Entrevista a Marc Emery, el príncipe de la marihuana

Soft Secrets
07 Jun 2022

Emery es uno de los más célebres activistas cannábicos del mundo. Cuando las papas quemaban en Canadá y la policía te perseguía por una revista, él abrió su tienda para vender semillas y literatura especializada. Pasó por la arena política, fundó su partido, lo dejó, pero nunca olvidó, ni olvida de dónde viene, ni a dónde va. Fue el primero en abrir un grow en su ciudad, hoy hay más de 100 en todo Canadá. A pesar de haber estado casi cinco años encarcelado sigue haciendo lo mismo y además aprendió a tocar la guitarra. Conversamos con el 2016 poco tiempo después que saliera de la cárcel.


Marc Emery se ganó el título del Príncipe de la Marihuana por obsecuente, por obsesivo, por maniático, por perseverante, porque no puede entender cómo se gesta el sistema internacional que prohíbe las drogas y porque toda su vida invirtió el dinero de sus tiendas y la revista Cannabis Culture en la causa a lo largo de Canadá, su tierra, Estados Unidos y también otros países. Es el líder indiscutido en Canadá y una figura respetadísima a nivel internacional.

Sus primeros dólares canadienses los hizo comprando y vendiendo estampillas de correo. Dejó la secundaria a los 17 años para poner una librería que atendió personalmente durante años. En sus años juveniles se metió en unos cuantos partidos políticos. En 1991, después que estuviera preso por piratear discos musicales considerados obscenos y prohibidos en Ontario, comenzó a vender literatura cannábica, también violando las leyes de apología. En 1994 abrió su tienda, la primera en Canadá, llamada Hemp BC

“Cuando empezamos, millones de canadienses fumaban marihuana pero nadie hablaba. No había cambios, ni información. Nosotros estábamos en el lado opuesto. Todos sabían lo que hacíamos”, se mofa 20 años después en entrevista con Soft Secrets LATAM. Sus problemas con la ley continuaron a lo largo de los 90’, hasta que en 2009 la justicia canadiense lo extraditó a EEUU donde lo sentenciaron a cinco años de prisión por vender semillas. Semillas con las que él dice haber financiado el movimiento también en EEUU.

“Vivo en Vancouver, tengo una de las 100 tiendas que venden cannabis allí. Tenemos, 40 a 50 variedades que podés ver, oler, fumar, incluso allí. Es como una fantasía, porque eso no iba a ser posible hace 5 o 10 años atrás. Pensábamos que siempre iba a ser ilegal. Pero la policía dejó de meter gente presa y ya hay 100 tiendas”, dice Emery, fumando un churro que alguien le regaló en la ExpoWeed y con una cupcake cannábica en la otra mano.

-¿Cómo describirías la escena política en tu país con respecto al cannabis?
-Los políticos saben que el 60% de los canadienses quieren legalizar la marihuana. En mi ciudad el 70% quiere legalizarla y ahora el primer ministro, que fuma cannabis, prometió legalizarlo y la mayoría del partido más votado, el Partido Liberal, acordó que la marihuana debe legalizarse. El ministro de salud también lo entiende oportuno. El primer ministro le dijo a su gabinete que antes que termine su período el cannabis tiene que ser legalizado. Están todos empujando esto, ya no hay comisiones estudiando el cannabis, están tomando decisiones.

Probablemente no será la mejor decisión pero estará bien, sacaremos a la marihuana de la lista de drogas prohibidas. Ahora no está regulado, pero no nos pueden criminalizar. Es la única interpretación que leo cuando el primer ministro dice que hay que legalizarla y eso significa que la marihuana quedará por fuera de la lista de drogas prohibidas.

El impuesto que le pusieron al tabaco fue porque 40.000 canadienses mueren cada año y cuestan mucho dinero a los hospitales, los mantienen vivos y cuestan mucho dinero, por eso el impuesto. No prohibieron el tabaco. Con alcohol ocurren los choques de autos, criminalidad, violencia, la mayoría de los ladrones de bancos están borrachos cuando cometen el crimen, porque se piensan que serán más valientes. Esas cosas no pasan con la marihuana, por eso no habría que pagar impuestos extra. El café tiene impuestos federales y estatales, eso es lo que deberíamos pagar, porque el café es más peligroso, crea úlceras, hipertensión, quedas excitado.

