El Cannabis y nuestro medio ambiente

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03 Dec 2012

Nos enfrentamos a varias decisiones importantes en los próximos años: cualquiera que sea el lado de la valla del "Climagate" en el que elijamos estar, no podemos negar que nuestros actos están afectando adversamente al medio ambiente del que dependemos para sobrevivir, y que debemos reconsiderar nuestros métodos agrícolas en términos sostenibles.


Nos enfrentamos a varias decisiones importantes en los próximos años: cualquiera que sea el lado de la valla del "Climagate" en el que elijamos estar, no podemos negar que nuestros actos están afectando adversamente al medio ambiente del que dependemos para sobrevivir, y que debemos reconsiderar nuestros métodos agrícolas en términos sostenibles.

Nos enfrentamos a varias decisiones importantes en los próximos años: cualquiera que sea el lado de la valla del "Climagate" en el que elijamos estar, no podemos negar que nuestros actos están afectando adversamente al medio ambiente del que dependemos para sobrevivir, y que debemos reconsiderar nuestros métodos agrícolas en términos sostenibles. Los defensores del cannabis creen que su legalización podría proporcionar soluciones en temas medioambientales clave, mientras que los prohibicionistas citan casos de daños ecológicos causados por cultivadores irresponsables como razones para mantenerlo ilegal. Ambas partes a menudo son culpables de simplificar su posición: muchas contradicciones poco convenientes se ignoran o silencian para que el mensaje global siga siendo firme.

Los métodos orgánicos tradicionales son mejores para el medio ambiente (copyright Mishimoto)
Los abogados del cannabis citan los beneficios medioambientales que podría suponer una industria legal, pero esa imagen es incompleta. Aunque es cierto que los esquemas de rotación de cosechas bien dirigidos que se aplican al cannabis pueden estar entre los métodos más apropiados, todo lo contrario se puede aplicar al cultivo de interior, que puede consumir una gran cantidad de energía y recursos. Las plantaciones de exterior ilegales pueden causar estragos en el ecosistema local e, incluso en los estados donde se cultiva legalmente, el nivel de regulación es insuficiente para garantizar que los métodos son totalmente seguros. Sin embargo, el cannabis silvestre puede ser una parte vital de su ecosistema, los programas de erradicación han provocado graves problemas medioambientales.

En las regiones donde el cannabis es autóctono o está arraigado, a menudo es tan crucial para el mantenimiento del ecosistema local que su erradicación tiene consecuencias graves e inmediatas. En Bangladesh, un país tan profundamente ligado al cannabis que su nombre se deriva de él, los esfuerzos para destruir poblaciones silvestres han conducido a un incremento en la gravedad de las inundaciones estacionales. Los largos sistemas de raíces de variedades de cannabis adaptadas a las riberas proporcionan estabilidad, cuando se destruyen las plantas, las raíces muertas ya no pueden actuar para reducir la erosión cuando las riadas emergen de los ochocientos ríos del país, cubriendo hasta el ochenta por ciento de toda su superficie. En países montañosos como Marruecos y México, la erradicación puede conducir a un aumento de las avalanchas de barro y corrimientos de tierras. En Estados Unidos y América Latina, se han utilizado herbicidas tóxicos para humanos, animales y plantas (como el Paraquat y el Triclopyr), si bien, gracias al NORML -Organización para la Reforma de las Leyes sobre Marihuana-, prácticamente han dejado de usarse.

Aunque se ha demostrado que es dañino destruir el cannabis allá donde debe crecer, es igualmente inapropiado cultivarlo donde (y como) no se debe. En Marruecos, donde se cultiva el Cannabis de forma agresiva (y es una especie introducida), se preparan grandes extensiones de terreno para plantarlo quemando la vegetación existente. En varios estados de Estados Unidos ha habido casos de cultivos de exterior que causaron graves daños locales, desviando agua de corrientes cercanas, limpiando zonas forestales para conseguir más luz, drenando productos químicos tóxicos directamente en la capa freática local, y utilizando generadores diesel contaminantes para la electricidad en zonas alejadas.

Los cultivos de exterior ilegales pueden ser destructivos (Justice.gov)

Desde luego, esto no ayuda a ganarse los corazones y mentes de agricultores, grupos ecologistas o autoridades, en Estados Unidos Oficina de Política Nacional sobre Control de Drogas ha declarado recientemente que por cada acre (más de 4.000 m2) de cultivo de marihuana, se produce la contaminación de diez acres por subproductos tóxicos. En 2008, un cultivador del condado de Humboldt vertió 1000 galones (unos 3800 litros) de diesel rojo en un afluente de Salmon Creek, envenenando a peces y anfibios. En el condado de Sonoma, una operación ilegal, descubierta el verano pasado, había producido el derribo de quince secuoyas protegidas en un terreno privado.

