Bajar el cannabis a la tierra

Soft Secrets
03 Feb 2015

El Cluc (Cultivando Libertad Uruguay Crece) se formó en Montevideo cuando se aprobó la ley de regulación. Sus activistas y cultivadores abrieron el club de cannabis para contarnos qué plantan y cómo. 


El Cluc (Cultivando Libertad Uruguay Crece) se formó en Montevideo cuando se aprobó la ley de regulación. Sus activistas y cultivadores abrieron el club de cannabis para contarnos qué plantan y cómo. 

El Cluc (Cultivando Libertad Uruguay Crece) se formó en Montevideo cuando se aprobó la ley de regulación. Sus activistas y cultivadores abrieron el club de cannabis para contarnos qué plantan y cómo. Pero sobre todo, por qué plantan. Mucho de esto lo relataron en el libro Uruguay se planta: manual de cultivo y uso legal de la marihuana. Lo escribieron entre varios y no solo es un manual muy ilustrativo; también es una foto sobre las posibilidades y limitaciones que se abren una vez liberado el cultivo. Es también un repaso social, político y hastpor María S. Domínguez

 

El patio de la casa, allá al fondo, parece una nursery. Solo que en lugar de cunas hay una mesa con sacos de tierra en filas, uno atrás del otro. En cada tiesto un pequeño plantín de cannabis asoma las primeras hojas. Damián observa sonriente. Cada plantín tiene un cartel que identifica el nombre de su variedad, sexo, procedencia y fecha de siembra. 

 

La mayoría son plántulas. Habrá que esperar un tiempo para saber si son machos o hembras, como si de un embarazo se tratase. Algunas crecen recostadas a un tutor que sostiene y guía a los tallos aún frágiles. La plantación es obra de Damián Collazo y de los socios del Cluc. El cultivador es responsable técnico del club cannábico montevideano, fundado por ProDerechos, una organización social de activistas que empujaron la ley de regulación y del mercado de marihuana.

 

Sus conocimientos de agronomía y la experiencia como cultivador llevaron a que Damián coordinara la publicación de Uruguay se planta, un manual de uso y cultivo de la marihuana adaptado al nuevo marco legal uruguayo, así como a las condiciones particulares del cultivo en el país.

 

“Observamos que la mayor parte de los textos sobre cultivo están redactados en el hemisferio norte y adaptados al clima y a los ciclos de las estaciones en esas zonas. Nosotros pretendíamos bajar a tierra esas temáticas, adaptarlas a las características de Uruguay y complementarlas con la experiencia propia y de otros cultivadores en este territorio”, explicó Collazo a Soft Secrets.

 

El clima uruguayo se caracteriza por una primavera y verano relativamente largos, con muchas horas de luz cada día, lo que permite garantizar la producción anual. Además, la nueva legislación uruguaya, que desde diciembre de 2013 despenalizó el cultivo de marihuana para uso personal, elimina mucho miedo a la hora de cultivar en exterior.

 

Así, se puede recurrir a un modo de cultivo “más barato y con buenos rendimientos” en estas latitudes, a diferencia de lo que ocurre en algunos países europeos, donde un clima hostil obliga a recurrir a las plantaciones indoor todo el día. Aunque hay buenas condiciones ambientales y legales para el cultivo de cannabis, los años del prohibicionismo de drogas sembraron en el país una serie de mitos y prejuicios que aún hoy frenan a muchos para lanzar su primera semilla.

 

El desconocimiento general sobre el cannabis se debía en gran parte a los circuitos clandestinos por los que circulaba la información. Con la irrupción de internet se multiplicaron los foros y las páginas web. Pero los datos no siempre eran fiables. En otros casos, las explicaciones eran demasiado técnicas y espantaban a los usuarios, alimentando el rumor de que cultivar marihuana era extremadamente difícil.

 

Collazo lo niega. “Cualquiera puede cultivar cannabis en exteriores. Y cualquiera con una mínima predisposición y conocimiento de lo que supone cuidar de otro ser vivo puede sacar adelante su propia cosecha”, sentencia Damián. El libro traduce a la jerga popular conceptos complejos de la agronomía o la biología.

 

El tono didáctico, casi de manual, sus ejemplos cotidianos, junto con algunas ilustraciones facilita que Uruguay se planta pueda convertirse en una referencia para estos tiempos donde muchos cultivadores comienzan y desean conocer más de la planta, desde identificar el sexo hasta saber cuándo es el momento de cosechar o cómo realizar la manicura. El trabajo repasa conceptos claves como pH o la salinidad de las aguas y las características del sustrato, la electroconductividad, las diferentes enfermedades por hongos y plagas que pueden afectar los cultivos, y cómo combatirlas. El manual pretende adaptarse a todos los públicos, con diferentes niveles de conocimiento, pero especialmente apunta a un contexto en particular: el uruguayo.

 

En Uruguay se cultiva marihuana desde hace muchos años. Pero en los últimos, las cosechas se huelen en todos los barrios del país. La experiencia de diferentes growers y el aprendizaje por ensayo-error han dado lugar a un conocimiento empírico acumulado que se puede encontrar en este libro.

