda le debía al menos una buena cena. Pertenecían a una madre de floración rápida que su amigo llamaba La Niña, una planta de mucho vigor, buena potencia y alta productividad que maduraba en ocho semanas exactas y que producía cogollos gruesos, duros, muy cargados de resina y con un peculiar aroma bastante fuerte y muy agradable en el paladar.

Además de regalarle las plantas y prestarle el número suficiente de macetas, su amigo le ofreció cincuenta esquejes más que estarían listos en una semana, pero Paco no podía esperar. No había tiempo. Las plantas tenían que empezar a crecer ya. El reloj no paraba de correr y ya se le había ido tres días organizando el cuarto de cultivo, comprando materiales y consiguiendo las plantas.

Trasplante

Sin perder tiempo, en cuanto llegó a casa con los esquejes, Paco se puso a trasplantarlos. Las macetas que le habían prestado eran de dos tipos: unas de 25 litros de capacidad, redondas,  bajas, bastante anchas y con un perfil ondulante lleno de rendijas que se suponía que evitaba que las raíces creciesen dando vueltas al pan de tierra, las otras de 20 litros, cuadradas, altas y alargadas, las típicas de cultivo de interior pero en tamaño grande. Había comprado diez sacos de cincuenta litros de sustrato Atami Janeco Light Mix de y un saco de arlita de Canna para poner una capa en el fondo que mantuviese el sustrato separado del agua que se pudiese acumular en los platos.

Una vez trasplantadas regó las macetas con una solución nutritiva muy suave de Soil A+B (EC 0,5, pH 5,8) a la que había añadido 1 ml/l de Atazyme y de RootFast, ambos de Atami. Colocó las plantas en el cuarto de cultivo con un fotoperiodo 18/6 y las lámparas a bastante distancia (entre 80 y 90 cm. de las puntas de las plantas), para no estresarlas hasta que se hubieran adaptado a su nuevo hogar. Encendió el ventilador oscilante en la velocidad más baja para que moviera el aire en torno a las plantas pero sin deshidratarlas. Como la temperatura exterior era bastante baja puso en marcha el extractor a baja velocidad para que renovase el aire pero manteniendo la temperatura del cuarto en torno a 25º C.

Crecimiento

Paco tenía claro que las para que las 22 plantas fueran capaces de llenar de cogollos toda la habitación necesitaba darles un largo periodo  de crecimiento y lograr que se hicieran grandes y frondosas, casi como pequeños árboles. Tras diez días de crecimiento, cuando las plantas ya tenían unos cincuenta centímetros de altura, Paco decidió podar las puntas de las ramas principales para potenciar la ramificación. Las plantas aún tenían unas tres semanas de crecimiento por delante y más valía controlar ahora la altura que tener que hacerlo más adelante cuando se hicieran excesivamente altas. Tras la poda tuvieron veinte días más de crecimiento, suficientes para que desarrollaran una buena estructura de ramas, con tallos fuertes, y alcanzaran una altura entre 60 y 70 cm.  Durante todo el periodo de crecimiento se mantuvo un EC de 1 y un pH de 5,8. Las plantas se regaban durante dos minutos cada mañana, recibiendo cada planta aproximadamente un litro diario. 

Paco mantuvo el fotoperiodo de crecimiento durante un mes en total, cuando decidió cambiar al de floración las plantas ya tenían un buen tamaño, pero todavía no se tocaban entre sí, había que tener en cuenta que durante el principio de la floración seguirían creciendo.

La floración

La frecuencia de riego se aumento al empezar la floración añadiendo un segundo riego de dos minutos cada noche por lo que las plantas recibían aproximadamente dos litros diarios, quizás algo menos.  En macetas tan grandes, un litro de agua nunca llega a mojar toda la tierra, la humedece bastante pero mantiene siempre una buena oxigenación que permite un fuerte crecimiento. Según Paco, es mucho mejor hacer dos riegos de un litro cada uno que uno de dos litros. Aunque la tierra no se moje del todo, las raíces aguantan bien. 

El método habitual de regar las plantas implica mojar bien la tierra, o al menos eso es lo que siempre se recomienda para asegurarse de que no quedan zonas secas donde las raíces podrían sufrir por falta de agua. Sin embargo, después de ver los resultados obtenidos por Paco, queda claro que es posible cultivar buenas plantas con pequeños riegos frecuentes, sin empapar nunca la tierra a tope. Ojo, que Paco sabe lo que hace y presta mucha atención a cualquier síntoma de las plantas por lo que suele reaccionar ante cualquier problema antes de que se vuelva grave. Un cultivador novato sin mucha experiencia seguramente no se daría cuenta a tiempo si algo va mal, por lo que conviene que tome precauciones como ir lavando la tierra de vez en cuando, antes de que aparezcan problemas.

Tras dos semanas de floración, viendo como crecían, Paco decidió colocar tutores en todas las plantas para que sostuviesen las ramas cuando fuesen aumentando de peso los cogollos. Aunque parezcan muy fuertes al principio de la floración no hay que olvidar que los cogollos se vuelven muy gruesos y pesados, por lo que requieren soporte extra para no doblar las ramas y acabar tirados por el suelo.

Las plantas continuaron creciendo y estirándose durante las cuatro primeras semanas de floración y alcanzaron una altura de 120-130 centímetros.  Se mantuvieron siempre las lámparas a unos sesenta centímetros de las puntas de las ramas, para que todo el cuarto recibiera una buena iluminación, aunque es una distancia algo mayor de lo normal los resultados fueron muy buenos.

El EC de la solución nutriente de floración se mantuvo durante las seis semanas a 1,3, mientras que el pH se dejaba alrededor de 6. A partir de la segunda semana de floración se añadió a la solución nutriente además de Soil A+B, Bloom Stimulator de B’cuzz (0,5 ml/l). A partir de la cuarta semana también se añadió el estimulador Bloombastic de Atami (0,5 ml/l).

La séptima y octava semana las plantas recibieron sólo agua, con un poco de Atazyme para facilitar la descomposición de las raíces muertas y la disolución de las sales acumuladas en el sustrato.

Paco estaba muy satisfecho de cómo había ido la cosecha, los reflectores Adjust-A-Wings habían funcionado muy bien y realmente permitieron iluminar correctamente toda la habitación. Es cierto que los cogollos de las plantas más alejadas de las lámparas habían engordado algo menos que los que estaban justo bajo la bombilla pero, aun así, tenían suficiente grosor y mucha resina.

A la hora de entregar este artículo para su publicación Paco tiene las plantas secándose pero todavía no las ha pesado por lo que no tenemos datos concretos de producción. Sin embargo, su cara de satisfacción no deja lugar a dudas, ha sido una gran cosecha.

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