Resulta vital para el futuro del cannabis que nos alejemos todo lo posible de esa imagen de terroristas que destruyen intencionadamente el medio ambiente, y presentemos la de responsables guardianes de la naturaleza, que respetan todas sus partes por igual y no tratan de destruir ninguna de ellas en busca de un beneficio económico. Algunos argumentan que todos esos problemas se acabarían si el cannabis se legalizara y regulara, y es verdad que la necesidad de ocultarse está detrás de gran parte del uso de sustancias químicas y generadores. Sin embargo, la industria agraria legal y "regulada" sigue cometiendo atrocidades medioambientales, han conseguido auténtica carta blanca gracias a su capacidad de pagar millones para costes legales, presión política y publicidad.

Vertido de diesel rojo de una plantación ilegal (Justice.gov)
Una industria cannábica legal proporcionaría tantas oportunidades para la presión política en busca de leyes favorables como a cualquier otro gran negocio,  las mismas razones a los especuladores, listos para reducir costes y poner en peligro la salud del consumidor, aprovechando la ocasión. Tenemos que admitir que la legalización de un bien previamente prohibido, tarde o temprano llevará a su mercantilización; en un mundo ideal sólo existirían plantaciones de cannabis pequeñas y orgánicas, pero en nuestro actual sistema debemos estar preparados para lograr y aceptar el mejor acuerdo posible y preparados para mitigar colectivamente cualquier daño colateral.

En la actualidad, mientras Monsanto y otros destrozan nuestro medio ambiente con impunidad, su máquina propagandística es experta en dar la vuelta al argumento para hacernos parecer más culpables que ellos. Cualquier transgresión por parte de productores de cannabis se magnifica como prueba de la maldad de toda la industria. Al ser los parias sociales de la agricultura, tenemos que trabajar el doble de duro para mantener una buena imagen como las grandes industrias agrícolas, que pueden esconderse tras su legalidad. Más allá de la cuestión de cómo lo vería el resto del mundo, es totalmente de locos destruir secuoyas de 900 años para cultivar plantas de 90 días, así que uno podría esperar que los cultivadores, ilegales o como sea, en el futuro empezarán a priorizar correctamente las cosas.

En California, los efectos previstos del cambio climático incluyen una marcada reducción en el nivel de la capa de nieve en las montañas de Sierra Madre. Miles de hectáreas de campos de cannabis dependen del riego estacional que reciben al derretirse la nieve en primavera, y cuando ésta es insuficiente para satisfacer la sed voraz de las plantas, se necesitan otros métodos. Esto ya está ocurriendo, debido a varios años de pocas precipitaciones, problema que según se predice irá incrementándose en un futuro cercano. La enorme red de tuberías que recorre y cruza toda California permite la fecundidad por la que se reconoce a este estado, y de la que depende el resto de la nación (junto con la de los demás estados agrícolas), si la preciada agua fuera desviada para lo que muchos piensan que no es una instalación indispensable, nada que ver con los alimentos, se produciría una fuerte controversia como mínimo, si es que no una amenaza real para otras cosechas.

Por supuesto no sólo el Cannabis necesita riego, la mayor parte de cosechas lo necesitan, y la agricultura supone el 80% del consumo total de agua en Estados Unidos, pero el masivo incremento de la tierra dedicada a este cultivo en particular durante los últimos años está aumentando significativamente la presión sobre sistemas que ya arrastran problemas. El río Colorado, que riega una vasta extensión del suroeste norteamericano, está experimentando un descenso en los niveles de agua y un incremento en la salinidad de ésta debido a la sobreexplotación agrícola y a la decreciente capa de nieve que cubre las Montañas Rocosas; hasta un 70% de sus aguas se desvían para la agricultura, y el lago Mead de Arizona, formado por la presa de Hoover, se estima que está a un nivel 130 pies (cerca de 40 metros) más bajo que en el año 2000. Nuevos descensos en las precipitaciones, tal como se prevé, pueden llevar a una mayor reducción en el caudal, hasta un 20% durante los próximos cuarenta años. A medida que nuestra población y sus necesidades energéticas y nutricionales aumenten durante los próximos años, y que los recursos se hagan cada vez más escasos, cada uno de los cultivos que mantengamos deberá probablemente ser el adecuado, económica y ecológicamente.

Un agente del departamento del sheriff con Cannabis confiscado (Justice.gov)

Manejado acertadamente, el cannabis puede ayudar a paliar el efecto de la sequía y el cambio climático. Es bien sabido que el cáñamo es un cultivo de bajo impacto que requiere pocos fertilizantes y pesticidas, que coloniza ávidamente zonas que otras plantas no pueden tolerar, y que mejora la tierra hasta hacerla habitable para otras plantas. También puede reponer los nutrientes que pierde el terreno debido al cultivo intensivo de cosechas como las de soja (por esta razón, cultivar cáñamo en rotación se promociona cada vez más como modelo sostenible de agricultura). Además, puede destruir los patógenos del suelo (que parasitan otros cultivos, como el de soja o patatas) y reducir las partículas radioactivas o tóxicas de terrenos contaminados.