-¿Cómo funciona tu tienda?
-Compramos a seis dólares canadienses (cinco estadounidenses) y los vendemos a 12 canadienses, no es mucho dinero. Lo compras y te lo llevas a casa, no hacemos delivery.

Te dejamos que te coloques pero no muy alto porque no queremos que hagas tonterías. La mayoría de la gente gasta entre 5 y 12 dólares y tal vez unas 40 personas lo hacen diariamente. Si eres de Vancouver probablemente tendrás tu hierba, la tienda es para turistas o para el que quiere probar algo diferente, capaz no te gustó la hierba que plantaste o tal vez tengas la hierba pero no quieras compartirla con tus amigos.

-¿Hay cada vez mas cultivadores?
-En 2001 fui responsable de Making Medical Marijuana, una campaña por el cannabis medicinal. Lo que pasó fue interesante, la Corte le dijo al estado qué hacer, el estado no quería legalizar, pero la Corte dijo que el estado debía autorizar a las personas a tener su propia hierba. La Corte dijo que había que sacar una licencia para marihuana medicinal y que podías cultivar hasta 50 plantas, conozco gente que plantó 100 plantas.
Hoy 50.000 personas plantan con licencia.

-¿Cómo ves que camina la causa del cannabis en el mundo?
-La causa viene genial. Hay activismo importante en casi todos los países. En Malasia, donde es muy difícil el tema cannabis, estuve ahí, pagan 20 dólares un porro, sufren encarcelamiento. Pero están peleando. En África hay activismo. Granjas experimentales en Malawi, Sudáfrica tiene casos relevantes en la Corte Constitucional, Marruecos está virtualmente legalizado. Quieren exportar más legal, dicen que en España es prácticamente legal y se preguntan cómo pueden exportar a España legalmente. Éstas cosas pasarán, la gente tendrá esas conversaciones. Las cosas pasarán.

-¿Cómo ves todo lo que está pasando con el cannabis América Latina?
-Si Uruguay es el único país que legaliza, está bien, pero no significa nada. El programa medicinal en Chile, la expo, ahora Colombia se lo plantea, está bien. Tres es una tendencia, uno podría ser algo aislado. Pero tres es bastante. En Colombia, la guerra lleva 60 años, la marihuana está criminalizada y el gobierno sería inteligente si la legalizara, cortando la economía de la guerrilla, legalizar es una buena manera acabar con el enemigo.

-En las prisiones de América Latina puedes conseguir marihuana fácilmente. ¿Qué hay de eso en las de EEUU?
-Puedes conseguir drogas en las prisiones en EEUU, pero las penalidades son tan severas que no fumé marihuana, de hecho cuando alguien fumaba yo me iba para otro lado. Porque no quiero ser reconocido con esos tipos. La gente que usa drogas en la cárcel es gente que explota a su novia, que hace dinero con las drogas, o que hacen algo muy peligroso para conseguir esas drogas y pierdes todo si te pescan. Pierdes las visitas de tus seres queridos, tu teléfono, el mail, podrías tener otro cargo y perder un año más en la cárcel, es un desastre.

Fui a una prisión y un tipo me dijo que no lo haga, que por un porro le habían dado más tiempo, sin visitas por un año, sin teléfono. Me decía que es un desperdicio. Leí las reglamentaciones y te castigan de cualquier manera siempre, como sea. Te pueden aislar como si asesinaras o robaras. Con el alcohol no es tan complicado porque afuera es legal. Pero no es legal en la prisión y si te pillan tendrás unos meses de asilamiento.

-¿Te sentiste protegido por los otros reclusos?
-Nunca tuve problemas. Fui muy útil para otras personas en la prisión, necesitaban gente que escribiera en inglés, las prisiones estaban llenas de latinoamericanos. Pedí por custodia de niños, divorcios, hice peticiones varias.