 

Made in Uruguay

“Algunos criadores han dado lugar a una genética uruguaya, mejor adaptada a las condiciones climáticas y con mayor rendimiento. Es importante que este conocimiento no se pierda, a pesar de la gran variedad de semillas importadas que se pueden conseguir”, insiste. En este sentido, señala que ya la Universidad de la República trabaja en el estudio de las cualidades de las diferentes variedades, sus porcentajes de cannabinoides y sus adaptaciones al terreno para concebir un banco de semillas con las genéticas ya presentes en el país.

 

Además de preservar la experiencia acumulada, el manual apuesta fuerte por el cultivo orgánico. “Cuando alguien cultiva un producto que va a consumir, sean los tomates para la comida o la marihuana para fumar, debe ser muy consciente de todas las sustancias que intervienen en el proceso. Si le agregas un químico a tu planta, sea un fertilizante o un pesticida, te lo vas a acabar fumando, y puede llegar a ser tóxico”, advierte Damián.

En Uruguay se planta se desgranan la composición del agua potable en las canillas de las viviendas uruguayas para regar las plantas hasta los componentes que forman la turba o los fertilizantes naturales que se consiguen en Montevideo. No es tanto una cuestión de sibaritismo sino un asunto de seguridad y reducción de daños, recuerda Florencia Lemos, otra autora del manual.

 

Se trata de formar a usuarios más conscientes, y cultivadores comprometidos con lo que fuman. Damián comenta que en los balnearios uruguayos de la Costa de Oro, donde el cultivo de marihuana tiene una tradición más longeva que en la capital, el consumo de prensado paraguayo, un tipo de marihuana de baja calidad fuertemente adulterada, es ya mínimo. Los uruguayos empezaron a buscar cogollos, las verdaderas flores de cannabis cuyos efectos y morfología se identifican claramente. De pronto era importante conocer de dónde venía la yerba que iban a consumir, lo que contribuyó a que se apartaran de los circuitos tradicionales del narcotráfico, siempre de dudosa calidad.  Esta gradual toma de conciencia se debe en gran parte al trabajo del activismo cannábico, pero también al cambio de paradigma en relación con las drogas que han asumido las instituciones. 

 

El manual es una guía para los autodidactas. Plantar marihuana, indica Florencia Lemos, supone “autoabastecerse de una sustancia, es optar por una vía de acceso no mercantil, generar un vínculo con la planta, crear una responsabilidad en el usuario respecto de su cultivo y tener libertad de elegir lo que quieres fumar”.

 

Para quienes se decidan a plantar, especialmente si son principiantes, existe el riesgo de que una plaga, un temporal o un hongo acaben con la cosecha y dejen al usuario sin su yerba. Según la actual legislación, un usuario registrado legalmente como cultivador no puede comprar la sustancia en farmacias ni pertenecer a un club cannábico. Para pasar de una opción a otra deberá esperar al menos tres meses, en los que virtualmente no posee ninguna vía de acceso legal a la marihuana. Este vacío y otros alimentan las críticas al nuevo marco normativo de algunos activistas.

 

“Se trata de un modelo poco amigable con los usuarios. Pero hay que entenderlo en su contexto: es producto de una negociación parlamentaria, con una opinión pública en contra y la presión de organismos internacionales como la JIFE (Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes), y por tanto hace un énfasis muy fuerte en el control, que se traduce a los consumidores”, detalla Lemos.

 

El club

Tanto ella como Collazo tienen clara su alternativa: los clubes cannábicos. Los dos son miembros del club cannábico Cluc, llamado así por las siglas de uno de los eslóganes de los movimientos pro-legalización en el país: Cultivando Libertad, Uruguay Crece. La mayoría de los miembros de Cluc militan en la organización ProDerechos, activa en diferentes movilizaciones sociales, no oólo en favor de la legalización de la marihuana sino también en apoyo a la diversidad sexual o en contra de la baja de la edad de imputabilidad penal propuesta por sectores políticos conservadores.

 

De forma análoga al funcionamiento de ProDerechos, en Cluc cada integrante aporta experiencias desde su área específica de conocimiento, de forma de que el club se nutra del trabajo colectivo y de los diferentes perfiles de sus socios. Los sábados hacen juntadas en el jardín para arreglarlo, para ponerlo a punto.

 

Un esquema similar se reproduce en la distribución por capítulos de Uruguay se planta. Los diversos autores detallan informaciones acerca de la legislación aplicable en Uruguay, hacen un repaso por la trayectoria del activismo cannábico en el país, proporcionan instrucciones y ejemplos sobre la constitución de los clubes de cannabis, realizan una introducción a la química, a los efectos de la marihuana, recorren la historia de libertad y prohibicionismo de la planta a nivel internacional, esbozan sus diferentes usos medicinales y alternativas de consumo e incluso muestran recetas de cocina con la planta y sus derivados. 

 

Este conjunto de conocimientos aplicados da como resultado un texto ameno y multidisciplinario que responde a la necesidad de una información negada hasta ahora por la represión y el prohibicionismo, y que hoy, en un contexto de libertad, encuentra su espacio para florecer. “Educar no es solamente enseñar a cultivar. Es necesario también que cada usuario conozca las leyes y sepa qué puede hacer y qué no. Se precisa una información fiable para hacer efectivos los derechos conquistados”, asegura Florencia Lemos.

 

Lejos de la pretensión de convertirse en la nueva Biblia del cultiveta, el manual supone una nueva herramienta para que las recientes conquistas sociales echen raíces y cada vez más uruguayos se animen a revolver su tierra y sembrar su propia marihuana.

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