El potencial del cáñamo como biocombustible puede ayudar a mitigar el cambio climático, reduciendo nuestra dependencia de los hidrocarburos, e incrementar la producción de alimentos cannábicos podría reducir igualmente la necesidad de cultivos insostenibles como el de maíz. Existen amplias poblaciones de yerba silvestre, residuo de la campaña "Hemp for Victory", que prosperan por todos los Estados Unidos, su existencia demuestra la adaptabilidad de la planta y su adecuación a los diversos tipos de hábitats. Los numerosos usos del cáñamo en industrias sostenibles, como la de las viviendas con emisión de carbono cero, lo muestran como una valiosa inclusión en las políticas sostenibles del futuro.

La disminución de nieve derretida en las Rocosas conduce a problemas de irrigación (Andrus Development).

Aunque muchas de las variedades de drogas cultivadas en América requieren riego intensivo, muchas otras variedades (incluidas la mayoría de variedades de cáñamo), están bien adaptadas para entornos áridos. El cannabis es originario de regiones desérticas, y muestra muchas adaptaciones para tales condiciones, como su resina cristalina, que contiene cannabinoides (y que protege a las flores de las temperaturas más extremas), y su capacidad de sobrevivir en zonas de muy pocas lluvias. Los largos y complejos sistemas de raíces no sólo son útiles para mantener la estabilidad en laderas y pendientes, sino también para extraer el máximo de humedad del suelo circundante. Por lo tanto, seleccionar variedades adaptadas a la sequía es muy importante, especialmente en California, Colorado y otros estados propensos a la sequía donde se cultiva cannabis. La magnitud del problema está siendo subestimada, pero si se priorizara como tema urgente, no hay razón por la que no podamos atenernos a especies apropiadas para su entorno, que cubran nuestras diversas necesidades y no requieran un injustificable desvío de recursos.

Al margen de una minoría de irresponsables, los cultivadores de cannabis en Estados Unidos suelen tener un interés por el medio ambiente superior a la media, debido a las creencias espiritualistas y naturalistas que muchos de ellos profesan, así como un mayor sentido de la responsabilidad, fruto de muchos años siendo el foco de atención. Muchos cultivadores utilizan pesticidas y fertilizantes orgánicos. Algunos, incluso, utilizan paneles solares para obtener electricidad, y sistemas de recogida de agua de lluvia de circuito cerrado (aunque éstos pueden estar por encima del presupuesto en operaciones de pequeña escala). Se han producido grandes avances en la tecnología de iluminación LED, y la comunidad cannábica ha aceptado con entusiasmo el reto -puede que no universalmente, pero a medida que los costes se reducen y las cosechas aumentan (cada vez son más comunes informaciones sobre cosechas de 400 gr por m2), estamos seguros de ver cada vez más cultivadores de interior optando por sus obvias ventajas.

El cáñamo puede ser parte de un futuro sostenible (Simon & India).
Sea cual sea el presupuesto, siempre hay maneras de minimizar el impacto medioambiental. Si los paneles solares y los sistemas recolectores de agua de lluvia son demasiado caros, siempre habrá otra parte de donde recortar. En interior, o en invernadero, elegir bombillas de 600 vatios en lugar de 1000 aumenta mucho la eficiencia energética, y es un ahorro para los que no pueden invertir en LEDs. Los balastos digitales son más eficientes que los magnéticos, las buenas cubiertas reflectoras  reducirán el gasto de luz, y los raíles para desplazar luces automáticas pueden ahorrar mucha energía reduciendo el número de bombillas necesarias. Las técnicas Sea-of-Green rinden más producto final por vatio de luz, ya que requieren poco o ningún tiempo de crecimiento vegetativo. Los usuarios de generadores pueden instalar interruptores térmicos y sustituir el diesel por biodiesel.

Cambiarse a los nutrientes y pesticidas orgánicos, y utilizarlos con mentalidad de "menos es más" no debería suponer una reducción de la cosecha para un cultivador habilidoso. Prevenir las plagas, en vez de tener que luchar con infestaciones, debería ser posible siempre, con la aplicación de aceite de neem y el uso de plantas repelentes; la tierra vieja puede compostarse o llevarse a ciertos centros de reciclaje. Cada paso que da un cultivador para minimizar el impacto medioambiental es un paso en la dirección correcta. Los esfuerzos simbólicos de hoy nos beneficiarán en el futuro, y hasta que consigamos el objetivo de una industria cannábica legal formada por plantaciones independientes pequeñas, orgánicas y de mínimo impacto ecológico, nos queda trabajo por hacer. No podemos esperar que ninguna industria se convierta en totalmente limpia de la noche a la mañana, pero si cada cultivador extrema los cuidados, poco a poco, colectivamente podremos conseguir grandes logros en poco tiempo.

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