Aprendí a tocar la guitarra ahí adentro, en una prisión para americanos. En Canadá eso no hubiera pasado. No importa de dónde seas todos van para la misma prisión. Pero en EEUU si no eres americano pueden ponerte en muy malas prisiones. Los gestores privados de las cárceles para inmigrantes dicen: si quieres estar en una prisión federal para estadounidenses, deberás volver a tu casa. No hay contralor de esos lugares. Cuando estaba en la prisión federal podías esperar tres días un doctor que nadie te atendería.

-¿Hiciste un trabajo humanitario en la cárcel, entonces?
-Estuve en seis prisiones distintas. La primera fue de máxima seguridad, no salís afuera, siquiera ves el sol en seis meses. Pasas con asesinos, era cualquier cosa. Luego me mandaron a otra, encadenados los pies, la panza, todo el cuerpo se movía con cadenas. Cuando estás encadenado será un largo día, dolerá…

Luego volé a Las Vegas, a un lugar que era un gran depósito, había como mil personas. Hice algunos amigos ahí. Algunos me habían visto en la televisión. En la primer cárcel que estuve tres años los presos me habían visto en dos programas de televisión en National Geographic y History Channel. Si estás en la tevé te tratan bien, sos como una celebridad. Además, Snoop Dog, el rapero, me dio su bendición, como el tipo bueno del año y hasta me llamó mi negro (my nigger), lo cual está muy bien porque yo soy muy blanco y de Vancouver. En la prisión la gente tiene un color de piel muy diferente al mío. Todos sabían que Snoop Dog me había dado ese premio. Mis compañeros pensaban que era famoso.

-¿Cómo matabas el tiempo?
-Los mexicanos tenían su banda musical, los centro americanos, los afro, todos tenían su banda. Yo estaba en una banda con gente blanca y negra, la canción que mejor nos salía era Black Magic Woman de Carlos Santana, a los mexicanos les encantaba. También tocábamos Hendrix, Clapton, Beatles, Rolling Stones, Van Heaven, rock clásico.

Di 14 shows en tres años y aprendí unas 200 canciones, nunca había tocado antes. Tenía mis libros para aprender. Un día me dijeron: Marc tenemos un cambio en la banda, necesitamos un bajista, les dije que no sabía tocar bajo. Me dijeron: lo sabemos, pero me parece que te podemos enseñar y que si lo deseas podemos ayudarte a que lo practiques tres horas cada día y estarás listo para el próximo show en seis semanas. Les dije que estaban locos, que era imposible. Me dijeron que no, que ensayara tres horas por día.

-¿Y cómo te llevaste con las reglas tan estrictas de las prisiones?
-Las reglas eran buenas, nunca lo hubiera imaginado. Cuando llegué pensaba: todas estas reglas estúpidas no hacen sentido. En prisión si uno la caga, pagan todos y hay una buena razón, porque si algo pasa la guardia no quiere que eso pase de nuevo, por si a alguien le gusta el ejemplo. A todas las prisiones que fui eran lugares seguros, gastaban mucho dinero. Lo malo es que la gente pasa mucho tiempo ahí adentro, el estado gasta dinero, es una locura, se quedan 20 o 30 años cuando tendrían que estar dos o tres. Luego de un año entiendes el mensaje. Si legalizaran las drogas esta gente no estaría allí. Las prisiones son mejores lugares que muchos otros en el mundo, tal vez no sean excelentes.

Lo terrible es la deportación. Cuando mi sentencia terminó me llevaron a otra prisión para hacer el papeleo y deportarme. Estuve nueve semanas esperando. De un momento para el otro me dijeron: señor Emery en tres horas parte para Canadá. Volé todo a lo largo de Estados Unidos. Cuando llegué había tanta gente, era un día soleado. Había televisión con sus cámaras, fue un gran día.

-¿Cuál fue la primer cosa que hiciste?
-Jodie, mi esposa, había hecho una conferencia de prensa, así que hablé con la prensa más de una hora y luego me di un toque. Pero uno chico, tenía miedo de quedar muy volado después de casi cuatro años sin fumar. Pero a los pocos días ya estaba fumando mis 15 porros diariamente, soy crónico. En ese momento quedaba mal que el líder del movimiento estuviera muy colocado.

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